Capítulo VIII
Contaba con solo 9 años, pero
siempre se le había dado mal eso de ser un niño; consideraba los juegos,
charlas y demás actividades infantiles como algo demasiado estúpido para
realizar y que podrían volverlo un descerebrado —tal y como a la mayoría de sus
compañeros en el orfanato—, y según él, para librarse de ello, saltó a las
grandes ligas y comenzó a acercarse a los mayores: niños entre los 12 y 14 años
de edad que tenían la increíble habilidad de escapar de su cárcel sin ser
detectados, cada que se les daba la gana. KyuHyun anhelaba poder hacer eso, y
por ello comenzó a hablar con los líderes de los rebeldes: YoonA y ChangMin.
Aquellos chicos eran bastante extraños y un poco intimidantes, pero KyuHyun
supo ganárselos y con ello también sus secretos.
Así que un día descubrió lo
fácil que era salir, y lo hizo, regodeándose en su valor, inteligencia y
superioridad, sin embargo, nunca pensó que volver sería un suplicio para
alguien que nunca había pisado la ciudad.
Estaba jodidamente perdido, y lo
peor no era eso, no.
Los enormes edificios del centro
y el espeso tráfico lo habían asustado tanto, que se alejó lo más que pudo de
ellos, perdiendo el rumbo y yendo a dar a un desolado campo lleno de pasto y
alguno que otro árbol —el parque Nacional, aunque él no sabía que lo era—, pero
careciente de almas. El soplar del viento podía escucharse, así como el
estruendoso piar de pájaros que no parecían querer callarse y solo crispaban
más los nervios del pequeño KyuHyun. Así que «valiente» —más bien movido por su
molestia— fue a buscar a los animalejos esos para asustarlos y hacer que
volaran lejos.
Pero no pudo hacer nada de lo
que tenía planeado.
Más de cinco cadáveres de
pájaros estaban esparcidos por el suelo, todos degollados y abiertos por la
mitad y con las vísceras asomando de sus pequeños vientres: la imagen era
asquerosa. A un metro de distancia de sus pies había una jaula con más
pajaritos de colores, estos vivos y revoloteando, arrojando desesperados sus
cuerpos contra los barrotes en un inútil intento de escapar: eran ellos los que
provocaban el escándalo.
KyuHyun era considerado un niño
problema: irrespetuoso, mal hablado, desobediente y narcisista, él sabía que lo
era, le tenía un especial odio a las reglas de las personas y detestaba ser
como la sociedad lo dictaba, pero… no tenía nada contra los animales, y siendo
un niño todavía, con el alma pura, sintió pena por no poder salvarlos.
—¿Qué es lo que estás haciendo?
—Preguntó. El muchacho sentado en medio del caos: un pelinegro de blanca piel y
labios extremadamente rojos, lo miró mientras introducía su mano dentro de la
jaula y atrapaba un pájaro amarillo.
—¿Qué te parece que hago? —KyuHyun
juraría (en la actualidad todavía) que lo que pasó a continuación fue parte de
su imaginación.
El tipo de los pájaros, bastante
más alto que él y obviamente, mayor, puso al ave amarilla cerca de su rostro y
le cortó la cabeza de un tajo, con una navaja. KyuHyun sintió la sangre
caliente del pajarito escurrir por sus mejillas y nariz.
—Un placer conocerte, niño, —el
extraño tocó su rostro, limpiando la sangre salpicada con su mano libre— me
llamo JongHyun.
«JongHyun» sonrió como para un
comercial y regresó a su lugar sobre el pasto, listo para desmembrar a su nueva
víctima. KyuHyun solo sintió el golpe que dio su cuerpo al chocar contra el
suelo antes de desmayarse por completo.
*
Los recuerdos de DongHae se arremolinaron tempestivamente en su
cabeza, mostrándole solo trozos sin mucho orden; haciendo especial énfasis en aquellos
que estaban llenos de dolor y sufrimiento, aquellos que le habían roto y a la
vez construido, para transformarlo en lo que ahora era.
Memorias en las que la protagonista era su madre. Y aunque reconocía
que recordar no le agradaba en lo más mínimo, esta vez no pensó lo mismo puesto
que con sus recuerdos llegó un nuevo descubrimiento bastante alentador también.
DongHae todavía recordaba a veces el rostro de la mujer que le había
dado todo, y que también lo había dejado sin nada. Sin embargo comprendía que
ella ya no era más en su vida porque la había enterrado junto con su pasado.
