Soukoku Week 2 [Día 3]

By KyuNaFish - 3:19 p.m.




·       Your goody two-shoes act also puts me off



Es difícil comprenderlo y también, una pérdida de tiempo el siquiera intentarlo.

De niños, Chūya nunca pudo entender la mente de Dazai; el castaño era alguien errante, callado y marchito. Jugaba videojuegos de vez en cuando pero no parecía disfrutarlo, sonreía contadas veces, y nunca lo hacía por alegría. Era altanero con todos y tenía una mirada adusta.

En la adolescencia, cuando de cruzar sólo sus caminos pasaron a una convivencia obligada e incómoda, Chūya descubrió en Dazai arrogancia y sarcasmo, maldad vacía nacida de un crudo aburrimiento y una mirada cruel y sombría. Desinterés hacía todo y todos. Frialdad, cinismo y violencia.

No obstante, actualmente y con el castaño haciendo todo lo contrario a lo que hizo la mayor parte de su vida, se hizo más complicado descifrarlo. Se volvió impensable, de hecho. A Chūya adolescente eso le molestaba por una muy simple razón: él, —contrario a Dazai—, fue fácilmente leído. Entendido.

Resultó ser muy predecible.

A Dazai no le costó saber ni un poco que el pequeño pelirrojo de ojos azules era tan crédulo, inocente, leal y blando de corazón como cualquier perro abandonado. No tardó en encontrar su debilidad por aquellas cosas que parecieran desafiantes o que, siendo ya más grandes, halló una patética forma de llenar su carencia de amor adquiriendo cosas costosas y bebiendo. Que adoptó los finos modales de Ozaki y como un plus, se llevó también algunas actitudes quizás demasiado «delicadas» para un hombre. Incluso supo, —tal vez antes que el mismo Chūya—, que éste estaba enamorado de él.

A Chūya adulto, a diferencia del Chūya niño y adolescente, ya nada de eso le importa.

Secretamente —o quizás no tanto—, deseaba ser como Dazai cuando grande. Quería frialdad en su corazón para tener poco tacto con el enemigo, estudiaba mucho y leía a cada oportunidad libros que le ayudaran a pensar en grandiosas estrategias. Luchaba con todas sus fuerzas día a día para estar a la altura del castaño y poder así plantarle cara, pero no podía. Dazai siempre estaba un paso avante, y con el tiempo comenzó a estar dos, tres, cuatro… una vida entera por delante de él.
Fue entonces, cuando ya no lo quería o siquiera pensaba en ello, que por fin lo logró.

Chūya sabe que no es un genio como Dazai, que su temperamento tampoco es circunspecto y en cambio él es impulsivo. Entiende, y sobre todo acepta de buena gana, que carece de aquella chispa sarcástica y divertida que el castaño posee y que por lo tanto, no le es fácil iniciar conversaciones casuales o siquiera hacer amigos. Sin embargo, a pesar de todo eso; de pie, en medio del campo de batalla y rodeado de cientos de cadáveres, Chūya sí es capaz de fumarse un cigarrillo con toda la calma del mundo mientras riachuelos de sangre corren bajo sus zapatos.

Dazai solía burlarse de él por su reticencia al asesinato violento o innecesario: «tus actos de niño bueno me molestan», le decía a menudo y a Chūya eso le dolía y lo hacía llorar todas las noches.


No obstante, ahora, cuando de vez en cuando Nakahara se digna a observar los ojos de alguien a quien está a punto de matar o piensa en el caos que genera sin siquiera usar Corrupción y lo poco que eso le importa, lo insatisfecho que eso lo deja, se pregunta si tampoco sentirá nada cuando mate a Dazai. Si cuando le corte la garganta lentamente, el castaño todavía llegará a pensar que Chūya es un niño bueno. 

  • Share:

You Might Also Like

0 comentarios