El viento está furioso. Sopla fuerte,
demasiado para ser normal. La hojarasca de los árboles alza el vuelo y envuelve
el cuerpo de Do KyungSoo en un pequeño remolino que está acompañado de un
montón de polvo, no obstante, él ignora por completo el caos formado a su
alrededor: sus ojos continúan cerrados fuertemente y las lágrimas no dejan de
salir.
Lleva de esa forma, de pie en medio del
cementerio, una hora o quizá más.
Perdió la noción del tiempo una vez el cura
terminó su discurso y se retiró con las demás personas que asistieron al
funeral de Do HweJi, su ahora difunta madre.
KyungSoo aún es joven, tiene apenas 15
años y está completamente solo. Parece que le espera una vida miserable, y eso
es en realidad mitad verdad y mitad mentira. Un hogar y dinero no va a
faltarle: HweJi fue una escritora bastante famosa que dejó toda su fortuna para
el goce de su única descendencia: él. Pero KyungSoo está acostumbrado por lo
mismo a tener todo lo que, materialmente hablando, alguien sueña; en lo que
refiere a cariño… está perdido.
No sabe qué es el amor; al maldito de
su padre jamás lo conoció y su madre siempre estuvo demasiado ocupada como para
darle un poco de atención. Los libros de HweJi rebozaban de aventuras amorosas
y dramáticas entre sus letras, finales de película llenos de fantasiosa
felicidad que a KyungSoo siempre se le antojó pero que hasta ahora no ha
probado. A su cuerpo le son ajenos los abrazos, desconoce de besos y caricias,
sus oídos jamás han escuchado palabras cariñosas o susurros propios de un
furtivo amante, su corazón y mente están más muertos que su madre.
KyungSoo llora y no puede evitarlo o
detenerse, por supuesto, no lo hace porque le duela lo sucedido con HweJi… en
realidad es solo que tiene miedo de lo que debe hacer ahora que la única
persona que adornaba de vez en cuando su hogar se ha ido.
Soledad…
¿Tan terrible es? Sí, sí lo es.
HweJi nunca pudo recuperarse del
abandono que sufrió por parte del padre de KyungSoo, así que todo su embarazo y
lo que le restó de vida la pasó profundamente deprimida; nadie hablaba de ello,
pero desde que KyungSoo tuvo conciencia, supo que la mujer que lo trajo al
mundo estuvo medicada y llorosa. Destruida porque estaba sola. Él es propenso a
sufrir de depresión, algo como mentalmente heredado. Actualmente ha quedado
solo también, y teme que en la quietud de su cuarto, acompañado de la soledad
de su alma, sus pies se arrastren hasta a la cocina y entre los cajones de la
alacena sus manos busquen y cuando encuentren, empuñen el cuchillo que le robará
la vida, así como sucedió con HweJi.
KyungSoo se sorbe la nariz y abre por
fin los ojos, suspira y observa atento a su alrededor. Siente como si alguien
lo observara pero luego de una búsqueda demasiado superficial entre las demás tumbas,
acepta que solo está imaginando cosas y decide que es mejor marcharse ya.
Las calles de Seúl están tan
concurridas como siempre, y aunque la muerte de HweJi fue anunciada en
periódicos y televisión, nadie parece realmente afectado por ello. ¿Qué es una
novelista más o una menos en este mundo? Nada.
Su desconocido e irrelevante hijo es
menos.
El día siguiente al entierro pasa
lento, demasiado aburrido y monótono para ser soportable. Aun así, KyungSoo es
un ser muy educado que se abstiene de poner mala cara cada que alguno de sus
compañeros y profesores se toman la molestia de darle el pésame; le llegan
palabras que buscan proporcionarle fortaleza, también alguno que otro
ofrecimiento de hospedaje, y una chica de la que no recuerda ni el nombre, pero
que se acerca a la hora del almuerzo a él, se atreve a ir más allá y le dice
que puede ayudarle con los quehaceres domésticos de su hogar, obviamente,
KyungSoo la rechaza, y con frialdad, supone, pues la niña tiene cara de
tragedia y sus ojos están llorosos. KyungSoo solo la ve mientras corre lejos de
él.
Los días se convierten en semanas y las
semanas en meses. Estos últimos en años que corren turbios como agua de
drenaje, pesados y espesos como lodo.
Seis años.
Seis años han pasado y a sus 21,
KyungSoo todavía tiene que levantarse cada mañana más temprano de lo habitual
para mirarse en el espejo durante más de media hora y recordarse que, a pesar
de tener la delgada estructura muscular de su madre, los ojos grandes y
distantes, la piel blanca y suave, el cabello lacio y de color rojo fuego, la
corta estatura y los labios rojos y regordetes, no es HweJi, no lo fue ni lo
será… él no es tan débil como ella y por lo mismo no va a suicidarse esa misma
noche a pesar de lo mierda que pueda ser su día.
La universidad no es demasiado distinta
al colegio, solo es una estructura más grande, con más alumnos y profesores
andando de acá para allá y un montón de materias que desembocan en gigantescas
cantidades de tarea que se acumulan demasiado pronto.
KyungSoo cumple con algunas asignaturas
y con otras no, asiste de vez en cuando a clases y solo en horas que él
considera «adecuadas»: no demasiado temprano, no demasiado tarde, el medio día parece
estar bien. Está lejos de ser un alumno ejemplar o un joven genio como HweJi
siempre quiso, KyungSoo solo es normal, siempre salva sus materias y es constante
cuando tiene ganas o sabe que es necesario para no reprobar.
Nadie lo toma muy en cuenta, y él
tampoco piensa demasiado en nadie…
—¿Algún día vas a llegar temprano? —La
mano de SeHun tira de uno de los tirantes de su mochila. KyungSoo detiene sus
pasos y se gira para verlo.
El chico de cabellos rubios no le
sonríe, pero tampoco parece molesto, solo está allí, parado a mitad del pasillo
y deteniéndolo.
—No. —Es la escueta respuesta del
pelirrojo, quien tampoco es capaz de mostrar alguna emoción en las facciones de
su rostro—. ¿Te molesta? —SeHun niega.
—Ayer faltaste a todas las clases y mi
madre estuvo aquí, ella lo supo y sabes cómo se pone.
—No necesito una niñera. —KyungSoo a
penas baja el tono de su voz, pero es suficiente para que SeHun sepa que la
intromisión de la señora Oh en el asunto, le molesta—. Mejor debería cuidar de
ti, y hacer que te alejes de las malas compañías. —KyungSoo sonríe suavemente y
SeHun lo imita.
—¡Oh, no! —Exclama el rubio y por fin
suelta a KyungSoo, sin embargo, solo lo hace para ahora sujetarlo del cuello de
la camisa y arrinconarlo contra la pared más próxima—; recuerda que yo soy un
genio y…
El sonido de unos tacones de aguja
chocando contra el piso hace que SeHun se trague por un rato las palabras y
suelte a KyungSoo, sin embargo no se aleja completamente de él.
—Basta, chicos —es una de las prefectas
con la que convivieron el semestre pasado—, vayan a clase y dejen las absurdas
peleas, se supone que la familia se cuida y no al revés—. La mujer los mira a
penas y sin detener su marcha recorre todo el pasillo hasta doblar en una
esquina y desaparecer.
—Familia, ¿eh? —SeHun se burla y palmea
la mejilla de KyungSoo— no sabía que quien te folla ya es considerado «familia»
en estos días.
—Idiota. —El pelirrojo rueda los ojos y
empuja a SeHun para abrirse camino.
El rubio murmura algo pero KyungSoo se
limita a ignorarlo, su primo puede llegar a ser insoportable cada que se lo
propone.
El día transcurre sin más precedentes,
las clases corren lentas y pesadas mientras KyungSoo se queda dormido en
algunas y en otras solo finge prestar atención.
Su vida es así, monótona, aburrida y
simple.
Para cuando las puertas de la
universidad han cerrado, la noche ha caído en Seúl y KyungSoo se detiene en una
esquina cualquiera, levanta la mirada y se queda mirando el cielo estrellado,
es una vista hermosa y lo sabe; lamentablemente no lo siente. Regresa la cabeza
a su ángulo normal y prosigue con su camino a casa.
Y su vida sigue siendo la misma que
hace seis años, y podría seguir siéndolo durante toda su vida… sin embargo ese
no es su destino.
El día siguiente comienza como todos,
KyungSoo frente al espejo y recitando un mantra ya memorizado; llegar a la
universidad y presentarse a sus clases, ver a SeHun en los pasillos, más
clases, en algún receso coincidente entre ambos copular dentro de los
sanitarios o en algún aula vacía; clases, más clases… y por fin la salida.
