Lurk {ChanSoo}

By KyuNaFish - 8:59 p.m.










El viento está furioso. Sopla fuerte, demasiado para ser normal. La hojarasca de los árboles alza el vuelo y envuelve el cuerpo de Do KyungSoo en un pequeño remolino que está acompañado de un montón de polvo, no obstante, él ignora por completo el caos formado a su alrededor: sus ojos continúan cerrados fuertemente y las lágrimas no dejan de salir.

Lleva de esa forma, de pie en medio del cementerio, una hora o quizá más.

Perdió la noción del tiempo una vez el cura terminó su discurso y se retiró con las demás personas que asistieron al funeral de Do HweJi, su ahora difunta madre.

KyungSoo aún es joven, tiene apenas 15 años y está completamente solo. Parece que le espera una vida miserable, y eso es en realidad mitad verdad y mitad mentira. Un hogar y dinero no va a faltarle: HweJi fue una escritora bastante famosa que dejó toda su fortuna para el goce de su única descendencia: él. Pero KyungSoo está acostumbrado por lo mismo a tener todo lo que, materialmente hablando, alguien sueña; en lo que refiere a cariño… está perdido.

No sabe qué es el amor; al maldito de su padre jamás lo conoció y su madre siempre estuvo demasiado ocupada como para darle un poco de atención. Los libros de HweJi rebozaban de aventuras amorosas y dramáticas entre sus letras, finales de película llenos de fantasiosa felicidad que a KyungSoo siempre se le antojó pero que hasta ahora no ha probado. A su cuerpo le son ajenos los abrazos, desconoce de besos y caricias, sus oídos jamás han escuchado palabras cariñosas o susurros propios de un furtivo amante, su corazón y mente están más muertos que su madre.

KyungSoo llora y no puede evitarlo o detenerse, por supuesto, no lo hace porque le duela lo sucedido con HweJi… en realidad es solo que tiene miedo de lo que debe hacer ahora que la única persona que adornaba de vez en cuando su hogar se ha ido.

Soledad…

¿Tan terrible es? Sí, sí lo es.

HweJi nunca pudo recuperarse del abandono que sufrió por parte del padre de KyungSoo, así que todo su embarazo y lo que le restó de vida la pasó profundamente deprimida; nadie hablaba de ello, pero desde que KyungSoo tuvo conciencia, supo que la mujer que lo trajo al mundo estuvo medicada y llorosa. Destruida porque estaba sola. Él es propenso a sufrir de depresión, algo como mentalmente heredado. Actualmente ha quedado solo también, y teme que en la quietud de su cuarto, acompañado de la soledad de su alma, sus pies se arrastren hasta a la cocina y entre los cajones de la alacena sus manos busquen y cuando encuentren, empuñen el cuchillo que le robará la vida, así como sucedió con HweJi.

KyungSoo se sorbe la nariz y abre por fin los ojos, suspira y observa atento a su alrededor. Siente como si alguien lo observara pero luego de una búsqueda demasiado superficial entre las demás tumbas, acepta que solo está imaginando cosas y decide que es mejor marcharse ya.

Las calles de Seúl están tan concurridas como siempre, y aunque la muerte de HweJi fue anunciada en periódicos y televisión, nadie parece realmente afectado por ello. ¿Qué es una novelista más o una menos en este mundo? Nada.

Su desconocido e irrelevante hijo es menos.

El día siguiente al entierro pasa lento, demasiado aburrido y monótono para ser soportable. Aun así, KyungSoo es un ser muy educado que se abstiene de poner mala cara cada que alguno de sus compañeros y profesores se toman la molestia de darle el pésame; le llegan palabras que buscan proporcionarle fortaleza, también alguno que otro ofrecimiento de hospedaje, y una chica de la que no recuerda ni el nombre, pero que se acerca a la hora del almuerzo a él, se atreve a ir más allá y le dice que puede ayudarle con los quehaceres domésticos de su hogar, obviamente, KyungSoo la rechaza, y con frialdad, supone, pues la niña tiene cara de tragedia y sus ojos están llorosos. KyungSoo solo la ve mientras corre lejos de él.

Los días se convierten en semanas y las semanas en meses. Estos últimos en años que corren turbios como agua de drenaje, pesados y espesos como lodo.

Seis años.

Seis años han pasado y a sus 21, KyungSoo todavía tiene que levantarse cada mañana más temprano de lo habitual para mirarse en el espejo durante más de media hora y recordarse que, a pesar de tener la delgada estructura muscular de su madre, los ojos grandes y distantes, la piel blanca y suave, el cabello lacio y de color rojo fuego, la corta estatura y los labios rojos y regordetes, no es HweJi, no lo fue ni lo será… él no es tan débil como ella y por lo mismo no va a suicidarse esa misma noche a pesar de lo mierda que pueda ser su día.

La universidad no es demasiado distinta al colegio, solo es una estructura más grande, con más alumnos y profesores andando de acá para allá y un montón de materias que desembocan en gigantescas cantidades de tarea que se acumulan demasiado pronto.
KyungSoo cumple con algunas asignaturas y con otras no, asiste de vez en cuando a clases y solo en horas que él considera «adecuadas»: no demasiado temprano, no demasiado tarde, el medio día parece estar bien. Está lejos de ser un alumno ejemplar o un joven genio como HweJi siempre quiso, KyungSoo solo es normal, siempre salva sus materias y es constante cuando tiene ganas o sabe que es necesario para no reprobar.

Nadie lo toma muy en cuenta, y él tampoco piensa demasiado en nadie…

—¿Algún día vas a llegar temprano? —La mano de SeHun tira de uno de los tirantes de su mochila. KyungSoo detiene sus pasos y se gira para verlo.

El chico de cabellos rubios no le sonríe, pero tampoco parece molesto, solo está allí, parado a mitad del pasillo y deteniéndolo.

—No. —Es la escueta respuesta del pelirrojo, quien tampoco es capaz de mostrar alguna emoción en las facciones de su rostro—. ¿Te molesta? —SeHun niega.
—Ayer faltaste a todas las clases y mi madre estuvo aquí, ella lo supo y sabes cómo se pone.
—No necesito una niñera. —KyungSoo a penas baja el tono de su voz, pero es suficiente para que SeHun sepa que la intromisión de la señora Oh en el asunto, le molesta—. Mejor debería cuidar de ti, y hacer que te alejes de las malas compañías. —KyungSoo sonríe suavemente y SeHun lo imita.
—¡Oh, no! —Exclama el rubio y por fin suelta a KyungSoo, sin embargo, solo lo hace para ahora sujetarlo del cuello de la camisa y arrinconarlo contra la pared más próxima—; recuerda que yo soy un genio y…

El sonido de unos tacones de aguja chocando contra el piso hace que SeHun se trague por un rato las palabras y suelte a KyungSoo, sin embargo no se aleja completamente de él.

—Basta, chicos —es una de las prefectas con la que convivieron el semestre pasado—, vayan a clase y dejen las absurdas peleas, se supone que la familia se cuida y no al revés—. La mujer los mira a penas y sin detener su marcha recorre todo el pasillo hasta doblar en una esquina y desaparecer.
—Familia, ¿eh? —SeHun se burla y palmea la mejilla de KyungSoo— no sabía que quien te folla ya es considerado «familia» en estos días.
—Idiota. —El pelirrojo rueda los ojos y empuja a SeHun para abrirse camino.

El rubio murmura algo pero KyungSoo se limita a ignorarlo, su primo puede llegar a ser insoportable cada que se lo propone.

El día transcurre sin más precedentes, las clases corren lentas y pesadas mientras KyungSoo se queda dormido en algunas y en otras solo finge prestar atención.

Su vida es así, monótona, aburrida y simple.

Para cuando las puertas de la universidad han cerrado, la noche ha caído en Seúl y KyungSoo se detiene en una esquina cualquiera, levanta la mirada y se queda mirando el cielo estrellado, es una vista hermosa y lo sabe; lamentablemente no lo siente. Regresa la cabeza a su ángulo normal y prosigue con su camino a casa.

Y su vida sigue siendo la misma que hace seis años, y podría seguir siéndolo durante toda su vida… sin embargo ese no es su destino.

