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Horror AU [Ajin]
¿Cuántas veces puedes matar a alguien?
Los
Ajin son seres inmortales que aparecieron apenas hace 20 años; el primer Ajin
fue descubierto en África, cuando un soldado peleando en el campo de batalla
volvió de la muerte incontables veces… Desde ese momento y hasta ahora, más
casos de Ajin han aparecido en distintas partes del mundo. Por supuesto, el
gobierno correspondiente actúa en cada incidente y los captura, ¿para qué…?: el
uso de los Ajin representa un mundo de posibilidades.
Soy
Nakahara Chūya,
estaba bajo las órdenes del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, de la Unidad
para el control de los Ajin de Yokohama y, tuve un Ajin bajo mi custodia.
Llegó
tan sólo un mes antes que yo, su nombre: Dazai Osamu, un hombre de 22 años de
edad, 181 centímetros de altura, 67 kilogramos de peso, tipo de sangre AB,
cabello y ojos marrones; o al menos, eso es lo que decía su ficha. Yo nunca
pude verlo debajo de aquellas vendas que cubrían totalmente su cuerpo,
incluidas extremidades, cabeza y rostro.
Para
todos, Dazai no tenía nombre y se referían a él como «2», dado que ese era el
número que las vendas en su frente llevaban grabadas. Eso porque Dazai era el
segundo Ajin que pisaba el laboratorio, aunque al primero nunca lo conocí.
Los
doctores, enfermeros y demás personal decían que 2 era muy callado y tranquilo
antes de mi llegada, ciertamente, en su momento no lo creí. Dazai gritaba, tan
fuerte y terrible que rompió el vidrio de la cámara de observación por lo menos
cinco veces… También, sospechaba que me observaba a pesar de todas las vendas
que cubrían sus ojos.
Siempre
supe que era alguien muy inteligente.
Diariamente,
durante tres meses, vi cómo la sangre de ese hombre escurría desde la mesa de
investigación hacia el suelo de una forma lenta y perturbadora. Cuchillos entraban
y rebanan su carne. Ganchos atravesaban sus piernas hasta partirlas por la
mitad. Taladros hacían agujeros en lugares inmencionables. Jeringas con
líquidos de todas las tonalidades y usos, eran puestos a prueba en él… Luego de
9 o 10 horas de experimentación continuas, le disparaban directo a la cabeza y en
cuestión de segundos, el cuerpo entero se regeneraba, hasta el más mínimo
detalle. Al día siguiente Dazai está otra vez sobre la mesa, con el cuerpo como
nuevo y las vendas impecables, listo para comenzar con la tortura una vez más.
Nunca
estuve a solas con él, ni siquiera entré al cuarto; «a no menos de siete metros
de distancia», esa era una regla inventada por mi paranoico ser.
Siendo
que era un miembro de alto rango en la unidad, mi papel consistía sólo en
anotar lo que observaba y pasar la información a mis superiores. Tampoco estaba
demasiado tiempo allí; de tres a cuatro horas como máximo, otra de mis «cautas»
reglas personales.
Siempre
tuve miedo. No era como los médicos que se le acercaban y lo torturaban al
tiempo en que contaban chistes o hablaban de trivialidades, no. Al parecer,
sólo yo veía cosas, sólo yo me sentía en peligro a pesar de todas las cadenas y
candados que aprisionaban su ser. Sólo yo era capaz de ver la cosa negra que se
levantaba a su alrededor cada que moría… cada vez más grande. Más densa. Más
terrorífica. Más letal.
En
mi actual situación, me gustaría poder reprocharles a todos un «te lo dije»;
pero tristemente, aunque lo diga, los cadáveres no van a escucharme, y los
muertos no podemos hablar.
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