Amanecer con él es cálido.
Su esbelto y pequeño cuerpo se pierde en medio de las sábanas con
facilidad, el gran tamaño de la cama tampoco ayuda. ChanYeol podría permanecer
la vida entera observando a KyungSoo sin hartarse siquiera un poco.
Amar de esta forma debería considerarse mal mental.
—Soo… —el bajito es de sueño ligero y en cuanto escucha el susurro de
su nombre, responde preguntando:
—¿Qué hora es? —Sus desnudas piernas, tal vez demasiado delicadas para
ser de hombre, se deslizan lentamente fuera de las sábanas junto con el resto
de su cuerpo, cubierto sólo por una amplia playera negra que contrasta tanto
con la blancura de su piel.
—No demasiado tarde. —ChanYeol va hasta él y toma asiento en la orilla
de la cama, a su lado—; ¿hoy te quedarás? Podríamos ir a una cafetería a tomar
el desayuno, para variar… —KyungSoo niega y suspira.
Mira a continuación el reloj sobre el buró y se pone de pie
inmediatamente.
—¿No demasiado tarde? —Frunce ligeramente el ceño y se encamina con
pasos largos al baño—, no es fin de semana, ¡debo trabajar! —Una pausa y el
agua comienza a caer de la regadera—, ¡tú también debes trabajar!
ChanYeol rueda los ojos porque lo sabe.
Con pereza camina hasta la cocina y prepara dos cafés, para que cuando
KyungSoo salga de la ducha pueda beberlo.
KyungSoo es rápido cuando se trata de huir.
No demora ni media hora en estar completamente listo, ChanYeol lo
espera debajo del marco de la puerta, aún desaliñado. KyungSoo niega al verlo
pero le sonríe ampliamente y se despide amorosamente: con un beso rápido pero
dulce, y un abrazo fugaz pero tan, tan acogedor.
Con movimientos lentos, ChanYeol comienza a alistarse para partir al
trabajo también.
Es jueves.
Mientras ChanYeol camina por los pasillos del edificio y antes de que
su secretaria esté demasiado cerca, se arranca del dedo su anillo de compromiso
y lo guarda en el bolsillo secreto de su saco. Lleva un tiempo haciendo eso,
pero todavía no se acostumbra del todo al vacío que le queda en la mano y se
pregunta cómo es que lo maneja él…; eliminando la mueca que se ha formado en su
rostro, sonríe ampliamente cuando SooYoung está a su lado y luego del saludo,
comienza a parlotear sobre cosas del trabajo.
Una junta, dos reuniones con posibles clientes, comida con un socio…
—¡Hey! —El llamado los detiene a ambos. SooYoung ofrece una venia inmediata
y se retira por un pasillo alterno, ChanYeol espera un momento por su amigo.
—¡Hey! —Responde al saludo y agita la mano que no sostiene el
portafolio—, ¿no es demasiado temprano para que estés aquí? —JongIn chasquea la
lengua antes de abrazarlo efusivamente y quedarse pegado a él más tiempo de lo
normal—. ¿Estás…?
—Lo odio.
ChanYeol entiende. No es la primera vez.
Con el rostro aún escondido en su cuello, arrastra como puede a JongIn
hasta su oficina y se encierra con él para escuchar algo que nunca cambia, así
como tampoco se altera la rutina de besarse un poco para que el menor deje de
llorar.
—Ayer tampoco vino a dormir, —JongIn se sorbe la nariz—, en toda esta
semana no lo he visto más que una vez y cuando traté de reclamar algo, me besó
y ¡listo! Terminamos en la cama y al amanecer él simplemente ya no estaba. ¿Qué
se supone que haga? —Vuelve a sorberse la nariz y retira el anillo que le adorna
la mano desde hace medio año, luego se queda observando a ChanYeol—; que bueno
que tú eres libre y no tienes que lidiar aún con estas mierdas. —ChanYeol
sonríe y trata de que JongIn no note la incomodidad nacida de su afirmación.
—Espero que me ayudes si alguna vez me llega a suceder…
—¡Le partiría la cara! —JongIn garantiza demasiado rápido—, eres
demasiado bueno para cualquiera en este sucio mundo.
De pronto se instala un silencio incómodo en el lugar. Aunque no dura
mucho.
