Capítulo VII
—Entonces, ¿lo conociste? —DongHae asintió y alejó por fin sus ojos de
la computadora frente a él, prestándole completa atención a su interlocutor por
primera vez en ese día.
KyuHyun estaba del otro lado de la mesa; su brazo derecho descansando
en el apoyabrazos correspondiente y su cabeza miraba hacia el techo por lo que
tampoco observaba realmente a DongHae, su mano izquierda sostenía un vaso a
medio llenar de whisky y se mantenía con las piernas cruzadas. La pose era por
demás relajada, algo que solo haría una persona si se encontraba en
«confianza»…, habían pasado ya tres semanas desde el asesinato del Idol
coreano, quizá KyuHyun ya confiaba en DongHae; este último no lo sabía a
ciencia cierta, pero el simple pensamiento le agradaba.
—Conocí a Henry hace unos meses, —le dijo— tuvo una convivencia con
sus fans en un lugar público y fue a la comandancia personalmente para
solicitar seguridad.
—¿Y…? —KyuHyun sonaba aburrido.
—Pues eso, lo conocí en ese momento.
—¿No hay algo turbio con él, DongHae? —el ladrón dejó por fin su
posición despreocupada y se sentó erguido, dejándole ver a DongHae su apático
rostro.
—¿Le preguntaste al agente Park?
—Sí, —KyuHyun resopló—, pero solo por teléfono. El asesinato de
alguien tan famoso lo tiene bastante mal y creo que pasa lo mismo con todos en
la comandancia. Me suplicó que no pusiera un pie allá, sobre Henry no me dijo
nada.
DongHae asintió y le dio una rápida ojeada a su reloj de pulsera, este
ya marcaba poco más de la una de la tarde. Debía marcharse pronto de la casa
del ladrón o llegaría tarde a la universidad, teniendo eso en cuenta, comenzó a
guardar sus cosas dentro de la mochila que llevaba.
—¿Qué hay de ti?
—Desde el percance he podido entrar en contadas ocasiones y solo hasta
el área de archivo, donde le dejo a la secretaria papeles.
—Miss Murder me tiene confundido. —KyuHyun tomó lo que quedaba de
whisky en su vaso de un solo trago y se volvió a tumbar en el sofá—. Justo
cuando comenzaba a tener una línea de ataque, me sale con esto.
El castaño dejó caer uno de sus libros al suelo, logrando que KyuHyun
le otorgara toda su atención nuevamente.
—¿Qué línea de ataque? —Preguntó enseguida, sin pensar. El pelinegro
lo miró por varios segundos sin decir nada.
—Todos disfrutaban de acostarse con hombres. —Susurró, mirándolo
fijamente.
—Oh…
Leer a Lee DongHae era difícil, pero no imposible. Sin embargo,
KyuHyun habría preferido que el fotógrafo delante de él, lo fuera. Porque
expresiones como la que ahora se dibujaban en su rostro, o el simple hecho de
que su libro siguiera tirado en el suelo, solo le generaban una terrible
confusión.
Y estar confundido sobre alguien era lo peor que le podía pasar a una
persona que buscaba la verdad.
—Creo que tu línea todavía va bien, —le dijo DongHae. Esta vez sonando
más neutro, más él—; Henry era completamente gay. —KyuHyun parpadeó varias
veces.
—¿Cómo sabes eso?
DongHae pareció dudar pues se quedó callado un buen rato y con la
mirada perdida en el suelo, hasta que por alguna extraña razón, sus ojos
quedaron fijos en la pasta del libro situado a un lado de sus pies. Era suyo.
Ni siquiera recordaba en qué momento lo había dejado caer.
Lo recogió rápidamente y lo guardó.
—Hace mucho tiempo, un amigo mío salía con él. Claro que en ese
entonces Henry no era famoso, y cuando comenzó a serlo, la relación que tenía
con mi amigo finalizó.
—Dijiste que conociste a Henry hace unos meses… —KyuHyun lo estaba
viendo con los ojos entrecerrados, y la alarma dentro de la cabeza de DongHae
le gritó que aclarara sus palabras pronto, porque su inconsciente no aceptaba
perder lo poco que había ganado del pelinegro.
—Personalmente sí, y bueno, yo tampoco sabía que el Henry del que mi
amigo fue pareja, era este Henry famoso. —El pelinegro recuperó su natural
expresión, haciendo que DongHae suspirara internamente, lleno de alivio.