Había nacido en el seno de una familia poderosa y muy religiosa,
aprendiendo desde niño que no era más que un simple mortal que necesitaba de la
guía de un poder divino y superior que le ayudara a andar en los caminos
correctos de la vida sin el peligro de perderse. Claro que la mente de un
infante suele tergiversar ese tipo de cosas, y entenderlas de extrañas formas;
DongHae y su Asperger eran un caso bastante especial tomando en cuenta que sus
padres nunca le prestaron demasiada atención a su enfermedad, ni trataron
correctamente sus episodios depresivos o su recurrente inestabilidad emocional.
Sin embargo, DongHae demostró una vez más que su inteligencia era superior a la
de los demás niños de su edad cuando, con tan solo nueve años, aprendió a
controlarlos… a controlarse.
Él les hacía creer que era normal. Y a ratos, él mismo creía en sus
mentiras también.
Nunca lo dijo pero siempre lo pensó; su madre era la idónea representación
de un Dios: bella, inteligente, culta y poderosa, un ser así obligatoriamente
tenía que ser divino; por ello el dolor y los pensamientos suicidas que lo
embargaron cuando ella le negó como su hijo, superaran cualquier tipo de
tortura conocida humanamente. Nada de eso podía describirse con mortales
palabras, se necesitaba algo que estuviera más allá, no importaba si era divino
o secular… Siendo así pues, DongHae se vio en la necesidad de encontrar un
nuevo Dios, y cuando conoció a KyungSoo estuvo seguro de que era él
Aunque había sido una elección quizá demasiado apresurada y errónea, y ahora es que lo notaba; KyungSoo no podía
ser un Dios, o al menos no el suyo. Sin embargo…
—Fue Jessica. —DongHae susurró, siendo sabedor ahora, de cuál tenía que
ser su proceder frente a KyuHyun.
KyuHyun frunció el ceño como respuesta.
—¿La Jessica que yo conozco?, ¿la hija de YunHo? —El castaño asintió y
KyuHyun decidió soltarlo; estaba muy confundido. Quizá DongHae comenzaba a
desvariar por la sangre perdida—. ¿Cómo es eso posible?
DongHae le respondió con la «verdad». Vomitó las palabras una tras
otra y sin pausas, haciendo especial énfasis en aquellas frases burdas y
amenazantes que Jessica solía utilizar cada que se dirigía a él, las recitó tal
cual las había escuchado; DongHae era dueño de una excelente memoria después de
todo.
KyuHyun solo se mantenía escuchando, no estando muy seguro de si
creerle al joven que estaba frente a él. Si bien Jessica lucía como alguien un
tanto inestable, jamás pensó que llegara al punto de herir a DongHae; este
último era demasiado invisible como para molestar a alguien del calibre de la
rubia. Aunque sinceramente, KyuHyun continuaba sin poder ver aquella
encantadora actitud que tantas personas le achacaban al menor. Era verdad que
ahora convivía mucho más con él, pero realmente aún no lograba verlo siendo
frágil o lindo, no… DongHae era algo mucho más complicado que eso. Estaba de
más decir también, que «agradable» —desde su punto de vista— era un adjetivo
imposible de ligar a DongHae; él siempre era frío y hasta desinteresado,
hablaba contigo y nunca pasaba detalle alguno por alto de la conversación, pero
eso no quería decir que de verdad le interesara tu charla, KyuHyun lo creía
capaz de ser alguien a quien le cuentas de tu peor crimen o mayor hazaña y aun
así seguiría observándote con sus ojos vacíos, sin sentir nada. Y tal vez
Jessica lo comprendía también de esa forma y por ello actuaba así; la rubia no
podía estar tan mal como para atacar sin razón. KyuHyun no iba a defenderla,
pero tampoco iba a victimizar a alguien como DongHae. El muchacho no era débil
y Jessica no estaba loca; o al menos de esa forma lo pensaba él.
Aunado a eso, Jung YunHo estaba fuertemente encariñado con la perfecta
y agradable imagen de Lee DongHae, así que el pelinegro no le encontraba
explicación coherente a la confesión de su menor.
—¿Por qué te trata así? —Le preguntó luego de unos minutos de
reflexivo silencio.
DongHae arrastró la mirada por el suelo y cabeceó un poco, acto
seguido se llevó la mano sana a la boca y comenzó a mordisquear sus uñas
mientras mecía su cuerpo suavemente hacia delante y atrás.
KyuHyun se alejó un poco de él.
—Está loca —siseó el fotógrafo—, no lo entiendo—. La tonalidad de su
voz cambió hasta convertirse en algo menos que un murmullo, mientras el
balanceo de su cuerpo se volvía más y más frenético—; ¡ella está loca! —Su
cuerpo empezó a temblar y su mirada se perdió por completo, cambiando de un
punto a otro sin sentido y en cuestión de segundos.
