Capítulo II
Las manos de YoonA estaban fuertemente entrelazadas con las de
JongHyun; ambos se mantenían de pie y observaban atentos hacia delante. A su
lado, ChangMin le daba los últimos retoques al agujero que hizo a un costado de
la mansión de KyuHyun.
—Ya es suficiente. —Le susurró YoonA y Shim se detuvo.
—Me alegro, quien diría que hasta muerto, este niño seguiría molestando.
Todos los presentes apenas y curvaron los labios intentando sonreír;
excepto KyuHyun. Él era el más afectado de todos al parecer.
—¿Quieres que te ayude? —JongHyun caminó hasta KyuHyun y le extendió
las manos para que le diera la urna con las cenizas de MinHo, pero el pelinegro
se negó.
—Está bien, puedo hacerlo solo.
JongHyun asintió y regresó sobre sus pasos para estar una vez más a
lado de YoonA.
KyuHyun suspiró y luego de murmurar un par de palabras inentendibles
para sus demás amigos, introdujo la urna en el agujero que ChangMin había
hecho.
Se quedó de pie un buen rato, escuchando la sinfonía creada por el
viento al golpear las copas de los árboles que los rodeaban… todo era tan
pacífico y suave: justo como MinHo.
—Será un hermoso árbol, KyuHyun, y vamos a cuidarlo.
Las palabras de YoonA lo sacaron de su ensoñación.
—Lo sé.
Aceptó de buena gana la pala que ChangMin le extendió y arrojó el
primer montón de tierra que sepultaría a su amigo para siempre.
Luego de dos paladas más, la acción se volvió repetitiva… mecánica.
Nadie lloró ni perdió la compostura. El dolor estaba allí, como un
león rugiente dentro de todos pero que cada uno controlaba a su manera.
Más
tarde, cuando todo el mundo parecía haber desaparecido, Cho decidió dar el
primer paso a lo que sería su consuelo.
El
pelinegro se hundió en litros y litros de alcohol durante semanas. Mandó a la
mierda todos sus negocios y se desentendió por completo del mundo que lo
rodeaba. A penas probaba bocado y de dormir ni hablar; las noches de insomnio
eran largas y su única compañera era una botella: a veces vodka, otras bourbon…
whisky… lo que a
su mano llegara primero.
Pero
cuando por fin se habían cumplido tres semanas del asesinato de MinHo, KyuHyun
volvió a la vida y dejó atrás al decadente zombi ebrio en que se había
convertido. Ya solo le quedaba una semana a ChanYeol y como todo parecía
apuntar a que el agente no había conseguido nada, entonces era su turno de
entrar en acción. Tenía que estar sobrio, lúcido.
La
puta iba a caer.
*
KyuHyun
bajó de su impresionante Audi R8 en color vino llamando la atención de los
pocos transeúntes que pasaban por allí; sin prestarles la menor atención, se
acomodó la chaqueta blanca que traía encima y con su habitual actitud altanera
se internó en la comandancia.
Recordaba
el lugar como algo melancólico y oscuro desde la última vez que lo había
visitado, pero este día se daba cuenta de que su estado de ánimo era el que lo
había llevado a verlo así. La comandancia de Seúl en realidad estaba llena de
vida: policías iban y venían, además de otras personas que estaba ahí por
diversos asuntos.
Algunas
miradas curiosas se posaron en su persona pero nadie le dijo nada ni lo detuvo,
eso claro, hasta que un moreno de cabello rubio —casi blanco— lo interceptó.
—Quítate.
—KyuHyun no tenía tiempo para jugar con las mascotas del lugar.
—El
agente Park no está.
—Yo
sé que el idiota está allí —el pelinegro movió la cabeza hacia la puerta frente
a él—, así que será mejor que muevas tu negro trasero antes de que me enoje.
La
mandíbula de JongIn se tensó.
—Deja
que el bastardo entre. —La voz de ChanYeol apenas se escuchó de detrás de la
puerta.
KyuHyun
sonrió con suficiencia y golpeó el hombro de JongIn fuertemente como despedida,
sin embargo, antes de poder siquiera tomar el pomo de la puerta: KyungSoo salió
de allí. Su rostro permanecía ilegible pero por la tensión en su cuerpo, el
andar rápido y la poca cordialidad, parecía estar un nivel más arriba de
molesto. El pelinegro lo vio irse y hasta que no desapareció de su vista, fue
que entró en la oficina de Park.
