III: Neck
You thought an angel swept you off your feet.
It’s aright
You’ll be fine
Baby, I’m in control.
Take the pain
Take the pleasure
I’m the master of both.
Gui Xian se mueve cual víbora escurridiza entre los pasillos de la
universidad. Ahora que sabe que el pervertido de Dong Hai puede aparecérsele a
la vuelta de la esquina, tiene miedo.
Este día no se le hizo tarde al castaño, se levantó bastante temprano
pues no pudo pegar el ojo en casi toda la noche y hasta llegó al campus sin
Mei; esta estaba más que molesta con él y lo mandó solo.
Gui Xian entra a su primera clase sin problemas, y sale de esta
nuevamente ocultándose. Pasa a la segunda, a la tercera y cuarta de la misma
manera. La campanilla que anuncia la hora de almuerzo suena y Gui Xian corre
despavorido hacia la cafetería, por suerte logra visualizar a uno de los pocos
compañeros con que simpatiza por allí.
—Hola, Li Xú. —El chico menudo y pelirrojo recién nombrado voltea a
verlo.
—Hola Xian Xian, —Gui Xian odia que le diga de esa manera pero se
muerde la lengua—. ¿Qué te trae por aquí… justo cuando tengo el primer puesto
en la fila para pedir comida? —Con aquella pregunta, Li Xú hace obvio que se ha
dado cuenta de las intenciones del castaño. Eso le pasa por no se amistoso
nunca.
—Por favor. —Pide cabizbajo al saberse descubierto—. ¡Por favor, por
favor!
—Una semana de tareas, y mira que estoy siendo condescendiente contigo.
—Gui Xian se muerde la mejilla interna. Suspira.
—Está bien.
—¡Ese es mi Xian Xian! —Li Xú da un saltito y le pellizca la mejilla
al castaño.
Con comida en mano, Gui Xian huye nuevamente. Esta vez no brincará la
cerca puesto que Mei no quiere verlo ni en pintura, así que busca algún salón
olvidado en donde meterse para no ser visto. Luego de dar un par de vueltas,
termina escondiéndose en un cuarto de mantenimiento. Es vergonzoso tomar los
alimentos entre escobas, mechudos, cubetas y líquidos que probablemente son
tóxicos, pero es mucho peor ser acosado por un violador. Con eso en mente, Gui
Xian comienza a comer.
La hora del almuerzo termina y Gui Xian sale sigiloso de su escondite,
mira para todos lados y no ve a nadie que parezca sospechoso, entonces comienza
a correr hacia su siguiente clase a todo lo que sus piernas dan.
Dong Hai ha estado muy ocupado desde que las llantas de su flamante
BMW cruzaron la puerta del estacionamiento, Sheng Min —compañero suyo y segundo
al mando en todas las actividades que debe realizar— ya lo estaba esperando. Llevaba
su adorada tableta electrónica entre las manos y movía sus dedos rápidamente
sobre la pantalla. Cuando Dong Hai se percató de eso maldijo por lo bajo.
Las horas siguen avanzando y la tarde cae en la ciudad cada vez más
rápidamente. Las clases en todo el campus llegan a su fin y ya son muy pocos
los alumnos que aún merodean por allí. Los que lo hacen definitivamente no es
por gusto.
—Después de firmar esas solicitudes debes llevarlas con la
bibliotecaria. —Dice Sheng Min, Dong Hai lo fulmina con la mirada.
—¿Y por qué no lo haces tú? Llevas todo el maldito día siendo mi
sombra y no me ayudas.
—No te alarmes, te arrugas. Tú eres el presidente del consejo y yo
solo soy tu asistente, es tu deber hacer todo esto en persona.
Dong Hai presiona con más fuerza de la necesaria los sellos rojos con
que está marcando las propuestas recibidas y aprobadas, las que son rechazadas
solo las hace a un lado. Está furioso pues había pensado que hoy sería un gran
día para molestar a Gui Xian, sin embargo todas sus esperanzas se desmoronaron
con el pasar de las horas.
Dong Hai termina por fin con todos los papeles y los acomoda:
—Ayúdame a llevarlos a la biblioteca. —Le pide a Sheng Min, este lo
mira y niega con la cabeza.
—No puedo, ya es hora de que regrese a casa. —Con una sonrisa bien
grande en el rostro, el rubio abandona el salón.
—¡Eres un malnacido! —Le grita Dong Hai mientras ve a su compañero
marcharse—. ¡Maldito hijo de puta!
El pelinegro puede escuchar el eco que generan las risas de Sheng Min
y eso solo lo encoleriza gradualmente. Dong Hai maldice al rubio una veinte
veces más antes de recoger su pila de papeles y llevarla a su destino.
Durante el camino sigue maldiciendo y bufando por su mala suerte.
La bibliotecaria que ahora se encuentra en la recepción ya no es la
misma que estaba en la mañana, ahora es Jía, una señorita no mucho mayor que
él.
