Capítulo I
Las luces de neón en color rojo del letrero parpadeaban. El motel era
barato, más cuchitril que un lugar de descanso.
La ambulancia del departamento forense esperaba afuera.
La entrada del lugar ya estaba acordonada con cinta color amarillo y
Park ChanYeol divisó a su compañero allí, interrogando a un hombre de dudoso
aspecto. A paso rápido se acercó a ellos y saludó con un leve asentimiento de
cabeza que fue contestado con uno igual por parte de su camarada; el
interrogado solo lo miró con el ceño fruncido y una clara preocupación en el
rostro.
Al ver el lugar más de cerca y la actitud del presunto propietario,
ChanYeol deducía que el motel «Sueños mágicos» trabajaba sin la debida
licencia, pero ya se encargaría de levantar la multa correspondiente o de plano
clausurarlo.
—Es en el segundo piso, habitación 6. —Le dijo JongIn, sacándolo de
sus pensamientos.
Sin decir nada, ChanYeol siguió derecho a dónde le indicaron.
En el aire se respiraba el metálico olor de la sangre que comenzaba a
tener un fuerte hedor de putrefacción, —y eso que todavía seguía en las
escaleras—, ChanYeol ni siquiera quería entrar a mirar pues ya sabía con lo que
se iba a encontrar. Empero, respiró profundamente y se dio ánimos, era su
trabajo y tenía que llegar.
La habitación estaba hecha un desastre, y ChanYeol no pensaba aquello
por el hecho de que un asesinato fuera llevado a cabo dentro, no. A simple
vista se notaba la mala calidad del cuarto: las paredes estaban roídas y pintadas
de un feo color verde que más bien se veía como una mala combinación de negro y
azul. La cama no era para nada agradable y se miraba dura, incómoda para llevar
sobre ella cualquier tipo de descanso, menos un acto sexual. Alejó su mente de
aquel tren de pensamientos morbosos y comenzó a centrarse en el trabajo.
—¿Qué tenemos aquí? —Preguntó acercándose a los dos hombres que estaban
sobre el cadáver.
El mayor de ellos, un pelirrojo de baja estatura y guantes de látex
cubriendo sus manos le contestó:
—Muerto por castración total, le retiraron los testículos y pene y lo
dejaron desangrarse hasta la muerte. Lleva por lo menos 3 horas de esta forma.
—¿Sabemos quién es?
—Sí, nuestro pequeño encontró su billetera mientras tomaba las
fotografías.
El aludido, un muchacho de tierno rostro y ausente aspecto, apenas más
alto que el médico forense, de melena castaña y corta, asintió hacia su
superior.
—Es un personaje público, Oh SeHun, actor ocasional de 24 años de
edad.
ChanYeol se frotó las sienes y arrugó la frente.
—Entonces es seguro que su familia vendrá a armar escándalo y
tendremos a un montón de jovencitas gritando fuera de la comandancia por
justicia.
—Es posible… —El pelirrojo sonrió—, así que antes de que algo como eso
suceda, debo decir que este niño y yo hemos terminado aquí.
KyungSoo metió las muestras de sangre tomadas dentro de un portafolio
junto con las pertenencias del hombre —que previamente habían sido selladas en
una bolsa—.
—A simple vista, —dijo parado ya bajo el marco de la puerta y con el
fotógrafo a su espalda— no hay huellas, nada de cabello ajeno al de SeHun y ni
un solo indicio que nos pueda ayudar. Ella tampoco ha dejado algo atrás hoy.
ChanYeol murmuró entre dientes y dejó que KyungSoo y el castaño se
marcharan.
Entendió perfectamente el mensaje enviado entre líneas por su novio, una
indirecta similar a: «deja el caso, es
una pérdida de tiempo intentar atrapar a alguien tan meticuloso. Vas a volverte
loco y de paso me harás lo mismo a mí… solo tira la toalla. Que alguien más
experimentado se encargue». Pero ChanYeol no haría algo así.
Aunque en su actual puesto apenas llevaba poco más de un año, eso para
él era más que suficiente, y, a veces deseaba que KyungSoo le tuviera un poco
más de fe.
Sacudió la cabeza con desgano y suspiró, en seguida, JongIn entró en
la sala junto con otras tres personas que se encargarían de levantar el cadáver
y llevarlo con KyungSoo para una autopsia e investigaciones más detalladas.
El equipo bajo las órdenes de ChanYeol tardó alrededor de una hora en
limpiar completamente el área y después, todos ellos se retiraron. Por
supuesto, ChanYeol no se fue sin antes amenazar «sutilmente» al dueño para que
se pusiera al día, de lo contrario, la próxima vez que se vieran no se portaría
tan amistoso.