El día siguiente comienza como todos, KyungSoo frente al espejo y recitando un mantra ya memorizado; llegar a la universidad y presentarse a sus clases, ver a SeHun en los pasillos, más clases, en algún receso coincidente entre ambos copular dentro de los sanitarios o en algún aula vacía; clases, más clases… y por fin la salida.

KyungSoo permanece parado justo a un lado del portón de la Universidad, debería solo caminar hasta la esquina, cruzar la calle y dirigirse al callejón que está delante… pero por alguna razón no lo hace.

KyungSoo empieza a caminar atolondradamente hacia el lado contrario.

El camino no varía mucho, las calles siguen siendo grises y hay una hilera de árboles enanos a todo lo largo de la acera, rostros irrelevantes siguen desfilando delante de él, los autos todavía pasan veloces a su lado y entonces KyungSoo se percata de que a pesar de ser el lado contrario, sigue siendo la misma mierda. Con los hombros caídos y la expresión un poco más miserable de lo normal, gira sobre sus talones para volver sobre sus pasos, y es entonces cuando sucede.

Un choque imprevisto, una de las maneras más patéticas —pero románticas— utilizadas por los escritores para hacer que los protagonistas de su historia se conozcan.

—¡Lo lamento! —Exclama un hombre que KyungSoo juraría, le dobla la estatura.
—Fue mi culpa. —El pequeño ofrece una venia y el desconocido se la regresa.

Y eso es todo.

Aquel tipo es tragado por las oficinas que hay en esa calle sin más. No hay disculpas torpes ni mejillas sonrojadas, tampoco miradas coquetas o similar.

Aburrido.

Transcurre un mes.

KyungSoo sabe que no está bien, pero no por eso deja de hacerlo. Día tras día, al salir de la universidad, toma el camino contrario al que lo llevaría a casa y acecha por varios minutos las calles: necesita imperiosamente volver a ver al hombre con el que tropezó.

¿Con qué fin? No lo sabe, solo es consciente de que debe verlo, aunque solo sea una vez más. Pero el sujeto no aparece y es desesperante que la tierra parezca habérselo tragado.

Dos meses más.

El pelirrojo por fin ha sobrepasado sus límites propios y ha dejado por la paz la inútil búsqueda. Él solo quería un poco de emoción en su vida y nadie puede culparlo por eso; al menos, el tiempo que su acoso duró, no necesitó de sus sesiones frente al espejo y eso solo le demuestra que si consiguiera alguna cosa con la que distraerse, su vida sería más llevadera.

Pero también sabe que cuenta con esa respuesta desde hace muchos años, y que aun así no conseguirá nada porque le provoca pereza pensar siquiera en conseguirse pareja.

Ese mismo día, a la salida de sus clases se dirige a casa mientras patea una piedra; tan ensimismado va en su tarea que no se percata de que el hombre al que ha estado buscando todos estos meses lo observa desde la comodidad de su auto, al otro lado de la acera. El sujeto es alguien mayor, ¿quizá 30? Es difícil adivinarlo pues podría ser de esa gente a la que la edad no le cobra factura, en cualquier caso, es mucho mayor que KyungSoo.
Una manzana antes de llegar a su casa, KyungSoo voltea para todos lados al ser llenado —al fin— por la sensación de ser observado; identifica el auto del extraño sin dificultad pues lo tiene a su lado.

El tipo baja la ventanilla y lo saluda: —¡hola!— La voz que brota de sus labios es gruesa. Agita la mano derecha animado y en su rostro se asienta una maravillosa sonrisa amable y suave, —¿has estado buscándome? —Cuestiona, y KyungSoo no se sorprende o aterra ante el hecho de haber sido descubierto.
Permanece en silencio un momento mientras analiza al sujeto: tiene el cabello teñido de un llamativo color plata, sus facciones no son hoscas, pero tampoco suaves como las de él, tiene unos ojos castaños realmente bonitos. Es muy atractivo y por primera vez repara en que es bastante mayor, ¿qué lo habrá llevado a buscar a un hombre que probablemente tiene esposa, hijos?

—No, —responde al fin— ni siquiera le conozco. —Vuelve la vista al camino y empieza a caminar, frunce inconscientemente los labios al percatarse de que ha perdido la piedra que pateaba.
—Yo a ti si te conozco. —El peliplateado lo vuelve a abordar y KyungSoo no detiene sus pasos, obligando al hombre a que conduzca lento.
—Mucha gente me conoce.
—Supongo que eso es verdad, Do KyungSoo. —KyungSoo se detiene abruptamente y mira al hombre, exigiendo silenciosamente una explicación. Luego de una sonrisa bastante amplia de parte del extraño, esta llega—: eres hijo de Do HweJi, —KyungSoo enarca una de sus cejas y el gesto es contestado con un encogimiento de hombros—, me gustaban mucho sus libros.

La tensión que se había acumulado de pronto en sus hombros desaparece más rápido de lo que apareció y casi suspira, qué aburrido.

—Ya veo. —El desconocido vuelve a sonreír encantadoramente y detiene la marcha de su auto mientras observa a KyungSoo con detenida fascinación, sus ojos brillan expectantes, como si esperara algo por parte del pelirrojo.

Algo que no llega, por supuesto, porque KyungSoo no está para complacer a nadie.

Con una ligera inclinación de cabeza, KyungSoo mira por última vez al hombre de cabellos plateados y cruza la calle. —¡Park ChanYeol!— Escucha que le gritan, y se asegura de no olvidar el nombre.

Aunque no voltea, sabe que el hombre y su auto blanco ya no lo siguen.

No se siente ansioso, pero es imposible negar que su corazón late ligeramente acelerado y que, nada más logra cruzar la puerta de su habitación, se lanza hasta su escritorio y enciende su portátil. Mordisquea su labio inferior mientras espera a que la máquina termine de encenderse y cuando esta lo hace, inicia el navegador y teclea el nombre que se aseguró no olvidar.

Park ChanYeol.

Hay varias personas con ese nombre, así como un montón de perfiles en Facebook y otras redes sociales más pequeñas, no obstante, KyungSoo la ha tenido fácil pues el objeto de su acoso no es alguien demasiado irrelevante. Hay una página, ¿un blog?, para ponerse en contacto con el Licenciado en Psicología Park ChanYeol, KyungSoo navega —con más curiosidad de la que nunca había tenido en la vida— por la página, observando detenidamente las fotografías allí expuestas, que en su mayoría son de reuniones con otros colegas. Las entradas también son muy interesantes, pero KyungSoo no se detiene a leerlas. Abandona la computadora para prepararse un baño y mientras lo hace, piensa en que ahora entiende porqué el rostro de ChanYeol es así; como si fuera demasiado accesible y de sonrisa amable.

No le da más vueltas, no cree que el asunto deba tener más relevancia en su vida. Luego de terminar de bañarse y cenar algo se dispone a hacer sus tareas.

Despierta cuando ya es de mañana y bastante tarde, mira el reloj que descansa sobre su buró de soslayo y maldice. La primera clase del día es demasiado importante en su carrera como para eludirla, así que hoy no habrá ducha matutina ni desayuno, mucho menos una conversación consigo mismo frente al espejo.

Sale disparado de casa y el reloj sigue andando sin más.

A la hora de salida y con el celular en la mano se siente tentado, por más tareas y otros intentos propios para olvidar el asunto con Park, KyungSoo solo no puede; siente que hay algo, como un magnetismo de parte de aquel hombre que le atrae y obliga a acercársele. Por primera vez tiene ganas de hablar con alguien sobre esto que siente, porque está confundido y no sabe qué hacer, pero no hay nadie, no hay nada… solo el inquietante conocimiento de que si toma el camino contrario, llegará a las oficinas donde Park da sus consultas. Además de que también cuenta con el número de estas…

En solo una semana, KyungSoo ha cambiado bastante. Las charlas consigo mismo ya no ayudan para prácticamente nada y todo él es un trozo de carne tembloroso y distraído. SeHun se ha dado cuenta pues los encuentros furtivos entre los dos han desaparecido y, sabiendo que es posiblemente el único ser sobre la tierra que se preocupa por el pelirrojo desinteresadamente, le pregunta por lo que le pasa:

—¿Qué es lo que tienes? —KyungSoo y él han topado en las canchas.
—Nada.
—Soy tu primo —le recuerda y el pelirrojo sonríe irónicamente—. De verdad me preocupas. —KyungSoo se detiene a mirarlo unos segundos, no duda de las buenas intenciones de SeHun, sin embargo, tampoco lo conoce tanto, ni lo quiere y mucho menos confía en él. Que se hayan acostado algunas veces no quiere decir que le puede compartir algo más allá de su piel.
—No es nada.