—Luces
peor que mierda. —Se burló y tomó asiento. El agente lo miró por un momento y
luego soltó un suspiro.
—Así
es como me siento exactamente.
ChanYeol
tenía enormes bolsas negras bajo los ojos, le hacía falta un buen corte de
cabello pues su melena parecía estar sucia y se disparaba para todos lados en
una caótica demostración de rebeldía pura, su camisa conservaba manchas de
comida y su normalmente pulcro saco ni siquiera estaba presente. La oficina
también era un desastre: montones y montones de papel regados por doquier, el
cesto de basura estaba atiborrado de vasos de unicel con gotitas de café en
ellos y un olor agrio envolvía toda la habitación.
—¿Es
acaso esto la morada de un vagabundo?
—No
me jodas, KyuHyun. Las últimas noticias que tuve de ti tampoco eran las
mejores.
El
semblante del pelinegro se endureció ante esas palabras.
—Decidí
entregarme a mi dolor, pensando que cierto agente cumpliría con su trabajo y
atraparía a una puta psicópata que aterroriza el lugar donde vivo, sin embargo,
bien dicen que si quieres que algo se haga bien, debes hacerlo tú.
—Esto
no es fácil.
ChanYeol
dejó caer su cabeza sobre el escritorio con fuerza. Se pasó ambas manos por el
cabello y tiró de sus mechones castaños, frustrado.
—Me
está consumiendo. —Susurró—. Todos los malditos días el teléfono suena con la
voz de personas preguntando por sus casos, exigiendo justicia. Me insultan y
gritan que soy un inútil que no puede con algo tan «simple». Ni siquiera se
preguntan si he comido, si puedo dormir… mi pareja vive diciéndome que deje el
caso y a veces… —ChanYeol de pronto sonrió—: le estoy contando mis
problemas a un ladrón.
—Deja de conmiserarte.
KyuHyun
soltó un puñetazo sobre la mesa, logrando que ChanYeol se callara y lo observara
con los ojos bien abiertos.
—No
puedes dejar el maldito caso, tú eres el mejor de este lugar. Si el agente Park
no lo logra, nadie lo hará.
El
silencio reinó en la habitación unos instantes. Yeol ni siquiera intentó
ocultar la sorpresa que le produjo el escuchar esas palabras salir de la boca
del Rey.
—¿Gracias…?
—ChanYeol observó a KyuHyun por largo rato sin decir algo más—. Realmente… el muchacho
realmente te importaba, ¿verdad?
Sí…
MinHo era muy importante para KyuHyun, pero ese no era asunto del agente.
—¿Lo
conociste en el orfanato?
El
pelinegro se tensó ante la pregunta. No le gustaba que la gente supiera que en
su infancia no tenía ni para comer… no, nadie debería saber que El Rey no había
sido toda su vida un hombre al que el dinero le sobraba; que tenía carencias.
—No
estoy aquí para rememorar mi pasado, ChanYeol —la respuesta fue fría—; lo que
necesito es que muevas tu culo de esa desgastada silla y te pongas en acción.
Lo estuve pensando… —se puso de pie y comenzó a dar vueltas en la habitación—,
aunque no trabajo en equipo, haré una excepción contigo y te daré el privilegio
de ayudarme en la captura de la loca, brillante mi propuesta, ¿no?
ChanYeol
entrecerró los ojos; enseguida soltó sonora carcajada que disgustó a KyuHyun.
—¿Qué
es tan gracioso?
—A
que ahora comprendo las palabras de hace rato. No crees que sea el mejor de
este lugar, simplemente sabes que sí soy quien puede ayudarte más y que mi
equipo es el más joven y capacitado. Crees que por sus edades puedes
dominarlos.
—No
serás el mejor, pero al menos tienes sentido común. —El rostro del pelinegro se
iluminó con su característica sonrisa sardónica y volvió a tomar asiento—. Exactamente
no es eso, pero sí prefiero trabajar con gente de mi edad a hacerlo con
ancianos. Comprenderás que la vejez te hace menos útil para trabajos como estos
y yo necesito apoyo, no estorbos.
El
agente suspiró con cansancio. KyuHyun era un irrespetuoso de lo peor; sin
embargo, y aunque los concejos de sus compañeros agentes de mayor edad siempre
eran valiosos tesoros, el pelinegro tenía toda la razón cuando pedía astucia en
vez de sabiduría. Miss Murder había demostrado que en inteligencia y limpieza
era toda una proeza, pero solo había que acorralarla para saber qué tan rápida era.
