Paulatino y
quizás… ¿bipolar? En una sola palabra, su acercamiento fue extraño. Su relación
tardó en comenzar.
Fueron meses, seis
para ser exactos.
Luego de aquel
sábado lluvioso, comenzaron a coincidir más en la habitación. Chūya mantenía
sus horarios, Dazai fue quien empezó a ser un poco más «normal».
Ya no se iba
de fiesta por la noche y asistía a sus clases temprano; ya no estaba rodeado de
mujercitas diferentes en el almuerzo y cruzaba por lo menos cuatro frases con Chūya
si lo topaba de frente por los pasillos.
Estaba bien,
que Dazai comenzara a comportarse como el estudiante que era, pero aun así…
—¿Puedes dejar
de verme de esa forma, Nakahara? —Chūya dio un respingo al saberse descubierto,
aunque en realidad no le sorprendió tanto porque sabía, no era sutil. Hizo a un
lado el libro que sostenía, ya no valía la pena «fingir».
—No. —Por el
gesto que hizo Dazai, Chūya supo que no esperaba una respuesta tan directa.
Suspiró—. Sé que no somos amigos, y que han pasado dos meses desde… aquello…
—No volverá a
suceder.
A Chūya le
habría encantado creerle.
—¿En frente de
mí? No lo dudo, ¿pero a escondidas? Eso no es así y sabes que es verdad. Aunque
lo piensas, no soy tonto.
No era parte
de Chūya entrometerse donde no lo llamaban, pero con Dazai era diferente porque
algo tenía aquel castaño que lo hacía lucir peor que cachorro abandonado en
medio de una tormentosa lluvia.
Y Chūya tenía
este complejo con los animales indefensos…
—Dazai… —Chūya
se puso de pie y fue a sentarse en la cama contraria, a lado del castaño—. Sé
que no somos amigos y que han pasado dos meses desde aquel incidente, pero me
preocupas y quisiera ayudarte. Me he cansado de sólo observar.
Dazai no hizo
ademán de estarle prestando atención, sin embargo, eso no mermó las intenciones
de Chūya por lo que continuó:
—Acostumbras
estar rodeado de personas, pero la verdad es que veo tanta soledad en tus ojos
que…
—No te
entrometas. —Dazai lo miró repentinamente y le sonrió. Sus rostros estaban muy
cerca.
Chūya tragó
saliva.
—¿Lo ves? —Si
su voz salió titubeante, lo disimuló muy bien—, puedes sonreírme como si no
importara, pero tu mirada no miente.
—No es tu
asunto. No te concierne. —Chūya no se movió de su lugar.
—Lo sé, pero
no quiero llegar un día y encontrar tu cadáver tirado en mi lado de la
habitación.
Silencio.
Chūya no
estaba muy seguro de porqué dijo eso, quizás lo impulsó el pequeño brillo de
desafío en los ojos del castaño…
Más silencio.
Dazai lo
observaba con suma atención, evidentemente estaba sorprendido. Su postura
también lo demostraba porque se había echado un par de centímetros para atrás.
Silencio
incomodísimo.
—Hum… Yo…
—Tal vez Chūya se había pasado con el comentario—. En realidad yo…
—Qué enano tan
maleducado.
Así fue como
empezó en realidad.
0 comentarios