—¿Otra vez te quedaste hasta tarde? —Dong Hai coloca los papeles
enfrente de ella mientras asiente—. ¿Y Sheng Min te volvió a dejar solo
también?
—Ese maldito. —Susurra entre dientes—. Pero mañana me las pagará. —Jía
sonríe.
—Ya lo creo, gracias por traer los documentos, Dong Hai. ¿Listo para
ir a casa?
—No, necesito recoger algunos libros para ponerme al corriente con
todas las clases a las que no asistí hoy, no sabes cómo odio estos días.
—Al menos son solo una vez a la semana y no diario.
Dong Hai suspira cansado, probablemente hoy no duerma. Entre bostezos
se interna en los enormes estantes llenos de libros. Busca el área de ciencias
y toma de allí un libro de física, después se mueve dos hileras atrás; va a dar
al área de literatura, saca de ese lugar tres libros para las reseñas que tiene
que entregar, le falta un libro más: de historia. Esos se encuentran en el área
más escondida de la biblioteca, avanza hacia allá con lentitud cuando escucha
movimiento, se detiene; el ruido es generado por los zapatos de alguien que
está caminando por allí. Dong Hai se vuelve sigiloso y busca por todos lados al
culpable. Casi tira los libros cuando lo ve:
—Gui Xian. —Susurra aun sorprendido, pero ocultando aquel sentimiento
muy bien. El castaño gira la cabeza hacia él y cuando lo ve, enseguida comienza
a retroceder.
—Deja de perseguirme. —Ordena. Dong Hai sonríe.
—Qué falta de humildad que tienes, mira que pensar que alguien como yo
te persigue. Ni que estuvieras tan bueno. —Gui Xian sigue dando pasos hacia
atrás. No se ha dado cuenta de que avanza hacia un callejón sin salida.
—Me robaste un beso y ayer dijiste cosas raras sobre… —hace una pausa
y un ligero rubor se coloca en sus mejillas—, sobre aquello…
—¿Y eso qué?
—¿Cómo qué y eso que? Eres un pervertido enfermo. Deberías estar
encerrado en un manicomio.
—Yo solo soy un estudiante de universidad normal, es bien natural que
mis hormonas se aloquen de vez en cuando. —El castaño parpadea con rapidez al
escuchar la patética excusa utilizada—. Además hoy no te he hecho nada, solo
vine a buscar unos libros, —Dong Hai le muestra los cuatro libros que sostiene
entre sus brazos—, ¿ves?
—No te creo.
—Tampoco es como que eso me importe, ¿sabes? Oye, ¿no será que tú eres
el que me está persiguiendo?
—¡Jamás! —Gui Xian niega con fuerza.
—Pienso que si… si querías otro beso solo tenías que pedirlo.
Gui Xian intenta retroceder más cuando ve que Dong Hai está caminando
hacia él con los ojos brillosos y la sonrisa de lado, pero no puede; choca con
la pared y se maldice por haberse encerrado solo. Dong Hai se da cuenta de eso
y sonríe todavía más, el castaño se le ha regalado en bandeja de oro. Camina
lento hacia su presa, saboreando ya la victoria; coloca sus libros sobre los
otros y con las manos vacías acorrala a Gui Xian contra la pared.
—No. —Susurra con un hilo de voz el más alto.
—Te prometo que no dejare marca. —Se defiende Don Hai.
Los labios del pelinegro se mueven lento sobre el pálido cuello de Gui
Xian, suben y bajan degustando con parsimonia. El castaño suspira ante la
delicada caricia. Dong Hai abre un poco la boca y mordisquea levemente, aunque
quiera morder hasta dejar una huella, ha prometido que no lo hará y él es
hombre de palabra. Lame un poco más, hasta llegar a la barbilla del castaño y
sigue subiendo; se detiene justo frente a sus labios.
Sin saber en qué momento, Gui Xian ya ha dejado caer el libro que
sostenía y hora entre sus manos descansa la cintura de Dong Hai. No puede
evitar pensar en Mei y comparar los pocos besos que se ha dado con ella con lo
que ahora le acaba de hacer su mayor, que aunque no es la gran cosa, lo ha
encendido de una forma poco común demasiado pronto y sin esfuerzo. Dong Hai
sonríe, algo entre las piernas de Gui Xian ha comenzado a rozar su pierna. Se
aleja con cuidado.
—¿Ves? —Dice mientas busca el libro que le faltaba—. Somos
universitarios y de vez en cuando las hormonas se alborotan y hay que
calmarlas.
Gui Xian no dice nada, permanece callado y recargado contra la pared;
tiene la respiración entrecortada.
—Te recomiendo que vayas al baño, —Dong Hai encuentra por fin lo que
buscaba y recoge los demás libros que ya tenía—, se te está poniendo más duro y
se nota demasiado, al parecer si es algo grande. —Afirma guiñándole un ojo.
Gui Xian sigue sin moverse, los colores se le vuelven a subir al
rostro ante la afirmación del castaño y solo puede verle la espalda mientras
este se marcha.
—Hijo de su madre.
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