SeHun niega y lo deja ir, tampoco va a rogarle ni presionarlo más para que le diga algo que, es evidente, no piensa compartir.

Una vez KyungSoo ha huido de SeHun, por fin cae en cuenta de que su estado debe ser muy malo como para que alguien tan desinteresado y distraído como el rubio lo haya notado. Se dirige hacia los sanitarios y allí se toma un momento para mirarse bien en el espejo; su aspecto no es tan terrible como pensó; sus ojos están opacos pero carece de ojeras, su piel se ve reseca y un poco pálida pero tampoco es algo que lo haga parecer un muerto andante, quizá esté un poco más delgado también… sin embargo no es motivo, su condición bien podría ser achacada a lo pesado de su carrera, entonces, ¿qué es? La puerta a su espalda es azotada dado que un alumno entra, y es entonces que KyungSoo se da cuenta. Un quejido ha quedado atorado en su garganta debido al susto, ambas manos permanecen aferradas a las esquinas del lavabo y su rostro… es una completa mueca de mal gusto, ahora si está casi tan blanco como el papel y sus enormes ojos parecen querer escapar de sus cuencas, su labio inferior tiembla y sus dientes también. Sin importar nada más, KyungSoo gira sobre sus talones y arranca a correr hacia la salida. Esta es una señal, lo sabe, lo siente dentro de su pecho: la creciente expectativa del llamado, de saber que debe ir allí. Ya no es una excusa asociada a su capricho, ahora es una necesidad impulsada por su verdadera condición.

En los libros, es el momento en que la damisela en peligro debe ser rescatada por su valeroso príncipe invencible e inmortal.

Pero no es tan fácil cuando todos los personajes del cuento desconocen su papel.

—De verdad lo necesito. —Es la quinta vez que lo solicita, y KyungSoo está seguro de que si obtiene una negativa más por parte de la secretaria de Park, va a volverse loco de verdad.

Ella se frota el puente de la nariz y suspira porque no sabe qué hacer.

—Lo sé —susurra, y lo dice sinceramente. El pequeño pelirrojo frente a ella luce desastroso, y que tiemble sin parar no ayuda para nada, sin embargo también es consciente de los tres pacientes más que están presentes: dos mujeres y un niño, quienes están allí desde hace por lo menos media hora y además, tienen cita—. Pero el doctor Park no puede…

Las palabras de la mujer son opacadas por el ruido de la puerta al abrirse. KyungSoo se gira inmediatamente y lo ve, Park ChanYeol está estrechando la mano de un hombre mientras lo despide y le dice algo como que lo espera la siguiente semana. No lo piensa y corre con las últimas fuerzas que tiene hacia la oficina del peliplateado, dejando boquiabiertos a todos, menos a ChanYeol, por supuesto, quien solo le sonríe levemente a su secretaria y ofrece una disculpa a las demás personas en la sala.

—Lo lamento mucho —se inclina— pero no habrá más consultas por hoy. —Vuelve a sonreír y cierra la puerta lentamente.

KyungSoo permanece encogido sobre el sofá de cuero negro y maravillosamente grande que hay en la habitación, su mochila está en el suelo y sus ojos persiguen a Park desde la puerta hasta el sillón individual que está frente a él.

—Hola, KyungSoo. —ChanYeol toma asiento tranquilamente y se cruza de piernas, sobre su regazo acomoda las manos con las palmas hacia arriba y sonríe, tan suave y delicadamente como la primera vez que se vieron—. ¿Qué te trae por aquí? —Sus párpados se mueven lentos y los ojos le brillan como soñadores, su cabello está un poco despeinado y resplandece cegador debido a los pocos rayos de sol que se filtran por los resquicios de la cortina.
—No lo sé. —Luce como un ángel, como un salvador. Es el príncipe perfecto que puede rescatarte de cualquier tragedia, el héroe que te deja mudo de la impresión debido a su imponente belleza.
—¿Quieres que hablemos? —Su ronca voz baja es seda suave que te acaricia hasta la fibra más sensible en el cuerpo.
—Estoy asustado… creo que tengo miedo. —ChanYeol asiente ante la confesión, su expresión no cambia en lo más mínimo, quizá, de hecho, se suaviza un poco más.

Pero no dice nada, permanece silencioso y esperando. Esperando a que él siga hablando.

KyungSoo se ha repetido hasta el cansancio que no confía en nadie, porque nadie es digno de que lo haga, no obstante, la cálida imagen de Park sentado en el sillón de color negro con sus ojos posados en él, como si fuera la persona más importante del planeta Tierra, le revuelve el estómago, presiona su corazón y le rasca la garganta para que escupa de una vez por todas aquella locura que guarda.

—Hace casi siete años que mi madre se suicidó —comienza cuchicheando, como si fuera un secreto que no debe ser revelado ni escuchado—, ella estaba en constante depresión debido al abandono de mi padre. Tomaba antidepresivos y acudía a terapias, sin embargo, eso al final de nada sirvió. Un día, sin más, se cortó la garganta en medio de la cocina mientras yo esperaba a que preparara el desayuno. —KyungSoo hace una pausa mientras revive dentro de su cabeza aquel momento: la sorpresa, el desconcierto… el horror, todas esas sensaciones se hacen presentes nuevamente y lo hacen temblar ligeramente.
—KyungSoo —Park lo llama al ver que sus ojos han perdido el horizonte por un instante—, ¿tienes pesadillas debido a eso? —El pelirrojo vuelve en sí y niega.
—Si no lo menciono en voz alta, ni siquiera es lo bastante fuerte para que lo recuerde. —Susurra.
—¿A qué es a lo que le temes, entonces? —KyungSoo relaja por fin un poco las piernas y las baja del sofá, adoptando una postura más abierta.
—La hermana de mi madre, la señora Oh, siempre me ha acechado. No es que me quiera o le preocupe, más bien, pienso yo, es que le recuerdo tanto a HweJi que no quiere verme morir como ella. —Hace una pausa—. Me pasa, la entiendo dentro de todo, también tengo que recordarme a mí mismo que no soy ella y que por eso no terminaré suicidándome. —Esta vez, Park parece mostrar un poco de sorpresa pues parpadea rápidamente.
—¿Has llegado a pensar que eres tu madre?

Esta vez la pausa de KyungSoo es más grande y además la aprovecha para llevarse el dedo índice de su mano derecha a la boca y mordisquearse un poco la uña.

—Sí, casi siempre —responde una vez ha dejado sus manos en paz—, cuando me miro al espejo y noto más que nunca el parecido; creo que soy Do HweJi y que debería escribir un poco, después tengo ganas de comer galletas de jengibre y tomar una taza de té, cuando llego a la cocina en busca de ellos, en realidad me quedo mirando los cuchillos con una sensación de cosquilleo constante en la punta de los dedos. —ChanYeol asiente lenta, muy lentamente.
—¿Qué tan lejos has llegado? —Por fin la voz de Park tiembla y KyungSoo sonríe debido a ello.
—He acariciado el mango, —pronuncia como si se sintiera orgulloso— pero enseguida la realidad me llega de golpe y solo devuelvo el arma a su lugar y me marcho a mi habitación.
—Luego del suicidio de tu madre, ¿no tomaste terapia? —KyungSoo niega—. ¿Por qué? —Y en seguida sonríe otra vez.
—Los psicólogos me caen mal. —ChanYeol vuelve a su habitual semblante cálido y le devuelve la sonrisa.

Es muy irónico lo que acaba de decir KyungSoo, pero es verdad.

Luego de que el pelirrojo hablara sobre la que considera su mayor «debilidad», siente que su cuerpo se ha liberado por fin de una gran carga y además, ha dejado de temblar. Las facciones de su rostro han vuelto a su fría normalidad y lo puede asegurar con confianza a pesar de no poderse mirar en un espejo. Más preguntas llegan y es demasiado fácil responderlas, la conversación se torna mucho más suave y agradable también; KyungSoo pronuncia más palabras en su charla con un completo desconocido de las que ha dicho en toda su vida.