—Entonces… ¿HeeChul y Henry salían? —DongHae mordisqueó su mejilla
interna varias veces mientras miraba a KyuHyun desafiantemente, ¿por qué tenía
que atar cabos tan fácilmente?
—No se lo digas a nadie, se supone que es confidencial. —El ladrón le
sonrió de lado.
—No puedo asegurarte eso si al final necesito usarlo como prueba.
DongHae negó y se puso de pie, colgándose su mochila en el hombro.
—Tengo que irme, es tarde. —Consultó de nuevo su reloj, realmente iba
retrasado.
—¿Por qué te importa tanto ir? —KyuHyun se apresuró para ponerse de
pie e impedir la marcha del castaño, —¿qué tan grave puede ser que faltes a
algunas clases?— Enredó sus dedos en el tirante que DongHae había dejado
colgando y lo atrajo hacía sí; el castaño casi cayó ante el inesperado
movimiento—. ¿Qué tan grave?
DongHae parpadeó múltiples veces, y lo hizo más rápido de lo natural.
El rostro de KyuHyun estaba a centímetros del suyo; podía respirar el aliento
contrario, embriagarse con el perfume que la piel de este expedía. A solo un
movimiento ligero de distancia estaban también los preciosos labios rosas del
ladrón, que sonrientes parecían gritar que los besara.
—¿Tan grave que te ha dejado sin palabras? —La burla fue susurrada.
Sí, porque eso es lo que era: una vil burla, DongHae lo sabía, porque
no era la primera vez que algo así pasaba, y a pesar de todo seguía cayendo,
seguía poniéndose tembloroso y en blanco, su estúpido cerebro lo sabía y aun
así no mandaba las señales correctas a su cuerpo. Nada lograba evitar que el
castaño se pusiera nervioso, que los latidos de su corazón se dispararan al
punto de parecer taquicardia. Nada en el mundo parecía hacer que DongHae dejara
de ser débil ante los acercamientos de KyuHyun.
—Es tarde. —Su férreo autocontrol, aquel que desarrolló para mantener
al margen su enfermedad, era lo único que parecía ayudarlo un poco—. Muy tarde.
Hizo énfasis en la primera palabra y empujó suavemente a KyuHyun lejos
de él. Le regaló una sonrisa forzada y se apresuró a salir de la mansión.
El pelinegro lo vio marcharse al tiempo en que también sonreía, aunque
su sonrisa era distinta.
—¿Qué es tan gracioso? —KyuHyun giró sobre sus talones; YoonA estaba
detrás de él—. No creo que jugar con alguien como él esté bien.
La sonrisa en el rostro del ladrón desapareció luego de eso, siendo
sustituida por una expresión de genuina desaprobación y fastidio.
—No eres mi madre. —Esta vez fue el turno de YoonA para sonreír.
—No nos hagamos los tontos, —la castaña caminó hasta él e,
inesperadamente, lo golpeó en el abdomen con su puño izquierdo, logrando que
KyuHyun se doblara—. Solo tengo que mirar sus ojos y los tuyos cuando se ven
para saber que lo suyo es confusión, y que lo tuyo… —ella flexionó un poco el
cuerpo, para que su rostro quedara a centímetros del contrario—: tú estás
jodido, Cho KyuHyun.
El pelinegro no refutó aquella declaración.
*
Jessica enterró con más fuerza el bisturí y la sangre no tardó en
aparecer, DongHae solo observó su mano; su rostro se mantuvo tranquilo y su
cuerpo en general también. A pesar de su decadente condición física, sabía que
con todo y eso podía lastimar a la rubia fácilmente si quería.
La cuestión era que no lo deseaba… o al menos no todavía.
Así que por ello había terminado allí: arrinconado en una pared de la
sala de aseo. Su mochila había sido arrojada a cualquier lugar del suelo y su
brazo derecho estaba alzado, siendo machucado por el marco de la ventana, su
mano derecha se encontraba con un bisturí en el centro y la sangre no dejaba de
salir.
—Estuve siendo muy buena contigo, —ella siseó—, dándote el tiempo
suficiente para que pararas toda esta locura, pero eres necio y me ignoraste.
—Removió la punta del bisturí y lo encajó más profundo, pero solo un poco.
DongHae, por primera vez, se quejó.
—Ha llegado el momento de que todo termine, y lo sabes. —El castaño le
sonrió.
—¿Ya estás lista para ir a prisión entonces? —Jessica frunció el ceño.
