II: Hands
Push the
limit, are you with it?
Baby,
don’t be afraid.
No
escaping when I start,
Once I’m
in I own your heart.
Un nuevo día llega a la ajetreada capital
China. Profesionistas, amas de casa, estudiantes, todos se mueven por las calles con los mismos problemas
de siempre; a la mayoría le afecta uno específicamente: retraso.
Gui Xian corre como alma que lleva el diablo,
detrás de él viene su novia, ambos con maletín en mano. Mei luce
la falda a cuadros blancos y rojos con el saco a juego, —correspondiente a la
institución que cursa—, es un año menor que Gui Xian y por lo tanto aun asiste
a la secundaria del segundo ciclo. Tanto la secundaria como la universidad
están juntas pues pertenecen a la misma persona, son separadas por una simple
reja que muchos universitarios «violan» sin ningún esfuerzo para pasar al otro
lado, —claro caso de Gui Xian—. Él lleva pantalones, saco y corbata negros, la
camisa es blanca igual que en el caso de Mei.
Llegan trastabillando a sus respectivos portones y, afortunadamente,
lo han hecho a tiempo. Gui Xian le sonríe ampliamente a Mei e intenta darle un
beso en la mejilla, la chica le rehúye, al parecer aún está enojada por algo.
—¿Sigues molesta conmigo? —Pregunta con cansancio.
Mei abre la boca para contestar pero al final no lo hace; por culpa de
la lluvia del día de ayer hay charcos gigantes por todos lados y ellos estaban
parados delate de uno exactamente. La joven solo puede sentir el frio que le
provoca aquella agua de color chocolate escurriendo por su espalda y piernas.
—Que gente tan grosera. —Logra susurrar ella, tiritando.
Gui Xian sigue con la vista aquel automóvil azul, parece ser caro. Lo
ve perderse en el estacionamiento de su universidad y se pregunta si será de
algún profesor, aunque no cree que ellos sean capaces de hacer algo así.
—¿Estas…? —Voltea a preguntarle a su novia el estado en que se
encuentra pero ella ya no está así que no termina de formular la pregunta. Mei
le había estado hablando pero este no hizo caso por fisgonear de más el auto.
Cuando la vea más tarde seguro tendrá problemas.
Se talla el rostro con ambas manos y entra antes de que le cierren la
puerta en la cara.
Hay estudiantes revoloteando por aquí y por allá, Gui Xian sigue
observando con curiosidad el estacionamiento. Logra identificar de nuevo el
automóvil del que minutos atrás ha sido víctima Mei y se acerca lo más que
puede a él; es un BMW descapotable en color azul eléctrico, ¡vaya carrito! Debe
costar una fortuna. El castaño no recuerda haberlo visto nunca antes y, —a
juzgar por el estado del automóvil— parece ser nuevo, recién sacado de la
fábrica. Lamentablemente el conductor lo ha abandonado pronto y ya no está,
pero Gui Xian tendrá los ojos sobre aquella persona todavía… lo que le hizo a
la pobre Mei es imperdonable.
A tan solo unos metros de distancia de allí, —en la cafetería para ser
exactos—, desde una de las mesas Dong Hai observa fijamente a su presa mientras
muerde con premura una dona glaseada y con chispitas multicolores encima. El
auto que Gui Xian mira con ahínco es suyo… sí, fue el quien aceleró cuando vio
al castaño junto a su novia, escuchar el grito de aquella mujer fue tan
placentero para él que comenzó a reír con tal fuerza que pensó el mundo lo
escucharía, pero al parecer no fue así pues Gui Xian investiga su auto, seguro
el menor no tiene idea de a quién pertenece.
—Que poco cuidado me pones. —Susurra antes de llevarse el café a la
boca y beberlo.
Termina su pequeño almuerzo y se dirige de nuevo al mostrador; una vez
allí, compra un montón de dulces que se guarda equitativamente entre los
bolsillos de su pantalón y saco. Dong Hai es un adicto al azúcar.
La campanilla suena y todo el alumnado corre hacia sus salones, Gui
Xian no es la excepción. El que no corre es Dong Hai, con lentitud avanza hacia
su clase y los que le conocen se apartan de su camino; el pelinegro es popular
entre los de su edad, Gui Xian nunca le ha puesto atención pues es de nuevo
ingreso… pero pronto lo hará, no hay mortal que ignore a Dong Hai: uno de los
jóvenes más apuestos y ricos del lugar, además —claro— de ser el más
inteligente de toda la universidad.