KyungSoo permanece parado justo a un
lado del portón de la Universidad, debería solo caminar hasta la esquina,
cruzar la calle y dirigirse al callejón que está delante… pero por alguna razón
no lo hace.
KyungSoo empieza a caminar
atolondradamente hacia el lado contrario.
El camino no varía mucho, las calles
siguen siendo grises y hay una hilera de árboles enanos a todo lo largo de la
acera, rostros irrelevantes siguen desfilando delante de él, los autos todavía
pasan veloces a su lado y entonces KyungSoo se percata de que a pesar de ser el
lado contrario, sigue siendo la misma mierda. Con los hombros caídos y la
expresión un poco más miserable de lo normal, gira sobre sus talones para
volver sobre sus pasos, y es entonces cuando sucede.
Un choque imprevisto, una de las
maneras más patéticas —pero románticas— utilizadas por los escritores para
hacer que los protagonistas de su historia se conozcan.
—¡Lo lamento! —Exclama un hombre que
KyungSoo juraría, le dobla la estatura.
—Fue mi culpa. —El pequeño ofrece una
venia y el desconocido se la regresa.
Y eso es todo.
Aquel tipo es tragado por las oficinas
que hay en esa calle sin más. No hay disculpas torpes ni mejillas sonrojadas,
tampoco miradas coquetas o similar.
Aburrido.
Transcurre un mes.
KyungSoo sabe que no está bien, pero no
por eso deja de hacerlo. Día tras día, al salir de la universidad, toma el
camino contrario al que lo llevaría a casa y acecha por varios minutos las
calles: necesita imperiosamente volver a ver al hombre con el que tropezó.
¿Con qué fin? No lo sabe, solo es
consciente de que debe verlo, aunque solo sea una vez más. Pero el sujeto no
aparece y es desesperante que la tierra parezca habérselo tragado.
Dos meses más.
El pelirrojo por fin ha sobrepasado sus
límites propios y ha dejado por la paz la inútil búsqueda. Él solo quería un
poco de emoción en su vida y nadie puede culparlo por eso; al menos, el tiempo
que su acoso duró, no necesitó de sus sesiones frente al espejo y eso solo le
demuestra que si consiguiera alguna cosa con la que distraerse, su vida sería
más llevadera.
Pero también sabe que cuenta con esa
respuesta desde hace muchos años, y que aun así no conseguirá nada porque le
provoca pereza pensar siquiera en conseguirse pareja.
Ese mismo día, a la salida de sus
clases se dirige a casa mientras patea una piedra; tan ensimismado va en su
tarea que no se percata de que el hombre al que ha estado buscando todos estos
meses lo observa desde la comodidad de su auto, al otro lado de la acera. El
sujeto es alguien mayor, ¿quizá 30? Es difícil adivinarlo pues podría ser de
esa gente a la que la edad no le cobra factura, en cualquier caso, es mucho
mayor que KyungSoo.
Una manzana antes de llegar a su casa,
KyungSoo voltea para todos lados al ser llenado —al fin— por la sensación de
ser observado; identifica el auto del extraño sin dificultad pues lo tiene a su
lado.
El tipo baja la ventanilla y lo saluda:
—¡hola!— La voz que brota de sus labios es gruesa. Agita la mano derecha
animado y en su rostro se asienta una maravillosa sonrisa amable y suave, —¿has
estado buscándome? —Cuestiona, y KyungSoo no se sorprende o aterra ante el
hecho de haber sido descubierto.
Permanece en silencio un momento
mientras analiza al sujeto: tiene el cabello teñido de un llamativo color
plata, sus facciones no son hoscas, pero tampoco suaves como las de él, tiene
unos ojos castaños realmente bonitos. Es muy atractivo y por primera vez repara
en que es bastante mayor, ¿qué lo habrá llevado a buscar a un hombre que
probablemente tiene esposa, hijos?
—No, —responde al fin— ni siquiera le
conozco. —Vuelve la vista al camino y empieza a caminar, frunce
inconscientemente los labios al percatarse de que ha perdido la piedra que
pateaba.
—Yo a ti si te conozco. —El
peliplateado lo vuelve a abordar y KyungSoo no detiene sus pasos, obligando al
hombre a que conduzca lento.
—Mucha gente me conoce.
—Supongo que eso es verdad, Do
KyungSoo. —KyungSoo se detiene abruptamente y mira al hombre, exigiendo
silenciosamente una explicación. Luego de una sonrisa bastante amplia de parte
del extraño, esta llega—: eres hijo de Do HweJi, —KyungSoo enarca una de sus
cejas y el gesto es contestado con un encogimiento de hombros—, me gustaban
mucho sus libros.
La tensión que se había acumulado de
pronto en sus hombros desaparece más rápido de lo que apareció y casi suspira,
qué aburrido.
—Ya veo. —El desconocido vuelve a
sonreír encantadoramente y detiene la marcha de su auto mientras observa a
KyungSoo con detenida fascinación, sus ojos brillan expectantes, como si
esperara algo por parte del pelirrojo.
Algo que no llega, por supuesto, porque
KyungSoo no está para complacer a nadie.
Con una ligera inclinación de cabeza,
KyungSoo mira por última vez al hombre de cabellos plateados y cruza la calle.
—¡Park ChanYeol!— Escucha que le gritan, y se asegura de no olvidar el nombre.
Aunque no voltea, sabe que el hombre y
su auto blanco ya no lo siguen.
No se siente ansioso, pero es imposible
negar que su corazón late ligeramente acelerado y que, nada más logra cruzar la
puerta de su habitación, se lanza hasta su escritorio y enciende su portátil.
Mordisquea su labio inferior mientras espera a que la máquina termine de encenderse
y cuando esta lo hace, inicia el navegador y teclea el nombre que se aseguró no
olvidar.
Park ChanYeol.
Hay varias personas con ese nombre, así
como un montón de perfiles en Facebook y otras redes sociales más pequeñas, no
obstante, KyungSoo la ha tenido fácil pues el objeto de su acoso no es alguien
demasiado irrelevante. Hay una página, ¿un blog?, para ponerse en contacto con
el Licenciado en Psicología Park ChanYeol, KyungSoo navega —con más curiosidad
de la que nunca había tenido en la vida— por la página, observando
detenidamente las fotografías allí expuestas, que en su mayoría son de
reuniones con otros colegas. Las entradas también son muy interesantes, pero
KyungSoo no se detiene a leerlas. Abandona la computadora para prepararse un baño
y mientras lo hace, piensa en que ahora entiende porqué el rostro de ChanYeol
es así; como si fuera demasiado accesible y de sonrisa amable.
No le da más vueltas, no cree que el
asunto deba tener más relevancia en su vida. Luego de terminar de bañarse y cenar
algo se dispone a hacer sus tareas.
Despierta cuando ya es de mañana y
bastante tarde, mira el reloj que descansa sobre su buró de soslayo y maldice.
La primera clase del día es demasiado importante en su carrera como para
eludirla, así que hoy no habrá ducha matutina ni desayuno, mucho menos una
conversación consigo mismo frente al espejo.
Sale disparado de casa y el reloj sigue
andando sin más.
A la hora de salida y con el celular en
la mano se siente tentado, por más tareas y otros intentos propios para olvidar
el asunto con Park, KyungSoo solo no puede; siente que hay algo, como un
magnetismo de parte de aquel hombre que le atrae y obliga a acercársele. Por
primera vez tiene ganas de hablar con alguien sobre esto que siente, porque
está confundido y no sabe qué hacer, pero no hay nadie, no hay nada… solo el
inquietante conocimiento de que si toma el camino contrario, llegará a las
oficinas donde Park da sus consultas. Además de que también cuenta con el
número de estas…
En solo una semana, KyungSoo ha
cambiado bastante. Las charlas consigo mismo ya no ayudan para prácticamente
nada y todo él es un trozo de carne tembloroso y distraído. SeHun se ha dado
cuenta pues los encuentros furtivos entre los dos han desaparecido y, sabiendo
que es posiblemente el único ser sobre la tierra que se preocupa por el
pelirrojo desinteresadamente, le pregunta por lo que le pasa:
—¿Qué es lo que tienes? —KyungSoo y él han
topado en las canchas.
—Nada.