ChanYeol estaba seguro de que, como cualquier mujer, era frágil.
—¿Qué
es lo que propones, KyuHyun? ¿Tienes un plan? —El Rey asintió—. ¿Qué es?
—Sencillo,
una trampa. Dale a un hombre como los que busca y pícala para que coja el cebo.
—¿De
dónde voy a sacar a alguien así? No cualquier rostro se presta para parecer
fino y ella es demasiado quisquillosa con sus víctimas.
KyuHyun
volvió a sonreír e hizo girar el anillo de color plateado que adornaba su largo
dedo.
—¿Eres
estúpido? Lo tienes justo frente a ti.
*
Después
de cortar la bóveda craneal con la sierra de mano, tomó el cincel que
descansaba sobre el carrito metálico junto con los demás instrumentos y, con
mucho cuidado, comenzó a separar la parte superior del cráneo de la parte baja
del mismo; el cerebro quedó expuesto minutos después.
—Muy
buen trabajo, —su profesora le sonrió—, siempre haces que esto parezca tan
sencillo que a veces me da miedo tu limpieza.
DongHae
le regaló el atisbo de una sonrisa e inclinó un poco la cabeza. La mujer se fue
y el castaño regresó su atención al falso cerebro con el que realizaba sus
prácticas.
Aunque
la profesora GaYoon parecía estar satisfecha, DongHae no acababa de estar
conforme con su trabajo. Era un chico muy perfeccionista y el corte se había
desviado al menos medio…
—¡Y
entonces llegó Miss Murder e hizo volar sus sesos por todo el lugar! —El grito
lo tomó desprevenido.
DongHae
a penas y pudo frenar la tijera en mano de Jessica que se abalanzaba sobre su
trabajo. La rubia lo retó con una feroz sonrisa en su rostro y manoteó para que
la soltara.
—No
me toques, idiota.
—No
tendría que hacerlo si te mantuvieras alejada de mi trabajo.
—¡Silencio!
—Jessica se dio la vuelta y se aseguró de golpear el rostro de DongHae con su
cabello—. Pequeño idiota feo, eres tan molestable.
Con
chillonas risillas, la rubia regresó a su mesa, contoneando su trasero de un
lado a otro para deleite propio. Le encantaba sentir las miradas del mundo
sobre ella. Se creía una diosa, todopoderosa.
DongHae
rodó los ojos cuando escuchó el grito de otra de sus compañeras. La chica tenía
la cara llena de pintura roja y miraba furibunda al muchacho que estaba a lado.
—Deja
de verle el culo a la puta y mira dónde cortas.
La
mujer, que DongHae recordó como SeulGi, rezó un par de cosas más entre dientes
antes de salir del salón.
Bueno,
ella tenía razón… su compañero se había distraído cortando el cráneo hasta el
punto de rebanar también el cerebro, haciendo que la pintura saliera disparada
justo a la cara de SeulGi.
En
el rostro de Jessica se pintó una sonrisa radiante por saberse culpable de
aquel incidente; miró a DongHae y le lanzó un beso.
DongHae
no solía ser demasiado observador con su entorno y menos con la gente que se
mantenía constantemente a su lado, sin embargo, vagamente recordaba que Jessica
era una buena chica: calmada, estudiosa y demasiado recatada, pero desde que
había llegado a Seúl para quedarse definitivamente hace 3 meses… El castaño
también ignoraba la razón de tan radical cambio. Ahuyentando de su cabeza
pensamientos inútiles, terminó de limpiar su mesa de trabajo junto con sus
herramientas y las metió dentro de su portafolio escolar: un maletín de mediano
tamaño en color blanco, idéntico al que Jessica, SeulGi o cualquier otro que
cursara con él, tenía. Verificó también la limpieza de su uniforme y salió del
salón.
Tenía
más clases a las que asistir.
*
—No
actúes pendenciero, tampoco se te ocurra hablar y mucho menos me retes frete al
jefe o esto se acaba antes de empezar siquiera, ¿entendido?
—Lo
que digas, mamá.
ChanYeol
fulminó con la mirada a un desinteresado KyuHyun que caminaba a su lado
mientras se dirigían a la oficina del comandante Jung YunHo.