—No digas estupideces… —DongHae ahogó el grito que estuvo por escapar
de su garganta cuando el bisturí casi le atravesó la mano por completo…
En algo la boba rubia tenía razón: ya era suficiente.
Levantó la rodilla y golpeó a Jessica en el estómago, afortunadamente
ella no gritó. Aprovechó su confusión para patearla lejos de él y así poder
zafar tanto su brazo de la ventana, como quitar el objeto que le atravesaba la
mano. Estaba bastante adolorido pero se tragó el dolor. Fue hasta donde ella y
la tomó de los largos rizos rubios: ser caballeroso nunca había destacado como
cualidad suya.
—Tú crees que soy yo, y yo creo que eres tú, —le dijo, y se acercó hasta
su oído para susurrar lo demás—: pero solo uno tiene la razón. Al final, solo
uno ganará, ¿crees que serás tú?
Recogió el mismo bisturí con el que había sido lastimado y, tomando la
mano de la rubia, le devolvió el favor. Esta vez ella no pudo reprimir un
doloroso grito. DongHae la abofeteó para que se callara y le sonrió, tomó su
mochila del suelo y salió rápidamente de aquel cuarto, ocultando su mano herida
en el bolsillo de su pantalón.
No era una opción ir a la enfermería de la universidad porque esta
debía estar cerrada debido a la hora, además, tampoco se le ocurría una excusa
convincente para dar del porqué su mano se encontraba así. Tampoco era
inteligente volver a las aulas para buscar un botiquín médico, no, cualquiera
podría verlo y hacerle preguntas, los sanitarios también estaban muy lejos.
Solo le restaba mantener el rostro neutral y correr hacia su auto para llegar
pronto a casa.
Así que eso hizo.
Atravesó corriendo los últimos dos pasillos que le quedaban para poder
por fin salir al patio, y aunque se topó con algunos alumnos en el camino,
gracias a Dios todos eran desconocidos. Bajó casi volando las escaleras que
permitían acceso al estacionamiento subterráneo y suspiró lleno de alivio. Lo
había logrado.
Sin embargo, no estaba del todo en lo cierto.
Cuando por fin llegó a la parte trasera de su automóvil, se percató de
que alguien estaba apoyado en la puerta del piloto y maldijo.
—Hola, DongHae.
KyuHyun no podía haber sido más inoportuno.
*
ChanYeol sabía que algo estaba mal, y le incomodaba de cierta manera
que aquel sentimiento estuviera presente, en otras circunstancias no habría
cedido si se sentía así pero… no era más que un simple mortal enamorado que
anhelaba día con día que el ser amado demostrara que lo amaba también.
¿Qué había de malo en querer aquello?
—Más… —El castaño obedeció inmediatamente y comenzó a moverse con más
fuerza en el interior de su pareja, sin importarle que aquella temblorosa
superficie sobre la que se encontraba el pelirrojo, rechinara cada vez más fuerte.
—Te había extrañado tanto, —confesó entre jadeos, y no le importó si
sonaba cursi o dejaba al descubierto lo mucho que necesitaba a su novio, lo tan
dependiente que se había vuelto de él. KyungSoo se limitó a responderle con un
ahogado gemido.
Estaban locos, eso era evidente. Esta era la segunda vez que hacían el
amor en la oficina de Park; la primera hace solo dos días, escondidos en el
sanitario. El solo recordarlo era loco y casi irreal… Do KyungSoo era demasiado
para terminar en un lugar así; sin embargo, lo más extraño es que era el mismo
pelirrojo quien proponía los extravagantes encuentros.
—¡Rápido, ChanYeol! —Y esta vez lo había querido nada más y nada menos
que sobre el escritorio del agente—, ¡más!, ¡más!, ¡más! —Para ChanYeol resultó
imposible negarse.
La superficie era de madera, y no estaba tan mal al parecer. KyungSoo
solía ser muy quisquilloso en cuanto a dónde sería depositado su cuerpo a la
hora de hacer el amor; esta vez y la pasada —en que había terminado encajado en
la esquina del cuarto de baño—, no había dicho nada al respecto.
La primera vez no duraron mucho, y hoy no fue la excepción. A pesar de
que el castaño intentaba alargar las cosas, ser cariñoso y cuidadoso, KyungSoo
ofendía con descaro sus métodos haciéndolo todo con rapidez y notable
desesperación. Los besos eran rudos, las caricias salvajes y el movimiento de
sus caderas rayaba groseramente en lo animal.