¿Por qué es así, cómo mágico, el poder sincerarte con un extraño? ¿Será que es verdad cuándo dicen que lo sientes de esa forma porque piensas que no serás juzgado?

Tal vez HweJi no estaba tan equivocada cuando escribía ese tipo de cosas irracionales en sus libros…

El tiempo avanza sin vergüenza y Seúl es tragado rápidamente por la infinita obscuridad sin que KyungSoo se dé cuenta, y su cómico relato acerca del día en que puso pegamento en la silla del editor de su madre porque este no le agradaba, se ve abruptamente interrumpido por el constante repiqueteo del teléfono de ChanYeol.

—¿Lo llaman? —Park deja que el teléfono continúe sonando y en su lugar verifica la hora en su reloj.
—Es la alarma, suena porque a esta hora termina la última cita que tengo en el día. —Alguna cosa dentro del estómago de KyungSoo se aprieta y al tiempo en que comienza a sentir un vacío, que definitivamente no se debe al hambre, las frías corrientes del aire nocturno lo abrazan y le provocan leves escalofríos.
—Lo lamento —se pone de pie y recoge su mochila—, he robado mucho de su tiempo. —Park niega y también se reincorpora. La luz de la imponente luna que hay afuera lo baña y luce aún más divino que en la tarde; una impactante imagen de la perfección casi etérea de aquel hombre.

KyungSoo debería dejar de mirarlo así, de pensar ese tipo de cosas de una persona mayor.

—Está bien, no hay problema. Lo necesitabas. —Park le extiende la mano con gesto amistoso y Kyungsoo se la estrecha; apenas logra tocar su piel y se siente desfallecer. Los latidos de su corazón se aceleran y algo martillea dentro de su cabeza, poniéndolo un poco sordo, parpadea y logra esbozar una sonrisa antes de salir huyendo de aquella habitación. No da marcha atrás, ni siquiera voltea. Poco le importa chocar con la gente que encuentra en su camino.

KyungSoo es capaz de respirar con normalidad hasta que llega a la acera contraria y da un rápido vistazo a la ventana de la oficina de Park, donde las luces siguen encendidas pero no hay nadie asomándose entre las cortinas.

Mientras camina con pasos torpes hacia su hogar, no para de preguntarse quién podría ser la esposa de Park: trata de inventarse a una mujer alta y delgada, de rostro fino y estilizado, ella podría usar vestidos entallados y de colores sobrios, debido al frío, quizá tenga un caro abrigo cubriendo sus hombros. Park debe tener dos hijos con ella, un niño y una niña… gemelos, con el cabello del mismo tono del que su madre, la piel de los pequeños debe ser delicada como la de ella también; pero los ojos y la sonrisa amable, esa seguro la tiene la niña, ella debe haber heredado el carácter limpio y amigable de Park, un pequeño ángel que tal vez siga los pasos de su papá. Ahora mismo la familia Park quizá vaya a cenar fuera puesto que es viernes y ChanYeol no quiere que su mujer haga algo más que disfrutar estar casada con un hombre tan perfecto como él.

Si tan solo KyungSoo hubiera tenido un padre así…

KyungSoo golpea con la palma de su mano su frente varias veces, ¿qué está pasando con él? De pronto su cuerpo se siente pesado y la tarde agradable que pasó contándole sus problemas a Park luce como algo tan lejano que comienza a borrarse de su memoria. Cada corriente de aire se está llevando algo, pero es difícil deducir qué.

Cuando llega a casa va directo a tirarse sobre el sofá y piensa en permanecer allí mismo todo el fin de semana.

Y así lo hace.

Sin embargo la rutina se ha roto a pesar de que KyungSoo todavía no lo note; las grandes cosas suelen comenzar así de por sí, poco a poco, muy paulatinamente. Ahora KyungSoo perderá cosas, cosas importantes e irrecuperables, a cambio quizá gane… pero la vida, así como las monedas, siempre tiene dos caras y hay que apostar y arriesgarse.

Es lunes otra vez y KyungSoo por fin va con buen tiempo a su primera clase, o al menos eso pensaba…

—¡Hola! —KyungSoo contesta al saludo elevando la ceja y se detiene.
—¿Qué es eso? —SeHun lo mira sonriente y aprieta la caja que sostiene contra el pecho de su primo.
—Feliz cumpleaños.
—¿Qué? —SeHun sigue sonriendo, pero pronto deja de lado su intento de ser amigable y recupera su sobria expresión de siempre. Suspira y aleja la caja de KyungSoo—. ¿Puedes dejar de hacer lo mismo cada maldito año? Esto me cansa, Kyungsoo.
El pelirrojo no contesta, se limita a alternar la mirada entre la caja y SeHun un par de veces. Luego solo comienza a caminar hacia su aula. SeHun aprieta los dientes y lo sigue—: ¿es en serio? ¿Este año también?
—Déjame en paz. —Suena como un cuchicheo, pero independientemente de eso, la insignificante petición trae consigo un montón de veneno y frustración.
—Basta, KyungSoo, ¡es tu cumpleaños!
—¡No lo es! —KyungSoo se detiene abruptamente y se gira, su mandíbula está tensa y las manos las tiene echas puños—, solo es el aniversario de ella. —SeHun gime frustrado y da una rápida mirada a los alumnos que ya comienzan a observarlos para que se larguen.
—¿Te lo tengo que recordar cada año? —Susurra, ocultando su propia furia—. KyungSoo, mírame y cálmate. Entiende que esa loca no es importante, pero tú sí. —El pelirrojo niega y trata inútilmente alejar su ira. SeHun se acerca a él e intenta abrazarlo, pero KyungSoo no se lo permite.
—La cena en casa de tu madre el día de hoy no es para mí, las flores que «nuestra» familia compra este día tampoco lo son, si alguno de ellos llora o tiene recuerdos felices, no lo hace por mí. —El rubio agacha la mirada y suspira.
—Pero yo cada año estoy contigo. —KyungSoo sonríe al escucharlo.
—Tú nunca has sido suficiente.

SeHun no sabe cómo responder a eso.

Levanta la cabeza y responde a la sonrisa de su primo con una similar, asiente varias veces y su mirada enfoca de todo, menos al pelirrojo que tiene delante. Se da la vuelta y regresa sobre sus pasos, sin embargo, a mitad del desierto pasillo vuelve a girar y agradece mudamente que Kyungsoo siga allí.

—Se acabó —susurra—, se acabó —de apoco, comienza a elevar la voz— nunca fue solo sexo, Kyungsoo, nunca fue lástima. —Agacha la mirada y observa la cajita que sostiene entre sus manos. Sonríe para sí y se encoje de hombros; estuvo durante tres meses buscando un regalo que dar, sabía que sería difícil que KyungSoo lo aceptara porque era lo mismo cada año, pero aun así tenía esperanzas, siempre las tuvo. Robarse una sonrisa sincera, palabras bonitas… lágrimas tal vez, siempre aspiró a mucho y esperó demasiado de la nada—. ¡Era amor! —SeHun mira por última vez la caja y a KyungSoo antes de botar la primera a la basura, y al segundo, decirle adiós. El pelirrojo se limita a mirarlo desde la distancia, extrañado pues no es natural de SeHun actuar así, sin embargo trata de no darle demasiada importancia, se niega a ver lo que se le está escapando porque justo ahora, no le importa; KyungSoo no quiere su amor.

KyungSoo mira el reloj de la pared avanzar demasiado lento mientras garabatea cosas invisibles en la palma de su mano, hace dos semanas que supo de la marcha de SeHun hacia Múnich y hace cuatro que lo vio por última vez. Recuerda ese momento borrosamente porque se ha obligado a olvidarlo, porque no le apetece en lo más mínimo revivir el dolor que reflejaba el rostro del rubio, la decepción, la tristeza.

Amor…

—Por una parte estoy bien con el hecho de que se haya ido.
—¿Por qué?
—Porque jamás podría corresponderle.
—¿Por qué? —KyungSoo se muerde el labio, se siente extraño.