—Soy tu primo —le recuerda y el pelirrojo
sonríe irónicamente—. De verdad me preocupas. —KyungSoo se detiene a mirarlo
unos segundos, no duda de las buenas intenciones de SeHun, sin embargo, tampoco
lo conoce tanto, ni lo quiere y mucho menos confía en él. Que se hayan acostado
algunas veces no quiere decir que le puede compartir algo más allá de su piel.
—No es nada.
SeHun niega y lo deja ir, tampoco va a
rogarle ni presionarlo más para que le diga algo que, es evidente, no piensa
compartir.
Una vez KyungSoo ha huido de SeHun, por
fin cae en cuenta de que su estado debe ser muy malo como para que alguien tan
desinteresado y distraído como el rubio lo haya notado. Se dirige hacia los
sanitarios y allí se toma un momento para mirarse bien en el espejo; su aspecto
no es tan terrible como pensó; sus ojos están opacos pero carece de ojeras, su
piel se ve reseca y un poco pálida pero tampoco es algo que lo haga parecer un
muerto andante, quizá esté un poco más delgado también… sin embargo no es
motivo, su condición bien podría ser achacada a lo pesado de su carrera,
entonces, ¿qué es? La puerta a su espalda es azotada dado que un alumno entra,
y es entonces que KyungSoo se da cuenta. Un quejido ha quedado atorado en su
garganta debido al susto, ambas manos permanecen aferradas a las esquinas del
lavabo y su rostro… es una completa mueca de mal gusto, ahora si está casi tan
blanco como el papel y sus enormes ojos parecen querer escapar de sus cuencas,
su labio inferior tiembla y sus dientes también. Sin importar nada más,
KyungSoo gira sobre sus talones y arranca a correr hacia la salida. Esta es una
señal, lo sabe, lo siente dentro de su pecho: la creciente expectativa del
llamado, de saber que debe ir allí. Ya no es una excusa asociada a su capricho,
ahora es una necesidad impulsada por su verdadera condición.
En los libros, es el momento en que la
damisela en peligro debe ser rescatada por su valeroso príncipe invencible e
inmortal.
Pero no es tan fácil cuando todos los
personajes del cuento desconocen su papel.
—De verdad lo necesito. —Es la quinta
vez que lo solicita, y KyungSoo está seguro de que si obtiene una negativa más
por parte de la secretaria de Park, va a volverse loco de verdad.
Ella se frota el puente de la nariz y
suspira porque no sabe qué hacer.
—Lo sé —susurra, y lo dice sinceramente.
El pequeño pelirrojo frente a ella luce desastroso, y que tiemble sin parar no
ayuda para nada, sin embargo también es consciente de los tres pacientes más
que están presentes: dos mujeres y un niño, quienes están allí desde hace por
lo menos media hora y además, tienen cita—. Pero el doctor Park no puede…
Las palabras de la mujer son opacadas
por el ruido de la puerta al abrirse. KyungSoo se gira inmediatamente y lo ve,
Park ChanYeol está estrechando la mano de un hombre mientras lo despide y le
dice algo como que lo espera la siguiente semana. No lo piensa y corre con las
últimas fuerzas que tiene hacia la oficina del peliplateado, dejando boquiabiertos
a todos, menos a ChanYeol, por supuesto, quien solo le sonríe levemente a su
secretaria y ofrece una disculpa a las demás personas en la sala.
—Lo lamento mucho —se inclina— pero no
habrá más consultas por hoy. —Vuelve a sonreír y cierra la puerta lentamente.
KyungSoo permanece encogido sobre el
sofá de cuero negro y maravillosamente grande que hay en la habitación, su
mochila está en el suelo y sus ojos persiguen a Park desde la puerta hasta el
sillón individual que está frente a él.
—Hola, KyungSoo. —ChanYeol toma asiento
tranquilamente y se cruza de piernas, sobre su regazo acomoda las manos con las
palmas hacia arriba y sonríe, tan suave y delicadamente como la primera vez que
se vieron—. ¿Qué te trae por aquí? —Sus párpados se mueven lentos y los ojos le
brillan como soñadores, su cabello está un poco despeinado y resplandece
cegador debido a los pocos rayos de sol que se filtran por los resquicios de la
cortina.
—No lo sé. —Luce como un ángel, como un
salvador. Es el príncipe perfecto que puede rescatarte de cualquier tragedia,
el héroe que te deja mudo de la impresión debido a su imponente belleza.
—¿Quieres que hablemos? —Su ronca voz
baja es seda suave que te acaricia hasta la fibra más sensible en el cuerpo.
—Estoy asustado… creo que tengo miedo.
—ChanYeol asiente ante la confesión, su expresión no cambia en lo más mínimo,
quizá, de hecho, se suaviza un poco más.
Pero no dice nada, permanece silencioso
y esperando. Esperando a que él siga hablando.
KyungSoo se ha repetido hasta el
cansancio que no confía en nadie, porque nadie es digno de que lo haga, no
obstante, la cálida imagen de Park sentado en el sillón de color negro con sus
ojos posados en él, como si fuera la persona más importante del planeta Tierra,
le revuelve el estómago, presiona su corazón y le rasca la garganta para que
escupa de una vez por todas aquella locura que guarda.
—Hace casi siete años que mi madre se
suicidó —comienza cuchicheando, como si fuera un secreto que no debe ser
revelado ni escuchado—, ella estaba en constante depresión debido al abandono
de mi padre. Tomaba antidepresivos y acudía a terapias, sin embargo, eso al
final de nada sirvió. Un día, sin más, se cortó la garganta en medio de la
cocina mientras yo esperaba a que preparara el desayuno. —KyungSoo hace una
pausa mientras revive dentro de su cabeza aquel momento: la sorpresa, el
desconcierto… el horror, todas esas sensaciones se hacen presentes nuevamente y
lo hacen temblar ligeramente.
—KyungSoo —Park lo llama al ver que sus
ojos han perdido el horizonte por un instante—, ¿tienes pesadillas debido a
eso? —El pelirrojo vuelve en sí y niega.
—Si no lo menciono en voz alta, ni
siquiera es lo bastante fuerte para que lo recuerde. —Susurra.
—¿A qué es a lo que le temes, entonces?
—KyungSoo relaja por fin un poco las piernas y las baja del sofá, adoptando una
postura más abierta.
—La hermana de mi madre, la señora Oh,
siempre me ha acechado. No es que me quiera o le preocupe, más bien, pienso yo,
es que le recuerdo tanto a HweJi que no quiere verme morir como ella. —Hace una
pausa—. Me pasa, la entiendo dentro de todo, también tengo que recordarme a mí
mismo que no soy ella y que por eso no terminaré suicidándome. —Esta vez, Park
parece mostrar un poco de sorpresa pues parpadea rápidamente.
—¿Has llegado a pensar que eres tu
madre?
Esta vez la pausa de KyungSoo es más
grande y además la aprovecha para llevarse el dedo índice de su mano derecha a
la boca y mordisquearse un poco la uña.
—Sí, casi siempre —responde una vez ha dejado
sus manos en paz—, cuando me miro al espejo y noto más que nunca el parecido;
creo que soy Do HweJi y que debería escribir un poco, después tengo ganas de
comer galletas de jengibre y tomar una taza de té, cuando llego a la cocina en
busca de ellos, en realidad me quedo mirando los cuchillos con una sensación de
cosquilleo constante en la punta de los dedos. —ChanYeol asiente lenta, muy
lentamente.
—¿Qué tan lejos has llegado? —Por fin
la voz de Park tiembla y KyungSoo sonríe debido a ello.
—He acariciado el mango, —pronuncia
como si se sintiera orgulloso— pero enseguida la realidad me llega de golpe y
solo devuelvo el arma a su lugar y me marcho a mi habitación.
—Luego del suicidio de tu madre, ¿no
tomaste terapia? —KyungSoo niega—. ¿Por qué? —Y en seguida sonríe otra vez.
—Los psicólogos me caen mal. —ChanYeol
vuelve a su habitual semblante cálido y le devuelve la sonrisa.
Es muy irónico lo que acaba de decir
KyungSoo, pero es verdad.
Luego de que el pelirrojo hablara sobre
la que considera su mayor «debilidad», siente que su cuerpo se ha liberado por
fin de una gran carga y además, ha dejado de temblar. Las facciones de su
rostro han vuelto a su fría normalidad y lo puede asegurar con confianza a
pesar de no poderse mirar en un espejo. Más preguntas llegan y es demasiado
fácil responderlas, la conversación se torna mucho más suave y agradable
también; KyungSoo pronuncia más palabras en su charla con un completo
desconocido de las que ha dicho en toda su vida.
