Si pretendemos que nada
pasa entre tú y yo,
estar fingiendo es
culpa de los dos.
Dazai aprieta con fuerza los papeles
contra su pecho y apresura el paso, pasando de largo a Chūya, que camina
delante de él y acompañado de Tachihara; éste último lo mira con extrañeza
porque no es normal ver al presidente de su clase así, como realmente
interesado en su trabajo.
—¿Le pasa algo? —Chūya se encoge de
hombros, restándole importancia al asunto.
—Es un niño mimado, estará en sus días…
Tachihara sonríe ante el comentario y
retoma la charla que tenían antes, algo sobre quejarse por el nuevo menú de la
cafetería a la que siempre van a comer en sus horas libres.
—¿Cómo pudieron cambiarlo? Ahora es casi
mejor quedarse a comer en la escuela.
—O traer tu propio almuerzo. —Tachihara
pone los ojos en blanco.
—¡Ya! No todos somos talentosos en la
cocina como tú. —Chūya está por decir algo cuando Dazai vuelve a aparecer.
En silencio grito al
miedo que se despida y entre el sol,
quiero el valor para
que hoy te diga quién soy yo.
Ya no tiene las manos llenas de papeles,
en su lugar sostiene un pequeño libro y está sonriente cuando los alcanza
nuevamente.
—Buenos días. —Dice, a su corto saludo se
le unen como canción de fondo las voces de Akutagawa y Atsushi, que se
mantienen un paso atrás.
Tachihara les responde con entusiasmo y
Chūya se limita a observarlos, o más específicamente, a mirar con insistencia a
Dazai. Dazai por su parte, lo ignora y sigue andando.
Pronto sus
siluetas se pierden en uno de los salones y Chūya aprieta los dientes,
intentado que Tachihara no note su repentino cambio de humor.
—¿Alguna vez
cederás a prepararme el almuerzo? —Chūya parpadea, tratando de volver a la
conversación.
—No, mi
comida es especial, no la preparo para cualquiera.
Inmediatamente,
Tachihara empieza a quejarse sobre que si ser su mejor amigo, no lo hace por
defecto el hombre más especial en su vida, luego la campana suena.
Si me detienes, te digo
desde hoy que
aunque lo intentes, no
lo decido yo.
Cuando Chūya saca su libro y busca la
página que el profesor indica, una notita color rojo emerge y la atrapa
apresuradamente, llamando la atención de su compañera de mesa.
—¿Un admirador secreto? —Chūya da un
respingo y niega, casi horrorizado—; está bien, no es tan malo ¿sabes?
—¿No…? —Naomi sonríe ligeramente.
—¡Me sorprendería más si no lo tuvieras!
Eres demasiado lindo.
Chūya va a responder algo, pero se calla
cuando el profesor comienza a merodear demasiado cerca. Por el rabillo del ojo
puede ver a Naomi concentrada en la lección, pero sonriente al mismo tiempo.
Lee la nota rápidamente y se siente un
poco estúpido porque su corazón se acelera con algo tan nimio, también porque
su compañera ahora parece saberlo todo y eso definitivamente no está en sus
planes.
Habían acordado que las notas ocultas en
sus cosas debían terminar, pero al final la decisión no fue unánime al parecer…
Entre tanta, tanta
gente y apareciste al corazón
¿y qué hago yo?, se
enamoró. No puedo decirle no.
—¡Estoy tan
celoso de tu comida! —Atsushi frunce el ceño y los labios, intercalado la
mirada entre su desabrido ramen y el hermoso bento que Dazai tiene delante—; no
te estoy creyendo que lo prepares tú.
Dazai hace
un gesto teatral con sus palillos, fingiendo indignación.
—¿Dudas de
mis capacidades culinarias? —Pregunta, abriendo la boca de más y haciendo
muecas exageradas para demostrar lo deliciosa que es su comida casera. Atsushi
sólo resopla.
—Ryou, ¡dile
algo! —Akutagawa se encoge de hombros, como si no le interesara en lo más
mínimo el tema.
Pero al cabo
de un rato y luego de haber tragado el bocado que estaba masticando, habla:
—Ciertamente
es sospechoso. —Acerca sus palillos a la comida de Dazai y el castaño le da un
manotazo inmediatamente—; a eso me refiero…
—¿Qué?
—Dazai frunce el ceño antes de seguir comiendo.
—Cuando
compramos comida afuera, dejas que robemos sin problemas, pero si alguien trata
de tocar tu bento tú…
—¡Quieres
arrancarle la mano! —Termina Atsushi, satisfecho por la colaboración de
Akutagawa—. Además, tu bento es demasiado elaborado y tus actividades como
presidente no te dejan tanto tiempo libre como para preparar algo así.
—Y mi nariz
es sensible, no tengo que probarlo para saber que tiene un sabor excelente, Gin
siempre me dice que cuando se cocina con amor la comida es excepcional y tú
definitivamente no te amas.
—¡Eso! —Los
ojos de Atsushi parecen brillar con fuego—, ¡Dazai debe tener una bonita novia
que nos oculta y le prepara bentos! —Akutagawa se cruza de brazos y asiente
vigorosamente en silencio.
—Ustedes
chicos, están divagando demasiado el día de hoy.