Eso no era hacer el amor, era tener sexo y nada más.
ChanYeol hacía la dolorosa confirmación cada que le susurraba un «te
amo» a KyungSoo sobre los labios y este solo se alejaba, cubriendo con una
máscara de culpabilidad su rostro, como si lo que acabaran de hacer fuera algo
sucio… ilegal.
—Tengo que volver a la morgue, YuRi debe estar buscándome.
—Claro. —La amargura en la voz del agente era notable, pero KyungSoo
parecía no captarlo, o quizá solo se hacia el desentendido.
Este día, ChanYeol no pudo evitar comenzar a llorar una vez KyungSoo
abandonó la oficina. Sus rodillas temblaron y se doblaron, dejándolo caer con
dureza sobre el suelo. Él no se levantó.
Park ChanYeol permaneció allí largo rato, tirado en el frio suelo como
si de basura humana se tratara; reflexionó y supo que lo era, porque KyungSoo
lo había quebrado, pisado y desechado hacía solo unos minutos.
O quizá había sido de esa forma desde siempre.
*
Jessica se mantenía lloriqueando lo más quedamente posible; su mano
ardía como el infierno y además le dolía el estómago, sin tomar en cuenta que
su mejilla todavía se mantenía roja y le ardía un poco.
Aunque lo más importante era, por supuesto: su ira. Lo único que la
mantenía en pie y dispuesta a hundir a Lǐ Dōng Hǎi.
—Ese maldito me golpeó —se quejó—, ¿es que no le enseñaron que debe
respetar a las mujeres? A pesar de que se sienta como una, no lo es.
La rubia estaba un paso más allá de molesta, y debido a su actitud
caprichosa e infantil, no aceptaba perder contra DongHae. Su coraje estaba
acumulado y ella solo deseaba matar al castaño para así poder volver a la
normalidad; a la Jessica dulce y buena chica que había sido en el pasado, antes
de que lo descubriera todo…
—Tú lo provocaste. —Su acompañante no estaba ayudando en nada a
menguar su ira.
—¿De qué lado se supone estás tú, producto barato de China?
—No me digas así…
Era consciente de que estaba desquitándose un poco con su amigo,
diciéndole cosas que no debería, pero él tenía la culpa… los mejores amigos
deben apoyarse en todo así uno de ellos no tenga la razón, ¿no? Además ese no
era el caso, porque Jessica hacia lo correcto, con los métodos adecuados.
—Yo te digo como se me pegue la gana, —gritó a media voz. El pelirrojo
la desafió con la mirada, y la rubia aceptó el reto—: puto chino.
—Es suficiente. —El hombre dejó de lado la delicadeza con que había
estado tratando las heridas de Jessica, arrancándole un grito cuando le vació
alcohol en la mano en lugar de agua oxigenada.
—¡Ya! —Ella alejó su mano de los dedos del pelirrojo y lo mal miró,
enseguida comenzó a curarse a sí misma.
Hubo unos segundos de absoluto silencio en que ninguno de los dos se
movió. El pelirrojo esperaba una disculpa; la rubia no encontraba en su
diccionario personal la definición correcta de esa palabra.
Era una espera inútil.
—Asegúrate de regresar las cosas a su lugar y cerrar bien.
El joven le dio una última mirada bastante dolida y se dirigió a la
salida de la enfermería. Jessica torció la boca antes de gritar:
—¡ZhouMi, espera! —Él no se volteó.
—Voy retrasado. —Y su voz tampoco sonó como la de siempre.
—Vamos MiMi, —la rubia titubeó— ¿qué puede ser más importante que
ayudar a tu amiga de toda la vida?
—Mi novio —ZhouMi por fin se giró para mirar a Jessica a la cara,
aunque no se movió de su lugar cerca de la salida—. Él no me trata como una
basura siempre que quiere, ni solo cuando necesita mi ayuda pone ojos de
cachorro para que acceda, él me quiere, me ama… también es mi amigo; tú ni
siquiera conoces la correcta definición de «amistad».
Todo el cuerpo de Jessica tembló debido a la ira que las palabras del
chino le causaron… ¿cómo no iba a saber ella lo que era la amistad? Parecía que
ZhouMi ya había olvidado que fue su hombro, sí, el de aquella a quien ahora
juzgaba, el que recibió durante meses sus lágrimas producto del desprecio de su
padre por haberle confesado su homosexualidad.
—¡Estás cometiendo un grave error al cambiarme por él! —Le gritó. Su
llanto se volvió más intenso, pero esta vez ya no era debido a los dolores
físicos.
