Día 3: Wedding

By KyuNaFish - 3:40 p.m.

 

Nangong Si/Ye WangXi

 

Los tambores sonando alegremente y el retumbar de los cohetes ya se pueden escuchar a lo lejos. En la puerta de la casa, Xu Shuanglin espera con una expresión seria e insatisfecha, a su lado, Luo FengHua lo mira de reojo y se burla de él:

 

—¿Eres un niño? —sin esperar una respuesta, se da la vuelta y parte.

 

Adentro todo es un caos, sirvientas ataviadas en sencillos vestidos corren de un lado a otro, chocando de vez en cuando con otra o con sus propios pies. Todo luce muy animado y brillante. Hay cintas doradas colgando del techo, mesas redondas con manteles de encaje blanco y vajilla roja acomodadas en perfecta armonía alrededor del pasillo, la alfombra es gruesa y amortigua bien los pasos. En el extremo izquierdo del salón está dispuesto un pequeño escenario con un micrófono, una silla y un yueqin. Cinco candelabros que dibujan los picos de una estrella iluminan la instancia, al punto de que todo parezca un hermoso cuento de hadas.

 

En la habitación del fondo la atmósfera contrasta, un bulto de rojo frente al tocador se estremece cada que un sollozo bajo emerge de su garganta.

 

—¡WangXi! —la sonrisa en el rostro de Luo se desvanece cuando mira a su hija adoptiva temblando, la chica levanta apresuradamente la cabeza al escucharlo: su maquillaje está arruinado y el cabello atado en un moño alto ya no es tan pulcro como hace unos minutos.

—¡Papá! —ella se lanza a sus brazos, sin importarle el arrugar su vestido. Pronto, los lamentos silenciosos se vuelven palabras desesperadas—; lo siento, ¡lo siento!, ¡no puedo parar!

 

Luo la sostiene con fuerza, pero WangXi no se detiene y él no sabe qué hacer. Es el día de su boda, hace más de un año que se preparan y hasta hace unos momentos, todo estaba bien. Afuera, la procesión cada vez se escucha más fuerte, anunciando al novio que llega.

 

—WangXi…

—No —ella se aferra a sus brazos cuando siente que su padre la quiere soltar.

—Shuanglin debería…

—No —sus uñas largas se entierran en la carne y Luo se traga el siseo de dolor.

—Si no quieres casarte, por la razón que sea, no lo vamos a permitir.

—¡No! —WangXi se aleja, asustada. Se golpea con fuerza el pecho, tratando de deshacer el nudo que siente y que la ahoga desde hace rato.

 

Una de las sirvientas se apresura corriendo; ignorante del ambiente sus pies trastabillan en la entrada y por un momento se mantiene en su lugar, choqueada porque la novia está en un desastre y el novio acaba de llegar.

 

—¡Retrásalo! —WangXi deja escapar un grito ahogado. Luo reacciona y se aleja con la sirvienta, prácticamente arrastrándola.

 

Una vez más, WangXi se queda sola en una habitación silenciosa.

 

Ella es feliz, malditamente feliz. Se va a casar con el mejor de los hombres, con el que siempre ha latido a la par de su corazón. El chico de médula impetuosa y carácter noble, de la nariz respingada y que tiraba de su cabello en primaria, pero que en secundaria pasó a esconder regalos y cartas en su bolso. El que tomó su mano el verano pasado y la citó en el parque donde se conocieron, que luego se arrodilló frente a ella y le puso un anillo en el dedo mientras preguntaba si podría tener el honor de volverla su esposa.

 

Sí. WangXi es tan feliz.

 

Entonces, ¿por qué el bulto en su garganta que la ahoga al punto de la asfixia?, ¿por qué el corazón le duele, como si alguien escarbara y quitara pedazo a pedazo, lentamente?, ¿por qué no puede parar de llorar?, ¿por qué, si cierra los ojos puede ver a otra mujer que no es ella, casándose con Nangong?, ¿por qué, si no parpadea lo suficientemente rápido, la ilusión se transforma a una donde él muere frente a sus ojos sin que pueda hacer nada más que morderse los labios y aferrarse a un carcaj viejo y desgastado?

