Navidad es consumismo, o al menos eso es
lo que siempre murmura Dazai, pero llámenlo tonto o inocente, a Chūya le
encanta esta festividad. No es alguien religioso o siquiera muy creyente, pero
le agrada mucho ver cuando las luces navideñas brillan por las noches y
alumbran toda la ciudad.
El colosal pino que está en el centro,
lleno de los regalos que aportan los comercios alrededor, es precioso y tiene
una debilidad por tomarle y tomarse sinfín de fotos allí.
También le gustan las bebidas calientes
que abundan, los dulces y el rojo y el verde adornando este y otro anaquel.
La nieve blanca y suave que le cae en la
cara y se derrite en su abrigo; las mañanas claras, las tardes cortas y las
noches largas.
Los regalos envueltos en papeles
brillantes y ruidosos, los villancicos que se tararean todo el día sin parar
tanto en los hogares como en las calles.
Los besos delicados y el cálido abrazo en
que lo envuelve Dazai a todas horas porque tiene frio y el cuerpo de Chūya
siempre está tibio.
Sí, Chūya ama la navidad casi tanto como
ama a Dazai.
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