—¡DongHae! —KyuHyun se puso de pie inmediatamente y sacudió el cuerpo
del castaño, pero este no reaccionó como le hubiera gustado.
—¡Está loca!, ¡está loca! —El rostro de DongHae se volvió
completamente rojo y las venas de su cuello saltaron debido al esfuerzo de su
garganta—, ¡está loca!, ¡está loca! —Sus gritos se volvieron cada vez más altos
y KyuHyun no tenía ni la más mínima idea de qué hacer, así que optó por salir
corriendo de la habitación en busca de algún sirviente de la casa para que lo
socorriera.
Estaba asustado, y también preocupado; DongHae lucia como uno de esos
locos que aparecen en las películas de terror dispuestos a matarte…, o matarse.
Él no podía dejar que algo así pasara.
DongHae por su parte, estudió minuciosamente el comportamiento de su
invitado y continuó gritando como un lunático mientras lo observaba salir; se
regocijó al darse cuenta de que había dado en el clavo. A pesar de lo que
aparentaba, el pelinegro tenía un corazón bastante grande y para su fortuna,
comenzaba a ser de su propiedad, o al menos, con un lugar en este ya contaba.
Si KyuHyun se preocupaba por él, obligatoriamente entonces le tenía
que querer.
El castaño sonrió para sus adentros, había encontrado a su verdadero
guía, a su genuino Dios.
*
La práctica no era para nada normal en ella, porque para empezar los
Don Nadie nunca le habían gustado como posibles víctimas; la ciudad no se
alborotaba si alguno de esos sujetos perecía y a la hora de hallarse el
cadáver, las noticias no le dedicaban más que una breve reseña, entonces, ¿qué
de interesante podía tener detenerse a engañar a un sujeto así y terminar
desperdiciando el arte de sus manos en algo que nadie se detenía a mirar con el
debido respeto? Bueno, Miss Murder era ahora un nombre ya bastante conocido y
temido, a estas alturas era imposible para ella matar y que su trabajo fuera
descartado como relevante; no importando si su víctima no era más que el
vagabundo de afuera de alguna cafetería. Aunque ella tampoco tomaría una presa
así porque le era difícil sonreírle a alguien que ni siquiera le gustara un
poco.
Por ello es que el mesero parecía ser una mejor opción que aquel
anciano mugriento.
—No imaginé que fueras el dueño de este lugar. —Sonrió tímida, sus
ojos se entrecerraron encantadoramente y al percatarse de que el alto hombre
frente a ella la miraba anonadado, no pudo evitar ponerse nerviosa y acomodarse
temblorosa el cabello largo y rojo detrás de la oreja.
Él se dio cuenta y torpemente apartó sus ojos de su silueta.
—Me gusta servir personalmente a veces, —la sonrisa del muchacho fue
deslumbrante, era evidente que estaba acostumbrado a coquetear con los clientes
ya fuera para obtener más ventas, o porque así era él, medio descarado.
Miss Murder se tomó el tiempo para pensar si aquel chico tendría
novia… y supuso que con ese rostro y porte, la respuesta era un rotundo: sí.
—HanKyung, —ella leyó en voz
alta el nombre impreso en su gafete—, muchas gracias por el café, entonces.
—Ella volvió a sonreír, y ahora fue el turno del pelinegro para ruborizarse un
poco. —Has sido muy amable.
Miss Murder se puso de pie y ofreció una venia, pero antes de que la
realizara correctamente, HanKyung la detuvo tomándola del brazo.
—Me gustaría verte de nuevo. —Fingió sorpresa al escucharlo; actuó agachando
la mirada y alisando los tablones de la falda de su vestido con torpeza.
—Imposible —respondió a media voz—, no soy de la ciudad, mañana me
voy.
La desilusión en el rostro de HanKyung fue evidente.
—Lo lamento. —Él la soltó, y Miss Murder quiso ahorcarlo allí mismo
por no ser un poco más insistente, porque le arruinaba los planes.
—¿Sabes? —Ella seguía con la mirada clavada en el suelo y se mordió
los labios antes de regresar su vista a él—, en verdad es una pena, no tuve la
oportunidad de que alguien me mostrara debidamente la ciudad y tengo libre toda
la tarde antes de volver al hotel y empacar… realmente…
—Yo puedo… — HanKyung la interrumpió, pero en seguida sus ojos se
encontraron, ella fingió perder el aire y su cohibida actitud volvió—, yo
podría llevarte por allí ahora.