 

No son sus recuerdos.

 

Parece estar viendo una película muy, muy vieja.

 

Ni siquiera pertenecen a su época.

 

Pero duele tanto.

 

Y da tanto miedo.

 

—¡Nangong Si, mocoso malcriado, para allí! —los gritos coléricos de Xu Shuanglin se escuchan de repente, no obstante, WangXi reacciona un paso lento y apenas trata de cerrar la puerta cuando Nangong se mete a la fuerza y cierra detrás de él.

 

WangXi es un lío, se arroja contra él y lo golpea mientras llora incansablemente. Shuanglin hace afuera un berrinche hasta que Luo lo aleja.

 

Nuevamente, todo está tranquilo y sólo es WangXi quien solloza débilmente en los brazos de Nangong. Nangong la estruja, acercándola a su pecho y dándole palmadas suaves en la espalda, le besa la cabeza y la frente una y otra, y otra vez. El cuerpo de WangXi pronto se vuelve blando, perdiendo las fuerzas por completo, sus piernas tiemblan y no tardan en ceder; Nangong no permite que WangXi caiga de rodillas y la sostiene a su lado.

No vuelven a escuchar disturbios que provengan de afuera y WangXi sabe que Luo debe estar haciendo lo imposible para lograr tal paz. También se siente muy estúpida, y cuando por fin logra calmarse, sus ojos están tan hinchados que apenas puede ver a través de ellos. No sabe lo que piensa Nangong, pero le alivia que el hombre aún la abrace y no parezca molesto.

 

—¿Todavía quieres casarte conmigo? —Pregunta—, después de todo esto… —Su voz suena nasal y luce muy avergonzada.

 

Sin responder, Nangong la lleva hasta el tocador y tira sin cuidado las cosas que están encima para sentarla allí. Tomándola de las manos y entrelazando uno a uno sus dedos, le sonríe cariñosamente:

 

—Yo también lo vi.

 

Y lo escuchó.

 

El hombre que es él pero al mismo tiempo no. El Nangong Si de un mundo paralelo, o tal vez de una vida pasada. Que está triste y llora no porque esté muerto, sino porque dejó a la Ye WangXi de su mundo sola y la lastimó demasiado cuando estuvo a su lado.

 

—Es un sueño, no somos nosotros, ¿por qué hacerle caso? —WangXi lo mira. Nangong siempre ha tenido una expresión caprichosa en su rostro porque es un hijo mimado, no obstante, hoy que le habla luce tan gentil y amoroso, cálido hasta el punto de lograr que su corazón se derrita en un charco de amor que desborda por él—. Voy a casarme contigo, porque te amo y no hay nada más que decir al respecto.

 

Tres horas después, aunque el momento «propicio» para casarse hace rato que pasó, nadie entre los familiares o demás invitados luce ansioso. La pareja está enfrente de todos, realizan el primer arco para presentar sus respetos al cielo y a la tierra, el segundo se dirige a sus padres y para el tercero, Nangong y WangXi se toman de las manos; nadie puede ver el rostro de la novia bajo el velo rojo que la cubre, pero Nangong sabe que otra vez, ella está llorando. Los dedos de WangXi se aferran a los suyos hasta el punto de ponerse blancos y, aunque no sabe si está bien, él opta por atraerla hacia sus brazos y consolarla en medio de los aplausos y vítores de su público.

 

Para cuando entran en la cámara nupcial y Nangong se dispone a servir el vino con que brindaran, WangXi lo llama suavemente:

 

—Marido —ella sonríe aunque él no pueda verla aún—, ya no está triste, se ha ido y nos felicitó.

Nangong lo sabe, la incertidumbre que sentía también desapareció.

—Esposa —una vez servido el vino, Nangong se inclina sobre la pequeña mesa y alcanza el rostro de WangXi— vamos a ser felices por ellos también.

 

Tranquila y cuidadosamente, Nangong retira por fin el velo de WangXi y, como si de un sello para darle más peso a su promesa se tratara, la besa.


  • Share:

You Might Also Like

0 comentarios