Chūya
saborea en su paladar el regusto metálico de la sangre, Dazai se inclina sobre
sus labios y lo vuelve a morder, Chūya gime y su cuerpo se arquea hacia el
contrario.
Todo
se siente tan caliente y magnífico.
Dazai
hace una pausa en sus movimientos mientras lame su propio labio inferior,
mordisqueándolo luego; Chūya sentado en sus piernas y hecho un desastre parece
irreal, fantasmagórico. Es increíble el deseo que su cuerpo siente por
simplemente tumbar a Chūya sobre el pasto y poseerlo hasta que no pueda más;
sin embargo, también lo es el terror que se revuelve en sus entrañas: oscuro y
turbio, pesado.
Que
sea tan hermoso también lo vuelve fugaz.
—A
veces creo que no volveré a verte. —La respiración de Chūya aún es agitada,
pero se da cuenta de que Dazai ha dejado de jugar y ahora sólo parece perdido
en sus pensamientos.
—Siempre
vuelvo.
—No…
—Dazai lo toma de la cintura y se aprieta contra él, Chūya aprovecha para
acomodar su cabeza sobre el hombro del castaño.
—Dazai,
ve adentro, hace frío y tengo que irme. —Dazai niega y lo estrecha con más
fuerza entre sus brazos—, Dazai…
—Déjalo.
—Chūya se tensa ante las palabras.
Debido
a la reacción y el silencio que le sigue, Dazai lo suelta y se apresura a
entrar, sin decir nada más. Chūya no lo detiene, pero permanece otro rato en el
lugar y lo observa caminar hasta que se pierde en las habitaciones del hospital.
Cuando
se da la vuelta para marcharse, se topa de frente con la persona que menos
ganas tiene de ver…
—Buenas
noches. —Murmura de mala gana y trata de irse, aunque Sakunosuke moviéndose con
él, le impide lograr su cometido—. Con permiso.
—Espera.
—Chūya se muerde la lengua antes de soltar alguna palabra, y aprieta los puños para
no ponerse violento.
—¿Qué
quieres? —Su tono es mordaz y no se molesta en ocultarlo. Oda parpadea varias
veces.
—Bien,
bien, quería ser amigable, pero veo que eso no es lo tuyo. —Chūya se cruza de
brazos y sisea algo que Oda no logra entender—. Sólo quería decirte que voy a
llevarme a Dazai.
Todo
el cuerpo de Chūya se tensa y entorna los ojos, zafiros filosos que retan a
Sakunosuke. Un «¿qué?» se atora en su garganta y se niega a salir. Sakunosuke
permanece firme frente a él, sus ojos naturalmente amables son duros y se vale
de su estatura para verse más imponente.
—No
parece que vayas a parar, y Dazai está en una situación precaria. Sinceramente,
no sé en qué estaba pensando Ango cuando te condujo con tal facilidad aquí. —Chūya
quiere replicar, pero su cerebro no procesa en estos momentos una buena defensa.
Será
porque es más culpable de lo que se siente.
—¿Has
visto lo que escribe? —Chūya desvía la mirada, su seguridad se le escurre de
las manos muy fácilmente.
Por
supuesto que ha visto las hojas, fue lo primero que hizo nada más tuvo la
oportunidad de estar en la habitación de Dazai con él ausente.
—Nadie,
ni él mismo, te pide que lo perdones, ¡pero ten un poco de empatía! Todo el
daño que te causó lo hizo sin querer. Sufría más de lo que las palabras o los
cortes en su cuerpo pueden decir.
—¡No
lo creo! —Chūya gruñe, venenoso—. Ridículas confesiones en hojas que ni
siquiera me entrega, ¿y se supone ahora que el mártir siempre fue él?
—Nakahara.
—Sakunosuke lo corta, con el tono de voz una nota más arriba de lo normal, eso
sólo incita a que Chūya explote con más enfado.
—¡No,
maldita sea, no me calles! —El desafío vuelve a sus azules ojos—. Estuviste
allí, tú viste lo que me hacían sus amantes, la burla colectiva de la que fui
víctima, ¡yo no era la mierda rota que soy ahora! ¡Tenía una buena vida hasta
que él vino a darme un paraíso que luego convirtió en infierno y me enterró en
él!
—Nadie
te pidió que te quedaras. —Chūya ahoga un grito y se gira inmediatamente.
Dazai
está allí, con los ojos castaños muertos y una media sonrisa ridícula estampada
en su rostro. Se acerca a Chūya suavemente y coloca entre sus manos una navaja;
la aprieta, enterrándola en la palma de su diestra. Chūya está congelado en su
lugar, con los ojos bien abiertos y los guantes empapados en la sangre de
Dazai.
—Vamos,
Chūya. Entierra más profundo. Presiona más fuerte. Me gusta más cómo se siente
si lo haces tú. —Dazai se acerca lo suficiente a la cara de Chūya para rozar
sus labios con la lengua antes de que Oda intervenga y lo empuje lejos.
Todo
pasa demasiado rápido, pero hay escenas que por alguna razón parecen congelarse
en el tiempo.
Al
segundo siguiente Oda está arrastrando a Dazai dentro de la clínica, gritando
algo. Entre el jaleo Dazai lo mira con la misma mirada muerta y sonrisa
petulante de antaño y el acto entero se siente como un recuerdo amargo. Chūya
vuelve a ver en Dazai a aquel adolescente que tanto lo lastimó y, al mismo
tiempo, mientras deja que la navaja resbale entre sus dedos y el rojo de la
sangre se pierda en el negro de sus guantes, sonríe sin querer porque, joder…
Qué
bien se sintió.
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