Las teclas
del piano sonaron por última vez. De su boca brotó la última nota que alguna
vez cantaría; en ese momento sus labios se sellaron como había prometido con anterioridad
y abandonó el lugar a paso rápido, azotando la puerta. Las finas lágrimas corrían
por sus mejillas, las manos cerradas en un par de puños. Comenzó a correr sin
rumbo.
El cielo tan
obscuro que asfixiaba.
No había
estrellas, no había luna. El viento era helado y dolía al tacto. Los pocos
árboles que se topaba en el camino estaban secos y sus ramas calvas se movían
estrepitosas. No había autos, no había personas, no había nada en kilómetros a
la redonda; solo eran él… él y la inevitable carrera que tenía para llegar al
encuentro con su destino. Con el final que había elegido.
Su única
defensa: todo lo había hecho por amor.
Sentía cómo
el cansancio se apoderaba de él paulatinamente, sus piernas se doblaban y su
rapidez disminuía.
Una
obstrucción en los pulmones: el aire le faltaba. Múltiples punzadas en la
cabeza. El corazón bombeando más rápido de lo normal…
¿Un paro
cardíaco? La vida se le escapaba de las manos.
Si existía
Dios, existía el diablo; SiWon acertó.
El castigo
de tener un alma condenada jamás se compararía con el castigo de ver sufrir a
la persona que más amas. KyuHyun estaba enfermo, no tenía más opción, era un
alma a cambio de otra y mientras él moría a mitad de la nada, KyuHyun… volvía a
la vida.
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