Capítulo IX
Esta vez todos llegaron al mismo tiempo, pero KyungSoo y YuRi fueron
los primeros en entrar a la habitación junto con el equipo de control que los
apoyaría; cercaron el área y enseguida comenzaron a recoger muestras de sangre
y demás fluidos que pudieran encontrar.
Todo el proceso era el mismo de siempre.
JongIn y ChanYeol permanecieron en la parte baja, conversando con el
dependiente.
—Dice usted que ella lucía como una adolescente, ¿verdad? —El hombre,
pálido, tembloroso y sudado, asintió.
—Era pelirroja, bonita y de aire inocente… —Tragó saliva y se pasó el
dorso de la mano por la frente para limpiar su abundante transpiración—. Me
entregó las llaves de la habitación antes de irse; le pregunté por cómo había
estado su noche, ella respondió que había sido mucho para él y por eso había
muerto… ¡pensé que bromeaba! —JongIn anotaba rápidamente en su libreta mientras
ChanYeol observaba con cuidado todo el lugar; hoy, a diferencia de pasadas
ocasiones, lucía centrado y tranquilo.
Extraño.
—¿Qué nombre utilizaron para registrarse? —Hasta el sonido de su voz
era suave y JongIn supuso, trataba de transmitirle algo de su tranquilidad al
interrogado.
—HanKyung.
—¿Había algo extraño en la actitud de alguno de los dos? —El
dependiente se pensó un rato su respuesta.
—La chica lucía normal, —dijo por fin— pero él parecía estar borracho,
ni siquiera era capaz de mantenerse en pie por sí mismo. —ChanYeol asintió, a
estas alturas ya conocía muy bien los efectos del Rophynol y sabía además, que
era la droga favorita de Miss Murder.
—¿Recuerda cómo era ella? —El dependiente volvió a quedarse en
silencio unos segundos.
—Más o menos… —titubeó— de piel blanca y ojos color verde, estaba
usando zapatillas blancas y un vestido azul con detalles rosados…
—De acuerdo, —ChanYeol lo interrumpió—, escúcheme bien, esto es muy
importante. Ella nunca antes se ha dejado ver y esta es la primera vez que
pasa, descuido suyo o no, vamos a aprovecharlo, —el dependiente asintió y
ChanYeol le dirigió una mirada a JongIn—; irás a la comandancia y llevarás
contigo al señor Ho para que lo interrogue JungSoo y JinKi haga un retrato
hablado de Miss Murder con su ayuda. —La mirada de Park ahora viajó nuevamente
al interrogado y esté asintió a penas.
—Entendido. —JongIn le palmeó el hombro al pasar junto a él y tomando
al señor Ho del brazo, salió del motel.
ChanYeol se frotó el puente de la nariz y suspiró al tiempo en que
dejaba sus hombros caer, cerró los ojos y se tronó el cuello; nunca pensó que
fingirse tranquilo iba ser tan difícil. Sacudió su cabeza y se relajó al saber
que Ho y JongIn ya no estaban, a KyungSoo y compañía iba a gritarles si
resultaba necesario.
Subió corriendo las escaleras de dos en dos y con eso su llegada al
tercer piso fue bastante rápida, sin embargo lo descolocó un poco el ver que su
«novio» —si es que aún podía llamarlo de esa forma— parecía discutir con uno de
los hombres de su equipo y lucía tenso.
—¿Han terminado? —Preguntó mientras se acercaba a ellos con la mayor
naturalidad posible.
—No. —KyungSoo lo fulminó con la mirada, pero él ni siquiera se inmutó
por eso.
—Entonces, ¿qué hacen aquí en vez de estar allá dentro cumpliendo con
su trabajo? —KyungSoo frunció el ceño ante la llamada de atención; para el
extraño resultó evidente que el pelirrojo no estaba acostumbrado a ese tipo de
trato por parte de ChanYeol.
—Agente Park —ChanYeol miró al hombre del que había olvidado el nombre
pero que recordaba haber visto alguna vez—, lo que pasa es que el doctor Do no
entiende que DongHae está enfermo y como no puede venir, soy yo el encargado de
tomar las fotografías.
—¡Tú nunca me dijiste que DongHae estaba enfermo! —Espetó enseguida
KyungSoo y ante su grito, el extraño se encogió contra la pared.
—Vale, —ChanYeol suspiró, siendo intermediario nuevamente—, ve y haz
tu trabajo, yo hablaré con el doctor sobre esto.
—Gracias. —El hombre huyó lejos de ellos enseguida.
KyungSoo y ChanYeol se quedaron un rato más en sus lugares, mirándose
el uno al otro fijamente y en silencio. La atmósfera se volvió pesada e
irrespirable; mitad por el olor de la sangre, mitad el hedor de una relación
más que descompuesta.
—Está bajo mis órdenes, —KyungSoo reclamó, dio dos pasos hacía
ChanYeol y enterró su índice en el pecho de este— tú no tienes porqué
interferir. —ChanYeol tomó la mano del pelirrojo y la apartó de su cuerpo.
—Tú mismo estás bajo mis órdenes, así que yo digo y hago lo que
quiera, con quien quiera.
Le dirigió una dura mirada antes de perderse en la habitación donde
estaban los demás también. KyungSoo no pudo hacer nada más allá de quedarse de
pie en su lugar, lleno de confusión y muy, muy sorprendido.
*
El semblante de DongHae no era el mejor, su rostro lucía demasiado
pálido y sus ojos estaban más empolvados que de costumbre, además, verlo
postrado en una cama y con varias mantas sobre el cuerpo —siendo que el día era
bastante caluroso afuera—, sin duda alguna hacían ver que aquello que le pasaba,
luciera cien veces peor de lo que realmente era.
—¿De verdad te revisó un médico? —Le preguntó KyuHyun, observándolo
fijamente desde el extremo derecho de la cama, que era donde estaba sentado.
El ladrón había llegado recién y por su propia voluntad; DongHae no
conocía la razón de aquel movimiento, pero lo agradecía y eso además, le proporcionaba
más confianza en que sus planes saldrían justo como él deseaba.
—Estoy bien, —le sonrió ligeramente—, gracias por preocuparte por mí,
no deberías.
—Por supuesto que debo, —le contradijo enseguida el pelinegro— eres mi
amigo. —También sonrió y se atrevió a ir un poco más allá; acercándose más a la
cama, estiró el brazo y acomodó suavemente el cabello del castaño.
DongHae tembló, KyuHyun no retiró su mirada de la contraria y dejó
caer su mano suavemente cerca del rostro del fotógrafo, rozando la mejilla de
este con las yemas de sus dedos.
Se mantuvieron en silencio un rato, observándose fijamente a los ojos;
buscando sigilosos las mentiras escondidas, tratando de leer los secretos
detrás de sus recientes actos.