¿Por qué es así, cómo mágico, el poder
sincerarte con un extraño? ¿Será que es verdad cuándo dicen que lo sientes de
esa forma porque piensas que no serás juzgado?
Tal vez HweJi no estaba tan equivocada
cuando escribía ese tipo de cosas irracionales en sus libros…
El tiempo avanza sin vergüenza y Seúl
es tragado rápidamente por la infinita obscuridad sin que KyungSoo se dé
cuenta, y su cómico relato acerca del día en que puso pegamento en la silla del
editor de su madre porque este no le agradaba, se ve abruptamente interrumpido
por el constante repiqueteo del teléfono de ChanYeol.
—¿Lo llaman? —Park deja que el teléfono
continúe sonando y en su lugar verifica la hora en su reloj.
—Es la alarma, suena porque a esta hora
termina la última cita que tengo en el día. —Alguna cosa dentro del estómago de
KyungSoo se aprieta y al tiempo en que comienza a sentir un vacío, que
definitivamente no se debe al hambre, las frías corrientes del aire nocturno lo
abrazan y le provocan leves escalofríos.
—Lo lamento —se pone de pie y recoge su
mochila—, he robado mucho de su tiempo. —Park niega y también se reincorpora. La
luz de la imponente luna que hay afuera lo baña y luce aún más divino que en la
tarde; una impactante imagen de la perfección casi etérea de aquel hombre.
KyungSoo debería dejar de mirarlo así,
de pensar ese tipo de cosas de una persona mayor.
—Está bien, no hay problema. Lo
necesitabas. —Park le extiende la mano con gesto amistoso y Kyungsoo se la
estrecha; apenas logra tocar su piel y se siente desfallecer. Los latidos de su
corazón se aceleran y algo martillea dentro de su cabeza, poniéndolo un poco
sordo, parpadea y logra esbozar una sonrisa antes de salir huyendo de aquella
habitación. No da marcha atrás, ni siquiera voltea. Poco le importa chocar con
la gente que encuentra en su camino.
KyungSoo es capaz de respirar con
normalidad hasta que llega a la acera contraria y da un rápido vistazo a la
ventana de la oficina de Park, donde las luces siguen encendidas pero no hay
nadie asomándose entre las cortinas.
Mientras camina con pasos torpes hacia
su hogar, no para de preguntarse quién podría ser la esposa de Park: trata de
inventarse a una mujer alta y delgada, de rostro fino y estilizado, ella podría
usar vestidos entallados y de colores sobrios, debido al frío, quizá tenga un
caro abrigo cubriendo sus hombros. Park debe tener dos hijos con ella, un niño
y una niña… gemelos, con el cabello del mismo tono del que su madre, la piel de
los pequeños debe ser delicada como la de ella también; pero los ojos y la sonrisa
amable, esa seguro la tiene la niña, ella debe haber heredado el carácter
limpio y amigable de Park, un pequeño ángel que tal vez siga los pasos de su
papá. Ahora mismo la familia Park quizá vaya a cenar fuera puesto que es
viernes y ChanYeol no quiere que su mujer haga algo más que disfrutar estar
casada con un hombre tan perfecto como él.
Si tan solo KyungSoo hubiera tenido un
padre así…
KyungSoo golpea con la palma de su mano
su frente varias veces, ¿qué está pasando con él? De pronto su cuerpo se siente
pesado y la tarde agradable que pasó contándole sus problemas a Park luce como
algo tan lejano que comienza a borrarse de su memoria. Cada corriente de aire
se está llevando algo, pero es difícil deducir qué.
Cuando llega a casa va directo a tirarse
sobre el sofá y piensa en permanecer allí mismo todo el fin de semana.
Y así lo hace.
Sin embargo la rutina se ha roto a
pesar de que KyungSoo todavía no lo note; las grandes cosas suelen comenzar así
de por sí, poco a poco, muy paulatinamente. Ahora KyungSoo perderá cosas, cosas
importantes e irrecuperables, a cambio quizá gane… pero la vida, así como las
monedas, siempre tiene dos caras y hay que apostar y arriesgarse.
Es lunes otra vez y KyungSoo por fin va
con buen tiempo a su primera clase, o al menos eso pensaba…
—¡Hola! —KyungSoo contesta al saludo
elevando la ceja y se detiene.
—¿Qué es eso? —SeHun lo mira sonriente
y aprieta la caja que sostiene contra el pecho de su primo.
—Feliz cumpleaños.
—¿Qué? —SeHun sigue sonriendo, pero
pronto deja de lado su intento de ser amigable y recupera su sobria expresión
de siempre. Suspira y aleja la caja de KyungSoo—. ¿Puedes dejar de hacer lo
mismo cada maldito año? Esto me cansa, Kyungsoo.
El pelirrojo no contesta, se limita a
alternar la mirada entre la caja y SeHun un par de veces. Luego solo comienza a
caminar hacia su aula. SeHun aprieta los dientes y lo sigue—: ¿es en serio?
¿Este año también?
—Déjame en paz. —Suena como un
cuchicheo, pero independientemente de eso, la insignificante petición trae
consigo un montón de veneno y frustración.
—Basta, KyungSoo, ¡es tu cumpleaños!
—¡No lo es! —KyungSoo se detiene
abruptamente y se gira, su mandíbula está tensa y las manos las tiene echas
puños—, solo es el aniversario de ella. —SeHun gime frustrado y da una rápida
mirada a los alumnos que ya comienzan a observarlos para que se larguen.
—¿Te lo tengo que recordar cada año? —Susurra,
ocultando su propia furia—. KyungSoo, mírame y cálmate. Entiende que esa loca
no es importante, pero tú sí. —El pelirrojo niega y trata inútilmente alejar su
ira. SeHun se acerca a él e intenta abrazarlo, pero KyungSoo no se lo permite.
—La cena en casa de tu madre el día de
hoy no es para mí, las flores que «nuestra» familia compra este día tampoco lo
son, si alguno de ellos llora o tiene recuerdos felices, no lo hace por mí. —El
rubio agacha la mirada y suspira.
—Pero yo cada año estoy contigo.
—KyungSoo sonríe al escucharlo.
—Tú nunca has sido suficiente.
SeHun no sabe cómo responder a eso.
Levanta la cabeza y responde a la
sonrisa de su primo con una similar, asiente varias veces y su mirada enfoca de
todo, menos al pelirrojo que tiene delante. Se da la vuelta y regresa sobre sus
pasos, sin embargo, a mitad del desierto pasillo vuelve a girar y agradece
mudamente que Kyungsoo siga allí.
—Se acabó —susurra—, se acabó —de
apoco, comienza a elevar la voz— nunca fue solo sexo, Kyungsoo, nunca fue
lástima. —Agacha la mirada y observa la cajita que sostiene entre sus manos.
Sonríe para sí y se encoje de hombros; estuvo durante tres meses buscando un
regalo que dar, sabía que sería difícil que KyungSoo lo aceptara porque era lo
mismo cada año, pero aun así tenía esperanzas, siempre las tuvo. Robarse una
sonrisa sincera, palabras bonitas… lágrimas tal vez, siempre aspiró a mucho y
esperó demasiado de la nada—. ¡Era amor! —SeHun mira por última vez la caja y a
KyungSoo antes de botar la primera a la basura, y al segundo, decirle adiós. El
pelirrojo se limita a mirarlo desde la distancia, extrañado pues no es natural
de SeHun actuar así, sin embargo trata de no darle demasiada importancia, se
niega a ver lo que se le está escapando porque justo ahora, no le importa;
KyungSoo no quiere su amor.
KyungSoo mira el reloj de la pared
avanzar demasiado lento mientras garabatea cosas invisibles en la palma de su
mano, hace dos semanas que supo de la marcha de SeHun hacia Múnich y hace cuatro
que lo vio por última vez. Recuerda ese momento borrosamente porque se ha
obligado a olvidarlo, porque no le apetece en lo más mínimo revivir el dolor
que reflejaba el rostro del rubio, la decepción, la tristeza.
Amor…
—Por una parte estoy bien con el hecho
de que se haya ido.
—¿Por qué?
—Porque jamás podría corresponderle.
—¿Por qué? —KyungSoo se muerde el labio,
se siente extraño.