Es la novena sesión que tiene con Park y siempre puede hablar libremente de sus peores temores con él, es de hecho, bastante liberador contarle sobre sus demonios y ver la forma en que asiente cada que KyungSoo le relata cómo es que los vence; sus ojos se tornan más brillosos y su sonrisa pasa a ser firme, como cuando un padre está orgulloso de su hijo. No obstante, la comodidad de KyungSoo llega a desaparecer con charlas como la actual, donde el tema principal son sus sentimientos. Al pelirrojo no le gusta para nada que ChanYeol note que allí es donde reina la decadencia, donde está vacío y por más que cave no encontrará nada, es un sentimiento de infinita vergüenza que le provoca querer enterrar la cabeza en un hoyo, lejos de los ojos amorosos de Park; pero también hay miedo, un sentimiento irracional dado a que KyungSoo sabe que siente cosas por su psicólogo, cosas que no deben ser pero son y al final del día no puede evitar… y tampoco quiere, si es sincero.

—Porque no sé amar —responde, haciendo un gran esfuerzo para no ocultar su rostro lleno de pena.
—No digas eso, todos somos capaces de amar, quizá, es solo que no has encontrado a la persona indicada. —La sonrisa que le regala Park hace latir de más su corazón.
—¿Es así? —Park asiente—. Entonces, ¿cómo puedo saber cuándo ha llegado la persona indicada? —Otra sonrisa deslumbrante y Park se limita a contestar que simplemente lo sabrá.

KyungSoo es siempre el último paciente que Park atiende, por eso para cuando el pelirrojo regresa a su realidad, ya es bastante tarde. La noche es fría debido a que están en pleno invierno, así que KyungSoo esconde las manos en los bolsillos de su abrigo y se encoje de hombros, tratando de mermar un poco los escalofríos de su cuerpo. Al cruzar la acera hace lo de siempre: observa por unos segundos la ventana ya cerrada del consultorio de Park y gime frustrado.

«Lo sabrás.»

Las palabras de Park retumban fuertes dentro de su cabeza, lo sabrás, lo sabrás, lo sabrás… ¿y qué pasa cuando ya lo sabes?, ¿cuándo ya lo sientes? Ese revoloteo incómodo de algo desconocido dentro de tu estómago, el sabor dulzón dentro de tu boca cuando despiertas por las mañanas porque acabas de soñar que por fin lo has besado, la estúpida sonrisa en tu rostro al verlo, la impaciencia que sientes porque necesitas que ya sea un determinado día y hora para ir a donde él sin necesitar una excusa para tus actos, ¿qué procede hacer ahora?

KyungSoo sabe perfectamente que está enamorado pero no por ello es un poco feliz, es posiblemente más miserable que antes, de hecho.

Saber que ChanYeol no puede corresponder a sus sentimientos lo desgasta diariamente, tenerlo tan cerca pero a la vez tan lejos es demasiado estúpido y cliché pero así es realmente. Cada noche, luego de estar con Park, KyungSoo se mete a la bañera y llora desconsoladamente durante horas, añorando con fuerza lo que quiere pero entiende que no puede tener, machacando él mismo sus ilusiones imaginándole una vida plena y románticamente asquerosa a ChanYeol; porque desea que el peliplateado la tenga, necesita obstinadamente que sea de esa forma. La casa grande, los hijos y la esposa de lujo, KyungSoo jamás podría dar algo así, si remotamente tuviera una oportunidad con Park, ¿qué podría darle? SeHun acaba de demostrarle hace tan poco que no es capaz de querer. Aunque con el psicólogo es tan extraño… la atracción que sintió al principio no ha desaparecido, de hecho, crece cada vez más, como una bacteria que se multiplica sin parar.

El amor suele ser de esa forma muchas veces: imparable e infeccioso. Una peligrosa enfermedad.

KyungSoo lleva sesionando con Park ya tres meses. La primavera ha llegado a Seúl y con ello el clima comienza a perder su frialdad, las flores empiezan a aparecer y el cielo deja de verse gris y melancólico. El ánimo de KyungSoo parece haber mejorado también.

—Entonces, ¿consideras que hemos progresado?
—Sí.
—¿Puedes sonreír para mí? —KyungSoo obedece inconscientemente, y le sale tan natural porque verdaderamente está feliz.

La sonrisa se queda estampada en su rostro mientras sus ojos se encuentran con los de Park y este le sonríe también; de pronto, el momento se detiene en el tiempo: es la añorada sonrisa incómoda y tímida, el desvío torpe de miradas para aparentar inútilmente que nada ha sucedido, el morderse los labios inquieto por no saber qué decir a continuación, el golpe en el estómago que te deja sin aire, las mejillas sonrosadas…

—Bien, bien —ChanYeol dice y se aclara la garganta— eso ha sido estupendo, adorable… —Park se queda callado al notar que sus ojos otra vez están queriendo absorber los de su paciente, KyungSoo se ha quedado inmóvil en el sofá, con el rostro completamente rojo y una carcajada atorada en su garganta.

«Acéptalo pronto, Park, acepta que también te gusto.»

—Me hace feliz estar aquí… —«contigo», la última palabra solo la piensa.
—También me hace feliz ver cómo te recuperas, me siento muy orgulloso de ti, KyungSoo.  —KyungSoo asiente animado y se pone de pie, ha aprendido a medir bien el tiempo y ahora ya no es necesario escuchar el teléfono de Park sonar para enterarse de que su sesión ha terminado.
—Me voy, ¿nos veremos el viernes? —Park se levanta y asiente, pero en seguida parece recordar algo y niega—. ¿No?
—Lo lamento, saldré en un viaje familiar mañana y no volveré hasta el lunes. —KyungSoo no logra escuchar la frase completa, su corazón se rompe al escuchar la palabra «familiar» y el ruido es tan estrepitoso que lo ensordece.

La sonrisa y el bienestar de su cuerpo desaparecen, dejándolo lánguido y tembloroso. Tanto tiempo le costó borrar de su memoria a aquella familia a la que siempre temió y ahora es pronunciada su existencia tan naturalmente. Es chocante y abrumador.

Pero…

KyungSoo mira a ChanYeol en silencio, reclamando mudamente.

—¿Con tu esposa? —Pregunta, su voz delata que la cuestión no la hace con las mismas intenciones con que las haría un paciente cualquiera: con curiosidad desinteresada. Más bien, la de KyungSoo suena como una pregunta hecha por una amante celosa, con un millón de reclamos camuflados allí; si tienes una familia, ¿entonces por qué me miras así? ¿Por qué sonreírme de esa manera? ¿Es algo natural enamorar a cuanto paciente encuentras? Acabamos de tener un momento… ¿por qué ilusionarme de esa forma?
—¿Esposa? —Park luce confundido—, ¡oh! —Y sonríe—. Me refería a mi hermana y a su esposo, yo no estoy casado.
—¿Qué?

Para un escritor amateur, es un tanto difícil escribir llegado este momento en que el protagonista ha descubierto que el objeto de su amor está libre para él; es el punto cúspide de la historia, —según HweJi—, no el principio, no el final, no, es ahora. KyungSoo puede marcharse y darle poca importancia a la información adquirida, pero no podría importarle poco, así que tal vez lo correcto es irse y analizar con calma lo que debería hacer a continuación… por supuesto, es mucho más divertido y dramático si KyungSoo confiesa dulce y timidamente sus sentimientos y después huye.

No obstante, KyungSoo no es un protagonista normal y por ende, no hace exactamente lo que un chico bien educado debería hacer en su situación.

—¡Eres un idiota! —Su reclamo hace que Park pierda la sonrisa inmediatamente.
—¿Qué?
—¿Crees que soy estúpido? —ChanYeol niega y frunce el ceño, el gesto es tan ajeno a él, que por un instante KyungSoo se olvida de lo que está haciendo y se queda mudo.
—¿KyungSoo? —Pero le viene bien que Park lo toque, pues así vuelve a sentirse furioso.
—¡¿Cómo es posible que juegues conmigo de esa manera?! —Park luce sorprendido, pero KyungSoo no le cree—, ¡tienes 45 años, maldición!, ¡tú bien sabes lo que siento por ti! —ChanYeol ladea la cabeza ligeramente, como un pájaro que no comprende nada de lo que sucede a su alrededor—. No me jodas, Park, ¡sé bien que a ti te gusto!

KyungSoo mira con desprecio como es que de pronto ChanYeol vuelve a sonreír.

—Admitir algo como eso sería poco profesional. —A KyungSoo le duele que la respuesta sea tan desdeñosa.
—Púdrete, Park.
—No estoy dispuesto a perder mi matrícula por ti. —Ésta lo destruye completamente.
—Muérete.