Miss Murder sonrió e impulsó su cuerpo hacia arriba —puesto que HanKyung
era bastante más alto que ella— para poder darle un superficial beso en la
mejilla; la cara del pelinegro enrojeció.
—Te lo agradezco mucho, pero no pretendo robarme al dueño de la
cafetería, además, supongo debes tener cosas más importantes que hacer.
—No, por supuesto que no, — HanKyung ya estaba deshaciéndose del
mandil y la gorra—, solo dame un segundo, por favor.
La pelirroja asintió suavemente mientras una amplia sonrisa se
dibujaba en su rostro y HanKyung se perdía en la parte trasera del negocio.
*
KyuHyun se encontraba bastante preocupado por la crisis de la que
había sido víctima DongHae, y lo tenía aún más consternado que la educada ama
de llaves de aquella casa, lo hubiera prácticamente echado a la calle sin
razón, y sin que pudiera cerciorarse de que el castaño estaba bien o mínimo,
asegurarse de que algún médico llegara.
Tampoco lo podía llamar porque no contaba con su número. Ir a la
comandancia y pedírselo a KyungSoo lucía como algo suicida, y preguntar a Park
dejaba de ser una opción cuando KyuHyun recordaba que ese agente era muy metiche
y observador; cualquier paso en falso por su parte frente a ese castaño podría
resultar en algún malentendido.
KyuHyun también se preguntaba, ¿qué le importaba a él lo que sucediera
con Lee DongHae? Una convivencia tan extraña como la suya no los convertía en
amigos, además, para ser amigo de Cho KyuHyun se tenía que cumplir con una
serie de requisitos que era simplemente imposible para DongHae tener, y por lo
mismo pertenecer a su reducido círculo, sin embargo, el sentimiento de vacío y
profundo miedo estaba allí, inamovible del centro de su pecho. Su cerebro no
dejaba de repetir la terrorífica imagen de lo descompuesto que DongHae podía
estar, de lo frágil que era en realidad.
KyuHyun lo respetaba, lo admitía. Vivir con una enfermedad así y aun
de esa forma tratar de encajar con las demás personas tenía que ser algo
bastante difícil; KyuHyun lo creía imposible, pero allí estaba Lee DongHae,
siendo perfecto dentro de su imperfección, conquistando con su rareza a todo
aquel que se le cruzaba, demostrando que podía hacer posible lo imposible.
DongHae era un caso especial, particular, impresionante, espectacular;
eso a ojos de KyuHyun lo convertía en alguien interesante, y también en un ser
terrorífico. ¿Qué cosas podía esconder dentro de sus huecos ojos?, ¿qué tan
profundo era el abismo de su corazón?, ¿cuánta obscuridad podía vivir allí…
oculta en su insignificante cuerpo?
Ignorarlo y sentirse incapaz de imaginarlo lo enloquecía.
KyuHyun podría no haberse dado cuenta, quizá hasta trataría de
negarlo, pero su pasado lo había marcado de una manera peculiar y a veces su
mente actuaba sin pedirle permiso y sin avisarle, haciéndolo ignorante de sus
propios pensamientos… luego el contenido era vaciado de golpe para su
entendimiento y eso lo mareaba, lo confundía… aunque al final lo entendía.
Ahora era uno de esos momentos.
KyuHyun no había aceptado la cercanía de DongHae porque le interesara
la amistad del muchacho, aunque admitía que sus charlas eran bastante
interesantes y le ayudaban a descubrir un poco de su mente; tampoco sus
acercamientos e insinuaciones sexuales representaban que se sintiera atraído
por él, pero no negaría que DongHae era bonito y un posible buen revolcón; y la
preocupación que sentía ahora era debido a que perderlo significaría renunciar
al mejor aliado que pudo haber encontrado, y su mente rechazaba esa idea.
Porque aunque pareciera que KyuHyun había olvidado sus deseos de
venganza por la muerte de MinHo, no era así. Cada día se levantaba y actuaba
para el mundo siendo esa la razón de que lo hiciera, de que siguiera vivo.
—¡Cho KyuHyun no es sentimentalismos ni cosas absurdas! —El peligro
asintió, pero se dio cuenta enseguida de que esa no había sido su voz interna.
JongHyun apareció detrás de él, con su burlona sonrisa y el característico
destello travieso de sus ojos; sus miradas se encontraron y el recién llegado
sonrió más ampliamente mientras KyuHyun fruncía el ceño.
—¿Quién te dejó entrar?
—¡No me lo creo que haya atinado a tus pensamientos! —Exclamó el
rubio, ignorando por completo al dueño de la casa—, pensé que YoonA bromeaba
con respecto a eso.