Es la novena sesión que tiene con Park
y siempre puede hablar libremente de sus peores temores con él, es de hecho,
bastante liberador contarle sobre sus demonios y ver la forma en que asiente
cada que KyungSoo le relata cómo es que los vence; sus ojos se tornan más
brillosos y su sonrisa pasa a ser firme, como cuando un padre está orgulloso de
su hijo. No obstante, la comodidad de KyungSoo llega a desaparecer con charlas
como la actual, donde el tema principal son sus sentimientos. Al pelirrojo no
le gusta para nada que ChanYeol note que allí es donde reina la decadencia,
donde está vacío y por más que cave no encontrará nada, es un sentimiento de
infinita vergüenza que le provoca querer enterrar la cabeza en un hoyo, lejos
de los ojos amorosos de Park; pero también hay miedo, un sentimiento irracional
dado a que KyungSoo sabe que siente cosas por su psicólogo, cosas que no deben
ser pero son y al final del día no puede evitar… y tampoco quiere, si es
sincero.
—Porque no sé amar —responde, haciendo
un gran esfuerzo para no ocultar su rostro lleno de pena.
—No digas eso, todos somos capaces de
amar, quizá, es solo que no has encontrado a la persona indicada. —La sonrisa
que le regala Park hace latir de más su corazón.
—¿Es así? —Park asiente—. Entonces,
¿cómo puedo saber cuándo ha llegado la persona indicada? —Otra sonrisa
deslumbrante y Park se limita a contestar que simplemente lo sabrá.
KyungSoo es siempre el último paciente
que Park atiende, por eso para cuando el pelirrojo regresa a su realidad, ya es
bastante tarde. La noche es fría debido a que están en pleno invierno, así que KyungSoo
esconde las manos en los bolsillos de su abrigo y se encoje de hombros,
tratando de mermar un poco los escalofríos de su cuerpo. Al cruzar la acera
hace lo de siempre: observa por unos segundos la ventana ya cerrada del
consultorio de Park y gime frustrado.
«Lo sabrás.»
Las palabras de Park retumban fuertes
dentro de su cabeza, lo sabrás, lo
sabrás, lo sabrás… ¿y qué pasa cuando ya lo sabes?, ¿cuándo ya lo sientes?
Ese revoloteo incómodo de algo desconocido dentro de tu estómago, el sabor
dulzón dentro de tu boca cuando despiertas por las mañanas porque acabas de
soñar que por fin lo has besado, la estúpida sonrisa en tu rostro al verlo, la
impaciencia que sientes porque necesitas que ya sea un determinado día y hora
para ir a donde él sin necesitar una excusa para tus actos, ¿qué procede hacer
ahora?
KyungSoo sabe perfectamente que está
enamorado pero no por ello es un poco feliz, es posiblemente más miserable que
antes, de hecho.
Saber que ChanYeol no puede
corresponder a sus sentimientos lo desgasta diariamente, tenerlo tan cerca pero
a la vez tan lejos es demasiado estúpido y cliché pero así es realmente. Cada
noche, luego de estar con Park, KyungSoo se mete a la bañera y llora
desconsoladamente durante horas, añorando con fuerza lo que quiere pero
entiende que no puede tener, machacando él mismo sus ilusiones imaginándole una
vida plena y románticamente asquerosa a ChanYeol; porque desea que el
peliplateado la tenga, necesita obstinadamente que sea de esa forma. La casa
grande, los hijos y la esposa de lujo, KyungSoo jamás podría dar algo así, si
remotamente tuviera una oportunidad con Park, ¿qué podría darle? SeHun acaba de
demostrarle hace tan poco que no es capaz de querer. Aunque con el psicólogo es
tan extraño… la atracción que sintió al principio no ha desaparecido, de hecho,
crece cada vez más, como una bacteria que se multiplica sin parar.
El amor suele ser de esa forma muchas
veces: imparable e infeccioso. Una peligrosa enfermedad.
KyungSoo lleva sesionando con Park ya
tres meses. La primavera ha llegado a Seúl y con ello el clima comienza a
perder su frialdad, las flores empiezan a aparecer y el cielo deja de verse
gris y melancólico. El ánimo de KyungSoo parece haber mejorado también.
—Entonces, ¿consideras que hemos
progresado?
—Sí.
—¿Puedes sonreír para mí? —KyungSoo
obedece inconscientemente, y le sale tan natural porque verdaderamente está
feliz.
La sonrisa se queda estampada en su
rostro mientras sus ojos se encuentran con los de Park y este le sonríe
también; de pronto, el momento se detiene en el tiempo: es la añorada sonrisa
incómoda y tímida, el desvío torpe de miradas para aparentar inútilmente que
nada ha sucedido, el morderse los labios inquieto por no saber qué decir a
continuación, el golpe en el estómago que te deja sin aire, las mejillas
sonrosadas…
—Bien, bien —ChanYeol dice y se aclara
la garganta— eso ha sido estupendo, adorable… —Park se queda callado al notar
que sus ojos otra vez están queriendo absorber los de su paciente, KyungSoo se
ha quedado inmóvil en el sofá, con el rostro completamente rojo y una carcajada
atorada en su garganta.
«Acéptalo pronto, Park, acepta que
también te gusto.»
—Me hace feliz estar aquí… —«contigo»,
la última palabra solo la piensa.
—También me hace feliz ver cómo te
recuperas, me siento muy orgulloso de ti, KyungSoo. —KyungSoo asiente animado y se pone de pie, ha
aprendido a medir bien el tiempo y ahora ya no es necesario escuchar el
teléfono de Park sonar para enterarse de que su sesión ha terminado.
—Me voy, ¿nos veremos el viernes? —Park
se levanta y asiente, pero en seguida parece recordar algo y niega—. ¿No?
—Lo lamento, saldré en un viaje
familiar mañana y no volveré hasta el lunes. —KyungSoo no logra escuchar la
frase completa, su corazón se rompe al escuchar la palabra «familiar» y el
ruido es tan estrepitoso que lo ensordece.
La sonrisa y el bienestar de su cuerpo
desaparecen, dejándolo lánguido y tembloroso. Tanto tiempo le costó borrar de
su memoria a aquella familia a la que siempre temió y ahora es pronunciada su
existencia tan naturalmente. Es chocante y abrumador.
Pero…
KyungSoo mira a ChanYeol en silencio,
reclamando mudamente.
—¿Con tu esposa? —Pregunta, su voz
delata que la cuestión no la hace con las mismas intenciones con que las haría
un paciente cualquiera: con curiosidad desinteresada. Más bien, la de KyungSoo
suena como una pregunta hecha por una amante celosa, con un millón de reclamos
camuflados allí; si tienes una familia,
¿entonces por qué me miras así? ¿Por qué sonreírme de esa manera? ¿Es algo
natural enamorar a cuanto paciente encuentras? Acabamos de tener un momento…
¿por qué ilusionarme de esa forma?
—¿Esposa? —Park luce confundido—, ¡oh!
—Y sonríe—. Me refería a mi hermana y a su esposo, yo no estoy casado.
—¿Qué?
Para un escritor amateur, es un tanto
difícil escribir llegado este momento en que el protagonista ha descubierto que
el objeto de su amor está libre para él; es el punto cúspide de la historia, —según
HweJi—, no el principio, no el final, no, es ahora. KyungSoo puede marcharse y
darle poca importancia a la información adquirida, pero no podría importarle
poco, así que tal vez lo correcto es irse y analizar con calma lo que debería
hacer a continuación… por supuesto, es mucho más divertido y dramático si
KyungSoo confiesa dulce y timidamente sus sentimientos y después huye.
No obstante, KyungSoo no es un
protagonista normal y por ende, no hace exactamente lo que un chico bien
educado debería hacer en su situación.
—¡Eres un idiota! —Su reclamo hace que
Park pierda la sonrisa inmediatamente.
—¿Qué?
—¿Crees que soy estúpido? —ChanYeol
niega y frunce el ceño, el gesto es tan ajeno a él, que por un instante
KyungSoo se olvida de lo que está haciendo y se queda mudo.
—¿KyungSoo? —Pero le viene bien que
Park lo toque, pues así vuelve a sentirse furioso.
—¡¿Cómo es posible que juegues conmigo
de esa manera?! —Park luce sorprendido, pero KyungSoo no le cree—, ¡tienes 45
años, maldición!, ¡tú bien sabes lo que siento por ti! —ChanYeol ladea la
cabeza ligeramente, como un pájaro que no comprende nada de lo que sucede a su
alrededor—. No me jodas, Park, ¡sé bien que a ti te gusto!
KyungSoo mira con desprecio como es que
de pronto ChanYeol vuelve a sonreír.
—Admitir algo como eso sería poco
profesional. —A KyungSoo le duele que la respuesta sea tan desdeñosa.
—Púdrete, Park.
—No estoy dispuesto a perder mi
matrícula por ti. —Ésta lo destruye completamente.
—Muérete.