Fuera de la dirección existen tres gavetas llenas de trofeos que ha
recibido la institución a lo largo de los últimos cinco años. Una está llena
completamente de premios conseguidos por Dong Hai y su gran cerebro, otra es de
Shi Yuan y su destreza en los deportes, la tercera es del joven Han Geng por
las veces que ha dejado en alto el nombre de la institución en los concursos
que incluyen todo tipo de artes, —canto, baile, actuación— allí es donde aquel
chico brilla más que el sol.
Dong Hai y Shi Yuan tienen la misma edad, por lo tanto comparten clase
de vez en cuando, pero no son amigos, simple y sencillamente se saludan si es
necesario; únicamente cordialidad. Han Geng pertenece al último curso así que
conoce a Shi Yuan por pura popularidad, con Dong Hai es otro cosa.
Luego de dos clases, la campanilla vuelve a sonar y Dong Hai abandona
su aula a paso lento —como siempre—, se mueve sigiloso hasta el salón de danza
y toca quedito sobre la puerta. Dentro del salón se escucha algún tipo de
música; seguro el pelinegro está interrumpiendo alguna práctica o algo pero no
le importa. Escucha la melodía detenerse y los pasos de una persona haciendo
eco al chocar contra el piso de madera; la puerta frente a él se abre.
—¡Hola! —Saluda al chico alto y de cabellos platinados que tiene
delante—. No sabía que habías cambiado el color de tu cabello… otra vez.
—Soy un artista camaleónico y pienso que este tono se me ve bien, ¿no
lo crees tú? —Dong Hai entorna los ojos y termina asintiendo—. ¿Qué te trae por
aquí?
—Necesito un favor. —Dong Hai sonríe y lo mira enternecedoramente,
nadie puede contra él cuando se pone en ese plan. El teñido suspira y se talla
el puente de la nariz.
—Suéltalo.
El salón de Gui Xian es movido de pronto. De un momento a otro entra
un muchachito rubio y delgadísimo que interrumpe al profesor de turno alegando
que escogerá a cinco alumnos al «azar», —pues cuatro son al azar, porque Gui
Xian no es escogido mediante ese sistema por obvias razones—, ya que son
órdenes del rector.
—Mi nombre es En He, —se presenta una vez abandonan el aula—, y
ustedes han sido muy afortunados pues junto con otros alumnos de otros grados
presenciaran a la gran estrella del campus ensayar.
—¿Y por qué? — Pregunta una jovencita.
—Porque son afortunados, ya lo dije.
Gui Xian no se ha tomado la molestia de merodear por todos los pasillos
de la institución pues siempre está muy ocupado del otro lado de la reja con
Mei, menos en el área de los mayores así que no sabe en dónde está. Pronto llegan
delante de una pequeña puerta que se encuentra entre abierta; En He se detiene
y se anuncia, Gui Xian y sus compañeros lo esperan.
—Ya pueden pasar. —Les dice el rubio y sonríe.
Gui Xian se adentra en aquel salón que parecía ser pequeño pero que en
realidad es enorme, con gradas en un extremo y espejos altos en las paredes y
techo. En las gradas ya hay algunas personas, a lo mucho serán quince. Gui Xian
toma asiento en una de las esquinas más retiradas del frente, ver a alguien
bailando o lo que sea que vaya a hacer no le llama mucho la atención. Posa su
vista en la entrada y ve ingresar a dos grupos más de cinco alumnos. Antes de
que En He cierre la puerta entra uno más que llama toda su atención; en ese
grupo de chicos viene un muchacho de mediana estatura y cabello negro como la
noche, tiene puestos unos lentes redondos y de armazón negro, Gui Xian entorna
los ojos, le parece conocido pero no logra recordar. Lo deja pasar.
—¡Hola a todos! —La atención del alumnado se centra en el joven que
está de pie frente a todos. Es realmente hermoso y tiene presencia—. Mi nombre
es Han Geng y soy el representante de la escuela dentro del rubro artístico.