—Bien podías dejar al pobre sujeto en paz un rato. —Le regañó JongIn
con fingida molestia mientras abordaban el auto.
—¿Por qué habría de hacerlo? —ChanYeol se encogió de hombros y
arrancó—; mi deber es hacer cumplir las reglas y él no lo está haciendo.
—Pero vio el cuerpo desmembrado de uno de sus clientes, podría
apostarte mi placa a que sigue sin creer que lo que vio fue real.
—Pues más le vale despertar pronto y poner en regla sus papeles, no
voy a ser condescendiente con él por algo como eso.
—Eres un maldito hijo de perra.
ChanYeol iba a contestar cuando la radio de su auto sonó, solicitando
refuerzos cerca de alguna avenida a la que el castaño no prestó atención. Se
hablaba de un robo, un importante robo. Con una mueca de disgusto apagó el
aparato y siguió conduciendo en silencio.
Conocía a quien había perpetrado ese crimen, así como también sabía
que fuera el agente que fuera, no encontraría nada para inculparlo. ChanYeol de
pronto pensó que no sabía quién lo ponía peor; si Miss Murder, con su
fastidioso anonimato y limpieza, o El Rey, con su estúpido «sabes que soy el culpable, pero nunca podrás
atraparme». Ambos eran escoria.
*
Como en cualquier película al estilo James Bond y con las enseñanzas
de la vieja escuela que nunca pasan de moda, Cho KyuHyun se anotaba otro punto
a favor y un hermoso diamante en color rosado se sumaba a su ya basta colección
de joyería.
Sin embargo, a pesar de su éxito, KyuHyun no estaba de buen humor. Los
policías encargados de atraparlo simplemente habían dado un penoso espectáculo
intentando cazarlo con sus estúpidos métodos que ni siquiera risa le causaban…
¿Dónde mierda estaba ChanYeol? Correr con ese hijo de puta pisándote los
talones si era interesante; él sí hacía que hacer escándalo luego de un robo
valiera la pena.
KyuHyun arrojó la copa de vino medio llena contra la pared, logrando
despertar al hombre que descansaba sobre uno de sus sillones.
—Malito bipolar —gruñó su invitado: MinHo—, ¿por qué haces tanto
ruido?
El pelinegro lo fulminó con la mirada y fue a sentarse junto a él, por
supuesto, no sin antes servirse otro trago: esta vez de whisky.
—Es aburrido robar si mi nombre no aparece en todos lados.
—¿Te acongoja que Miss Murder sea ahora quien se lleva los titulares?
—Miss… ¿quién? —KyuHyun frunció el ceño, no solía prestar mucha
atención a las noticias si él no había cometido ningún crimen, y como hasta el
día de hoy se había mantenido tranquilo…
—Miss Murder —repitió MinHo—. Hoy también hizo de las suyas, se cobró
a su tercer victima así que la policía ya lo considera un asesino serial. Igual
dicen que es mujer, por eso el apodo, pero no están seguros.
La nariz de KyuHyun se arrugó más y su vaso vacío rodó por la
alfombra.
—No sabía nada de él… o ella. ¿Qué es lo que hace?
—Solo ataca hombres; dicen que posiblemente tiene sexo con ellos y
después los castra, es una tipa loca.
—Si… supongo que está loca. Todos los asesinos seriales lo están,
después de todo.
—Pero seguro no es tonta, siempre va detrás de hombres jóvenes,
atractivos y con dinero. Deberías tener cuidado —MinHo se puso de pie y se
acomodó la chaqueta—, tú encajas muy bien con la descripción de sus víctimas.
KyuHyun parpadeó un par de veces:
—Tal vez, —y sonrió con suficiencia—, pero yo no soy idiota.
MinHo se encogió de hombros y le regaló una deslumbrante sonrisa antes
de salir.
Repentinamente, KyuHyun tuvo el impulso de correr tras él e impedir su
marcha, pero se llamó estúpido a sí mismo, no había razón para actuar de esa
manera, así que optó por ir a hacer algo mejor.
Tras estirar un poco el cuerpo, tomó el teléfono de su casa y llamó a
un número que ya se sabía de memoria:
—¿Qué es lo que quieres?
KyuHyun sonrió. Se acomodó en el sillón negro de su oficina y subió
los pies en el escritorio.
—¿Pero por qué tan a la defensiva, ChanYeol? Solo llamaba para saber
cómo estabas.
—Escucha, KyuHyun, hoy no estoy para jugar contigo al policía y al
ladrón, tengo cosas importantes que hacer.