Recoge su mochila y a paso firme sale de la oficina, no mira atrás y tampoco se molesta en limpiar las lágrimas que recorren raudas sus mejillas, cuando cruza la acera se niega a mirar la ventana que esta vez, graciosamente, tiene las cortinas completamente corridas y permiten ver a la perfección el cómo ChanYeol lo sigue con la mirada mientras sonríe risueñamente.

Cuando KyungSoo llega a casa, no hay gritos, no hay berrinche… imposible; lo primero que hace es arrojar los jarrones que encuentra a su paso contra las paredes, patea las sillas y sillones mientras jura y perjura maldiciones en contra de Park, grita con las fuerzas que no tiene y llora inconsolablemente mientras camina hacia la cocina, o más bien, corre hacia ella, busca con la mirada empañada la tacoma que debería estar por allí y la encuentra pronto: siete cuchillos perfectamente ordenados del más grande al más pequeño lo observan desde el extremo contrario al que está; primero le susurran que se acerque, y conforme lo hace, comienzan a gritarle que lo haga pronto y que termine de una vez por todas con su sufrimiento, que las heridas que se provoque le dolerán una nimiedad en comparación con lo que ahora siente.

Pero KyungSoo no llega, es demasiado cobarde, así que se limita a tirarse a mitad de camino mientras se hace un ovillo y golpea repetidamente su cabeza contra el suelo.

Despierta en el mismo lugar en el que quedó inconsciente, y no lo hace por cuenta propia: Sunny, —la mujer del servicio—, es quien lo anima a ponerse de pie y lo alimenta, teniendo siempre una amable sonrisa en el rostro. KyungSoo se limita a observarla en silencio, y ella no cuestiona acerca de nada, no pregunta la razón de que todo esté tirado ni porqué es que él se encuentra en un estado tan deplorable… quizá la mujer imagine que todo se debe a alguna borrachera, y eso está bien.

KyungSoo no va a sus clases lo que resta de la semana. Recibe constantes llamadas de su tutor pero las ignora. Saber que ChanYeol no está, es extraño, se ha acostumbrado tanto a su presencia constante que ahora se vuelve a sentir miserable y solo.
Todos los días llora, y más de una vez al día; si al principio culpaba a Park por su dolor, ahora se da cuenta de que el psicólogo nada tiene que ver con eso. Es él y solo él quien tiene la culpa de todo, quien debería comportarse a la altura y actuar conforme a su edad, pero no quiere. Es más fácil culpar a terceros, más cómodo.

Se toma dos semanas para tranquilizarse y poder volver a la universidad; el día que regresa es un miércoles y habría esperado más de no ser porque la temporada de exámenes finales está a la vuelta de la esquina.
En cada clase, se traga las malas miradas de sus profesores así como sus sermones, también, trata de despejar su mente lo más que puede y presta toda la atención que le es posible.
Termina el día con una mochila que parece estar a nada de vomitar todos los libros que le ha metido y un sentimiento de aburrimiento y cansancio.

¿En dónde estará ChanYeol? ¿Por qué no llama? ¿De verdad es KyungSoo tan insignificante que no vale la pena arriesgar nada por él?

Las preguntas de su prueba se mezclan con las propias y KyungSoo se ve obligado a revisar por lo menos tres veces cada una antes de entregar los exámenes para cerciorase de que no escribió alguna estupidez.

Y dos meses se sienten como dos años sin ChanYeol para escucharlo.

El periodo vacacional ha llegado y todos están demasiado alegres, demasiado ocupados viviendo. KyungSoo nuevamente es un cero a la izquierda del mundo y aunque se siente triste por ello, ha llegado a aceptar que su destino es permanecer solo siempre, no hay salvación para él.
Por primera vez en todos estos meses olvida por completo que Park está a la vuelta de la esquina y camina hacia su hogar lentamente, mirando todo a su alrededor sin mucho interés, tal como era su vida antes de que el peliplateado apareciera en ella. Un grupo de niños escandalosos pasan corriendo junto a él, de la cafetería del otro lado de la calle emerge una pareja de jóvenes que caminan tomados de la mano, un perro se ha soltado de la correa de su dueño y ha echado a correr sin rumbo…

¿Por qué todos son tan felices y KyungSoo no?

KyungSoo sorbe su nariz y limpia inmediatamente una lagrima que se le ha escapado, se traga el nudo que tiene atorado en la garganta y aprieta el paso para llegar pronto a casa y poder esconderse allí, donde todo es tan gris y solitario como él. No obstante, su marcha se ve interrumpida por la fuerza que ejerce alguien al tomarlo del brazo y girarlo…

¿Quién podría ser?

KyungSoo cierra los ojos inmediatamente, no quiere ver.

¿Es ChanYeol?, ¿podría ser él?

Aunque no quiera, su pecho se inunda de esperanza y el corazón que pensó muerto vuelve a latir animado dentro de su cuerpo, siente que todo dentro de él arde y en un suspiro hondo, lágrimas calientes y saladas bañan su rostro. Percibe unos brazos largos arrullarlo, un pecho firme apretándose contra él y una mano cálida acariciar su cabello. Es ChanYeol, no hay duda… quizá… quizá por fin ha aceptado que lo quiere, que KyungSoo, por más fútil que sea, vale un poco la pena…

—KyungSoo… —KyungSoo abre los ojos por fin al escuchar su nombre.

Y el mundo se vuelve a caer a pedazos.

No es ChanYeol, y KyungSoo se siente impotente, estúpido e inútil, vulnerable.

—¡Te odio! —No mide sus palabras, tampoco sus acciones, empuja a SeHun lejos de él y cruza la calle corriendo, un auto pasa rozándolo pero ni eso lo detiene.

El rubio quiere perseguirlo pero no lo hace, no puede dejar los pedazos de su corazón tirados en ese sitio. Solo sabe que sus rodillas se doblan y que también está gimoteando, sufriendo porque si por algún motivo le quedaba alguna esperanza de ser correspondido, esta acaba de ser pisoteada y escupida.

La respiración de KyungSoo es errática, exhala más aire del que puede inhalar y luego de un número desconocido de calles recorridas, se deja caer a lado de una parada de autobuses. Las piernas las siente blandas y temblorosas, su corazón está furioso y él también. Odia a SeHun por haberlo visto llorar, odia a Park por haberlo enamorado y haberse marchado luego sin llevarse su podrido sentimiento, pero claro, ni juntando el odio que siente por esos dos, puede superar el que siente por sí mismo, por ser tan imbécil.
Patéticamente, KyungSoo permanece en su lamentable situación esperando que Dios se apiade de él y le permita morir ahora, en ese lugar.

Al parecer, KyungSoo no ha comprendido que Dios no lo quiere, y que el Diablo es muy poderoso y le divierte ver sufrir a la gente. Específicamente, a él.

—KyungSoo, levántate. —KyungSoo escucha la voz como algo muy lejano y hueco—. KyungSoo, no eres tan ligero como crees, así que coopera. —¿Otra vez SeHun? No, la voz suena diferente. ¿Quizá de verdad murió y algún ser incorpóreo lo está llamando?— ¡Do KyungSoo! —KyungSoo sacude la cabeza y abre al fin los ojos…

¡Oh por Dios! ¿Puede alguien dejar de jugar con su mente?

—¿Estoy muerto? —ChanYeol se carcajea.
—No, aún no, pero si te quedas aquí tirado toda la noche, quizá lo hagas. —KyungSoo se muerde los labios para no romper a llorar otra vez.
—Entonces, ¿eres real? —Su voz suena atropellada y temerosa, Park rueda los ojos y niega.
—Bien, ya comprendí que estás en shock.

Sin un aviso, una advertencia, KyungSoo siente cómo su cuerpo se eleva en el aire; ¿realmente Park lo está sosteniendo entre sus brazos? La sensación que lo recorre es sanadora, el calor que emana el cuerpo de ChanYeol lo transporta a un maravilloso lugar y el aroma que su camisa desprende solo lo encanta más, «podría morir aquí», se dice, «éste es mi lugar, a donde pertenezco.»

—Sin ti yo estoy perdido. —Antes de que el aire se robe aquel suspiro, ChanYeol lo recoge y sonríe debido a ello.