Sin embargo ninguno fue capaz de hallar el engaño y la falsedad detrás
de aquellas amistosas sonrisas.
Ambos lo hacían excelente actuando, los dos vivían engañando. No había
duda: eran el uno para el otro. Empero, aún estaba por verse si lo notarían
antes de que fuera demasiado tarde.
*
El levantamiento de cadáver fue limpio y sin contratiempos de ningún
tipo, la camioneta forense se marchó junto con el equipo y demás personas,
además del cuerpo, por supuesto. JongIn hacía ya una hora que estaba en la
comandancia junto con el dependiente del motel, así que solo ChanYeol y
KyungSoo permanecían en la escena del crimen como la evidencia de que en ese
lugar había sucedido algo atroz.
Solo un auto se encontraba aparcado del otro lado de la acera y, el
dueño sabía que se vería obligado a caminar.
Park le entregó las llaves de su auto al pelirrojo y enseguida guardó
sus manos en los bolsillos de su pantalón, luego cruzó la calle. KyungSoo lo
miró en silencio un momento y maldijo por lo bajo.
—¡ChanYeol! —Gritó, y corrió detrás del castaño—. Lo siento, ¿de
acuerdo? —El agente no se detuvo y continuó su marcha con la espalda erguida y
dando zancadas—. ¡ChanYeol! —Gritó el pelirrojo una vez más.
Los transeúntes que pasaban cerca los miraban de reojo, pero a ninguno
de los dos le importó aquello.
Era la primera vez para ChanYeol poniéndose orgulloso, y debía
confesar que se sentía bien el parecer tener algún tipo de poder sobre KyungSoo
luego de tantos años. Recordaba y se preguntaba: ¿en qué momento las cosas
habían cambiado? Desde secundaria hasta universidad siempre habían sido «Park y
Fulano», siempre había sido como hoy: KyungSoo corriendo detrás de él. Porque
Park ChanYeol era hijo de una importante familia, bien parecido, simpático y
con bastante dinero, Park ChanYeol era un estudiante destacado en todas sus
clases y un excelente deportista, dueño de la mayor parte de los trofeos con los
que se engrandecía su escuela, Park ChanYeol era una estrella y Do KyungSoo…
¿existía siquiera alguien con ese nombre? KyungSoo era el chico promedio, con
calificaciones buenas pero no excelentes, pequeño y quizá atractivo para
alguien con gustos extraños, un ratón de biblioteca que hasta comparado con los
de su propia especie resultaba invisible.
Sin embargo, el «gran» Park ChanYeol quería al «invisible» Do
KyungSoo, y no importaba nada aparte de eso; a ChanYeol nadie lo miraba mal, no
lo insultaban o envidiaban por salir con el chico más popular del colegio, a
sus espaldas nunca nadie cuchicheaba nada, su mundo seguía siendo rosa, por esa
razón solo sabía sonreír.
Y mientras él resplandecía día con día, el negro abismo dentro de su
pequeño novio se expandía más y más. Hasta un punto de no retorno, cuando lo
devoró.
ChanYeol se detuvo por fin y volteó, KyungSoo iba unos metros detrás
de él: su rostro estaba enrojeciendo ya y una estela de sudor perlaba su frente
y nariz.
¿Cómo es que había estado tan ciego?
Regresó corriendo sobre sus pasos, directo hacia el pelirrojo, y lo
abrazó, con todas sus fuerzas, con todo su amor. Cerró los ojos e inhaló
profundamente el aroma que expedía su cabello, le besó la cabeza y bajó hasta
su oído:
—Perdóname… —KyungSoo se tensó ante las inesperadas acciones y tardó
en reaccionar.
—Está bien, —lo disculpó el menor sin dificultades— merecía el regaño.
—No, —ChanYeol lo interrumpió. Terminó el abrazo y ahora utilizó sus
manos para acunar el rostro de KyungSoo.
—¿Qué…?
KyungSoo no entendía nada y necesitaba explicaciones; ChanYeol tenía
tantos sentimientos en su interior que ni siquiera podía hablar, temía que su
lengua fuera a enredarse si lo intentaba… es que para empezar no hallaba las
palabas correctas para expresarse. ¿Cómo explicarle a KyungSoo que lo sentía
por haberle arruinado gran parte de la vida? ChanYeol sintió sus ojos picar
ante los innumerables recuerdos de las veces que encontró a KyungSoo llorando
sin aparente razón, los moretones que a veces aparecían en su cuerpo y rostro y
que el menor parecía ignorar, ¿realmente era tan idiota? Las señales del
maltrato que KyungSoo había sufrido durante sus años escolares debido a su
relación siempre estuvieron allí, pidiendo a gritos silenciosos pero
desgarradores una ayuda que nunca llegó. Que él nunca le dio…
—KyungSoo… —El ceño del nombrado comenzaba a fruncirse, muestra clara
de que la incertidumbre de no saber qué pasaba con ChanYeol ya lo estaba
molestando.
—Dime. —Pero se sabía que era un actor de primera, un experto controlador
de sus verdaderos sentimientos; su voz había sonado calmada y suave.
—Te amo.
ChanYeol tragó y lo besó. Y se sintió bien.
Este beso era una caricia de verdad, demasiado distinta a lo que
habían compartido en las últimas semanas. Un roce lento, suave y amoroso…
chispeante. Un beso como de adolescentes enamorados que se besan por primera
vez: tembloroso y titubeante, pero dulce, empalagoso como la miel. El corazón
de ChanYeol brincó fuerte y acelerado, como queriendo escapar de su cuerpo:
KyungSoo no lo estaba rechazando. De parte del pelirrojo: no había nada. Se
sentía como estar flotando en el espacio, con un fondo blanco lechoso
rodeándolo: una nube quizá. Sus oídos zumbaban y no podía escuchar nada, pero
estaba bien, porque no quería escuchar o sentir nada que no tuviera que ver con
ChanYeol en ese momento.
Eso era enamorarse y amar; o al menos así había sido para él siempre.
Ser cegado por aquella persona, aislarse del mundo cuando te tocara o
hablara; de hecho, la sola mirada del ser amado debía hacerte vibrar, querer
explotar en pedacitos de colores lindos… ChanYeol le provocaba eso, siempre lo
había hecho, ahora todavía lo hacía y KyungSoo parecía acabar de descubrirlo.
—Yo también te amo. —Fue su respuesta a la confesión de su novio, la
cual acompañó con una de las radiantes sonrisas que hace tanto no tenía deseos
de compartir.
ChanYeol le sonrió de vuelta y ambos se abrazaron como si hiciera años
que no se veían, tal cual amantes que se reencuentran luego de una larga
separación.
