Hurt VI {Soukoku}

By KyuNaFish - 10:10 p.m.





Cuando Chūya mira al cielo y siente la nieve chocar contra su rostro, se acuerda de su esposo. Fyodor no lo llama regularmente, pero sí le escribe muchos mensajes de texto al día; por la mañana, preguntando si se encuentra bien y añadiendo algo trivial, en las tardes comparte una fotografía de lo vacío que se ve el balcón sin Chūya leyendo allí, y por las noches le recuerda que su ausencia en la casa y en la cama se siente demasiado y le pide que vuelva pronto porque lo echa tanto de menos.

—Tú y la nieve, ¿así reciben los ángeles en el cielo? —Chūya regresa su vista al frente. ¿Qué clase de poesía barata es esa?
—Parece que estás de buen humor, —una pausa; Chūya escanea el cuerpo de Dazai desde los pies a la cabeza antes de continuar—: has dejado por fin la silla de ruedas.

Dazai asiente.

—Hace tres semanas desde la última vez que te veo, pensé que a estas alturas ya estarías de vuelta con tu marido.
—Y yo pensé que a estas alturas ya estarías muerto, pero como vez, la vida nunca nos complace.
—Estás más cruel que de costumbre. —Chūya lo mira fugazmente, antes de volver la vista al cielo.
—Tú estás sensible, que es distinto. —Dazai se ríe, con esa risa maravillosa que hace años Chūya no escuchaba. Con esa risa que es cálida y puede traer el verano en pleno invierno.
—Quizás… Quizás…

Con total familiaridad, Dazai se acerca a Chūya hasta hacer que sus dedos se rocen:

—No puedo sentir tu piel… —Chūya da un respingo cuando Dazai le quita el guante a su mano y la sostiene en medio de los dos—; siempre los usas cuando vienes a verme, ¿es para que no vea el anillo? —De un manotazo, Chūya le arrebata el guante y su propia mano para volver a cubrirse.
—No.
—Si lo niegas tan rápido, es un claro indicio de que sí.

Chūya no responde, pero deja de ver al cielo y ahora se centra en mirar al frente, aunque realmente no haya mucho que ver a parte de la fuente. Dazai lo imita y, ambos, con los dedos rozándose ligeramente, se quedan en total silencio un buen rato.

—Hice que Kōyō se enfadara. —Dazai aprieta los labios y se disculpa—; no es por ti. Soy yo. Yo y mis decisiones, ella quiere que me vaya, pero yo no quiero. No voy a hacerlo.
—Gracias. —Chūya asiente y aferra sus dedos a los del castaño—. Yosano está harta de… nosotros.  
—Lo sé, sé que no quiere que venga.
—¿La viste? —El agarre de sus dedos pasa a ser un agarre total de sus manos.

Las vendas de Dazai, los guantes de Chūya; son ellos queriendo estar juntos, pero siempre separados por algo.

—Se lo dijo a Kōyō, y Kōyō me pasó el mensaje, lo suavizó y aún así no fue agradable. ¿Tienes algún tipo de romance con esa mujer? —Dazai frunce el ceño.
—No, Yosano es para mí, lo que Kōyō es para ti. —Chūya asiente, y la dureza de su agarre se suaviza considerablemente.
—Te hago daño.
—Nos hacemos daño. —Le corrige Dazai.
—Y aun así…
—Te necesito aquí.
—Quiero estar aquí.

Ya es de noche.

Dazai se coloca frente a Chūya y le sostiene ambas manos, se agacha lo necesario para que su frente choque con la del pelirrojo y le sonríe: —tú y la oscuridad, ¿así reciben los demonios en el infierno? —Chūya sonríe también y luego de encogerse de hombros, le planta un beso en los labios.

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