Inmediatamente después, KyungSoo se queda dormido y Park se ve en la necesidad de rebuscar en la mochila de este las llaves de su casa, porque obviamente no llevará al chico a la suya.

Para cuando KyungSoo logra recobrar la conciencia, todo está obscuro y no logra ver en dónde está, gira hacia su costado izquierdo y termina en el suelo, bien, al menos ahora sabe que estaba en un sofá, ¿pero es su casa? Se levanta y dando trompicones, avanza hacia donde debería estar el interruptor de la luz, y en efecto, lo encuentra. Al momento de iluminar la habitación ahoga un grito de sorpresa al ver que en el sillón individual, Park ChanYeol está durmiendo. KyungSoo se mantiene en su lugar, asustado y sin poder moverse, Park es tan alto que su posición es graciosamente incómoda; pero de igual forma es alguien angelical, con su cabello casi blanco y apuntando para todos lados, los ojos completamente cerrados y un aura de infinita paz rodeándolo, KyungSoo desea ir y acurrucarse contra él… pero se abstiene y se mantiene observando con devoción y fascinación.

KyungSoo no alcanza a comprender cómo es que su corazón todavía está dentro de su pecho, cómo es posible que aún no haya muerto… ha venido atravesando tantas emociones en menos de un año que cualquier otro en su lugar ya habría explotado, se habría dado por vencido. El pelirrojo sonríe inconscientemente; una burla silenciosa, puede presumirle a HweJi que es mejor que ella.

—¿Por qué te ríes? —La pregunta de ChanYeol lo toma desprevenido y parpadea—. ¿Pensaste que podía seguir durmiendo luego de que encendieras la luz? —KyungSoo mueve la cabeza negativamente mientras observa el cómo ChanYeol se estira y pone de pie.
—Lo… —KyungSoo no sabe qué decir, ahora que ChanYeol está despierto se ve enfrentado a ese par de ojos que extrañamente, hoy no lucen cálidos y brillantes. La expresión de Park le aterra y lo mantiene pegado al trozo de suelo en el que está.
—¿Lo qué, KyungSoo? —Parece estar molesto.
—Yo…
—¿Tú? —KyungSoo luce como muñeco de aparador viejo y descompuesto, trabado en la acción de mantenerse negando mientras sus ojos están abiertos de par en par, viendo a Park mientras se acerca a él.
—No… —Más…— Yo… —Y más…— Lo… —Y más, y más cerca…
—¿Estás asustado? —El susurro a un lado de su oído—, puedo oír a tu corazón latiendo tan rápido.

Bom, bom… bom… y todo detona como una bomba.

Su primer beso raya en lo indecente, no es cariñoso ni delicado, ChanYeol está siendo un bruto mientras mete su lengua en la boca de KyungSoo y prácticamente la viola, pero, ¿¡a quién demonios le importa!? Por fin está allí, apretándose contra el cuerpo que durante meses le ha quitado el aliento, es capaz de tocar la piel con la que desde que «tiene» memoria, ha soñado, y eso se siente tan bien, que todo lo demás puede arder en el infierno.
Park sujeta a KyungSoo de los costados y lo levanta, acomodándolo enseguida sobre el sofá, se tumba sobre él sin despegarse en ningún momento sus bocas y, con dificultades, pero más fácil de lo que normalmente es, comienzan a deshacerse de sus prendas de vestir; lo primero es la camisa de KyungSoo, y luego la de ChanYeol. Sus cuerpos son contrastantes; el primero, siendo tan joven, tiene la piel suave y delicada, además de blanca, Park por su parte muestra músculos en el abdomen y pecho, su piel es de un color más obscuro y KyungSoo ante la vista, solo piensa en que lo quiere lamer… poco a poco, parte a parte… todo. El manoseo no tarda en aparecer tampoco, así como los rasguños y las mordidas, Park parece estar desesperado y a KyungSoo no podría importarle menos puesto que intuye, habrá más encuentros como éste en el futuro, y seguramente mejores.
La lengua de ChanYeol viaja tortuosamente lento solo un minuto después, moviéndose delicadamente por todo el cuello de KyungSoo, el pequeño simplemente se deja hacer y deshacer, entregándose completamente a la voluntad de su mayor.

¿Qué es lo que puede salir mal? ¿Acaso algo lograría opacar esta felicidad apabullante?

—Eres un necio —ChanYeol susurra, provocándole cosquillas al pelirrojo en el cuello—, irte corriendo por allí, sin importarte siquiera un poco tu vida.

KyungSoo intenta responder a la acusación pero no lo logra, solo un suspiro escapa de sus labios. ¿Qué se puede decir en una situación así? Si su cerebro ni siquiera acaba de aceptar que lo que está sucediendo sea real.

El brazo derecho de ChanYeol está debajo de la cintura de KyungSoo, obligando a que su pecho esté completamente pegado al contrario; el contacto piel a piel arde, sofoca y enloquece un poco. Los labios de Park tampoco dan tregua, pues no dejan de moverse; yendo desde las claviculas, donde con sus dientes rasga un poco, hasta el lóbulo de su oreja, en el que mordisquea sin tapujos; siempre susurrando con el timbre de voz perfecto para enloquecer al más cuerdo.
La mano desocupada del peliplateado aprovecha para avanzar sigilosa hasta la pretina del pantalón de KyungSoo mientras lo mira sonriendo de lado y con los ojos desbordando una lascvia que hasta ahora, KyungSoo no conocía; y es allí, en ese momento entonces: cuando los dedos de ChanYeol se deshacen sin dificultad alguna del botón de aquella prenda y su desinhibida mano acaricia con completa falta de pudor el miembro de KyungSoo, en que este manda la calma conservada hasta el momento a pasear.
KyungSoo no pretende contener lo que siente, y todo el cúmulo de sentimientos que lo está enloqueciendo ahora mismo, trata de sacarlos gritando, arañando desesperado los brazos de ChanYeol, tratando de no perder la conciencia. La mano de Park es grande, y está tan caliente que KyungSoo sigue jurando cosas inentendibles sin poder parar; en su piel quedan marcadas como rojizos puntos las yemas de los dedos de Park, quien se aferra al pequeño cuerpo de KyungSoo con fuerza, como si tratara de atravesarlo o llegarle tan profundo, que despues sea imposible separar un cuerpo del otro.

—¿Qué estás diciendo? —ChanYeol se burla y acelera el ritmo de sus caricias—, no te entiendo. —Mientras sigue sonriendo, parece observar el rostro de KyungSoo atentamente, sin perderse ninguna expresión.

Debe sentirse poderoso, como un Dios. Lograr que alguien como el pelirrojo se haya enamorado de un viejo como él, debería ser considerado algo por lo que darle un premio.

—KyungSoo… —Park canturrea su nombre sobre su oreja e inmediatamente deposita un casto beso detrás—, espera. —KyungSoo al principio parece no entender, pero da un respingo cuando Park saca la mano de entre sus pantalones y se pone de pie.
—¿Qué…? —Su cuerpo se incorpora como empujado por un resorte, ChanYeol lo mira y vuelve a burlarse de él.
—Que despistado. —KyungSoo parpadea estúpidamente al sentir cómo su temperatura pasa de ardiente a congelada en un pestañeo.
—¿Qué…? —Y su tonta lengua no puede hilar algo bueno para decir.
—Te dije que esperaras, pero de pie, supongo que puedes verme mejor. —Un guiño y una sonrisa ladina, después, Park comienza a bajarse el pantalón y la ropa interior.

Como acto reflejo, KyungSoo se lleva las manos a la cara y se gira, quedando de espaldas a la erótica imagen de ChanYeol desnudándose, literalmente, para él. El mayor esta vez no contiene un par de escandalosas carcajadas que brotan de lo más profundo de su ser.

—Kyung… Soo… —El llamado increíblemente dulzón logra que los vellos de KyungSoo se ericen, escalofríos de pura expectación le recorren el torso desnudo y gira violentamente para ver qué cosa está haciendo Park.

Es un hermoso error voltear.

ChanYeol sostiene entre sus manos su miembro erecto, cubierto ya por una fina capa de látex: un preservativo, ¿por qué rayos carga el psicólogo con uno? KyungSoo no puede preguntar, pues solo un instante después de que la cuestión se forme en su cerebro, ChanYeol ya está arrodillado frente a él, deshaciéndose de las prendas que le quedan.