—¿Qué puede ser más importante que el robo de un diamante en medio de
una gigantesca subasta que tenía como fin ayudar a los niños esos muertos de
hambre?
La respiración de KyuHyun se agitó, del otro lado ChanYeol soltó un
suspiro y se aflojó la corbata.
—El Rey ya no es mi problema —dijo—, YunHo me asignó el caso de Miss
Murder así que será mejor que dejes de llamarme y comiences a molestar a tu
nuevo verdugo.
—¿Te refieres a las porquerías que estuvieron hoy por allí? —KyuHyun bufó—;
un bebé es capaz de idear un plan más meticuloso que esos simios.
—¡Discúlpeme su majestad! —ChanYeol gritó y fingió pesar—. Es lo que
hay, ya no eres mi asunto.
El agente terminó la llamada, dejando a KyuHyun con una enorme ira
acumulada.
*
Hoy, ella había tenido ganas de
ser castaña.
La peluca era ligera: de cortos mechones de cabello que se disparaban
para todos lados mientras se asomaba por la ventana y el aire le acariciaba el
rostro. Retiró de sus manos —con mucho cuidado— los guantes de látex llenos de
sangre y, junto con el diminuto bisturí, las pinzas y demás objetos que normalmente
cargaba dentro de su maletín escolar, los metió dentro de una bolsa negra de
satén que acomodó cuidadosamente debajo de su sostén. Se puso un poco de crema
humectante con olor a rosas en las manos —frotándose meticulosamente los
nudillos y las uñas—, mientras daba un último vistazo a su víctima y frunció el
ceño.
—Débil y patético. —Susurró. Dio un par de pasos hacía el cadáver y
observó su rostro—: aunque hasta ahora ha sido el espécimen más resistente,
igual murió. Inútil.
Un suspiro escapó de sus labios y sin algo más que decir, abandonó el
horroroso cuarto en el que estaba: saltando por la ventana, la misma por la que
minutos atrás, observaba la noche.
Caminó con el rostro ilegible por largos minutos, perdiéndose su
figura entre la gente. Dos cuadras después; un auto compacto y barato se detuvo
frente a ella. El conductor le abrió la puerta y esta abordó enseguida.
—Sigue sin ser perfecto, —dijo, se quitó la peluca y observó por la
ventaba hacia la nada. Su bonito rostro reflejaba la decepción del fracaso.
Su compañero le agarró la mano y sin despegar la vista del camino,
dejó un beso sobre su dorso.
—Lo seguiremos intentando hasta que lo encuentres. No te preocupes.
Ella le regaló una encantadora sonrisa que hizo a sus ojos brillar y
juntos se perdieron en la noche.
*
Su celular había estado sonando como loco —¡pero eran las tres de la
madrugada!—, así que KyuHyun no hizo el más mínimo caso y lo arrojó sin ganas
bajo la cama. Afortunadamente el aparato se detuvo luego de quince minutos de
llamadas imparables; desgraciadamente, cuando lo hizo fue el teléfono de la
casa el que comenzó a hacer lo mismo. No iba a levantarse, no. Que la cosa esa
siguiera sonando. Se puso la almohada sobre la cara y cerró los ojos una vez
más.
Un par de minutos después el ruido cesó y enseguida los tacones de
alguien del servicio se hicieron eco en el suelo de madera; entonces su puerta
sonó.
—Señor KyuHyun, —el llamado fue suave y los toques cortos.
—Quiero dormir, ¡maldita sea! —Pero no por ello la respuesta del
pelinegro fue sutil o similar.
Hubo un segundo de silencio y a continuación, los suaves golpes dados
por nudillos se convirtieron en ruidosas patadas perpetradas por piernas
fuertes, de una mujer enojada y con tacones.
—¡Con una mierda, maldito crío! Coge el puto teléfono a la brevedad o
juro que incendio tu jodida cava. La policía te está buscando.
En seguida, los tacones se alejaron.
KyuHyun se iba a quejar por el maltrato hacia su persona pero sabía
que recriminarle algo a la loca bipolar de YoonA no era una buena idea, además,
la policía lo buscaba… ¿para qué? Ya había pasado una semana desde el robo,
desde que nadie sospechaba de él o prestaba atención a algo que no fuera Miss
Murder.
Se levantó de la cama y descolgó el teléfono que estaba sobre el buró
abandonado en una esquina de su habitación:
—Diga. —Contestó de mala gana y con la voz ronca.
