A
Chūya no le importa si es estúpido, pero los celos que sintió hacia Sakunosuke
en el pasado, en el presente siguen intactos. El aura cálida y tranquila, los
ojos tristes y calmos, su estúpida voz lenta y baja, la maldita facilidad suya
de hacer que Dazai se comporte como humano.
—¿Por
qué no sólo das media vuelta y te vas? Fingiré que no te vi. —La doctora Yosano
pasa a su lado, va sonriendo, pero es imposible no notar la molestia que emana
de todo su cuerpo.
Y
Chūya tiene entonces un momento para titubear, para observar mejor la escena
que se pinta ante sus ojos. Para ver a Dazai sonriendo como idiota, conversando
y bromeando, disfrutando de la compañía de un hombre que lo cuida en
sobremanera, que lo quiere y lo hace feliz de una forma sana.
Compañeros.
Amigos.
Amantes.
Lo
que sea.
Nakahara
es consciente de lo torcida que está su percepción del amor desde hace años,
entiende perfectamente que de seguir viendo a Dazai sólo logrará matarlo,
también sabe que si eso pasa, en algún momento la culpa lo ahogará y terminará
siguiendo a Dazai hasta donde quiera que esté, y quizás es masoquismo o igualmente
enloqueció, no importa…
Nakahara
Chūya no se va a detener.
Con
pasos largos y pesados, se adelanta a Yosano para irrumpir frente a la «feliz»
pareja y saludar. El cuerpo de Sakunosuke entra en tensión, Akiko permanece atrás,
hecha una furia, apretando los dientes y los puños.
—¡Chūya!
—Es Dazai el único que lo saluda animado y se levanta de su lugar para darle un
abrazo de bienvenida.
Y
allí, siendo un poco sofocado por los largos y cálidos brazos del castaño, es
que Chūya vuelve a preguntarse si Dazai de verdad es el único villano en su
historia.
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