Después
de su «alentadora» charla de horas atrás; KyuHyun y ChanYeol había concordado
en que hacer el trabajo juntos y a escondidas del jefe, sería un enorme error,
además de que podría costarle el trabajo al castaño y, el agente no estaba para
nada interesado en que algo así sucediera. Así que esperaron a que YunHo
llegara —cosa que ya había hecho—, para presentarse con su plan.
ChanYeol
llamó a la puerta y tras un «pase» por parte del jefe, entró junto con KyuHyun
a la oficina.
El
comandante Jung YunHo, máxima autoridad dentro de la comandancia de Seúl, se
levantó rápidamente y miró a ambos intrusos con el ceño fruncido:
—Jessica,
retírate. Hablaremos en casa.
Su
hija asintió suavemente —sin dejar de mirar a KyuHyun— y abandonó la estancia a
paso lento y coqueto. Está de más decir que el pelinegro devoró su femenina
figura con la mirada, sin intentar ser discreto.
—Agente
Park, ¿puede decirme qué hace alguien como usted a lado de… él? —Para la
afilada mirada del comandante nada pasó desapercibido.
KyuHyun
bajó de su nube de sueños eróticos al escuchar la despectiva forma en la que el
viejo le hablaba, y estaba dispuesto a responder pero el carraspeo de ChanYeol
lo detuvo.
—Comandante,
tengo algo muy importante que hablar con usted y la presencia de KyuHyun es
imprescindible.
YunHo
enarcó sus espesas cejas negras y se acomodó en su acolchado sillón.
—Habla
entonces, —solicitó al tiempo en que movía la mano en silencioso ofrecimiento
para que tomaran asiento—, soy todo oídos.
*
KyungSoo
y JongIn fueron los primeros en atender al llamado de la policía; KyuHyun y
ChanYeol salieron de la comandancia solo minutos después de ellos. No se
suponía que KyuHyun estuviera presente en la escena del crimen porque YunHo
pensaba que si Miss Murder seguía cerca y lo veía, jamás caería en su trampa,
ChanYeol estaba más que de acuerdo con las palabras de su jefe… desafortunadamente
el pelinegro no, así que sin permiso se montó en el auto del agente y lo obligó
a conducir con la barata excusa de que no podía perder tiempo en alguien
«inofensivo» como él.
La
primera mitad de la frase era verdad: no podía darse el lujo de perder tiempo,
sin embargo de lo otro… ni KyuHyun se lo creía.
ChanYeol
estaba con los nervios disparados, cada que una víctima más de Miss Murder
aparecía, sentía como si él hubiera sido el culpable de la muerte, así que por
esa otra razón tampoco batalló demasiado por alejar a KyuHyun.
—Técnicamente
lo eres, porque no la has atrapado.
El
castaño frenó el auto y observó fijamente a KyuHyun; por un momento pensó que
había imaginado las palabras, sin embargo la sardónica sonrisa del pelinegro le
demostró que no.
—Debes
procurar no decir en voz alta lo que piensas. —KyuHyun se mofó.
—Pienso
que eres un idiota pero apuesto a que eso no lo dije.
—No,
no lo hiciste. Sin embargo no es algo en lo que deba indagar demasiado para
adivinar; lo cual demuestra que si soy idiota, tú lo eres más.
—Creo
que debo comenzar a cargar cinta adhesiva en al auto o cualquier cosa que te haga
cerrar el hocico.
KyuHyun
se encogió de hombros y no dijo más en lo que restaba del camino.
Dos
cuadras antes del llegar a la nueva escena del crimen, ChanYeol supo que algo
estaba mal, o al menos no cuadraba.
Esta
vez el asesinato no había sido perpetrado en un motel de paso. Hoy, el hotel
era un enorme cinco estrellas al que solo gente poderosa e importante asistía.
Hombres
y mujeres de distintas edades merodeaban de un lado para otro, todos tan
tranquilos y sonrientes que parecía ignoraban que a solo unos metros de
distancia yacía el cadáver de un desafortunado joven.
—La
perra tiene buen gusto. —KyuHyun conocía bien el lugar.
—Cierra
la boca.
Ambos
bajaron del auto; KyuHyun solo unos pocos pasos detrás del agente. ChanYeol no
se molestó en cuidar al ladrón que iba consigo pues tenía otros asuntos por los
que preocuparse.