Allí, a mitad de la calle e ignorando a los extraños, Park ChanYeol y
Do KyungSoo lucían como una pareja de enamorados, sin ningún tipo de problema.
*
Cuando Jessica volvió de América, le pidió a su padre que la acomodara
en uno de los conjuntos departamentales del centro porque no quería vivir con
él; la casa de la familia Jung era grande y bonita, ubicada en un buen lugar,
no obstante, siempre estaba sola porque el comandante YunHo casi no pasaba por
allí, y dado que la señora de la casa llevaba años muerta, a Jessica no le
atraía en lo más mínimo vivir en un lugar de ese tipo, lleno de recuerdos
deprimentes e innecesarios. Por ello que la rubia estuviera viviendo en el
corazón de Seúl, teniendo siempre cerca las tiendas departamentales y
comerciales, además de una preciosa vista de la ciudad con solo acercarse a la
ventana, sin embargo, vivir en un lugar así siempre tiene sus inconvenientes;
uno de ellos, por ejemplo, es que no puedes deshacerte de un cadáver sin que te
vean.
—Maldición… —Jessica se talló el rostro, tratando de limpiarse las
lágrimas, aunque no importaba qué tanto quisiera deshacerse de ellas,
simplemente no podía dejar de llorar.
Es que ella no había querido matarlo… había sido un accidente.
El cuerpo de ZhouMi estaba allí, tendido sobre su alfombra de
«Welcome». Todo había sido tan rápido que Jessica todavía no terminaba de
comprender ni asimilar lo que acababa de pasar… su amigo no podía estar muerto,
no por sus manos…, sin embargo el cadáver estaba junto a sus pies, poniéndose
frío lentamente y quedando sin color mientras la sangre, roja y pegajosa, se
expandía por el piso de madera y sobre la alfombra.
La rubia tenía un grito de terror atorado en la garganta, los ojos sin
vida de ZhouMi la miraban desde el suelo y llenos de enojo y desprecio
ficticios: ella no soportaba que el muerto la viera así. Se apresuró a bajarle
los párpados mientras pensaba en algo para deshacerse del cuerpo.
Ni loca iba a avisar a la policía de lo ocurrido, un escándalo así
podría echar por tierra el puesto y reputación de su padre, sin mencionar que
ella iría a dar a prisión… pero entonces, ¿cómo ocultarlo?, ¿a quién pedir
ayuda si no tenía más amigos? Jessica decidió que pondría el cadáver en la
bañera —aunque fuera lo más cliché del mundo no encontraba otra cosa— y
limpiaría el desastre de su recibidor mientras pensaba en una mejor solución.
Se puso de pie y comenzó a arrastrar el cuerpo de ZhouMi hacía el
baño, dejando una espesa estela de sangre allí por donde pasaba.
*
—No voy a culparte si no me crees, porque ni yo mismo espero que me
creas. —DongHae lucía solemne.
Ya no estaba acurrucado contra las mantas, ahora estaba sentado frente
a su ordenador con KyuHyun a su lado; ambos observando la pantalla.
DongHae conservaba una copia de todas las fotografías que había tomado
persiguiendo el caso de Miss Murder, y se las acababa de mostrar a KyuHyun. El
ladrón se notaba un poco afectado; DongHae supuso que más que nada se debía a
las imágenes de MinHo y su asesinato, sin embargo ahora ya no reaccionaba como
antes ante aquel tipo de contenido tan sangriento. Se había vuelto más fuerte,
o tal vez solo era parte de acostumbrarse.
—¿Te dejé sin habla? —KyuHyun sintió el codo de DongHae enterrarse a
penas en sus costillas y negó.
—Estoy sorprendido…
—¿No lo crees? —KyuHyun volvió a negar.
—No es eso… es solo que… encaja demasiado bien y me supera el hecho de
que nadie más se haya dado cuenta. —DongHae asintió—. De que yo no me haya dado
cuenta.
—Desconocías datos, por otra parte, no es que nadie lo vea, más bien
es que lo ignoran porque es ella y nadie va a gritar que sospecha de la
mismísima hija del comandante de Seúl.
—Es lo mismo que me pasó contigo, —reflexionó el ladrón— cuando le
hablé a Park de mis sospechas hacia ti, solo se burló.
—De hecho, sospechar de Jessica es más descabellado. —KyuHyun suspiró
y miró al chico sentado a lado suyo fijamente.
Junto con las fotos, DongHae acababa de contarle acerca de sus razones
para tener —personalmente— a Jessica Jung como su principal sospechosa en el
caso Miss Murder; KyuHyun quería no creerle en eso también, pero su hipótesis
era buena. Detalles de los que no tenía ni idea, como que Jessica era la
compañera de DongHae en Seouldae, el hecho de que una de las víctimas de Miss
Murder —Kwon YeolMin— fuera ex pareja de la rubia y que, exactamente en el caso
de ese hombre, Do KyungSoo encontrara evidencias que más tarde se perderían
debido a un «accidente» provocado por la misma rubia… Había un detalle más
también, quizá el más oscuro: la llegada de la emblemática Miss Murder sucedió
a solo dos meses del retorno de Jessica a la ciudad.
Jessica Jung, quien había estado estudiando medicina en Pensilvania
durante ya 2 años, decidió regresar sin aviso alguno; sufriendo un radical cambio.
La chica de melena castaña y coleta alta, tímida, educada e introvertida, llegó
siendo un monstruo rubio de sonrisa sensual y asesinos ojos… ¿la razón? Muy
sencilla, Kwon YeolMin siempre había estado sosteniendo relaciones esporádicas
con cuanta chica se le pasara por delante; su novia nunca estaba y tener con
ella una relación a distancia le ponía las cosas fáciles. La gente —en su
mayoría— creía que Jessica ignoraba las aventuras de su novio; pero eso no era
así, ella las aceptaba porque amaba a su novio, y porque sabía que el amor de
YeolMin también le pertenecía, independientemente de aquellas aventurillas que
solo valían lo que un revolcón con cualquier prostituta y nada más. Lo que la
chica sí ignoraba es que Kwon YeolMin se había matriculado en Seouldae,
persiguiendo a alguien…
A un chico…
Un hombre que, —según las propias palabras de YeolMin—, le había
arrancado el corazón con solo verlo. Un jovencito precioso y taciturno,
distante, difícil, frío… un reto: Lee DongHae.
Por supuesto, eso el castaño no se lo dijo a KyuHyun, ni se lo diría.
—¿Qué piensas hacer? —DongHae ladeó la cabeza y levantó su mano; la
venda seguía allí, además del dolor.
—Es evidente que solo no puedo contra ella —sonrió con cansancio— de
todas formas voy a seguir tratando porque es lo correcto.
