Demons II {SoukokuFyo}

By KyuNaFish - 7:13 p.m.





Ranpo, sentado en el sofá situado al fondo de la habitación, luce extrañamente serio mientras mira unos papeles, Fukuzawa lo observa un momento, dubitativo, inmediatamente después frunce el ceño y se aclara la garganta:

—¿Estás seguro? —Ranpo asiente distraídamente, retirándose las gafas y poniéndolas en la mesita frente a él—. Pero es... —Los verdes ojos de Ranpo se afilan cuando se enfrenta a Fukuzawa.
—Nunca me equivoco.

Su contundente respuesta no hace que Fukuzawa se sienta en lo más mínimo aliviado, en su lugar, lo aturde y deja en un camino donde no sabe qué hacer a continuación. Ranpo tampoco está mejor que él, sabe que se avecina un enorme problema y confía ciegamente en conocer la identidad del perpetrador, pero no entiende las razones, no conoce el procedimiento, no puede ver más allá esta vez.

—Aleja a Dazai. —Las cejas de Fukuzawa están casi juntas debido a lo profundo que frunce el ceño.
—No es tan fácil, necesitamos de su ingenio…
—Es un arma de doble filo.
—Aunque lo rechace, actuará por su cuenta y tus especulaciones…
—¡No estoy especulando, si te digo que lo detengas lo detienes, y si no puedes entonces lo encierras!

Fukuzawa se traga sus siguientes palabras cuando Ranpo abandona la oficina azotando la puerta. Él no suele comportarse así y es por eso mismo que Fukuzawa duda.

Han pasado cinco días desde que el barrio de los pescadores despareció y a pesar de los esfuerzos del mismo gobierno, la noticia no se pudo ocultar. ¡Personas y casas desaparecieron! ¿Cómo era esto siquiera posible?

Atsushi tiene un mal presentimiento y debido a esto, si antes se distraía en el entrenamiento, actualmente es incapaz de esquivar siquiera las balas de tres francotiradores. Akutagawa se mantiene al margen de su comportamiento y no lo presiona.

Luego del ataque del Gremio a la ciudad y su respectiva derrota, Yokohama estuvo en relativa calma durante tres años. Ni la Agencia ni la Mafia se atacaron activamente en este tiempo y una tácita tregua se mantuvo entre ellos para dejar a la ciudad sanar. Estuvo bien, de alguna forma Mori logró volverse más sutil al moverse por el bajo mundo y además, autorizó a Akutagawa entrenar con Atsushi bajo el pedido de Dazai.

No obstante…

—¿Dices que no lo sabes? —Dazai quita el seguro del revólver que sostiene y presiona con fuerza contra la cabeza de Ango.
—Dostoyevski no pertenece a Japón, —a pesar de estarse enfrentando a un arma, Sakaguchi se mantiene impasible y su voz se escucha controlada—. No está bajo mi jurisdicción, el Ministerio no puede controlarlo y mucho menos buscarlo.

Dazai asesta un certero rodillazo a la columna vertebral contraria, haciendo que Ango caiga al suelo y se quede allí por un momento.

—Fyodor fue la mente maestra detrás de la caída del Gremio y la casi destrucción de Yokohama y aun así, ¿no tiene nada que ver con ustedes? —Dazai se burla al tiempo en que esconde el revólver en sus bolsillos—, siempre has sido un traidor inútil, pero debo admitir que esperaba más de ti.

Ango se sacude el polvo del traje y acomoda sus lentes, poniéndose de pie lentamente. Le da una mirada inquisitiva a Dazai antes de volver a hablar:

—Todo este tiempo ha estado en Japón, —Dazai frunce el ceño porque los primeros meses estuvo buscando y no encontró nada, ¿en qué universo Ango podía adelantársele?
Ango parece leer sus pensamientos pues enseguida aclara: —luego del accidente estuvo completamente fuera, no podíamos rastrearlo de ninguna forma. Hace sólo un año que regresó.

Un año… Hace más de eso que Dazai se rindió en su búsqueda.  

—El Jefe Taneda no me puso a cargo de su vigilancia, pero sé que no está solo. Dazai, tú ya… —El brillo rojizo en los ojos castaños frente a él lo hace por fin vacilar en sus palabras—. Dostoyevski es asunto de la División Sobrenatural, te recomiendo no inmiscuirte.

Dazai resopla y mira con resentimiento una última vez a Sakaguchi, luego se va.

Sería mentira decir que Dostoyevski no lo está haciendo a propósito, porque otra vez, no demasiado lejos de donde Dazai camina, hay un ruido ensordecedor que estremece la tierra. Esta vez vuelve a ser cerca del puerto, donde la Mafia Portuaria iba a recibir un cargamento de armas y munición.

Tres barcos ostentosos, cargados hasta el último camerino y que acababan de llegar fueron interceptados por dos hombres con capa y capucha blanca.

Sólo una de las seis cámaras instaladas por los mafiosos sobrevivió a la explosión, grabando todo.

A las veinte con siete el primer barco atracó, los otros dos lo siguieron sólo cinco minutos después. Algunos hombres de negro bajaron de ellos mientras saludaban a sus semejantes y comenzaron a cotejar información, sin embargo, a las veinte con catorce los hombres de blanco llegaron.

Mirando la grabación, Mori frunce el ceño y Ozaki, a su lado, no puede evitar estremecerse de la nada.

Uno de los mafiosos se percata de los extraños y no duda en alertar a sus compañeros para levantar las armas y atacar; intercambian un par de frases y un segundo después, el hombre que parece ser el que está al mando deja caer su arma y toda su cara se muestra en shock, los demás parecen no entender y se apresuran a disparar a los sujetos de blanco, al momento siguiente es que todo el asunto se torna irreal.

La mano de Mori resbala de la superficie del escritorio, Kōyō se aferra al hombro de su jefe y sin querer entierra las uñas.

Las balas de cada mafioso parecen detenerse alrededor de los extraños antes de regresar por donde vinieron y matarlos a ellos en un abrir y cerrar de ojos, luego, una de las figuras blancas —la más pequeña—, expone una pálida mano de entre sus ropas que está llena de líneas azules y que parecen sangrar. Enseguida una esfera inmensa, que también es azul, emerge de aquella mano y choca contra los barcos…

Tragándoselos.

La figura más alta descubre su cabeza y gira para encontrarse con la cámara que está grabando: es Fyodor. A su compañero, el viento causado por la explosión le eleva ligeramente la capucha, dejando ver solamente la parte inferior de su rostro: tiene una sonrisa petulante y sombría. Muy, muy desagradable de ver.

Ambos caminan con soberbia hasta que ninguna de las cámaras los puede seguir.

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