—Debes comprender, Jess, que no todos los hombres somos como YeolMin…
—la voz de ZhouMi se convirtió en un susurro y la expresión de su rostro se
volvió dulce, caminó hasta la rubia y acunó el rostro de esta con sus manos—,
sabes que te adoro y que sería incapaz de cambiarte, con todo y lo que sé
hiciste, jamás te remplazaría.
—¡Cállate! —Jessica lo abofeteó, su rostro estaba completamente rojo y
sus labios eran una delgada línea—, no quiero tu maldita lástima.
Esta vez fue el turno de la rubia para moverse hacia la salida
mientras se limpiaba las lágrimas con dureza.
—Olvida que existo y cuando él te engañe, revuélcate en tu miserable
soledad.
ZhouMi se quedó estático, con el rostro girado hacia la izquierda y un
rastro de la sangre de Jessica en su mejilla.
*
DongHae estaba muy… ¿impresionado?, ¿anonadado?, ¿confundido? No
estaba seguro de comprender correctamente sus sentimientos justo ahora.
—Vas a tener que explicarme cómo es que te hiciste eso. —Y tampoco
entendía a KyuHyun.
Solo le bastó al pelinegro darle una rápida mirada desde donde lo
había encontrado en el estacionamiento para que descubriera la herida, y DongHae
ni siquiera lo pudo negar.
—Eres muy observador. —KyuHyun le regaló una extraña mirada desde el
espejo retrovisor.
—La sangre había comenzado a traspasar tu ropa, DongHae, idiota el que
no lo note.
—No es tan grave…
—Cállate.
DongHae miró con el ceño fruncido al pelinegro, ¿realmente le estaba
pidiendo que se callara? KyuHyun parecía estarse tomando demasiados derechos
que no le correspondían en lo más mínimo. Primero había sido tomar las llaves
del auto de DongHae como si fueran suyas y conducir alegando que el dueño real
no podía hacerlo en sus condiciones; aunque en ese punto tenía un poco de
razón. Luego estaba el poner como destino la casa del castaño, maldito el
momento en que KyuHyun lo había seguido y con eso averiguado su dirección, y ahora
el colmo es que le diera órdenes, cuando hace tanto que DongHae no las recibía
de nadie…
—No eres mi padre.
—¡Por supuesto que no lo soy! —KyuHyun sonaba enfadado—. Si yo tuviera
hijos, jamás los alejaría de mí. —Y ese fue un golpe demasiado bajo para el
castaño, aunque también para el mismo KyuHyun, sin embargo, eso DongHae no lo
sabía.
No hubo más palabras de reproche o riña en lo que restó de camino.
La casa de DongHae no era más que eso: una casa, de tamaño regular y
prácticamente idéntica a las demás dentro de la residencia, o al menos eso era
viéndola por fuera. Cuando KyuHyun se adentró en aquel lugar —con DongHae
avanzando delante de él—, no pudo negar que se maravilló en demasía por lo
acogedor que lucía el sitio. Era pequeño, sí, si acaso representaba una cuarta
parte de su mansión, sin embargo, la decoración era exquisita; el piso de
madera obscura combinaba perfecto con las paredes beige cremoso, había una
ventana de tamaño regular a cada costado de la sala que lograba iluminar
perfectamente la estancia, una chimenea de marco negro estaba también allí,
—con un enorme jarrón lleno de lirios blancos encima—, al costado de esta se
encontraba una impresionante escalera de caracol.
KyuHyun no tuvo el tiempo que deseaba para admirar a sus anchas, pues
enseguida entraron, DongHae fue recibido por al menos tres mujeres y dos
hombres que casi saltaron sobre él y se lo llevaron por una puerta ubicada
detrás de las escaleras.
—Gracias por traerlo, —le habló la única mujer de entre ellos que
vestía de blanco y le ofreció una pronunciada venía, luego solo se quedó de pie
frente a él, sonriendo dulcemente como si posara para un comercial.
KyuHyun no sabía cómo actuar frente a ella.
—¿Va a estar bien?
—Lo estará. —La mujer no se movió, ni dejó de sonreír.
Naturalmente los sirvientes ofrecían sus servicios a un recién llegado
o al menos, le decían dónde quedarse mientras esperaba por el regreso del dueño
de la casa, esta mujer sin embargo, parecía echar silenciosamente a KyuHyun.