—¿De qué mierda estás hablando? —KyuHyun no borró de su rostro su
desafiante condición, pero JongHyun ya estaba tan acostumbrado a eso, que sin
deberla ni temerla fue a tomar asiento en el sillón frente a él.
—De tu evidente enamoramiento, o lo que sea que te está pasando.
KyuHyun estuvo a punto de refutar aquello con escandalosas negativas;
en su lugar se quedó callado y confuso… ¿Que le pasaba qué?
—Pero no te lo recomiendo, —JongHyun esta vez sonó bastante serio y su
típica careta de «todo está bien» desapareció— y por eso he venido a sacarte
esa idea de la cabeza.
—¿De qué estás…? —JongHyun elevó la palma de su mano, pidiéndole
silenciosamente a KyuHyun que cerrara la boca.
—¿Qué haces tú con alguien como Lee DongHae? —El rubio lucia incómodo,
quizá un poco irritado también. KyuHyun no entendía el comportamiento de su
amigo, y tampoco su pregunta.
¿Por qué JongHyun podría saber algo acerca de DongHae?
KyuHyun lo pensó; a diferencia de todos ellos, JongHyun no era parte
del orfanato donde crecieron, más bien pertenecía a una familia pudiente pero a
la que a él le «cagaba» pertenecer, por eso que la abandonara. No sabía más
porque nunca indagó en su pasado, esa era una regla básica dentro de su
«hermandad»: nadie preguntaba nada ni juzgaba nunca, porque sabían que de
hacerlo, las cosas terminarían mal.
Eran conscientes de la magnitud de sus demonios y de que,
posiblemente, el de JongHyun era el peor.
Por ello que KyuHyun no entendiera la posible conexión.
—¿Qué sabes tú de Lee DongHae? —JongHyun frunció el ceño.
—Yo pregunté primero. —Pero KyuHyun no iba a ceder, necesitaba
saberlo.
—Y yo no contestaré nada si no me respondes antes.
JongHyun suspiró pesadamente y se puso de pie.
—Su madre es una devota religiosa y lo echó de casa cuando se enteró
de su homosexualidad, o al menos esa es la dulce versión que cuentan, otros más
sádicos mencionan que SeoAn intentó castrarlo para cumplirle el «sueño» de ser
mujercita y al casi matarlo por eso, lo envió a Seúl con su abuela para
deslindarse completamente de él, desconozco la verdadera razón, pero confieso
que creí en la segunda y por eso huí.
—¿Qué…?
—Lee DongHae, Lee JongHyun; —el rubio hizo una pausa, esperando que
KyuHyun dijera algo pero no lo hizo, el ladrón parecía estar en shock y
JongHyun no lo culpaba por eso—, somos primos, genio, y como tu amigo te digo
que te alejes de él. La locura es algo que nos viene de familia.
JongHyun no esperó a la reacción de KyuHyun y se marchó sin dar alguna
otra explicación.
*
HanKyung era un buen chico: atento, caballeroso, amable y solo hablaba
cuando Miss Murder le pedía una opinión respecto a algo de lo que había en los
aparadores, o sobre la película que acababan de ver ahora, por ejemplo. Su
sonrisa era fría, pero bonita de todas formas, también era muy respetuoso y
culto… una completa lástima que estuviera a nada de morir.
El sol ya comenzaba a ocultarse, y el anaranjado cielo de la ciudad de
Seúl podía apreciarse completamente debido a la falta de nubes.
—Me gustan los días así… —Confesó Miss Murder y era algo real, a su
novio también le gustaban, aunque «adoraba» parecía ser una palabra mejor—, ¿a
ti no?, Kyung. — HanKyung la miró, quizá extrañado por la familiaridad con que
la que la pelirroja lo llamaba.
—Son hermosos, —sin embargo, más allá de la mirada, el chico no dijo
nada respecto a eso— casi tanto como tú. —Miss Murder casi estalló en risas
ante aquel cumplido tan cursi y patético, pero se mantuvo sonriendo en su
lugar.
—Gracias. —Volvió a dejar la timidez y atrapó la mano de HanKyung entre
las suyas, al tiempo en que le plantaba un beso sobre los labios.
HanKyung al principio se quedó quieto, sin embargo no tardó mucho en
corresponder debidamente. Sabía besar, Miss Murder le iba a dar puntos por eso.
Se separaron luego de un par de segundos y se miraron: ambos temblorosos y con
el rostro demasiado rojo.
—Ven a mi departamento… —Le susurró ella al oído, sabedora de que el Rohypnol
que el pelinegro había bebido en el cine ya debería estar presentando sus
primeros efectos.
