—La cama junto
a la ventana es tuya, había un escritorio también pero se terminó rompiendo,
tendrás que pedir uno en dirección.
Chūya escuchó
pero no dijo nada al respecto. Nada más abrirle, Dazai había ido hasta su cama para
mal calzarse unos zapatos con los que salió sin siquiera presentarse.
No hablemos de
disculparse por la escena.
Fue difícil
adaptarse a compartir espacio con Dazai; en primera porque Chūya se sentía
atraído físicamente hacia él, aunque también, la desdeñosa actitud del castaño hacia
Chūya en poco tiempo logró que el pelirrojo lo viera como el ser más horrible y
detestable del mundo.
La segunda
razón era un poco más grave, y es que Chūya comprendió no muy tarde que Dazai
amaba tener sexo… y a veces el descarado ocupaba su habitación para aquellos
encuentros furtivos.
—¿Es en serio?
—Tachihara había dejado caer sus palillos, tenía una expresión de sorpresa
total en el rostro y Chūya sentía que se estaba perdiendo de algo en la
conversación porque no lograba entender.
¿Por qué
parecía que Tachihara le preguntaba a él cuando hace nada conversaba en un
rapidísimo japonés con Gin?
Chūya enarcó
su ceja derecha entonces, —¿qué? No entiendo.
Tachihara
cerró y abrió la boca como pez boqueando por agua. Entrecerró los ojos y
carraspeó, luego negó.
—Imposible,
—le dijo a Gin—, Nakahara sería incapaz… ¡sólo tienes que mirarlo para saber
que eso es mentira!
Chūya
intercalaba la mirada entre sus dos acompañantes, ignorando todo, entendiendo a
medias los susurros de los demás comensales y empezando a sentirse incómodo
porque de repente sentía que todos en la cafetería lo observaban.
—¡Ya! —Golpeó
la mesa con fuerza y miró severamente a Tachihara—, explícame ahora mismo de lo
que todos están hablando o juro que voy a romperte la cara. —Su francés fue
rápido y contundente. Tachihara tragó saliva e hizo un ridículo puchero.
—Todos dicen que
desde que llegaste te has estado acostando con Osamu. —La mandíbula de Chūya
cayó, literalmente.
—¿Qué…?
Primero muerto
antes que enredarse con semejante ser tan despreciable.
Chūya no
esperó una respuesta o siquiera pidió detalles. El simple hecho de que la gente
creyera que él tenía algo que ver con aquella escoria lo molestó
estratosféricamente y, sin detenerse a pensar en algo más que el desprecio que
tal idea le generaba, fue hasta donde Dazai siempre estaba y lo golpeó.
Las chicas con
las que estaba gritaron, la cafetería entera parecía contener la respiración. Chūya
veía la sangre bajar de la nariz de Dazai pero no se arrepentía para nada,
menos cuando Dazai le miraba, por primera vez, con un brillo desafiante en los
ojos y una sonrisa socarrona que lo invitaba a besarlo.
Mierda.
Chūya seguía
colgado.
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