«Porque es lo
correcto».
KyuHyun continuó observando a DongHae un rato más, el muchacho seguía
confundiéndolo demasiado. Por momentos, todo en él estaba cerrado y parecía
inaccesible, sin embargo hoy, la mayor parte del tiempo —al menos— se había
mantenido «transparente»; sus ojos lucían sinceros y todo su cuerpo se veía
cansado, debilitado… quizá era cosa de su imaginación, quizá se estaba
volviendo loco ante tanta información recibida los últimos días; fuera cual
fuera la razón, algo dentro de él le decía que ayudar a DongHae estaba bien.
Aunque había una voz más, una pequeña y que solo susurraba por ratos, que
lo más sensato era alejarse.
KyuHyun solía ignorar a las voces de su cabeza y se limitaba a seguir
su instinto, el problema ahora era que no sabía quién era quién y no tenía más
tiempo para sentarse a pensar; Miss Murder acababa de matar a otro
desafortunado hombre —hacía media hora que ChanYeol se lo había comunicado—y
definitivamente tenía que detenerla en memoria de MinHo.
—Voy a ayudarte. —El castaño parpadeó varias veces y alejó la
computadora de KyuHyun.
—No. —Su negativa fue rotunda—. No voy a involucrarte en esto… ella va
a lastimarte.
—DongHae, —KyuHyun lo tomó de los hombros, incitándolo a que se
pusiera de pie como él— no te pregunté.
—Pero KyuHyun… —Y sucedió algo que ambos habían estado planeando, pero
que no estaba destinado a pasar exactamente en ese lugar y momento.
Un beso.
Sí, formaba parte del plan individual de cada uno: KyuHyun lo
necesitaba para asegurar a DongHae como su aliado, para tenerlo de su lado
porque no se fiaba completamente de él. El pelinegro no era estúpido, se daba
cuenta perfectamente de lo que podía causar en el cuerpo de su menor y por
ello, entendía que confundirlo era lo correcto.
Por otro lado, DongHae sabía que si lo conseguía sería más fácil
enterrarse en el corazón de KyuHyun y hacerlo suyo, ya que para la gente
normal, ese tipo de caricias lo son todo.
Sin embargo, lo que no figuraba en los planes de ninguno fueron las chipas
de colores y la simulación de descarga eléctrica de la que fueron víctimas. No
estaba escrito que sería algo que iba a gustarles; KyuHyun no tenía que abrazar
a DongHae como lo estaba haciendo, con fuerza y un instinto de posesión que se
le salía de las manos; DongHae no debía aferrarse al cuerpo de KyuHyun con
tanta desesperación, con tanto ahínco… no era su soporte, no todavía. KyuHyun
no estaba asegurado para ser de su exclusiva propiedad aún, el ladrón todavía
era capaz de traicionarlo, de herirlo… matarlo.
Y aunque ambos estaban aterrorizados por lo que estaban sintiendo, no
pararon, no se soltaron, aquellos sentimientos extraños eran más fuertes que
ellos mismos.
*
Una hora.
Jessica se había tomado una hora completa para limpiar el desastre de
la sangre y dejar impecable su departamento. Ahora permanecía en el
estacionamiento de este, sus manos ligeramente temblorosas aferradas al volante
con convicción.
¿Qué estupideces había estado parloteando ZhouMi antes de morir?
Jessica rememoró.
El pelirrojo comenzó a acusarla de la muerte de su novio nada más
abrió la puerta; que tontería, ella ni siquiera conocía al inútil novio de su
ex mejor amigo. No obstante, ZhouMi había llegado hasta ella llorando,
alterado… enojado, gritándole que era una asesina… Jessica sacudió la cabeza,
¿sería posible que ZhouMi hubiera acudido a la policía para denunciarla?
Idiota. Mil veces maldito si lo había hecho.
Jessica bufó frustrada y apretó el agarre sobre el volante, no podía
quedarse sin hacer nada. Dio un último suspiro y pisó el acelerador hasta el
fondo, rumbo hacia la comandancia.
*
—Se llamaba HanGeng y era chino. —JungSoo cerró la puerta tras él y
colocó varios papeles y fotografías sobre el escritorio de ChanYeol—, 28 años
de edad. Se estableció en el país desde hace 7 años y bajo su nombre se
encuentran dos cafeterías en el centro de la ciudad además de una pequeña casa
en una villa muy modesta y un departamento en el centro. —ChanYeol prestó
atención a las fotografías: alguna vez entró a una de esas cafeterías, lo
recordaba; de las demás propiedades, no conocía ni siquiera la ubicación
correcta—. Los análisis muestran que en efecto, consumió Rophynol al menos una
hora antes de morir.
—Ser asesinado, —corrigió el castaño. JungSoo a penas y asintió.
—La causa de su muerte fue el desangramiento… —hizo una pausa larga,
que se volvió incómoda para ChanYeol porque su mayor no dejaba de verlo
fijamente.
—¿Algo…? —Titubeó.
—¿Estás seguro de que esta vez también ha sido Miss Murder? —El rubio
escupió la pregunta rápidamente, interrumpiendo a ChanYeol. El castaño parpadeó
un par de veces antes de contestar.
—¿Por qué lo preguntas?
—Interrogué al hombre, a Ho ShinMin. También vi el cadáver.
—Pareciera que no, ¿verdad? —ChanYeol sonrió con amargura—. La escena
del crimen era grotesca, además de que cualquiera pensaría que alguien del
calibre de Miss Murder no sería tan estúpida como para dejarse ver la cara como
si nada.
—Entonces… —ChanYeol negó.
—Los cortes y la aparente molestia y ansiedad con que se hicieron son
similares al asesinato de otro hombre: Kwon YeolMin; por supuesto hay otros
factores que tener en cuenta si voy a compararlos. El primero fue llevado a
cabo en un lujoso hotel de renombre, además de que la víctima en cuestión pertenecía
a la alta sociedad, en cambio, este chico: HanGeng, era un ciudadano
cualquiera.
—Luce como una víctima escogida al azar.
—Sí.
—ChanYeol… —El aludido levantó la mirada de los papeles.
Ambos agentes permanecieron en silencio una vez más; ChanYeol sabía lo
que JungSoo le diría y por lo mismo, no quería escucharlo. Entendía que no era
que el veterano quisiera quitarle el caso, —de hecho, nadie en su sano juicio
querría hacerse con el problema que representaba Miss Murder—; más bien, todo
se reducía a que JungSoo detestaba ver como el que fue su alumno se destruía
poco a poco. Claro que el rubio tampoco ignoraba que ChanYeol retenía el caso
por la simple razón de no agobiar a nadie más. Por eso…
—Si necesitas ayuda no dudes en pedirla, sabes dónde está mi oficina. —ChanYeol
pasó saliva y agradeció infinitamente a Dios porque JungSoo se retirara sin
decir nada más.