Dazai guarda
muy bien sus utensilios y se retira de la mesa sin parecer un poco afectado por
las palabras de sus estúpidos menores.
No puedo más, no puedo
callarme si yo te amo.
Para siempre así será.
Con el portafolio colgando de su mano
izquierda, Dazai recorre los pasillos y salones ya vacíos, cerciorándose de que
cada clase cumplió con la limpieza adecuadamente y no hay algo fuera de lugar,
sin embargo, cerca de los casilleros del ala C, ve desde la distancia una
mochila negra que reconoce a la perfección.
—¿Nakahara…? ¡Nakahara! —El grito de
Dazai retumba demasiado fuerte debido a lo desierto del lugar, Chūya brinca y
sin querer golpea con su cabeza la nariz de Tachihara y el chico siente como si
su tabique nasal se rompiera—; ¿qué estás haciendo! —Suena como un reclamo más
que como un regaño, y Tachihara no entiende porqué si siente así.
Dazai está preguntándole algo a Chūya,
pero es a él a quien mira como si quisiera pegarle o algo peor. Pasa saliva y
se frota la nariz, desviando su mirada hacia el suelo.
—No es de su incumbencia, presidente. —Tachihara ve el puño de
Dazai apretar con más fuerza el asa de su portafolio y reza porque Chūya vea
que él está temblando y no siga en su papel retador.
—Todo lo que pasa en estos pasillos está
en mi jurisdicción, debo saber. —Su
tono es amenazante y su cuerpo parece hacerse cada vez más grande, aun cuando
eso es físicamente imposible.
—Uhm… —Tachihara carraspea—; mi nariz…
debo irme… creo que… algo le pasó…
No espera que Chūya o Dazai le den su
aprobación cuando arranca a correr en dirección a la salida, demasiado
preocupado por su integridad como para cuestionarse acerca del porqué, desde
hace un par de meses, es que el presidente parece asesinarlo con la mirada cada
que lo ve con Chūya.
Y si tú me quisieras
bajaría el cielo al suelo para ti.
Si tú me quisieras y me
permitieras hacerte más feliz…
—Está siendo un pesado.
—Para ya. —La tensión en el cuerpo de
Dazai desaparece una vez Tachihara se ha ido, entonces se agacha para recoger
la mochila del suelo y extendérsela a su dueño.
—Gracias. —Chūya la acepta de buena
manera y la cuelga de uno de sus hombros.
Luego ambos van en silencio hacia los
casilleros y se colocan los zapatos para salir.
—¿Qué estabas haciendo? —Mientras
caminan, el tono de Dazai disminuye hasta parecer tímido y de alguna forma,
temeroso y herido. Chūya siente una punzada de culpa.
—Una compañera vio la nota que dejaste en
mi libro y se lo contó a Tachihara.
—¿Por qué? —Chūya ríe irónicamente por la
respuesta a eso.
—Creyó que era de él… que él y yo… Fue
entonces que empezó a molestar con querer abrazarme para ahuyentar a quien
realmente dejó las notas.
Dazai se carcajea inesperadamente y eso
alivia en gran medida el corazón de Chūya.
—Ah… Entonces ni siquiera imagina que soy
yo y el muy cobarde acaba de huir de mí. —Dazai hace una pausa y se detiene
enfrente de Chūya—; déjame decírselo a él. A todos.
Y aunque tal vez tú
pienses que es un poco arriesgado
quiero decirte que
también, ¡yo estoy temblando!
—Dazai… —Dazai sacude la cabeza y atrae
el cuerpo de Chūya para estrecharlo con fuerza entre sus brazos, sin darle
oportunidad para hablar.
—Sé que tus notas no son las mejores,
pero entras en la categoría de «buen estudiante» y nunca causas grandes
alborotos que no sea capaz de ocultar. —Dazai siente cómo la risa de Chūya
rebota contra su pecho y se ríe también—; y te quiero, Chūya, lo demás no debe
importar.
Y tengo miedo que
quizás todo sea en vano…
Al menos yo te pido
que, ¡hay que intentarlo!
Chūya retrocede un poco cuando Dazai
afloja el agarre.
El sol del atardecer pega directamente en
el perfil de Dazai y hace que sus ojos castaños se vean claros, brillantes y
dulces como la miel. Chūya se ríe solo por su propio pensamiento, porque sabe
que está siendo demasiado cursi y aunque trata de evitarlo, no puede parar de
pensar así.
—Eres jodidamente perfecto. Te odio.
Me estoy muriendo por
tenerte aquí, para mí,
para vivir la vida para
ti y llenar la mía…
—Hace unos minutos nos hablábamos
formalmente y ahora estás maldiciendo delante de mí.
—Cállate.
Dazai ladea la cabeza y da un par de
pasos para atrás, luego extiende los brazos hacia Chūya y le sonríe
estúpidamente.
—No haré eso.
—¿Por favor?
Chūya mira para otro lado y se cruza de
brazos, no obstante, unos segundos después corre hacia Dazai y se lanza en sus
brazos. Dazai lo atrapa y le da vueltas.
—¡Dazai Osamu es el presidente de la
escuela —grita entre risas—, también es el mejor promedio de la generación y es
mi novio!
Dazai tira de la corbata floja del
pelirrojo para acercarlo a sus labios y besarlo.
Ven a mí.
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