—JongIn… —El aludido niega y se coloca la bandita plateada en su dedo
otra vez.
—No voy a dejarlo, ChanYeol. Sé que todo esto es tóxico y que quizás
me daña más de lo que me conforta pero…
—Él no se enamora de nadie.
—¡Yo sí!
—El anillo…
—¡Sé que todo es falso pero no me importa porque lo amo! Mi amor es
tan grande que vale por los dos, ¡y no espero que tú, pedazo de hielo, me
entiendas! —ChanYeol endurece su mirada pero JongIn no parece que se vaya a
detener—, ¡adoro lo dulce de sus besos!, ¡sus ojos desbordan cariño cuando le
hago el amor y hay algo en el tono de su voz cada que gime mi nombre…! No puedo
dejarlo, ¡no voy a dejarlo! —JongIn pisa fuerte cuando sale de la oficina y
azota la puerta.
ChanYeol deja ir un suspiro que sin percatarse estuvo conteniendo,
poco a poco sus manos dejan de ser puños y aunque éstas todavía tiemblan por el
enojo, toma su lapicero y comienza a rellenar los documentos que esperan sobre
el escritorio.
Por la noche, JongDae —un colega— invita a ChanYeol a tomar un poco
luego del pesado día, pero el castaño afirma no sentirse con muchas ganas así
que declina el ofrecimiento.
Llega a casa relativamente temprano y se tumba en el sofá con una copa
de vino en la mano mientras espera por la llegada de KyungSoo.
KyungSoo…
El hermoso, suave, cálido y perfecto Do KyungSoo. ChanYeol admira el anillo
en su dedo mientras piensa aquello y, como si fuera cosa de una conexión más
allá de lo mortal, su celular suena anunciando un mensaje del pequeño.
La sonrisa en el rostro de ChanYeol se borra al leerlo, y quizás es
por la charla que tuvo en la mañana con JongIn, o porque simplemente está
llegando a su límite; ChanYeol no sabe por qué pero arroja con fuerza la copa
de vino contra la pared más cercana. No conforme, patea la botella todavía
llena hasta la mitad también y, camino a su habitación, arrasa con los floreros
que KyungSoo puso para «alegrar» la casa. Ya en el segundo piso, abre el
armario y bota al suelo toda la ropa que no es de él; entre lágrimas se
desvanece y sobre el suelo, junto a aquellas prendas, no sabe si romper todo
hasta calmar su dolor un poco o embriagarse en el delicioso aroma que expiden
las cosas de aquel que le pertenece sólo a medias.
Debe reponerse pronto, las últimas semanas ha hecho demasiados
berrinches y KyungSoo no puede encontrar ese desastre para cuando decida
volver.
KyungSoo...
Es KyungSoo una y otra, y otra vez.
—¿Señor? —KyungSoo levanta la vista rápidamente de su celular y se
encuentra con su chofer—, ¿le hice esperar mucho?
—Para nada.
—Vamos entonces. —KyungSoo asiente y presuroso aborda el automóvil azul.
El recorrido es silencioso, amenizado por música a un volumen muy bajo
como para molestar. KyungSoo siente su celular vibrar y le da un vistazo
rápido; aunque tarde, ChanYeol por fin contesta y eso lo tranquiliza más de lo
que alguna vez va a aceptar.
Puede parecer que KyungSoo no se preocupa, pero eso no es así. Es una
persona muy empática y para nada estúpida, desde hace dos meses sabe que poco
le falta a JongIn para explotar totalmente, pero también confía en que éste no
lo va a evidenciar frente a su esposo porque a pesar de todo lo ama, y él no
tiene mucho miedo de perderlo, luego de un año ya está aburrido. ChanYeol es
cosa aparte, con él hay algo mágico y divertido, que lo hace sentir tan amado y
risueño…
Por eso a él lo cuida.
Por eso lo procura bastante.
Por eso con él sí aceptó llevar el ridículo anillo.
Por eso a él no le dice que está ocupado con alguien más.
Al llegar a casa, KyungSoo se asegura de que el anillo en su mano sea
el correcto, entra corriendo mientras grita eufórico y por sobre todo,
enamorado, el nombre de su esposo.
—¡Amor! —Brinca a los brazos del contrario cuando lo ve, y es recibido
con un beso que le roba todo el aire—, te extrañé mucho, Hun.