Suspiró y enseguida volvió a coger los papeles que JungSoo le había
dejado: eran los datos personales del fallecido, además de varias hojas
escritas con máquina de escribir que contenían la declaración del señor Ho. Debajo
de todo el papeleo vario, había un folder más en color crema, ChanYeol lo abrió
y en ese mismo momento la puerta de su oficina también lo hizo, provocándole un
ligero exaltamiento.
—Buenas tardes.
ChanYeol no contestó; se limitó a intercalar la mirada entre el
retrato hablado que tenía de la supuesta Miss Murder y DongHae, quien lo miraba
impasible desde la entrada.
*
KyuHyun verificó una vez más que la ruta trazada en su GPS fuera
correcta; y lo era, o al menos eso creía. No estaba familiarizado con el sector
pero confiaba en la inteligencia de DongHae. El fotógrafo era quien, una hora
antes, había programado su camino y él solo se había limitado a seguirlo.
Agradecía en demasía aquella ayuda, de lo contrario tal vez se habría perdido
puesto que luego del beso y la reticente actitud que DongHae había tomado, su
mente se mantenía en constante divagación respecto a aquello.
¿Qué debía hacer y qué no? Un simple beso no los convertía en amantes,
o ¿lo hacía?, ¿siquiera era correcto autodenominarse como «amigos con derecho»?
KyuHyun no estaba seguro de que DongHae fuera a aceptar algo así, no era como
si ese beso le permitiera ahora llegar de la nada y besarlo cuando quisiera,
aunque si el castaño no lo había rechazado la primera vez, no tendría por qué
hacerlo una segunda o tercera vez…
Besos.
Besos.
KyuHyun había besado a muchas personas antes, hombres y mujeres por
igual. Algunos grandes maestros de los que aprendió y otros solo personas
promedio, sabía todo lo que había que saber acerca del arte de besar y,
definitivamente, DongHae estaba perdido. De lengua torpe y lenta, además de que
no abría la boca lo suficiente, sin embargo el sabor de sus labios era especial
y adictivo, también desconcertante.
KyuHyun quería, necesitaba besarlo hasta el cansancio, hasta que
lograra despejar su mente y comprender. Aunque seguramente DongHae no se lo
pondría tan fácil.
El camino fue un poco largo y tedioso, —debido a sus pensamientos y
que la casa del castaño y su nuevo destino estuvieran bastante alejados—.
DongHae le había comunicado a KyuHyun que encontraría un
estacionamiento designado especialmente para los habitantes y visitantes del
conjunto departamental, no obstante el ladrón optó por estacionarse en otro
lado y llegar caminando.
El edificio se levantaba imponente en una de las avenidas más
ajetreadas de la ciudad, daba el sentimiento de ser un lugar que solo famosos
podrían pagarse y quizá era así, por supuesto eso no detuvo a KyuHyun; con la
cabeza en alto y el andar firme, se internó en el edificio y llamó el ascensor.
Conforme subía en los pisos se encontró con algunas personas que no le
prestaron la menor atención, dándole a entender que no lucía fuera de lugar. Se
bajó en el piso con el número 11 y tocó en la puerta que estaba justo frente a
él.
La puerta se abrió ligeramente hasta el quinto llamado.
—¿Qué…? —Cuando Jessica vio la cara de Cho KyuHyun al asomarse, el
alma se le escapó del cuerpo y aterrorizada trató de cerrar.
—¡Hola! —Pero KyuHyun fue más rápido y ni bien el saludo había
escapado completamente de su boca, logró empujarla y colarse en su casa.
Jessica hizo puño sus manos, quiso maldecir con gritos fuertes e
histéricos, regresar el tiempo y nunca haber abierto la puerta. Lastimosamente
no podía hacer nada de aquello, así que trató de lucir lo más normal posible y
correr rápidamente al ladrón.
—¿Qué quieres? —Preguntó con los dientes apretados—. ¿Cómo supiste en
dónde vivo?
KyuHyun le sonrió con maldad.
—Contactos. —Respondió a la ligera y fue a sentarse en el primer lugar
que encontró disponible.
—No te di permiso de acomodarte. Largo de aquí, —Jessica fue hasta él
y tiró de su brazo— tengo cosas que hacer.
—¿Acabas de hacer limpieza?
—¡No! —Lo apresurado de la negación de Jessica no pasó desapercibido
para el pelinegro.
—¿No? —KyuHyun olisqueó el aire una vez más—, por supuesto que lo
hiciste, huele a cloro y aromatizante. —La rubia apretó los labios y negó
frenéticamente con la cabeza—. ¿Por qué lo niegas? ¿Qué tiene de malo limpiar
tu casa?
Maldito KyuHyun.
Jessica se apartó de él y trató de mantener la compostura, inhaló todo
el aire que sus pulmones eran capaces de retener y lo fue soltando poco a poco.
Tragó saliva, intentó pensar en algo para ahuyentar al ladrón, pero estaba al
borde del colapso. Nerviosa a más no poder. Sus manos no dejaban de temblar y
por lo mismo no lograba tenerlas quietas, sudaba frío y sus mismas piernas se
sentían como gelatina olvidada debajo de un radiante sol.
No sabía qué hacer y tampoco podía pensar.
Habría sido mejor que se largara a la comisaria, sin embargo, a medio
camino el temor de ser acusada y detenida allí mismo, sin haber siquiera
intentado huir, la paralizó; por esa misma razón había vuelto a casa y ahora el
cuerpo de ZhouMi —ya tieso, vacío y frío— no estaba más en la bañera, no. Ahora
el cuerpo del alto enfermero descansaba sobre el piso de su habitación, limpio
y listo para ser descuartizado; Jessica lo sentía, de verdad que lo hacía, pero
ZhouMi era muy grande y pesado como para extraerlo completo del departamento.
La solución más factible era cortarlo en pequeños trozos de fácil transporte y
eso es lo que estaba por hacer antes de la inesperada llegada de KyuHyun.
—¿Qué es lo que quieres? —Preguntó, sin embargo el pelinegro la ignoró
por completo.
KyuHyun comenzó a pasearse por la habitación lentamente, mirando la
decoración a detalle. Según sus conocimientos, el departamento se veía normal,
no era extraño ni frío como la casa de DongHae, solo había… ¿cosas de chica?
Por eso mismo Jessica debía ser una mujer más, enamorada de las compras y
obsesionada con los zapatos o algo similar.