—¿Dónde puedo esperar a que regrese DongHae? —Dana por fin se puso
seria.
—¿Va a quedarse? —Aquella pregunta hizo a KyuHyun darse cuenta de que
estaba en lo correcto.
—¡Por supuesto! —Y fue su turno de sonreír debido a la incomodidad que
el rostro de la criada reflejaba.
Ella miró sutilmente por todos lados, no sabiendo bien qué hacer.
DongHae nunca invitaba a nadie a su casa —exceptuando a HeeChul—, por ello que
en la sala ni siquiera hubiera algún sofá para que la gente esperara sentada.
Suspiró quedamente y se quedó mirando las escaleras; por lo que estaba a punto
de hacer, quizá DongHae la arrojara desde el punto más alto de ellas.
—Lamento la falta de cortesía —Dana se giró nuevamente hacia KyuHyun y
se disculpó con una venía—, pero no es natural tener visitas. Sígame por favor.
Dana comenzó a subir por las escaleras y KyuHyun fue detrás de ella.
La casa solo contaba con dos pisos, así que el recorrido fue bastante
corto. No obstante, KyuHyun encontró por lo menos otros cuatro jarrones llenos
de lirios blancos, iguales al que descansaba sobre la chimenea.
Y le pareció algo extraño pero se guardó el pensamiento.
—Esta es la habitación del joven Lee, —Dana abrió la tercera puerta
del pasillo—, por favor no toque absolutamente nada y espere paciente a que él
regrese.
KyuHyun simplemente asintió, sus ojos no dejaban de inspeccionar el
lugar en el que estaba. Todo era contrastante con la parte baja, además de que
se sentía frío.
Piso y paredes eran negros; los muebles blancos, había una ventana
rectangular colocada justo en medio de un escritorio y un librero que estaba
lleno, pero no de libros; allí había muchos rompecabezas metálicos en tercera
dimensión, de cosas que KyuHyun ni siquiera sabía existían: desde las
principales atracciones turísticas de países europeos como la Torre Eiffel, la
de Pisa, el Big Ben o el London Eye, hasta modelos de barcos y aviones
antiguos, además de alguno que otro animal. También pudo identificar dentro de
la vasta colección, al droide R2-D2 de Star Wars y sonrió, esa historia le
gustaba. Como un niño bueno, se abstuvo de tocar las cosas y tomó asiento en la
única silla que había allí, sus ojos inmediatamente se trasladaron al buró que
estaba a un lado de la cama, donde un castillo de naipes se alzaba formidable.
Todas esas cosas —pensó— debían ser para tratar el Asperger de
DongHae.
Dana y DongHae aparecieron poco tiempo después; el castaño traía la
mano vendada y ropa limpia, la mujer venía con una charola donde descansaban
dos tazas de té y varias piezas de Hotteok, —bolitas de masa azucarada con
centro sabor canela—. La sirvienta puso los aperitivos sobre el escritorio y se
marchó, DongHae fue a sentarse en la orilla de la cama.
Ambos se quedaron en silencio unos minutos.
—KyuHyun… —DongHae fue el primero en hablar, pero el pelinegro lo
interrumpió enseguida.
—¿Qué te pasó? —El castaño desvió su mirada de la contraria.
—Un accidente…
—¿Piensas que voy a creer eso?
KyuHyun se movió junto con la silla hasta quedar frente a DongHae,
estiró la mano y, con un brusco movimiento, obligó a DongHae a mirarlo de
nuevo.
—Quiero la verdad.
DongHae sintió escalofríos. Su cuerpo vibró ante la cercanía del
pelinegro y se sintió ahogado y vulnerable, descubierto por aquel par de ojos
negros que lo veían profundamente y con una fiereza temible. Su voz escapó y se
quedó sin aire.
KyuHyun lo seguía observando, casi sin parpadear, esperando ansioso y
a la vez paciente por una respuesta que DongHae no le quería dar; aunque, el
menor creía que las palabras en ese momento sobraban; Cho KyuHyun tenía la
misma mirada asfixiante que Lee SeoAn, su madre, justo un día antes de echarlo
de casa.
Parecían entrar en tu cabeza, como si tuvieran manos invisibles
capaces de atravesarte y hurgar en tu interior a su antojo, develando tus
pensamientos, desenterrando tus más oscuros secretos. Monstruos que lo sabían
todo y aun así, presionaban esperando tu pronta confesión porque les satisfacía
más escucharlo salir de entre tus labios; era una sensación desgastante,
poderosa y…
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