Chūya
se muerde la mejilla interna.
—¿Y
bien? —Kōyō pregunta y lo mira a los ojos. No está enojada, pero tampoco parece
feliz de verlo, aunque eso es obvio.
Nadie
quiere a Chūya en Yokohama.
—¿Por
qué volviste a mentir?
—No
sé de lo que hablas. —Chūya aparta la mirada y se da la vuelta para seguir
acomodando su ropa.
—¿Para
qué te quedas? ¿A qué vuelves? —Kōyō se sitúa detrás de él y detiene el
movimiento de sus manos—. Yo no te pedí venir.
Silencio.
—Ya
veo, —Chūya suspira—, hablaste con Sakaguchi.
—No
le mientas. —El agarre de Kōyō sobre la mano de Chūya se vuelve más duro—; es
lo único que le queda a Dazai, y es el único que aún cree en ti porque no te
conoce lo suficiente.
—¿Te
estás poniendo de su lado? —Chūya frunce el ceño.
—Marchaste
a otro continente con Fyodor y te casaste. Ignoraste a Tachihara, a Gin, a
Akutagawa… a mí. Pero Dazai te dijo que volvieras y lo hiciste, le fuiste
infiel a tu marido con él, luego te pudo la culpa y volviste a huir. Haz hecho
lo mismo tres veces.
—No
es…
—¡Sabías
de la enfermedad de Dazai y no te importó! Te fuiste cuando más se estaba
esforzando y lo rompiste, si ya te habías vengado, ¡¿por qué regresaste?!
—¡Tú
no sabes nada! —Chūya se zafa del agarre que mantiene Kōyō en su mano y la
empuja lejos—, ¿qué sabes tú de si lo he hecho sufrir lo suficiente? ¡Se merece
eso y más el maldito! Me destruyó la vida, jugó conmigo…
—Detente
Chūya, —Kōyō se aferra a él en un abrazo cuando lo ve llorar—, mírate y para.
Cada día que continuas aquí te desmoronas un poco más. No quieras engañarme, te
sientes culpable y quieres arreglar lo que hiciste porque tú no eres así.
—Hermana…
—Lo
siento, Chūya. Lo siento tanto pero ya no puedes… Sólo déjalo ir, ya no te
corresponde.
Chūya
asiente y deja que los brazos de su querida hermana lo reconforten un rato.
—Fyodor
me llamó preguntando cómo estabas, tuve que fingir que estás bien cuando yo ni
siquiera sabías que estabas en Yokohama.
—Lo
siento.
—Antes
de venir aquí, pasé al aeropuerto y compré un boleto, sale en un par de horas,
quiero que te vayas.
—Está
bien.
Kōyō
asiente y coloca el boleto sobre la cama, le da un beso en la frente a Chūya y
le desea un buen viaje. Le dice adiós con una media sonrisa.
Y
hace todo eso a pesar de saber que Chūya no va a irse así de fácil.