Pero…
—Luces nerviosa. —Jessica inevitablemente, dio un respingo, KyuHyun ya
no observaba más la habitación, ahora sus oscuros ojos se movían sobre su
cuerpo: de arriba a abajo—. ¿Qué tienes?
Jessica se sintió desnuda, acorralada, más cuando KyuHyun caminó hasta
ella y realmente la arrinconó contra la pared.
—¿Hiciste cosas malas? —Ella negó—, ¿por qué estás temblando,
entonces? —Una vez más negó, claro que sus nervios eran traicioneros y
definitivamente no estaban de su parte.
Sintió el frio sudor escurrir por su espalda baja y se mordió la
lengua, ¿qué contestar?, ¿cómo defenderse?, ¿servía siquiera mentir? Por lo
menos, ¿era capaz de hablar?
KyuHyun estaba jugando con la paciencia de la chica. Al haber acordado
con DongHae ir a buscar a Jessica, sus planes personales eran charlar con ella
para que le contara su versión de la «verdad» y mentirle —de ser necesario—
igual que al fotógrafo para ganarse su confianza. Sin embargo, Jessica no
estaba siendo Jessica; su rostro más pálido que de costumbre y específicamente,
el titubeante tono de su voz al hablar la delataban, ¿qué le ocurría? Un fugaz
pensamiento atravesó la cabeza del ladrón, quizá era mejor dejarla sola y
volver después, tal vez la chica tenía problemas con algún novio suyo o con la
familia. Frente a KyuHyun se dibujaba un mundo de posibilidades. No obstante,
volvió a presionarla, sin saber siquiera qué es lo que quería de Jessica Jung
quien hoy, a diferencia de siempre, tenía el aspecto de un pequeño ratón
acorralado.
—Jessica… —canturreó su nombre— sé lo que hiciste… —susurró.
Y ella simplemente explotó.
—¡Yo no lo maté!
El pelinegro dio varios pasos atrás, perplejo. Jessica cayó sin
cuidado sobre el piso y comenzó a llorar ruidosamente, su cuerpo temblaba y
ella se abrazaba a sí misma.
—¿Qué…? —KyuHyun no lograba moverse, sentía los músculos pesados y su
corazón estaba acelerado.
—¡Yo no quería, él se lo buscó! —Gritó una vez más y enseguida se tapó
la boca.
Sus ojos, hinchados y rojos debido al llanto derramado, se posaron en
KyuHyun y no se movieron de allí.
Parecía una loca, tal vez lo estaba. KyuHyun continuaba paralizado y
la aterrorizada mirada de la rubia sobre él no ayudaba. ¿Qué debería hacer?
Jessica le acababa de confesar que había asesinado a alguien, ¿pero a quién y
por qué? ¿En dónde estaba el cadáver? Lo más importante, independientemente de
cuales fueran las respuestas a sus interrogantes, era el papel que él tomaría.
¿Cómplice o delator?
Si pensó que lidiar con DongHae era la parte complicada de su plan,
acababa de quedar más que claro que no era así.
—Jessica —carraspeó y se obligó a modular el tono de su voz para que
su propio nerviosismo no se notara— cálmate.
Como pudo se arrodilló y tomó de los hombros a la rubia.
—Mírame —ella lo veía, pero no como él quería— mírame de verdad.
—Jessica asintió y parpadeó varias veces; era bueno, demostraba que entendía
sus palabras y que era capaz de salir de su estupor. —Así está mejor. —Ella
sorbió su nariz y volvió a asentir, esta vez un poco más rápido—. Vamos a
hablar —otro asentimiento— y me vas a explicar detalladamente qué es lo que
sucedió, ¿de acuerdo? —Esta vez Jessica no asintió, en su lugar, frotó sus ojos
duramente y empezó a llorar de nueva cuenta.
—Era mi amigo —musitó—, él único. —KyuHyun le acarició el cabello con
cuidado, instándola silenciosamente a que continuara—. Pero su novio lo alejó
de mí. —El llanto se hizo más abundante y los temblores de su cuerpo aumentaron
al punto de que su boca temblaba tanto que sus palabras se volvieron
inentendibles.
—Tranquila, tranquila. Todo estará bien. —Ni él mismo se creía sus
palabras, aunque supo que al menos para la rubia, sonaba convincente pues por
ratos se recuperaba.
—Llegó de la nada… estaba molesto y solo… pasó. —Escuchó nítidamente
como Jessica pasaba saliva varias veces, supuso que se refería al momento en
que lo había matado. No obstante, suponer no le servía para nada, él necesitaba
saber, que ella le explicara exactamente, cómo es que todo había pasado.
—¿Qué pasó, Jessica? —Presionó y miró fijamente dentro de los ojos
ajenos.
Ella le contestó con una mueca perturbadora, mezcla de sonrisa y otra
cosa, cruzó las piernas y entrelazó sus dedos, colocando las manos a
continuación sobre su regazo; ya no se movió, ni siquiera parecía respirar.
—¿Jessica? —KyuHyun la llamó pero no hubo respuesta hablada, solo
ella, saltando como un gato sobre su cuerpo, besándolo después mientras sus
dedos, ansiosos pero sigilosos, se colaban dentro de su saco y buscaban la
pistola con la que el ladrón siempre cargaba.
*
—Pensé que estabas enfermo.
—Y lo está. —KyungSoo respondió por DongHae (venía detrás de él) y lo instó a pasar—. Pero necesitaba hablar
con él.
—Ya veo.
—Tengo que hacerme cargo de algunas cosas antes, ¿puede quedarse aquí
mientras? —Park asintió.
—No hay problema.
—Gracias. —El pelirrojo les sonrió a los dos antes de abandonar la
oficina y dejar a ambos castaños sumidos en un denso silencio.
ChanYeol no entendía la razón de su repentina incomodidad causada por
la presencia del menor, no era algo nuevo, que se quedaran los dos solos. Tal
vez era porque DongHae había estado ausente de la comandancia por varios días y
por lo mismo, casi no se habían visto, sin embargo, esa era una poderosa razón
para que al contrario, tuvieran más temas de los que tratar. ChanYeol miró las
hojas que descansaban en sus manos —incapaz de ocultar su nerviosismo— y
carraspeó.
—¿Qué es lo que tienes? —DongHae apenas parpadeó.
—Fiebre y un poco de fatiga, en realidad no es tan grave.
Hubo una pausa algo larga.
—¿KyuHyun estaba en tu casa cuando lo llamé hoy por la mañana? —DongHae
no se exaltó por la pregunta ni se mostró nervioso, pero sí arrastró la mirada
por toda la habitación y se mordió la mejilla interna.
—Cuando venía, los policías de la entrada murmuraban acerca de un
testigo, ¿en dónde está? —ChanYeol ladeó la cabeza y frunció el ceño.
—Se ha ido.
