I: Lips
So hot out the box
Can we pick up the pace?
Turn it up, Heat it up
I need to be entertained.
El cielo gris, lleno de nubes cargadas
de lluvia que amenazan con pronto explotar.
Tormenta: salvaje, ruidosa,
implacable.
Con la gabardina empapada, un joven de cabellos castaños
corre por las inmensas calles
de Beijing. Las gotas siguen cayendo sin dar tregua a todas aquellas personas
que como él, se han dejado el paraguas o impermeables guardados
en casa. Sigue corriendo con los labios apretados y el semblante
turbado... La lluvia nunca ha sido muy grata para su persona,
menos cuando acaba de salir de casa apurado porque a su novia le ha dado por plantarle
pelea de un momento a otro.
Pasa por la parada de autobuses sin el menor cambio; la rapidez y longitud de sus pasos es la misma, los latidos del corazón siguen siendo rápidos motivo del esfuerzo físico,
su expresión facial también es igual. Sin embargo, al dar vuelta en una esquina choca con otro hombre:
—¡Lo siento! —Se excusa y retoma su marcha inmediatamente. Sin prestarle demasiada
atención a la otra persona.
La otra persona:
un joven de una edad similar a la suya, pelinegro y delgado, sonríe.
Él es distinto. Camina bajo la lluvia sin la menor turbación,
su rostro está relajado y sus pasos son lentos,
la respiración acompasada, los latidos suaves.
Podría decirse que anda feliz, estar empapado no le molesta
en lo absoluto. Gira la cabeza y observa al chico castaño correr... Entonces él también comienza
a correr, en la misma dirección que el otro muchacho ha tomado.
Lo está siguiendo.
Atraviesan la calle, el castaño
ni siquiera se ha percatado
de que es perseguido, ¿o sí? El pelinegro es un poco más lento que su contrario, pero eso no lo detiene ni lo hace desistir.
Sortea con agilidad a la gente que se le atraviesa y se cruza en el camino de los automóviles igual que el otro, sin importarle demasiado
los pitidos y las palabras
altisonantes que le lanzan con molestia los conductores. Está jadeante
pero la sonrisa que se le ha plantado en los labios desde hace rato no ha desaparecido.
Pasan delante de una peluquería.
Dejan atrás un café.
Cruzan un parque.
Llegan a la universidad. El castaño entra y se pierde en los pasillos de la institución. No son horas de clase así que el joven pelinegro se extraña, pero no entra. Tal vez después. Gira sobre su propio eje y comienza a alejarse
de allí con pasos lentos, la lluvia lo sigue mojando. El castaño lo mira marcharse desde una ventana del segundo piso. ¡Por supuesto que se dio cuenta de que lo seguían! Pero ahora solo se pregunta
por qué. Suspira y avanza
directo a la biblioteca, allí es a donde va a refugiarse
cada que no quiere volver a casa.
La lluvia ha cesado. El castaño no se ha percatado de ello pues sigue resguardado en la obscuridad de la biblioteca.
El pelinegro está sentado en una banca del parque. Se debate entre quedarse
allí o ir a la universidad a echar un vistazo. Entre más lo piensa, más se muerde los labios.
Una hora pasa.
El castaño sale por fin de su escondite y nota que el cielo se encuentra
despejado; la tarde está cayendo. Regresa sobre sus propios pasos. Llega al parque y
logra visualizar a su acosador. Finge que no lo ha hecho y acelera,
ahora está dando zancadas. El pelinegro se percata
de la nueva presencia y se levanta de una; vuelve a hacer
lo mismo de hace un rato...;
perseguir.
Luego de unas cuadras, la rapidez de ambos ha evolucionado a tal punto que ninguno tiene demasiado aire en los pulmones y sus piernas arden.
—¡Basta ya! —Exclama
el castaño agachándose un poco, apoyando las
manos sobre sus rodillas. Respira con mucha dificultad. El pelinegro no está en mejores condiciones así que imita el actuar del otro.
Al parecer solo dieron vueltas sin sentido pues han regresado
al parque.
—¿Qué es lo que pasa contigo? —El joven
pelinegro no contesta,
sigue intentando recuperar la respiración—, si vas a seguir a alguien procura que no se dé cuenta, eres un pésimo secuestrador o lo que sea que eres.
El aludido sonríe ampliamente pero sigue sin decir nada. Con sigilo se acerca hasta el castaño y pone la mano sobre su hombro, se
da un minuto para observar con detalle el rostro de su presa.
—¿Estás loco? —Pregunta
el castaño. Se siente un poco nervioso
por la fija mirada que tiene el otro chico sobre él—, mira, si lo que quieres es dinero no tengo, a penas y saco para rentar un cuarto con mi novia y...
El castaño no puede terminar,
aquel jovencito de cabello negro y rostro aparentemente inocente, le acaba de robar un beso.
—Me llamo Dong Hai. —Confiesa
el ladrón de caricias—. Y tú has sido mi primer beso. Dime tu
nombre.
El castaño tartamudea.
Incrédulo.
—Gui... —Pasan varios minutos. Sigue sin poder articular bien las
palabras.
El pelinegro, a quien ahora llamaremos «Dong Hai» puesto que él se ha presentado así, sigue sonriente esperando una respuesta.
Pasan más minutos.
—Gui Xian. —Escupe
con violencia y una voz casi inaudible
el castaño de los labios ultrajados por fin.
Enseguida echa a correr, sin embargo, esta vez Dong Hai no lo perseguirá, después de todo volverá a verlo mañana en la universidad.
No son compañeros de clase ya que este último es mayor, pero se han visto, han cruzado miradas en los pasillos,
jardines y en el comedor.
Gui Xian nunca le ha prestado mucha atención al pelinegro, solo tiene ojos para su bonita novia. Dong Hai no se enoja por ello ni tiene
celos, tampoco se le
da por pensar en separarlos. Solo tiene una pequeña obsesión con ciertas partes del cuerpo del menor, prueba de ello es la lista que tiene.
Cuando Dong Hai llega a casa, sube apresurado hacia su habitación, al buró que está a su lado derecho echa llave y saca un cuaderno: allí está la lista:
*Labios.
*Manos.
*Cuello.
*Muslos.
Coloca una línea sobre
la palabra que encabeza aquella lista y que especifica los labios: viene de probarlos. Ahora sólo faltan
tres puntos más y la lista estará completa; la obsesión con Gui Xian pasará a la historia
y buscará una nueva presa. De hecho, ya tiene un candidato
para ella; un compañero suyo llamado Shi Yuan.