Kōyō
no sabe muy bien qué decir porque siempre supo de Dazai, el primer y eterno
amor de su hermano, aquel que a pesar de todo, nunca le fue presentado. También
supo de Fyodor; más que nada por toda aquella correspondencia que comenzó a
llegar a su buzón de repente, pero no estaba muy segura de qué papel tenía
aquel hombre dentro de la vida de Chūya en realidad…
—No
está —contesta con dureza sin querer. Frente a él, un joven alto y de cabello
castaño la mira con sus ojos llenos de… ¿soledad?
—¿Sabes
a qué hora volverá?
Kōyō
se toma su tiempo para analizar a Dazai, porque está totalmente segura de que
es a él a quien tiene enfrente; pensó por mucho tiempo que cuando lo conociera,
le rompería la cara y lo maldeciría hasta la saciedad, pero el hombre tiene un
aura tan depresiva y angustiada que le contagia y hace sentir mal. ¿Cómo puedes
reclamarle algo a alguien que parece estar muriendo?
—No
va a volver. —Decide contestar luego de un rato.
Las
pupilas de Dazai se dilatan por un segundo y luego regresan a la normalidad; la
pelirroja no está muy segura de si eso en verdad sucedió o fue sólo su
imaginación.
—¿Por
qué? —Su voz sale tan suave y vacía, que Kōyō se quiere tirar a llorar… Pobre Chūya.
¿Cómo pudiste soportar?
—Ah…
¿no te lo dijo? —Kōyō trata de no mirarlo a los ojos—, se mudó a Moscú, con su
prometido.
—¡Vaya!
Qué ingrato, ¿va a casarse? —Aunque pregunta, Dazai no se molesta en esperar
una respuesta y se da una propia—: ni siquiera se molestó en invitarme. —En
realidad…
—¡Está
bien! —La interrumpe—, gracias por atender mi llamado a tu puerta, siento las
molestias ocasionadas, que tengas una maravillosa tarde. —Kōyō ve cómo Dazai le
sonríe ampliamente antes de marcharse y comienza a silbar cuando llega a la
acera.
Hay
algo en su caminar también… Todo alrededor de Dazai luce atormentado y
aburrido.
¿Cómo
es que Chūya pudo ser feliz a lado de alguien así?
¿Cómo
pudo hacer feliz a alguien así?
Dazai
camina, camina, y camina.
Sin
rumbo ni destino sigue avanzando hasta que sus piernas duelen; cierra los ojos
mientras piensa en Chūya, en todo lo que hizo para lastimarlo y alejarlo de él.
Se cuestiona internamente si en realidad eso es lo que quería… ahuyentarlo. No
se siente feliz como pensó, hace un tiempo, que estaría.
¿Pero
está triste?
No
es capaz de llorar, tampoco tiene ánimos de buscar con desespero el paradero
del pelirrojo y atraerlo nuevamente a su lado… Dazai no se siente diferente a
como se siente a diario; sin embargo hay algo en su estómago, como un piquete,
que lo está hostigando demasiado. Saber que Chūya de verdad se fue es molesto,
porque desde que Dazai recuerda, el pelirrojo le ha pertenecido, y un sujeto
salido de la nada vino y tomó a su pequeño juguete…
A
Dazai nadie le quita nada.
El
castaño abandona el tren de sus pensamientos al escuchar el sonido del agua
correr; examina el lugar donde está parado: un puente. Con las manos escondidas
en los bolsillos de su gabardina, se toma su tiempo para observar con
detenimiento el movimiento del agua…
¿Qué
pasaría si llegara a caer?
0 comentarios