Recoge su mochila y a paso firme sale
de la oficina, no mira atrás y tampoco se molesta en limpiar las lágrimas que
recorren raudas sus mejillas, cuando cruza la acera se niega a mirar la ventana
que esta vez, graciosamente, tiene las cortinas completamente corridas y
permiten ver a la perfección el cómo ChanYeol lo sigue con la mirada mientras
sonríe risueñamente.
Cuando KyungSoo llega a casa, no hay
gritos, no hay berrinche… imposible; lo primero que hace es arrojar los
jarrones que encuentra a su paso contra las paredes, patea las sillas y
sillones mientras jura y perjura maldiciones en contra de Park, grita con las
fuerzas que no tiene y llora inconsolablemente mientras camina hacia la cocina,
o más bien, corre hacia ella, busca con la mirada empañada la tacoma que
debería estar por allí y la encuentra pronto: siete cuchillos perfectamente
ordenados del más grande al más pequeño lo observan desde el extremo contrario
al que está; primero le susurran que se acerque, y conforme lo hace, comienzan
a gritarle que lo haga pronto y que termine de una vez por todas con su
sufrimiento, que las heridas que se provoque le dolerán una nimiedad en
comparación con lo que ahora siente.
Pero KyungSoo no llega, es demasiado
cobarde, así que se limita a tirarse a mitad de camino mientras se hace un
ovillo y golpea repetidamente su cabeza contra el suelo.
Despierta en el mismo lugar en el que
quedó inconsciente, y no lo hace por cuenta propia: Sunny, —la mujer del
servicio—, es quien lo anima a ponerse de pie y lo alimenta, teniendo siempre
una amable sonrisa en el rostro. KyungSoo se limita a observarla en silencio, y
ella no cuestiona acerca de nada, no pregunta la razón de que todo esté tirado
ni porqué es que él se encuentra en un estado tan deplorable… quizá la mujer
imagine que todo se debe a alguna borrachera, y eso está bien.
KyungSoo no va a sus clases lo que
resta de la semana. Recibe constantes llamadas de su tutor pero las ignora.
Saber que ChanYeol no está, es extraño, se ha acostumbrado tanto a su presencia
constante que ahora se vuelve a sentir miserable y solo.
Todos los días llora, y más de una vez
al día; si al principio culpaba a Park por su dolor, ahora se da cuenta de que
el psicólogo nada tiene que ver con eso. Es él y solo él quien tiene la culpa
de todo, quien debería comportarse a la altura y actuar conforme a su edad,
pero no quiere. Es más fácil culpar a terceros, más cómodo.
Se toma dos semanas para tranquilizarse
y poder volver a la universidad; el día que regresa es un miércoles y habría
esperado más de no ser porque la temporada de exámenes finales está a la vuelta
de la esquina.
En cada clase, se traga las malas
miradas de sus profesores así como sus sermones, también, trata de despejar su
mente lo más que puede y presta toda la atención que le es posible.
Termina el día con una mochila que
parece estar a nada de vomitar todos los libros que le ha metido y un
sentimiento de aburrimiento y cansancio.
¿En dónde estará ChanYeol? ¿Por qué no
llama? ¿De verdad es KyungSoo tan insignificante que no vale la pena arriesgar
nada por él?
Las preguntas de su prueba se mezclan
con las propias y KyungSoo se ve obligado a revisar por lo menos tres veces
cada una antes de entregar los exámenes para cerciorase de que no escribió alguna
estupidez.
Y dos meses se sienten como dos años
sin ChanYeol para escucharlo.
El periodo vacacional ha llegado y
todos están demasiado alegres, demasiado ocupados viviendo. KyungSoo nuevamente
es un cero a la izquierda del mundo y aunque se siente triste por ello, ha
llegado a aceptar que su destino es permanecer solo siempre, no hay salvación
para él.
Por primera vez en todos estos meses
olvida por completo que Park está a la vuelta de la esquina y camina hacia su
hogar lentamente, mirando todo a su alrededor sin mucho interés, tal como era
su vida antes de que el peliplateado apareciera en ella. Un grupo de niños
escandalosos pasan corriendo junto a él, de la cafetería del otro lado de la
calle emerge una pareja de jóvenes que caminan tomados de la mano, un perro se
ha soltado de la correa de su dueño y ha echado a correr sin rumbo…
¿Por qué todos son tan felices y
KyungSoo no?
KyungSoo sorbe su nariz y limpia
inmediatamente una lagrima que se le ha escapado, se traga el nudo que tiene
atorado en la garganta y aprieta el paso para llegar pronto a casa y poder
esconderse allí, donde todo es tan gris y solitario como él. No obstante, su
marcha se ve interrumpida por la fuerza que ejerce alguien al tomarlo del brazo
y girarlo…
¿Quién podría ser?
KyungSoo cierra los ojos
inmediatamente, no quiere ver.
¿Es ChanYeol?, ¿podría ser él?
Aunque no quiera, su pecho se inunda de
esperanza y el corazón que pensó muerto vuelve a latir animado dentro de su
cuerpo, siente que todo dentro de él arde y en un suspiro hondo, lágrimas
calientes y saladas bañan su rostro. Percibe unos brazos largos arrullarlo, un
pecho firme apretándose contra él y una mano cálida acariciar su cabello. Es
ChanYeol, no hay duda… quizá… quizá por fin ha aceptado que lo quiere, que
KyungSoo, por más fútil que sea, vale un poco la pena…
—KyungSoo… —KyungSoo abre los ojos por
fin al escuchar su nombre.
Y el mundo se vuelve a caer a pedazos.
No es ChanYeol, y KyungSoo se siente
impotente, estúpido e inútil, vulnerable.
—¡Te odio! —No mide sus palabras,
tampoco sus acciones, empuja a SeHun lejos de él y cruza la calle corriendo, un
auto pasa rozándolo pero ni eso lo detiene.
El rubio quiere perseguirlo pero no lo
hace, no puede dejar los pedazos de su corazón tirados en ese sitio. Solo sabe
que sus rodillas se doblan y que también está gimoteando, sufriendo porque si
por algún motivo le quedaba alguna esperanza de ser correspondido, esta acaba
de ser pisoteada y escupida.
La respiración de KyungSoo es errática,
exhala más aire del que puede inhalar y luego de un número desconocido de
calles recorridas, se deja caer a lado de una parada de autobuses. Las piernas
las siente blandas y temblorosas, su corazón está furioso y él también. Odia a
SeHun por haberlo visto llorar, odia a Park por haberlo enamorado y haberse
marchado luego sin llevarse su podrido sentimiento, pero claro, ni juntando el
odio que siente por esos dos, puede superar el que siente por sí mismo, por ser
tan imbécil.
Patéticamente, KyungSoo permanece en su
lamentable situación esperando que Dios se apiade de él y le permita morir
ahora, en ese lugar.
Al parecer, KyungSoo no ha comprendido
que Dios no lo quiere, y que el Diablo es muy poderoso y le divierte ver sufrir
a la gente. Específicamente, a él.
—KyungSoo, levántate. —KyungSoo escucha
la voz como algo muy lejano y hueco—. KyungSoo, no eres tan ligero como crees,
así que coopera. —¿Otra vez SeHun? No, la voz suena diferente. ¿Quizá de verdad
murió y algún ser incorpóreo lo está llamando?— ¡Do KyungSoo! —KyungSoo sacude
la cabeza y abre al fin los ojos…
¡Oh por Dios! ¿Puede alguien dejar de jugar con su mente?
—¿Estoy muerto? —ChanYeol se carcajea.
—No, aún no, pero si te quedas aquí tirado toda la noche,
quizá lo hagas. —KyungSoo se muerde los labios para no romper a llorar otra
vez.
—Entonces, ¿eres real? —Su voz suena atropellada y temerosa,
Park rueda los ojos y niega.
—Bien, ya comprendí que estás en shock.
Sin un aviso, una advertencia, KyungSoo siente cómo su cuerpo
se eleva en el aire; ¿realmente Park lo está sosteniendo entre sus brazos? La
sensación que lo recorre es sanadora, el calor que emana el cuerpo de ChanYeol
lo transporta a un maravilloso lugar y el aroma que su camisa desprende solo lo
encanta más, «podría morir aquí», se
dice, «éste es mi lugar, a donde
pertenezco.»
—Sin ti yo estoy perdido. —Antes de que el aire se robe aquel
suspiro, ChanYeol lo recoge y sonríe debido a ello.