DongHae asintió y se puso de pie, arrimó su silla hasta quedar frente
al escritorio de ChanYeol y sin permiso, prácticamente le arrebató el retrato
hablado de las manos. Lo contempló un rato, alejando y acercando el dibujo a su
rostro cada tanto. Después lo devolvió a su lugar.
—¿Se puede saber qué haces? —Park no ocultó la molestia que los actos
de DongHae le provocaron, y sinceramente, aunque los hubiera querido esconder,
habría sido imposible.
No obstante, DongHae pareció no darse cuenta de eso.
—Sentí curiosidad.
«Esa no es forma de disculparse» iba a decir ChanYeol, pero notó que
DongHae todavía no acababa de hablar.
—Es curioso —agregó— muy curioso sentir que conoces a la dueña de ese
rostro y aun así, ignorar quién es.
Enseguida, DongHae se puso de pie y sacó su celular, se excusó diciendo
que KyungSoo solicitaba su presencia —o algo así, ChanYeol no logró escucharlo
bien— y se fue, dejándolo solo.
Park tragó saliva y volvió a sostener el dibujo de JinKi en sus manos,
sintiéndose un poco sorprendido e incómodo por el hecho de que las palabras de
DongHae no eran mentira; así lo había sentido él también la primera vez que lo
vio. Una cara conocida pero al mismo tiempo, imposible de recordar.
¿Por qué?
*
KyungSoo estaba tarareando una melodía antes de que DongHae entrara en
la morgue, y aunque se había callado inmediatamente vio al castaño entrar,
DongHae lo había escuchado mientras caminaba por el pasillo de afuera.
—¿Por qué te detienes? —Preguntó antes de tomar asiento sobre una de
las mesas—. ¿Crees que me incomoda tu felicidad? —KyungSoo detuvo todo lo que
hacía y se giró para verlo, lucía bastante serio—. Adelante, continua —DongHae
le sonrió con ironía— no eres tan importante.
La sonrisa en el rostro de DongHae se borró por un momento debido a
que KyungSoo lo abofeteó.
—Realmente… —Pero volvió enseguida, DongHae estaba sonriendo otra vez,
aunque su labio inferior estaba roto y sangrando.
Se puso de pie, con la mano izquierda aun sobre su mejilla y se limpió
la sangre con el pulgar. En ese momento dejó de sonreír.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —Preguntó, su mirada estaba llena de
recelo—. ¿Quieres que te ayude a escoger el vestido de novia? ¿Quizá me quieres
como padrino de pastel? —Hizo una pausa y luego exclamó—: ¡lo tengo! Quieres
que sea tu padrino de decoración, ¿verdad? Después de todo, eres pésimo cuando
de creatividad y verdadero arte hablamos.
—¡Basta! —KyungSoo estuvo a punto de golpearlo nuevamente, sin embargo
DongHae le detuvo la mano y lo empujó.
KyungSoo gritó, frustrado.
—¡Quería hablar contigo, DongHae!
—Eso es mentira. —Lo contradijo enseguida el castaño—. Lo que querías
era reprocharme la cercanía que tengo con KyuHyun, pero no te salió, porque no
soy estúpido y me di cuenta antes de tu reconciliación con Park. —El pelirrojo
desvió la mirada.
—¿Él te lo dijo? —Esta vez su voz sonó exageradamente suave, como si
se sintiera apenado por ello.
Mentiroso.
—No, pero tengo ojos. Te vi sonreírle y además, estabas cantando; me
hiciste sentir como en el pasado.
—Lo lamento… —DongHae le puso un dedo sobre los labios para callarlo.
—Te lo dije, no eres tan importante.
DongHae comenzó a alejarse de él, pero KyungSoo lo detuvo a medio
camino y se aferró a su brazo.
—Por favor, Hae —trató de sonreír aunque se sentía impotente— todos
estos años juntos… La familia está en las buenas y en las malas. —El castaño lo
miró un segundo antes de empujarlo nuevamente.
—Eso es verdad a medias y de todas formas, tú y yo no somos familia.
KyungSoo luchó contra sí mismo para no moverse de su lugar, hizo puño
sus manos y miró, como en cámara lenta y detrás de una cortina de humo, cómo
DongHae lo abandonaba.
«No somos familia», la aseveración latía dentro de su cabeza,
demasiado dolorosa como para aceptarla, y al mismo tiempo demasiado real como
para negarla. Todo era culpa de Cho KyuHyun, ese asqueroso huérfano remedo de
humano que no hacia otra cosa más que confundir al pequeño e inocente DongHae,
llevándolo por el camino equivocado. ¿En dónde estaban todos los valores del
castaño, la lealtad, específicamente? Kyungsoo le había dado todo y de un
momento a otro parecía haberlo olvidado, como si no fuera nada importante…
El pelirrojo dejó de divagar cuando el pestillo de la puerta tronó,
fugazmente deseó que fuera DongHae quien volvía, pero no era así.
—¿Qué tienes? —ChanYeol le preguntó al tiempo en que lo abrazaba
suavemente.
—Se enojó —balbuceó y se aferró al abrazo de su novio. ChanYeol no
necesitó que KyungSoo le especificara quien cuando sabía que nadie además de
DongHae lograba ponerlo así.
—Ya se le pasará —susurró mientas acariciaba su espalda con movimientos
circulares—, solo dale su espacio. Parece que la adolescencia le llegó tarde.
—Park sonrió debido a su estúpida broma, KyungSoo en cambio comenzó a llorar.
No era de los que solía comparar a las personas, pero llegado este
momento le pareció inevitable: ¿qué hacía sufriendo por alguien como DongHae
cuando tenía a ChanYeol? Lo evidente de su estupidez hizo que quisiera reírse
del puro coraje.
No podía mentirse más.
No era culpa de Cho KyuHyun.
DongHae ya era una persona… ahora dudaba de si se le podía denominar
persona a alguien así. DongHae era un algo destructor de por sí, manipulador y
malvado, desinteresado de los demás, frío y que actuaba para su propio
beneficio solamente; antes de él, antes de su madre y de todo. Así había
nacido, cruel y sin corazón. Un monstro.
Pero no era el único, y quizá tampoco el más malo.
*
Su oído fue inundado por la voz pregrabada que le daba la opción de
dejar un mensaje si así lo quería. Era la llamada número 25 que hacía y
comenzaba a fastidiarse.
Estas cosas a DongHae no solían ponerlo ansioso ni le preocupaban, y
él mismo trataba de convencerse de que seguía siendo así. Mentía muy a menudo,
era cierto, pero nunca a él mismo, y por KyuHyun, no estaba dispuesto a
comenzar a hacerlo. Dejó el rompecabezas sobre la mesa de la cocina a medio
hacer y subió corriendo hasta su habitación, tomó las llaves de su auto y una
sudadera negra para pasar desapercibido en la noche.