Más besos y caricias llegan, pero la mayoría son de ChanYeol, quien ahora parece estar más desesperado que al principio. KyungSoo nunca ha sido alguien a quien le guste ser demasiado dominado, pero quizá sea por la edad, la experiencia o hasta la altura, que con Park no logra ni meter bien las manos. Su cuerpo es zarandeado a placer del mayor; del sofá pasan a estar enrollados en el piso y allí es un constante cambio de posiciones, de pronto ChanYeol parece querer comerse el torso de KyungSoo, al segundo siguiente parece estar más emocionado con probar sus piernas y glúteos.

Un reclamo, una queja, KyungSoo quiere decir algo, detener las caricias de Park que definitivamente se han vuelto dolorosas, pero no puede. Su cuerpo reacciona a la enferma atracción que siente por ese hombre que lo ha vuelto un reverendo idiota; sus brazos todavía se aprietan contra él, sus labios aún insisten en corresponder a los ajenos, sus piernas se abren para recibirlo en su interior… Y Park no lo duda ni un poco cuando siente los muslos de KyungSoo apretarlo, sonríe una última vez antes de entrar en él y desgarrarlo. Las embestidas son rápidas desde el principio, KyungSoo no enfoca ya nada bien pero todavía es capaz de darse cuenta de que Park está sonriendo mientras observa su sufrimiento.

—¿Por qué? —Se atreve a preguntar con un hilo de voz—, ¿por qué?

ChanYeol continúa con su enferma sonrisa en la cara, que en este instante a KyungSoo ya no le parece nada cálida. Hay un trasfondo obscuro en ella, una mentira bien guardada que por fin comienza a mostrarse, KyungSoo no quiere saber, no quiere enterarse del secreto aunque lo está viendo… lo está escuchando…

—Porque te odio, porque no eres digno de mí, porque solo te pareces a la patética de tu madre. —El pulso de KyungSoo se acelera, saltando a causa de que Park lo compare con su madre, odia que hagan eso, lo detesta con el alma…
—Tú no sabes nada de ella. —KyungSoo trata de reincorporarse, sin embargo ChanYeol lo sujeta con fuerza, apresándolo entre sus brazos, logrando que el pelirrojo quede sentado sobre él, obteniendo más placer para sí mismo.
—Tú eres el que no sabe nada de mí.
—¡Basta! —Se jalonea, aun sabiendo que sus intentos de escape son inútiles—, ¡déjame! —Su respuesta es una risilla maligna susurrada en su cuello—. ¡Pensé que me amabas! —Esta vez ChanYeol se detiene por fin y lo empuja, dejándolo tirado en el suelo.
—¿Cómo pudiste pensar algo así? —Si tan solo el peliplateado supiera que KyungSoo, minutos antes, acababa de hacerse esa misma pregunta sin respuesta. Un bufido—; idéntico a tu madre, hermosos pero sentimentales, solo sirven para coger. —Park se inclina hacia él y le muerde los labios. Otra vez está dentro de él.
—¡Deja de hablar de ella! —KyungSoo puede soportar la casi violación de la que es víctima, pero no que lo comparen con aquella débil mujer.
—¿Por qué?
—¡Porque la odio! —El rostro de KyungSoo está pintado de rojo, al igual que sus ojos, que además están acuosos, soportando las lágrimas debido a, seguramente, un milagro.

ChanYeol sonríe y por el momento deja de hablar, se concentra completamente en mancillar el delicado cuerpo debajo de él que parece haber perdido completamente la voluntad ahora; ya no es divertido, así lo siente Park, si KyungSoo ya no lo mira con devoción y amor idiota, no sirve de nada alargar las cosas. El peliplateado se asegura de dar unas estocadas más: rápidas y profundas, para terminar por fin y alejarse del muñeco maltrecho que mira al vacío.

Como si fuera su hogar, porque lo conoce a la perfección debido a que en algún momento de su vida lo fue, Park se dirige al baño para limpiarse y vestirse; cuando termina, observa fastidiado cómo es que KyungSoo sigue tirado como basura en el suelo, echo un ovillo justo al lado del sofá, rueda los ojos y pasa de él, dirigiendo sus pasos a la cocina.

Para cuando emerge de ella, trae un delgado —pero filoso— cuchillo en la mano con el que juguetea.

—Levántate. —KyungSoo es pateado—. Tu actitud me avergüenza.
—Vete. —Es un susurro amargo—. Ya obtuviste lo que buscabas, ahora vete. —ChanYeol niega y se pone en cuclillas, acaricia la cabeza del pelirrojo y le recoge el flequillo que tiene pegado en la frente, dejando descubiertos sus apagados ojos.
—Pobre niño —pronuncia con lástima—, pequeño idiota, ¿todavía no te das cuenta? —KyungSoo pestañea.

Su mente divaga por un momento y se ve a sí mismo, siendo fuerte, irguiéndose con osadía, echando a ChanYeol de su casa y reacomodando su autoestima, como si nada hubiese pasado… pero es una fantasía, porque su triste realidad es que aún destruido, adora las caricias que ChanYeol le profiere en la cabeza, anhela que la luz de esos bonitos ojos castaños no lo dejen, quiere que Park todavía lo escuche y lo sostenga, como un amigo, como un amante, como un padre…

—He de confesar que tu inocencia, en algún punto, me conmovió. —ChanYeol sigue dándole mimos, y sus ojos otra vez son amorosos como en las sesiones que tenían—, quise detenerme cuando vi lo miserable que eras, pero no pude, así como tú no pudiste evitar enamorarte de mí, que estaba prohibido para ti. —Las lágrimas de KyungSoo por fin caen.
—Siempre supe que sí estabas casado. —Solloza, y ChanYeol negando le vuelve a sonreír.
—Tu inocencia, KyungSoo, tu inocencia.
—Vete. —KyungSoo sabe que ya no puede soportar más burlas, no cuando ChanYeol parece ser dulcemente dañino. No cuando la máscara está otra vez en su lugar, cuando el hombre del que se enamoró regresa y lo enreda más.

Park asiente y toma la mano de KyungSoo, la abre con suavidad y coloca el objeto que traía allí, le ayuda a tomarlo con firmeza, envolviendo el arma con los dedos del pelirrojo.

—Nunca conociste a tu papá, ¿cierto? —murmura y le da un beso en la frente—, pues ahora que lo conoces, ya puedes morir.

La respiración de KyungSoo se detiene y quizá los latidos de su corazón también; escasamente escucha los pasos de ChanYeol alejarse y el sonido de la puerta al cerrarse.

¿Qué?

Sus signos vitales tardan un minuto en volver, KyungSoo mismo tarda más tiempo que eso en reaccionar realmente. Su mente trabaja rápido, conectando unas cosas con otras a la velocidad de la luz al tiempo en que su mano empuña con más fuerza el cuchillo que sostiene.

¿Qué?

¿Qué?

¿Qué?

¿Cómo pueden tener sentido las palabras de Park? ¿Cómo KyungSoo podría haber conocido a su padre si el único hombre que ha aparecido recientemente en su vida es el peliplateado? Es estúpido, es incongruente. Que Park tuviera ante los ojos de KyungSoo un aura paternal, que conociera las habitaciones de una casa a la que nunca antes tenía porqué haber entrado, que conociera a HweJi… que supiera el nombre de KyungSoo… que los comparara y tuviera razón cuando lo hacía… todo eso, tenía que ser una mera coincidencia, la capacidad de descubrir cosas que tienen de por si todos los psicólogos, una mera casualidad.

O quizás no…

La verdad es que no.

La comprensión de todo no tarda en llegarte cuando no eres tan estúpido, cuando todo es más claro que el agua, a pesar de que trates de hacerte el loco y fingir demencia.

En los libros no suelen explicarte estás cosas, nadie quiere escribir acerca de lo que duele en la vida real y te orilla a querer abandonarlo todo. Ya que todos sufren en su día a día, nadie gusta de leer tragedias cuando lo que intenta es huir de ellas.

KyungSoo observa completamente ido de nueva cuenta el arma en su mano; otra vez le está gritando que lo haga, que entierre y rebane su carne: «eres como HweJi», las voces le cantan.

—Soy HweJi.

Para cuando la sangre deje de brotar, ya nada dolerá nunca más y entonces, por fin alcanzaras tu anhelado final feliz.



***




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