Hay
muy pocas personas en el bar, una iluminación tenue y algo de jazz sonando
quedamente al fondo.
Un
sitio agradable.
Dazai
echa un vistazo rápido por el lugar; él no está… pero llegará. Tristemente aparecerá
en algún momento. Se acerca a la barra y pide un trago de whisky, bebida que se
limita a jugar cuando recibe. Sus ojos vagan de un extremo a otro, analizando
la amplia habitación; paredes de madera oscura, siete lámparas de luz amarilla colgando
del techo; 2 a lo largo de la barra, 5 dispersas sobre las mesas, una alfombra
rojo vino que amortigua perfecto el sonido de los pasos…
—¿Qué
hiciste hoy con él? —Dazai pregunta sin alzar la cabeza. A su lado, el recién
llegado deja escapar una risilla recelosa y extraña, tan ajena a él.
Y
no responde algo más.
Dazai
lo mira de arriba abajo antes de ponerse de pie y olisquear el aire alrededor,
—hoy hueles a suerte*— comenta, al tiempo en que toma uno de los mechones del
pelirrojo y tira de él. Chūya gruñe y lo empuja: —¿importa?— Dazai se encoge de
hombros como respuesta.
Chūya,
el siempre pulcro Chūya.
Oliendo
hoy a cigarro barato, con la ropa desprolija y el cabello enmarañado. El
intenso azul de sus ojos estando opaco y vidrioso.
Me duele tanto verte así.
—¿Vienes?
—Pregunta el castaño, y Chūya en vez de responder cuestiona si se tomará el whisky
olvidado sobre la barra—, no… no tienes remedio.
En
un abrir y cerrar de ojos, Chūya desaparece el trago y se encamina a la salida.
Hay
un hombre, sentado casi al fondo del bar. Un abrigo oscuro escurre de sus
hombros y descansa el codo derecho sobre su mesa, con la mano sostiene de lado
su cabeza mientras sonríe de forma lobuna y deja escapar un poco del humo de su
cigarro. Dazai lo nota, siente su sucia mirada sobre ellos y le molesta porque
lo ha visto y no quería conocer su rostro. Es inevitable comenzar ahora con las
comparaciones sobre quién es mejor; aunque conociendo a Chūya, lo correcto será
preguntar: ¿quién es peor?
Dazai
apura el paso de Chūya y casi a empujones es que lo saca del bar. Afuera hace frio
y la calle está silenciosa.
Es tan tarde ya.
¿Para qué?
Para todo.
—¿Por
qué lo haces? —Chūya cuestiona, aunque no detiene sus pasos. El castaño va
detrás, sin responder, así que el pelirrojo vuelve a hablar: —quizás deba
cambiar la pregunta, ¿ahora me quieres? Osamu, ¿eso haces?
—Sería
vergonzoso que murieras estando ebrio.
—¡Qué
estupidez! —Chūya se carcajea—, sabes mejor que nadie que no estoy borracho,
¿acaso perdiste tu habilidad para crear mentiras?
—Chūya…
—El pelirrojo lo interrumpe chasqueando la lengua y se gira; camina ahora de
espaldas, lentamente, mirando de frente a Dazai.
—Se
parece a ti. —Dazai sabe que no quiere escuchar eso—, quizás es más alto que
tú… definitivamente más delgado, tiene el cabello más largo y menos suave, pero
es frio y manipulador, como tú… —El castaño se esfuerza por mantenerse
impasible—; no me hace bromas pesadas, tampoco se burla de mi baja estatura,
pero tiene un brillo malicioso en los ojos y puede sonreír con inocencia
fingida, como tú. —Es difícil y doloroso, mostrar que esas palabras no te
afectan; sin embargo, Dazai sabe que merece eso y más, por eso se limita a escuchar—.
Alaba el azul «puro» de mis ojos y dice que quiere ensuciarlos, ensuciarme, y a
ratos me hace creer que piensa es indigno de mí, como tú solías hacer. —¡Detente!
Quiere gritar, y como no puede se conforma con morderse la lengua y hacer puños
las manos que trae escondidas en los bolsillos de su abrigo—. Le gusta mi
cuerpo y acostarse conmigo, pero no me ama, igual que tú.
Hay
un silencio doloroso y que congela el ya frio ambiente, Chūya espera una
respuesta, una acción; algo que haga el hombre que lo sigue con tanta
insistencia pasiva, pero no hay nada.
Nunca
lo hay.
Dazai
parece estar vacío, siempre indiferente a su dolor. Arreglando todo con sus
falsas sonrisas, quitándole importancia a las cosas con su característico
encogimiento de hombros. Chūya detiene sus pasos, —hoy no quiero que vengas
conmigo.
Dazai
obedece, permanece en su sitio mirando la espalda del pelirrojo alejarse cada
vez más.
¿Por qué no me sigues? ¿Por qué
no insistes un poco más? Te odio.
—Te quiero, Chuuya.
.
0 comentarios