Acostumbraba conducir lento y precavidamente, hoy no era el caso.
Tenía un nudo en el estómago que comenzaba a apretarse conforme la
tarde avanzaba y daba paso a la noche, algo graciosamente similar a las
ridiculeces de la televisión y los libros, ese «sexto sentido» que
presuntamente tienen los protagonistas de las historias y que les avisa cuando
algo va mal. DongHae lo sentía, o al menos, algo parecido. Solo que estaba
seguro de que lo suyo no era el aviso de la mano de Dios para que fuera al
rescate de su amado; en primera, porque KyuHyun todavía no era su amado, solo
era su herramienta. Segundamente: podría jurar que si una mano llegaba a
tocarlo no iba a ser nada celestial, no, DongHae era hijo del diablo, ya no
había razón para ocultarlo.
Llegó por un camino diferente al que le había proporcionado a KyuHyun,
uno más largo pero sin tráfico, detalle que le daba una gran ventaja en el
tiempo. Estacionó a una distancia prudente y sus ojos viajaron inmediatamente
al enorme ventanal de la esquina derecha, ubicado en el cuarto piso: allí era
donde Jung vivía. La rapidez con que halló el lugar se debía a que
anteriormente ya había estado allí. Las luces estaban encendidas, lo cual
indicaba que la dueña estaba en casa. DongHae bajó de su auto y avanzó hacia el
edificio. Dejó que las luces del lobby lo bañaran cuando ya tenía la capucha de
su sudadera sobre la cabeza y llamó al elevador.
En cuestión de minutos estaba arriba, hasta ahora no se había topado
con nadie en su camino y agradecía al diablo por la buena suerte. Abandonó la
seguridad de la caja metálica y a hurtadillas avanzó hasta la puerta marcada
con el número 11, apenas había levantado el brazo para llamar cuando escuchó
pasos y voces amortiguadas por el grosor de las paredes. Corrió hasta el otro
lado del pasillo, donde estaban las escaleras de emergencia y en la oscuridad
de estas se ocultó.
—Tienes mi palabra —escuchó— de que no voy a decirle a nadie. —DongHae
reconoció inmediatamente esa voz, pero no quiso adelantarse a nada.
El nudo dentro de su estómago se apretó al ver que, en efecto, era
KyuHyun quien acababa de decir eso.
—¿Estamos juntos entonces? —Ahora fue Jessica quien habló, aunque a
ella no pudo verla puesto que seguía dentro del departamento.
—Lo estamos. —A continuación hubo silencio.
Y después el claro roce de unos labios y ruidos propios de un beso.
El cuerpo de DongHae se puso tieso y su rostro casi se desencajó,
decir que estaba molesto era poco. Sin embargo respiró lo más tranquilamente
que pudo mientras escuchaba la campana del elevador sonar, anunciando que
KyuHyun ya se iba. Esperó unos minutos sentado en los escalones al tiempo en
que se repetía, una y otra vez, que no iba a adelantarse a nada.
Cuando lo creyó prudente también se marchó, pero se abstuvo de usar el
elevador.
Ya en su auto, soltó el aire que ni siquiera sabía había estado
conteniendo; temblaba, todo él, especialmente su labio inferior. Con los dedos
apenas siendo capaz de controlarlos, sacó su celular y marcó al número de
KyuHyun. Esperó, más molesto de lo que nunca pensó estar en su vida, a que el
buzón le contestara otra vez.
—DongHae. —Pero no fue así.
—¿Cómo te fue? —Preguntó.
—Ella ni siquiera estaba en casa…
DongHae permitió que su celular saliera volando por la ventanilla.
Rabia, pura y fría rabia lo atravesaba de pies a cabeza, tenía el pulso
acelerado y sus manos se apretaron sobre el volante, el agarre resultaba tan
fuerte que sus dedos ya estaban blancos y la venda en su mano comenzaba a
ponerse roja. Sintió el sabor de la bilis en su paladar, ácida y amarga, repugnante,
como KyuHyun, como su maldita traición. Deseó gritar pero a pesar de su estado,
entendía que hacerlo allí sería estúpido. Su labio inferior seguía moviéndose
inquieto y tuvo que machacarlo con sus dientes hasta lastimarse, encontrando en
ello un poco de consuelo.
Aunque sabía también que ni destrozando mil cuerpos, lograría sacar
todo su enojo.
Pasados unos minutos la furia se convirtió en dolor, un dolor punzante
y corrosivo que le atacaba el pecho, como una navaja enterrándose una y otra, y
otra, y otra vez. Solo hiriendo, no matando. Una tortura lenta que le provocó
derramar lágrimas amargas. Se relamió los labios, tratando de limpiarse la
sangre… cerró los ojos y pudo sentir a KyuHyun besándolo por la mañana: sus
gruesos labios moviéndose suavemente sobre los suyos y sus grandes manos
ciñéndose fuertemente a su cintura.
Sonrió.
Al siguiente segundo se estaba carcajeando mientras las lágrimas no
dejaban de salir. Era una enferma mezcla de dolor, ira y tristeza. Su cuerpo se
fue de lado, convulsionando debido a las risas cayó en el otro asiento,
continuó así, pareciendo no poder parar. Su rostro ya estaba muy rojo y las
venas de su cuello se marcaban inhumanamente, la venda de su mano completamente
empapada en sangre y su boca, así como sus dientes, manchados de carmesí
también.
Nunca nada le había dolido tanto, comparar el desprecio de su madre
con la traición de KyuHyun era similar a comparar el tamaño de la Tierra con una
galaxia
Idiota.
Estúpido.
Imbécil.
¿Quién? ¿KyuHyun o él? Luchó por reincorporarse, por calmarse, tenía
que estar en sus cabales. Al menos debía intentarlo; sabía que el regusto de la
traición jamás lo abandonaría, pero aun así necesitaba con urgencia
controlarse. Lucía patético, lo sabía, no necesitaba mirarse en un espejo para
notarlo. Por un instante quiso ser dueño del tiempo para así viajar en él y
decirse a sí mismo que no tenía que confiar en KyuHyun, se ahorraría todo el cúmulo
de emociones que ahora se revolvía furioso dentro de su cuerpo y sus planes
seguirían en pie… los planes, por supuesto.
Estuvo al menos una hora dentro de su auto hasta que recobró un poco
de su cordura, su aspecto seguía dando mucho de qué hablar pero no le
importaba; se conformaba con al menos ser capaz de manejar.
Volvería a casa y tomaría una ducha, revisaría sus heridas y comería
algo, después dormiría, largo y tendido hasta que el día de mañana llegara.