—Te he estado llamando al celular, —KyuHyun sonrió al escuchar la voz
del agente ChanYeol del otro lado, ¿acaso volvería a ponerle atención? No se
adelantó y lo dejó hablar—; necesito que vengas a la comandancia, mis hombres
encontraron algo hace un par de horas y creo que podrías ayudarme con esto.
Al pelinegro se le borró la sonrisa y frunció el ceño:
—¿Es acaso esto algún tipo de trampa? Porque la idea es bastante
estúpida, esperaba algo mejor de ti.
Se escuchó el irritado suspiro de ChanYeol del otro lado.
—Esto es algo muy importante, KyuHyun. Tengo el cadáver de un hombre
conmigo y creo haberlo visto alguna vez contigo.
—¿Estás de broma?
—Creo que al menos por hoy, no somos enemigos.
KyuHyun se puso encima lo primero que encontró y salió volando de su
casa, no le dijo a YoonA a dónde iba y tampoco era necesario. Ella sabía… y al
parecer más que él.
Agradecía infinitamente que las calles estuvieran vacías y que su auto
fuera veloz. Un camino que normalmente se recorre en por lo menos una hora, él
lo había sorteado en solo 15 minutos.
Llegó a la comandancia patinando y estacionó su auto como pudo. En la acera, un hombre de más o menos su
estatura lo saludó y le sonrió.
—¿En dónde? —KyuHyun no se molestó en ser cordial.
—Sígueme.
JongIn lo condujo por los pasillos de la comandancia y lo llevó hasta
un ascensor que dirigió hacia abajo.
El corto recorrido fue por demás incómodo y silencioso.
Las puertas se abrieron y delante de ellos un pasillo más se extendía,
solo que este, a diferencia de los que estaban en el piso superior, era más
angosto y las luces apenas iluminaban. El aire olía a alcohol y demás antisépticos
además de desinfectantes, no obstante, un molesto olor se colaba por debajo de
estos también y KyuHyun no supo identificarlo.
—¿Qué es este lugar?
Antes de que el moreno contestara, una puerta delante de ellos se
abrió y KyuHyun observó a un pelirrojo de baja estatura que portaba una bata
blanca manchada con gotitas de sangre, el hombre les dio una rápida mirada
antes de dejar la puerta semi-abierta y caminar en sentido contrario al de
ellos. ChanYeol apareció en seguida.
—No tardes —le dijo al aire. KyuHyun supuso que le hablaba al hombre
que acababa de salir—. Has volado para llegar aquí. —Esta vez se refirió al
pelinegro.
—Quiero ver el cadáver.
ChanYeol se hizo a un lado y permitió el paso de KyuHyun.
KyuHyun caminó presuroso hasta la solitaria mesa metálica situada en
medio del cuarto. Su corazón latía apresurado y su cuerpo se movía torpemente;
deseaba avanzar y ver de una puta vez si en verdad conocía al hombre muerto,
pero a la vez no quería enterarse.
El universo solo le había permitido tener tres amigos en su vida, y a
la bestia indomable llamada YoonA. Todos eran sus hermanos, si a alguno de
ellos le pasaba algo…
Cho KyuHyun palideció y dio un par de pasos hacia atrás luego de haber
destapado el rostro del cadáver. Su estómago se apretó en un nudo incómodo y al
mismo tiempo en que el pestillo de la puerta sonaba, —revelando que alguien
acaba de entrar—, hizo una carrera corta hasta el cubo de basura que estaba a
al menos dos metros de distancia de él. Vomitó una mezcla de alcohol y saliva
pues afortunadamente no había comido nada. Tuvo varias arcadas antes de
detenerse: el asco y el horror se apoderaron de él.
—Siento la demora —se disculpó el pelirrojo acercándose a KyuHyun—.
Toma. —Le ofreció un vaso de agua y KyuHyun lo aceptó sin rechistar—. Mi nombre
es KyungSoo, —se presentó— el médico forense a cargo, y me temo que tu reacción
se debe a que sí lo conoces.
KyuHyun asintió lentamente.
—Bien.
KyungSoo procedió a ponerse un nuevo par de guantes de látex y retiró
la sabana que cubría el cuerpo del fallecido. Al verlo, KyuHyun volvió a sentir
nauseas pero esta vez se controló a base de respiraciones profundas y cortos
sorbos al vaso de agua fría que sostenía entre sus temblorosas manos.