—Pero… —Miss Murder lo volvió a besar, esta vez introduciendo su
lengua en la boca ajena por más tiempo y en un gesto mucho más sexual—. Por
favor, te necesito… — HanKyung se mordió los labios y luego de unos segundos de
inútil reflexión, terminó cediendo.
El motel que Miss Murder eligió estaba solo a dos cuadras de distancia
de donde se encontraban, y HanKyung ya no fue muy consiente de a dónde es que
«YangMi» lo llevaba, —seguramente HanKyung, tan ignorante, esperaba que su
destino fuera el piso de la turista—. Se sentía mareado y sofocado, como si
estuviera borracho, sin embargo su calentura le podía más que cualquier cosa,
nada lo detendría de acostarse con aquella chica.
Miss Murder entró al motel con HanKyung apoyado en su hombro y la
mirada perdida; el dependiente no preguntó nada puesto que era normal ver
parejas así diariamente, el hombre se limitó a recibir el dinero y anotar el
nombre de HanKyung en su itinerario mientras le daba la llave a la pelirroja.
—Que tengan una buena noche. —Se atrevió a desear aquel hombre, HanKyung
carraspeó a penas y Miss Murder le sonrió de mala gana al tipo.
—Gracias.
Haciendo uso de toda su fuerza, la pelirroja subió a duras penas las
escaleras para llegar al tercer piso de aquel motel. Una vez en la habitación encendió
la luz y puso el cuerpo ya inconsciente de HanKyung sobre la cama. Cerró la
puerta con llave y le quitó la chaqueta al pelinegro para colocarla encima de
la perilla, luego fue hasta las ventanas y las cerró también, corriendo las
cortinas perfectamente. Chequeó toda la habitación, cerciorándose de que ningún
ojo indiscreto pudiera ver lo que estaba por hacer.
*
Kim HeeChul apareció en la puerta de la habitación de DongHae, vistiendo
un traje de color rosa pálido y playera blanca debajo, su rubio cabello estaba
húmedo y el enfado del que era presa se veía perfectamente reflejado en su fino
rostro.
—Voy a matarte. —Siseó, y DongHae le respondió con una sonrisa
sardónica.
—¿Por qué preocuparte por mí, cuándo se supone no te agrado?
—¡Eres un crío del demonio! —HeeChul fue hasta él y se arrojó sobre la
cama, cayendo completamente sobre el cuerpo del castaño.
—Eres pesado, —DongHae se quejó, pero HeeChul solo se reincorporó un
poco para enseguida comenzar a ahorcarlo.
—¡Maldita sea! —Kim realmente estaba molesto—, ¿cómo se te ocurrió
fingir un puto ataque? ¿¡Eh!?
—Cálmate.
—¡Cállate! Tú no me das órdenes, y ¿qué es lo que tienes en la puta
cabeza?, ¿¡mierda, tal vez!?
DongHae ya no dijo nada y dejó que el rubio maltratara su cuerpo a su
antojo; luego de lo que pareció una eternidad, HeeChul se calmó, o más bien, se
cansó.
—¿Por qué lo hiciste? —HeeChul estaba desparramado sobre los pies de
DongHae y tenía los ojos cerrados—, también asustaste a Dana.
El castaño lo sabía, pero no lo lamentaba, había sido algo necesario.
—KyuHyun estaba aquí, —HeeChul se reincorporó de un salto— y
necesitaba que se fuera.
—¿Qué hacía aquí? ¿Ya te acuestas con él? —Aunque pareciera broma, Kim
lucía muy serio y sorprendido.
—No. —DongHae fue cortante—. KyuHyun estaba esperándome en el
estacionamiento de Seouldae y me vio esto, —mostró su mano vendada y HeeChul lo
miró horrorizado—, trató de ser «amable» pero solo fue inoportuno y se coló en
mi casa con la excusa de ayudarme.
—Entiendo.
HeeChul volvió a sentarse en la cama e inspeccionó la mano de DongHae
superficialmente; decidió no preguntar más acerca de las acciones del castaño
para correr a KyuHyun de su casa puesto que conocía lo suficiente al muchacho
para saber que odiaba a los intrusos en su hogar.
—¿Te lastimaste en la universidad? —Así que se centró en el tema de la
herida. DongHae asintió—. ¿Otra vez fue Jessica? —DongHae volvió a asentir—.
¿Algún día vas a defenderte? —Esta vez el castaño sonrió, HeeChul le devolvió
el gesto—. Me alegro mucho por eso.
—Hoy fue necesario.
