Aún perdido en
el limbo de emociones que eso le trae, logra musitar entre suspiros su nombre.
A pesar de su notable borrachera y de la obscuridad que envuelve aquel
callejón, sabe muy bien lo que está haciendo.
Y no le
remuerde ni un poco la conciencia.
La cena de fin
de año con familia y amigos se puede ir a la mierda.
Entierra sus
uñas entre los recovecos de la pared con fuerza, a la par de las embestidas; se
siente tan bien.
Pero
sinceramente le molesta la posición, detesta con el alma no poder ver el rostro
de su amante ahora que lo está haciendo suyo. Sabe que no puede quejarse porque
le tiene miedo a las reacciones que pueda tener su mayor… alguien tan longevo
como él es de armas tomar.
La señora Lee
busca por toda la casa a su hijo, se impacienta porque no lo encuentra, se
enfada porque, aunque no lo quiera aceptar, sabe que se ha ido como lo viene
haciendo desde hace cuatro meses. Esperanzada creyó que esta vez su hijo
estaría con ella y seria todo como antes.
Vaya equivocación.
Baja las
escaleras y se excusa con el joven que tiene delante:
—Lo siento, —frunce
los labios y la desesperación es evidente en el reflejo que se proyecta en sus
ojos—; ha vuelto a escapar.
Su escucha
baja la cabeza y niega; enseguida levanta el rostro y le sonríe a la mujer para
terminar marchándose con un nudo en la garganta y el dolor que desde hace rato
punza en su corazón.
Es lamentable
su condición de novio engañado.
Por su parte, DongHae
vuelve a llamar entre suspiros a su victimario; este cada vez penetra más
fuerte, más violento, más certero. Al castaño le tiemblan las piernas y le
quema el cuerpo.
Su alma —literal—
arde ya en las llamas del infierno.
KyuHyun llega
por fin al orgasmo y voltea a DongHae con agilidad. Ataca sus labios y succiona
su lengua. Entre sus delgaduchos dedos toma el miembro del castaño y lo
masturba, pasa de la boca al cuello y ahora lame este sin piedad; sin soltarse,
por supuesto, de su agarre. Cuando DongHae está a punto de venirse, KyuHyun
acomoda su cabeza contra el cuello ajeno, saca ese par de colmillos largos y
afilados que desde rato punzan por salir, y perfora el cuello de su amado…
entonces succiona el apetecible manjar que emana, tiñendo sus labios de rojo.
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