—Lo encontramos hace dos horas, —dijo el pelirrojo mientras movía sus
manos por distintas partes del cuerpo. A KyuHyun eso lo molestó, estaban
tratando el cadáver de su hermano sin el menor cuidado… como si fuera un simple
trozo de carne. Aunque ahora que estaba muerto, posiblemente lo era—. Estaba en
un motel barato en medio de uno de los barrios con peor reputación dentro de la
ciudad. La esposa del dueño, que es al mismo tiempo la encargada de la
limpieza, fue quien lo encontró. Los análisis previamente practicados señalan
que bebió una fuerte cantidad de alcohol y flunitrazepam.
—¿Qué es eso?
—Comúnmente se le conoce como Rohypnol: el borrador de mentes. Es una
droga que se mezcla con cualquier líquido y al carecer de olor, sabor o color,
pasa desapercibida. Cualquier cosa que se haga estando drogado con ella se
olvida porque te deja inconsciente.
—Entiendo. —KyungSoo asintió.
—Por el modo de asesinato, todo indica que tu amigo es una víctima más
de Miss Murder.
Irónico, pensó KyuHyun. Fue el mismo MinHo quien le había informado de
la existencia de esa mujer, y para colmo le pidió que se cuidara. ¿Quién iba a
imaginar que sería él mismo la victima de aquella puta enferma?
—Solo necesitamos su nombre, KyuHyun. —Esta vez fue ChanYeol quien se
dirigió a él—. Datos de algún posible familiar, alguien a quien podamos
preguntar. Él no tenía nada con qué identificarlo.
—¿Por qué me llamaste a mí? —KyuHyun susurró.
—Te lo dije, su rostro se me hizo conocido… lo recordaba de algún bar
de perdición a tu lado, pero no estaba seguro.
—Su nombre era MinHo… —una pausa—, no tiene nada, no tiene a nadie… es
como yo.
—Lo siento.
ChanYeol colocó una de sus manos sobre el hombro de KyuHyun y lo
apretó suavemente. Ese muchacho era un ladrón inescrupuloso, pedante malcriado
hijo de puta; sin embargo… hoy solamente era un hombre adolorido por la pérdida
de su ser querido.
—Tienes que subir para que se te hagan un par de preguntas y llenes un
formulario.
KyuHyun se quedó ido un buen rato, su mente trabajando y pensando una
gran cantidad de estupideces. Tenía la imperiosa necesidad de correr a casa y
acunarse entre los brazos de YoonA, llorar hasta secarse y luego comer algunas
galletas con chispas de chocolate en las que su amiga era una experta. Tumbarse
frente a la chimenea para ver cómo la leña era consumida por el fuego mientras
la castaña le acariciaba el cabello y lo dejaba dormir sobre sus piernas;
entonces luego él podría despertar y darse cuenta de que todo esto era un
horrible sueño. Una maldita pesadilla. Llamaría a MinHo para contarle y este se
burlaría de él, luego ellos, junto con ChangMin y JongHyun, saldrían a beber
como adolescentes sin control para molestar a YoonA.
Sí… eso habría sido perfecto.
Pero la realidad era otra. Más sangrienta, dolorosa. MinHo estaba
muerto y KyuHyun tenía que asimilarlo ya.
Con gesto despectivo se quitó la mano de ChanYeol de encima con un
manotazo, su rostro compungido por el dolor se volvió de pronto de ilegible
roca.
—Haz las autopsias que tengas que hacer —hasta su voz había cambiado—,
en cuanto terminen mandaré a mi gente para que se encargue de darle un entierro
digno y llenar tu maldito formulario. En cuanto a las preguntas, yo no tengo
nada más que decir, él ni siquiera tenía novia.
KyungSoo lo miró con las cejas enarcadas, interesado en su extraño
cambio de humor. La fortaleza que parecía haber salido a flote tan
repentinamente. Se limitó a asentir ante su demanda.
—Y tú —se colocó frente al agente aunque este le sacaba varios
centímetros—, atrapa a la maldita perra que le hizo esto. Tienes un mes.
ChanYeol frunció el ceño, no se dejaría intimidar tan fácilmente. Este
era su territorio después de todo.
—Fue una víctima de Miss Murder, hasta tú eres una cría ante sus
métodos, ¿crees que esto es fácil? Tú amigo no es el primero, es el cuarto.
—Me importa un reverendo pito. Atrápala, o atente a las consecuencias.
—¿Intentas decirme que irás tras ella? —ChanYeol se burló—. Va a
matarte.
—Eso ya lo veremos.
KyuHyun salió de las instalaciones con la ira emanando de su cuerpo.
No había tiempo para conmiserarse, si ChanYeol fallaba o excedía del plazo
dado, él mismo iría tras la zorra y se encargaría de encajarle cualquier objeto
dentro de todos los agujeros —hechos y por hacer— que le encontrara en el
cuerpo.
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