—Sé que no puedes denunciarla, pero ella tampoco te acusará porque
hacerlo significaría ponerse en evidencia.
—Lo sé.
—Pero que la hayas puesto en su lugar, no aminora mis ganas de
desfigurarla por perra.
DongHae le sonrió con cansancio y volvió a recostarse en la cama, la
verdad no esperaba la visita de HeeChul. Dana no se había tomado la molestia de
avisarle, y si era sincero, la sangre que perdió debido a Jessica sí logró
causar estragos en su cuerpo; prueba de ello era que sus ojos estuvieran
cerrándose y que su cabeza punzara cada vez más fuerte. Además, su mente no lo
dejaba estar tranquilo, solo… pensaba y pensaba en cómo le haría para acercarse
más a KyuHyun; hacerse amigo de ese hombre no iba a ser fácil, menos cuando
DongHae ni siquiera consideraba algo como eso solo un par de horas antes…
—HeeChul…
—¿Qué? —La voz del rubio también sonaba somnolienta, DongHae se movió
un poco para poder verlo y en efecto, su amigo parecía estar a punto de
dormirse.
Era el momento perfecto para atreverse a preguntar y rogar, porque
HeeChul lo olvidara al siguiente día.
—¿Cómo sabes si alguien te gusta? —La nariz del rubio se arrugó y
soltó un suspiro.
—El ladrón es guapo, —el cuerpo de DongHae tembló ligeramente debido a
la mención de KyuHyun—. Pero él no va a quererte nunca. —Su voz sonaba como la
de alguien que tiene algo dentro de la boca—. Es de esos muchachitos que solo
buscan divertirse con las personas, de aquellos que no entregan nada ni se atan
a nadie pero que, aun así, te lo quitan todo.
DongHae sabía aquello, no era estúpido ni mucho menos; actualmente,
enamorar a Cho KyuHyun era algo imposible, empero, no podía permitirse dejar
que el ladrón escapara de él. Debido a su descubrimiento, su yo interno le
reclamaba hacer hasta lo imposible por retenerlo a su lado, por permanecer lo que
le quedara de vida junto a su guía.
Y por las buenas o por las malas, Lee DongHae tendría a Cho KyuHyun,
porque estaba escrito que le pertenecía.
*
El cuerpo de HanKyung había sido agradable de ver, un chico en su
plena juventud y atractivo.
—Una verdadera lástima. —Canturreó por la bajo Miss Murder mientras
enterraba un poco más profundo el escalpelo.
Sus guantes estaban cubiertos de sangre porque vaya, esta vez se había
pasado un poco de la raya con los cortes.
No estaba de humor, si era sincera…; el segundo hombre más importante
de su vida le estaba fallando justo ahora que más necesitaba de él, y por ello
que se sintiera traicionada, herida profundamente. Para ella, matar no era un
escape de su realidad o algún tipo de efecto secundario de alguna enfermedad;
porque no estaba enferma, ni mental ni físicamente. Matar era su arte, solo
eso… ¿por qué todos tenían que pensarla loca? No lo estaba, y le enfadaba que
pusieran en tela de juicio su sanidad mental…
La cuchilla realizó tres cortes más sobre la pierna derecha de
HanKyung.
También consideraba patético el hecho de que la etiquetaran como una
asesina exclusiva de hombres… ¡por supuesto que no! En el pasado, cuando nadie
la conocía, acabó con una clase entera de novicias… ocho jovencitas que fueron
muriendo poco a poco porque en ese tiempo, ella estaba experimentando con
venenos y otros métodos de asesinato nulamente sangrientos. Era divertido matar
así, sin que nadie se diera cuenta de lo que pasaba frente a sus narices y
enloquecieran debido a la ignorancia… pero entonces Miss Murder volvía al tema
del reconocimiento; si bien era menos peligroso, de nada servía asesinar si no
se enteraban de tu existencia.
La asesina se distrajo un poco con sus reflexiones y cortó, bajo el
muslo derecho de HanKyung, la arteria femoral; la cantidad de sangre que
comenzó a brotar de esta fue tanta, que maldijo entre dientes y se alejó para
que el chorro no la salpicara.
Observó a la distancia lo que había hecho: cortes estúpidos y burdos,
sin gracia ni belleza… parecía el trabajo mal hecho de una novata, y todo se lo
debía a su «amigo» por haberla hecho enojar. Bufó frustrada y se apresuró al
baño, lavó sus manos apresuradamente y sin mucho cuidado, pasó sus húmedas
manos por sobre su peluca y regresó al cuarto. Una vez más observó la
asquerosidad de su asesinato y quiso llorar ante tal imperfección; regresó al
sanitario con las cosas que ocupó —y estaban llenas de sangre—, para lavarlas.