Inmediatamente después, KyungSoo se queda dormido y Park se
ve en la necesidad de rebuscar en la mochila de este las llaves de su casa,
porque obviamente no llevará al chico a la suya.
Para cuando KyungSoo logra recobrar la conciencia, todo está
obscuro y no logra ver en dónde está, gira hacia su costado izquierdo y termina
en el suelo, bien, al menos ahora sabe que estaba en un sofá, ¿pero es su casa?
Se levanta y dando trompicones, avanza hacia donde debería estar el interruptor
de la luz, y en efecto, lo encuentra. Al momento de iluminar la habitación
ahoga un grito de sorpresa al ver que en el sillón individual, Park ChanYeol
está durmiendo. KyungSoo se mantiene en su lugar, asustado y sin poder moverse,
Park es tan alto que su posición es graciosamente incómoda; pero de igual forma
es alguien angelical, con su cabello casi blanco y apuntando para todos lados,
los ojos completamente cerrados y un aura de infinita paz rodeándolo, KyungSoo
desea ir y acurrucarse contra él… pero se abstiene y se mantiene observando con
devoción y fascinación.
KyungSoo no alcanza a comprender cómo
es que su corazón todavía está dentro de su pecho, cómo es posible que aún no
haya muerto… ha venido atravesando tantas emociones en menos de un año que
cualquier otro en su lugar ya habría explotado, se habría dado por vencido. El
pelirrojo sonríe inconscientemente; una burla silenciosa, puede presumirle a
HweJi que es mejor que ella.
—¿Por qué te ríes? —La pregunta de
ChanYeol lo toma desprevenido y parpadea—. ¿Pensaste que podía seguir durmiendo
luego de que encendieras la luz? —KyungSoo mueve la cabeza negativamente
mientras observa el cómo ChanYeol se estira y pone de pie.
—Lo… —KyungSoo no sabe qué decir, ahora
que ChanYeol está despierto se ve enfrentado a ese par de ojos que
extrañamente, hoy no lucen cálidos y brillantes. La expresión de Park le aterra
y lo mantiene pegado al trozo de suelo en el que está.
—¿Lo qué, KyungSoo? —Parece estar
molesto.
—Yo…
—¿Tú? —KyungSoo luce como muñeco de
aparador viejo y descompuesto, trabado en la acción de mantenerse negando
mientras sus ojos están abiertos de par en par, viendo a Park mientras se
acerca a él.
—No… —Más…— Yo… —Y más…— Lo… —Y más, y
más cerca…
—¿Estás asustado? —El susurro a un lado
de su oído—, puedo oír a tu corazón latiendo tan rápido.
Bom, bom… bom… y todo detona como una
bomba.
Su primer beso raya en lo indecente, no
es cariñoso ni delicado, ChanYeol está siendo un bruto mientras mete su lengua
en la boca de KyungSoo y prácticamente la viola, pero, ¿¡a quién demonios le
importa!? Por fin está allí, apretándose contra el cuerpo que durante meses le
ha quitado el aliento, es capaz de tocar la piel con la que desde que «tiene»
memoria, ha soñado, y eso se siente tan bien, que todo lo demás puede arder en
el infierno.
Park sujeta a KyungSoo de los costados
y lo levanta, acomodándolo enseguida sobre el sofá, se tumba sobre él sin
despegarse en ningún momento sus bocas y, con dificultades, pero más fácil de
lo que normalmente es, comienzan a deshacerse de sus prendas de vestir; lo
primero es la camisa de KyungSoo, y luego la de ChanYeol. Sus cuerpos son
contrastantes; el primero, siendo tan joven, tiene la piel suave y delicada,
además de blanca, Park por su parte muestra músculos en el abdomen y pecho, su
piel es de un color más obscuro y KyungSoo ante la vista, solo piensa en que lo
quiere lamer… poco a poco, parte a parte… todo. El manoseo no tarda en aparecer
tampoco, así como los rasguños y las mordidas, Park parece estar desesperado y
a KyungSoo no podría importarle menos puesto que intuye, habrá más encuentros
como éste en el futuro, y seguramente mejores.
La lengua de ChanYeol viaja
tortuosamente lento solo un minuto después, moviéndose delicadamente por todo
el cuello de KyungSoo, el pequeño simplemente se deja hacer y deshacer,
entregándose completamente a la voluntad de su mayor.
¿Qué es lo que puede salir mal? ¿Acaso
algo lograría opacar esta felicidad apabullante?
—Eres un necio —ChanYeol susurra,
provocándole cosquillas al pelirrojo en el cuello—, irte corriendo por allí,
sin importarte siquiera un poco tu vida.
KyungSoo intenta responder a la
acusación pero no lo logra, solo un suspiro escapa de sus labios. ¿Qué se puede
decir en una situación así? Si su cerebro ni siquiera acaba de aceptar que lo
que está sucediendo sea real.
El brazo derecho de ChanYeol está
debajo de la cintura de KyungSoo, obligando a que su pecho esté completamente
pegado al contrario; el contacto piel a piel arde, sofoca y enloquece un poco. Los
labios de Park tampoco dan tregua, pues no dejan de moverse; yendo desde las
claviculas, donde con sus dientes rasga un poco, hasta el lóbulo de su oreja,
en el que mordisquea sin tapujos; siempre susurrando con el timbre de voz
perfecto para enloquecer al más cuerdo.
La mano desocupada del peliplateado
aprovecha para avanzar sigilosa hasta la pretina del pantalón de KyungSoo
mientras lo mira sonriendo de lado y con los ojos desbordando una lascvia que
hasta ahora, KyungSoo no conocía; y es allí, en ese momento entonces: cuando
los dedos de ChanYeol se deshacen sin dificultad alguna del botón de aquella
prenda y su desinhibida mano acaricia con completa falta de pudor el miembro de
KyungSoo, en que este manda la calma conservada hasta el momento a pasear.
KyungSoo no pretende contener lo que
siente, y todo el cúmulo de sentimientos que lo está enloqueciendo ahora mismo,
trata de sacarlos gritando, arañando desesperado los brazos de ChanYeol,
tratando de no perder la conciencia. La mano de Park es grande, y está tan
caliente que KyungSoo sigue jurando cosas inentendibles sin poder parar; en su
piel quedan marcadas como rojizos puntos las yemas de los dedos de Park, quien
se aferra al pequeño cuerpo de KyungSoo con fuerza, como si tratara de
atravesarlo o llegarle tan profundo, que despues sea imposible separar un
cuerpo del otro.
—¿Qué estás diciendo? —ChanYeol se
burla y acelera el ritmo de sus caricias—, no te entiendo. —Mientras sigue
sonriendo, parece observar el rostro de KyungSoo atentamente, sin perderse
ninguna expresión.
Debe sentirse poderoso, como un Dios.
Lograr que alguien como el pelirrojo se haya enamorado de un viejo como él,
debería ser considerado algo por lo que darle un premio.
—KyungSoo… —Park canturrea su nombre
sobre su oreja e inmediatamente deposita un casto beso detrás—, espera.
—KyungSoo al principio parece no entender, pero da un respingo cuando Park saca
la mano de entre sus pantalones y se pone de pie.
—¿Qué…? —Su cuerpo se incorpora como
empujado por un resorte, ChanYeol lo mira y vuelve a burlarse de él.
—Que despistado. —KyungSoo parpadea
estúpidamente al sentir cómo su temperatura pasa de ardiente a congelada en un
pestañeo.
—¿Qué…? —Y su tonta lengua no puede
hilar algo bueno para decir.
—Te dije que esperaras, pero de pie,
supongo que puedes verme mejor. —Un guiño y una sonrisa ladina, después, Park
comienza a bajarse el pantalón y la ropa interior.
Como acto reflejo, KyungSoo se lleva
las manos a la cara y se gira, quedando de espaldas a la erótica imagen de
ChanYeol desnudándose, literalmente, para él. El mayor esta vez no contiene un
par de escandalosas carcajadas que brotan de lo más profundo de su ser.
—Kyung… Soo… —El llamado increíblemente
dulzón logra que los vellos de KyungSoo se ericen, escalofríos de pura
expectación le recorren el torso desnudo y gira violentamente para ver qué cosa
está haciendo Park.
Es un hermoso error voltear.
ChanYeol sostiene entre sus manos su
miembro erecto, cubierto ya por una fina capa de látex: un preservativo, ¿por
qué rayos carga el psicólogo con uno? KyungSoo no puede preguntar, pues solo un
instante después de que la cuestión se forme en su cerebro, ChanYeol ya está
arrodillado frente a él, deshaciéndose de las prendas que le quedan.
