Bittersweet XIV {Soukoku}

By KyuNaFish - 4:42 p.m.






La primera vez fue bastante torpe por culpa de la inexperiencia de Chūya, pero dentro de todo, Dazai había sido muy delicado con lo que hacía. Lo cuidó. Fue tierno y Chūya jamás se ha arrepentido de haberle entregado sus primeras veces al castaño.

El principio de su noviazgo fue la época más dulce de su vida, Chūya no puede no pensar en ella sin sonreír con nostalgia. Las peleas absurdas, los gritos histéricos, aquellos celos tiernos que a nadie dañaban y en su lugar, embellecían un poco más los besos y arrumacos que después se daban.

Comparar su primera vez con la última le dejaba un grito de horror atorado en la garganta. Allí donde los dedos de Dazai pasaban tocando su piel, en vez de dejar un camino de sensaciones placenteras sólo dejaban un ardor que hacía sentir sucio a Chūya hasta los huesos. Lo que una vez fueron besos pausados y dulces, llenos de cariño, hoy no eran nada mas que demanda y violencia. Chūya estaba borracho, sí, pero aún así podía sentirlo todo… y al mismo tiempo no sentía nada. Su cuerpo parecía un simple trozo de carne sin rostro, sin nombre. O eso creyó hasta que Dazai, en algún momento de la noche se acercó a su cuello y sin atisbo de estar inconsciente, lo llamó por otro nombre.

Le susurró el nombre otro hombre y tiró de su cabello mientras volvía a embestir.

Y sí, Chūya se soltó a llorar porque resultó inevitable. Que la persona que tú amas con vehemencia no te corresponda y para colmo, te lo restriegue en la cara mientras juega contigo, ¿quién con corazón puede soportar eso? Sin embargo, en ese momento, Chūya se quedó callado otra vez. Trató de limpiarse las lágrimas, cerró los ojos y se mordió los labios.

¿Sabes? Ya tampoco te amo tanto.

También te puedo engañar.

También te puedo olvidar.

A veces pienso en otro.

Y tengo fantasías con él.

Alguien más me gusta.

No lo amo, no.

Aún no.

Pero estoy dispuesto a intentarlo sin con eso te puedo romper.

Chūya abrió los ojos cuando sintió a Dazai alejarse de él, el castaño estaba sonriendo ampliamente, pero sus ojos se veían más rojos que cafés y le miraba de una forma tan penetrante y acusadora.

—¿Qué dijiste? —Ahora fue el turno de Chūya para sonreír.

Abrió las piernas en dirección a Dazai y comenzó a masturbar su miembro con la diestra, primero lento y después rápido, muy, muy, muy rápido. En ningún momento apartó sus ojos de los del castaño y cuando estaba a nada de correrse, echó la cabeza para atrás.

—Fyodor… Fyodor… Fyodor…

Si Dazai podía cambiar nombres, él también.

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