El inerte cuerpo de HanKyung permaneció enfriándose sobre la cama mientras
Miss Murder se paseaba por la habitación de un lado a otro, acomodando sus
cosas y preparándose para la fuga.
Cuando Miss Murder terminó, retiró la chaqueta del pelinegro de la
perilla donde la había puesto inicialmente y se envolvió con ella, cubriendo de
esa forma cualquier mancha que su ropa pudiera presentar debido a sus descuidos…
miró la ventana cerrada y frunció el ceño. Se quedó de pie un segundo y con la
mirada fija allí; sus pies giraron en la dirección contraria y abrió la puerta.
Sería la primera vez que «huía» por la entrada principal.
Bajó las escaleras con la cabeza en alto y a paso regular; el
dependiente que la había recibido se la quedó viendo y le sonrió,
—¿Y qué tal? —Ella le regaló una sardónica sonrisa y le arrojó las llaves
de la habitación.
—Murió, fui demasiado para él.
Miss Murder escuchó la carcajada que el tipo dejó escapar por sus
palabras y quiso reír con él, de paso aclararle que su respuesta había sido
literal.
*
JongHyun no era un chico tan
grande —tenía solo 12 años de edad después de todo—, sin embargo comprendía muy
bien los niveles de locura que se escondían detrás de su «pequeño pasatiempo» y
por eso se controlaba, aunque claro, existía gente más enferma que él y que
veía con malos ojos el control; su control.
A muy temprana edad había
descubierto él mismo que algo malo pasaba con su cabeza, porque no era natural
que un niño de cuatro años encontrara placentero el ver su propia sangre
manchar su piel cada que se lastimaba jugando, sin embargo estaba bien ya que
nadie lo sabía, y tampoco existía una forma de leerle la mente…
¿O quizá sí?
Logró esconderse de su familia y
abstenerse lo más que pudo de la autolesión con inteligencia hasta los nueve
años, tiempo en que el pequeño monstruo que le demostró que las mentes eran
fáciles de leer, llegó a su casa como salido del infierno y con la apariencia
de un niño de cinco años: frágil, tierno, ausente y callado.
Lee DongHae.
Su pequeño primo lo había
descubierto mientras trataba de cortarse la pantorrilla con el cuchillo untador
que había robado en el desayuno; la inmediata reacción de JongHyun fue esconder
el arma y fingir que nada pasaba; era cuatro años mayor que aquel intruso,
tenía que poder engañarlo, o al menos confundirlo, ¿no?
—Intentaba cortar el hilo de mi
pantalón. —No se le ocurrió mejor excusa para dar.
DongHae no se movía, ni parecía
asustado o confundido, solo estaba allí, de pie a mitad del pasillo y
observándolo fijamente. Leyendo su mente.
—Esconderlo solo lo hace peor.
—JongHyun sintió frío y terror genuino lo hizo estremecerse de pies a cabeza al
saberse descubierto tan fácilmente por un recién llegado cualquiera.
Aunque ahora, habiendo pasado ya
tres años de aquello, JongHyun pensaba que las personas comunes no tienen los
muertos y feos ojos castaños de Lee DongHae, así que no lo había descubierto un
«cualquiera».
—¿Qué…? —DongHae se acercó a él
y le extendió la mano.
—Dámelo. —Cual autómata,
JongHyun obedeció a su menor y le entregó el cuchillo.
—¿En serio? —El semblante del pequeño
castaño continuaba igual, pero su voz sonaba ligeramente burlona—. Esta cosa no
sirve, ¿cuántos años se supone que tienes? —JongHyun pudo haberse sentido
ofendido en ese momento, pero en realidad solo permaneció en su lugar, sin
poder moverse o hacer algo más allá que contestar como si estuviera programado
para ello.
—Nueve. —DongHae asintió y lo
tomó de la mano.
—Ven… voy a ayudarte con esto.
Ese día se convirtió en el más
importante de su infancia por tres razones.
Para empezar, JongHyun tomaba en
cuenta la primera y última «sonrisa» que recibiera de parte de su primo, porque
nunca más lo volvió a ver; luego venía su descubrimiento al saber que si
cortarse era placentero, romper cuerpos ajenos al suyo representaba la
mismísima gloria; por último y quizá más importante: su magnífica conclusión
respecto a su primo. Con cinco años de edad y toda una vida por delante, llena
de descubrimientos y nuevo aprendizaje, Lee DongHae se convertía en alguien a
quien era mejor no conocer.
Un demonio del que más valía
mantenerse alejado.
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