Chūya se
mordió el labio inferior y golpeó repetidas veces con el lapicero su libreta;
lo soltó, enseguida le dio un trago a su botella de agua y un poco de esta
escurrió de la comisura de sus labios.
—Ah, Chūya.
¿Quién fuera agua para…?
—¡Ya!
Estaba avergonzado,
se sentía totalmente intimidado. Chūya simplemente no podía con los descarados
coqueteos de Dazai, con la mirada insistente y pesada…
—¿No te gusta
que te vea?
Silencio.
—Hasta hace un
tiempo, tú eras el que me miraba con insistencia y nunca dije nada. —Dazai
soltó una risita molesta cuando el pelirrojo trató de patearlo por debajo de la
mesa—; eres tan lindo, Chūya.
—¡Ya cállate!
—La botella de agua de Chūya golpeó violentamente la cabeza de Dazai.
—Ay…
La cafetería
entera tenía los ojos puestos en ellos.
A diferencia
de Dazai, Chūya no estaba para nada acostumbrado a ser el centro de atención,
desde siempre las miradas ajenas le cohibieron y más si se tornaban juzgadoras
de sus actos o simples gestos. Y desgraciadamente, estar con Dazai era eso y
mucho más.
Las chicas
comenzaron a mirarlo con desagrado total, soltaron rumores sobre su persona que
rápidamente se extendieron por todo el campus.
Chūya pasó de
ser un perfecto Don Nadie, a ser un «Todos».
Todos lo conocían.
Todos sabían
su historia.
Todos los
odiaban.
Todos se habían
ya acostado con él.
Todos le
tenían lástima.
Y habría sido relevante
para Chūya porque le importaba mucho la imagen con la que la gente lo
relacionaba, lo habría sido…
Empero, Dazai
lo abraza en público y le llenaba de mimos. Corría entre salones y se
adelantaba a las clases lo más que podía para no dejarlo solo. Miraba mal a las
mujeres y era cruel, humillaba a cualquiera que diera el más mínimo indicio de
querer ofenderlo.
Chūya se
sentía como bendecido, si era sincero. Tener la atención de Dazai para él sólo,
le daba toda la confianza que podría querer y el rechazo de la mitad de la
escuela valía menos que nada.
Amar era grandioso.
Pero que te
amaran de vuelta era perfecto.
Porque Dazai
también lo amaba, ¿verdad?
Verdad...
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