Disculpen que haya interrumpido sus clases pero tengo una nueva coreografía
para un concurso que la institución tiene en puerta y me era de vital
importancia tener un público que pudiera dar su opinión. ¿Están listos? —Todos
asienten en silencio, la mitad de los presentes lo conocen y ahogan la emoción,
la otra mitad lo mira como bicho raro.
En He enciende el equipo de sonido y una melodía pegajosa los envuelve
rápidamente a todos. Han Geng y sus bailarines se apoderan de la pista de baile
en seguida. Los movimientos del teñido son excesivamente sensuales y Gui Xian
traga en seco —no es el único—, ha comenzado a tener calor y no sabe porque,
—lo intuye, pero lo niega—. La coreografía termina y el cuello de Han Geng es
bañado por un fino sudor que en vez de desagradar, solo lo vuele más tentador a
la vista. Todos los presentes aplauden, algunos gritan y dan brincos sobre sus
asientos, Gui Xian no hace nada, se ha quedado sin aire. Dong Hai se da cuenta
de ello y sonríe con satisfacción, mira hacia donde está su amigo y asiente,
Han Geng le devuelve el gesto.
—¿Doy por sentado que estuvo bien? —Pregunta con la respiración un
poco entrecortada, los gritos que le devuelven contestan a su pregunta—.
¡Muchas gracias entonces! Y de verdad que siento haberles quitado el tiempo,
ahora pueden retirarse con calma y en orden para volver a sus clases.
En He abre la puerta y Han Geng sube por las gradas hasta llegar donde
esta Gui Xian:
—Hola, —saluda sonriente, los demás alumnos que lo pensaban acosar
pero lo ven «ocupado» se van refunfuñando—. Eres nuevo, ¿verdad? —Gui Xian
asiente y se pone de pie. Están del mismo tamaño—. ¿No te gustó mi
presentación?
—Fue muy buena. —Responde el castaño, aclarándose la garganta. Han Geng
va a contestar cuando En He lo alcanza y le susurra algo al oído.
—Dame un momento, no te vayas. —Le dice a Gui Xian y luego sale
corriendo del salón junto con el rubio.
Gui Xian vuelve a sentarse en las gradas… ¿de verdad va a esperar? No.
Se pone de pie y se dispone a abandonar el lugar cuando ve al joven pelinegro y
de gafas de hace rato pegado a la puerta, este lo está mirando y le sonríe.
—¿Me permites pasar? —Dice el castaño una vez llega a la obstruida
puerta.
—¿Ya no me recuerdas? —La voz del chico de gafas es algo queda y
suave.
—¿Es que nos conocemos? —Pregunta con una ceja alzada.
—Soy Dong Hai.
Gui Xian abre los ojos e instintivamente da algunos pasos para atrás,
nunca está de más guardar la distancia.
—¡Tú! —Dong Hai es señalado con un dedo acusador y eso solo le produce
gracia—. ¿¡Asistes también a esta universidad!?
—Voy en tercero.
—¿Cómo…? —Hay una pausa prolongada—, olvídalo, déjame pasar o tendré
que usar la fuerza.
—Úsala. —Gui Xian se queda perplejo ante semejante respuesta, pero no
duda en intentar quitar al pelinegro de su camino.
Dong Hai le atrapa las manos a Gui Xian y las contiene con fuerza
entre las suyas.
—Son más suaves de lo que aparentan… y grandes, de lejos no parecen
ser tan grandes. —Susurra.
Gui Xian se vuelve a quedar inmóvil al escuchar las palabras del
pelinegro, además de que este le esta ¿acariciando? Las manos.
—¿Qué tanto puedes abarcar con ellas? —Pregunta Dong Hai con un aire
de inocencia escalofriante—, ¿sabías que dicen por allí que el largo del pene es
igual a la distancia entre la punta del dedo pulgar y la punta del dedo índice?
¿O también ese en que el tamaño de tu pulgar multiplicado por tres es el de tu
pene? Dando por sentado que alguno de esos mitos sea real, el tuyo debe ser
enorme entonces.
El rostro de Gui Xian se pinta de todos los colores posibles y se
suelta del agarre de Dong Hai con violencia, el pelinegro sonríe y le deja
pasar, Gui Xian sale volando del salón sin parar.
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