Dentro
de la muchedumbre comenzó a buscar la cabeza de alguno de sus hombres, aunque
tardó varios minutos en hallar a JongIn. El rubio parecía sostener una
acalorada charla con el gerente del hotel:
—Buena
noche, soy el agente Park —ChanYeol se presentó y sacó su placa para
mostrársela al gerente; él asintió rápidamente al verla—. Estamos aquí porque
recibimos una llamada al departamento de policía.
—Sí,
yo mismo la hice.
—¿Entonces
cuál es el problema con mi compañero?
—Él
quiere cercar el área pero no puedo dejar que lo haga, comprenderá que tenemos
una reputación que cuidar.
ChanYeol
bufó molesto.
—Es
necesario si no queremos que nadie interfiera cuando extraigamos el cuerpo.
—Le
dije a su compañero que hemos preparado el área de atrás para que salga por
allí; de hecho, el médico forense aprobó mi método.
ChanYeol
miró a JongIn enseguida y el moreno levantó los hombros.
—Él llegó primero, —se defendió—, y al parecer alguien lo hizo enojar.
—Bien,
está bien. Quédate a realizar las preguntas y yo iré arriba.
KyuHyun
tuvo que correr detrás de ChanYeol para que no lo dejara.
Conforme
más se acercaban a la habitación indicada, las imágenes de la perturbadora
castración al cuerpo de MinHo regresaron a la mente de KyuHyun para
atormentarlo; el olor de la sangre que poco a poco iba en aumento tampoco
ayudaba.
—Quédate aquí, no quiero que vomites allá dentro.
KyuHyun fingió sentirse ofendido pero no se negó; realmente agradecía
las órdenes de ChanYeol. Su estómago no se sentía lo bastante fuerte como para
afrontar algo así otra vez.
Pegó su cuerpo a la pared y se dejó caer lentamente en el suelo hasta
quedar sentado.
Unos pasos rápidos a la distancia llamaron su atención y le hicieron
reincorporarse rápidamente; el individuo que se acercaba era un muchacho
castaño de rostro delicado y estatura promedio, posiblemente más bajo y delgado
que él. Una cámara profesional era violada por sus manos y estaba tan absorto haciendo
lo que estuviera haciendo, que no se percató de la presencia de KyuHyun hasta
que chocó contra su cuerpo ya que le bloqueaba el acceso a la escena del
crimen.
Ambas miradas se encontraron por menos de un segundo. El recién
llegado fue quien la desvió primero.
—¿Me permite? —KyuHyun le frunció el ceño.
—No.
—¿Por qué…?
—Allá dentro hay un cadáver, niño, y tú y tu camarita no van a entrar.
—El castaño parpadeó un par de veces antes de volver a hablar.
—¿Quién es usted? ¿Está autorizado para estar aquí?
—¡Eso mismo debería preguntar yo!
A KyuHyun le molestaba mucho la gente como el tipo delante de él;
pequeños periodistas estúpidos que se creían capaces de obtener las noticias a
costa de uno.
—Lárgate ahora, niño.
KyuHyun vio como el castaño lo ignoraba deliberadamente y se movía
constantemente en un inútil esfuerzo de confundirlo y así poder pasar: ese
chico estaba mal si creía que con ese truco lo lograría.
KyuHyun lo tomó de los hombros y zarandeó su cuerpo con fuerza; acto
que le hizo darse cuenta de que el chico era débil y estaba muy delgado. Sus
propios dedos dolían al enterrarlos en aquellos huesudos hombros.
—¿Qué está pasando aquí? —KyungSoo apareció detrás de ellos y soltó un
golpe sobre la cabeza de KyuHyun sin conmiseración alguna.
El pelinegro se quedó estático de la pura sorpresa, ¿cómo se atrevía
ese medicucho a golpearlo?
—¿Estás bien, Hae? —El fotógrafo asintió.
—Sí, y lamento la demora. El tráfico está terrible a estas horas y
cuando me avisaron todavía estaba en la universidad.
KyungSoo asintió, —y tras darle suaves caricias sobre el cabello— lo
dejó pasar para que procediera a tomar las fotografías correspondientes. Él y
ChanYeol no había movido todavía nada para que el trabajo del castaño no se
viera alterado.
—Debiste hacerlo pasar de inmediato.
Fue lo único que KyungSoo le dijo a KyuHyun antes de regresar al
interior de la habitación.
El pelinegro estaba completamente anonadado todavía.
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