Más besos y caricias llegan, pero la
mayoría son de ChanYeol, quien ahora parece estar más desesperado que al
principio. KyungSoo nunca ha sido alguien a quien le guste ser demasiado
dominado, pero quizá sea por la edad, la experiencia o hasta la altura, que con
Park no logra ni meter bien las manos. Su cuerpo es zarandeado a placer del
mayor; del sofá pasan a estar enrollados en el piso y allí es un constante
cambio de posiciones, de pronto ChanYeol parece querer comerse el torso de
KyungSoo, al segundo siguiente parece estar más emocionado con probar sus
piernas y glúteos.
Un reclamo, una queja, KyungSoo quiere
decir algo, detener las caricias de Park que definitivamente se han vuelto
dolorosas, pero no puede. Su cuerpo reacciona a la enferma atracción que siente
por ese hombre que lo ha vuelto un reverendo idiota; sus brazos todavía se
aprietan contra él, sus labios aún insisten en corresponder a los ajenos, sus
piernas se abren para recibirlo en su interior… Y Park no lo duda ni un poco
cuando siente los muslos de KyungSoo apretarlo, sonríe una última vez antes de
entrar en él y desgarrarlo. Las embestidas son rápidas desde el principio,
KyungSoo no enfoca ya nada bien pero todavía es capaz de darse cuenta de que
Park está sonriendo mientras observa su sufrimiento.
—¿Por qué? —Se atreve a preguntar con
un hilo de voz—, ¿por qué?
ChanYeol continúa con su enferma
sonrisa en la cara, que en este instante a KyungSoo ya no le parece nada
cálida. Hay un trasfondo obscuro en ella, una mentira bien guardada que por fin
comienza a mostrarse, KyungSoo no quiere saber, no quiere enterarse del secreto
aunque lo está viendo… lo está escuchando…
—Porque te odio, porque no eres digno
de mí, porque solo te pareces a la patética de tu madre. —El pulso de KyungSoo
se acelera, saltando a causa de que Park lo compare con su madre, odia que
hagan eso, lo detesta con el alma…
—Tú no sabes nada de ella. —KyungSoo
trata de reincorporarse, sin embargo ChanYeol lo sujeta con fuerza, apresándolo
entre sus brazos, logrando que el pelirrojo quede sentado sobre él, obteniendo
más placer para sí mismo.
—Tú eres el que no sabe nada de mí.
—¡Basta! —Se jalonea, aun sabiendo que
sus intentos de escape son inútiles—, ¡déjame! —Su respuesta es una risilla
maligna susurrada en su cuello—. ¡Pensé que me amabas! —Esta vez ChanYeol se
detiene por fin y lo empuja, dejándolo tirado en el suelo.
—¿Cómo pudiste pensar algo así? —Si tan
solo el peliplateado supiera que KyungSoo, minutos antes, acababa de hacerse
esa misma pregunta sin respuesta. Un bufido—; idéntico a tu madre, hermosos
pero sentimentales, solo sirven para coger. —Park se inclina hacia él y le
muerde los labios. Otra vez está dentro de él.
—¡Deja de hablar de ella! —KyungSoo
puede soportar la casi violación de la que es víctima, pero no que lo comparen
con aquella débil mujer.
—¿Por qué?
—¡Porque la odio! —El rostro de
KyungSoo está pintado de rojo, al igual que sus ojos, que además están acuosos,
soportando las lágrimas debido a, seguramente, un milagro.
ChanYeol sonríe y por el momento deja
de hablar, se concentra completamente en mancillar el delicado cuerpo debajo de
él que parece haber perdido completamente la voluntad ahora; ya no es divertido,
así lo siente Park, si KyungSoo ya no lo mira con devoción y amor idiota, no
sirve de nada alargar las cosas. El peliplateado se asegura de dar unas
estocadas más: rápidas y profundas, para terminar por fin y alejarse del muñeco
maltrecho que mira al vacío.
Como si fuera su hogar, porque lo
conoce a la perfección debido a que en algún momento de su vida lo fue, Park se
dirige al baño para limpiarse y vestirse; cuando termina, observa fastidiado
cómo es que KyungSoo sigue tirado como basura en el suelo, echo un ovillo justo
al lado del sofá, rueda los ojos y pasa de él, dirigiendo sus pasos a la
cocina.
Para cuando emerge de ella, trae un
delgado —pero filoso— cuchillo en la mano con el que juguetea.
—Levántate. —KyungSoo es pateado—. Tu
actitud me avergüenza.
—Vete. —Es un susurro amargo—. Ya
obtuviste lo que buscabas, ahora vete. —ChanYeol niega y se pone en cuclillas,
acaricia la cabeza del pelirrojo y le recoge el flequillo que tiene pegado en
la frente, dejando descubiertos sus apagados ojos.
—Pobre niño —pronuncia con lástima—,
pequeño idiota, ¿todavía no te das cuenta? —KyungSoo pestañea.
Su mente divaga por un momento y se ve
a sí mismo, siendo fuerte, irguiéndose con osadía, echando a ChanYeol de su
casa y reacomodando su autoestima, como si nada hubiese pasado… pero es una
fantasía, porque su triste realidad es que aún destruido, adora las caricias
que ChanYeol le profiere en la cabeza, anhela que la luz de esos bonitos ojos
castaños no lo dejen, quiere que Park todavía lo escuche y lo sostenga, como un
amigo, como un amante, como un padre…
—He de confesar que tu inocencia, en
algún punto, me conmovió. —ChanYeol sigue dándole mimos, y sus ojos otra vez
son amorosos como en las sesiones que tenían—, quise detenerme cuando vi lo
miserable que eras, pero no pude, así como tú no pudiste evitar enamorarte de
mí, que estaba prohibido para ti. —Las lágrimas de KyungSoo por fin caen.
—Siempre supe que sí estabas casado.
—Solloza, y ChanYeol negando le vuelve a sonreír.
—Tu inocencia, KyungSoo, tu inocencia.
—Vete. —KyungSoo sabe que ya no puede
soportar más burlas, no cuando ChanYeol parece ser dulcemente dañino. No cuando
la máscara está otra vez en su lugar, cuando el hombre del que se enamoró
regresa y lo enreda más.
Park asiente y toma la mano de
KyungSoo, la abre con suavidad y coloca el objeto que traía allí, le ayuda a
tomarlo con firmeza, envolviendo el arma con los dedos del pelirrojo.
—Nunca conociste a tu papá, ¿cierto? —murmura
y le da un beso en la frente—, pues ahora que lo conoces, ya puedes morir.
La respiración de KyungSoo se detiene y
quizá los latidos de su corazón también; escasamente escucha los pasos de
ChanYeol alejarse y el sonido de la puerta al cerrarse.
¿Qué?
Sus signos vitales tardan un minuto en
volver, KyungSoo mismo tarda más tiempo que eso en reaccionar realmente. Su
mente trabaja rápido, conectando unas cosas con otras a la velocidad de la luz
al tiempo en que su mano empuña con más fuerza el cuchillo que sostiene.
¿Qué?
¿Qué?
¿Qué?
¿Cómo pueden tener sentido las palabras
de Park? ¿Cómo KyungSoo podría haber conocido a su padre si el único hombre que
ha aparecido recientemente en su vida es el peliplateado? Es estúpido, es
incongruente. Que Park tuviera ante los ojos de KyungSoo un aura paternal, que
conociera las habitaciones de una casa a la que nunca antes tenía porqué haber
entrado, que conociera a HweJi… que supiera el nombre de KyungSoo… que los
comparara y tuviera razón cuando lo hacía… todo eso, tenía que ser una mera
coincidencia, la capacidad de descubrir cosas que tienen de por si todos los
psicólogos, una mera casualidad.
O quizás no…
La verdad es que no.
La comprensión de todo no tarda en
llegarte cuando no eres tan estúpido, cuando todo es más claro que el agua, a
pesar de que trates de hacerte el loco y fingir demencia.
En los libros no suelen explicarte
estás cosas, nadie quiere escribir acerca de lo que duele en la vida real y te
orilla a querer abandonarlo todo. Ya que todos sufren en su día a día, nadie
gusta de leer tragedias cuando lo que intenta es huir de ellas.
KyungSoo observa completamente ido de
nueva cuenta el arma en su mano; otra vez le está gritando que lo haga, que
entierre y rebane su carne: «eres como
HweJi», las voces le cantan.
—Soy HweJi.
Para cuando la sangre deje de brotar,
ya nada dolerá nunca más y entonces, por fin alcanzaras tu anhelado final
feliz.
***
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