Hurt IX {Soukoku}

By KyuNaFish - 11:06 p.m.






Chūya saborea en su paladar el regusto metálico de la sangre, Dazai se inclina sobre sus labios y lo vuelve a morder, Chūya gime y su cuerpo se arquea hacia el contrario.

Todo se siente tan caliente y magnífico.

Dazai hace una pausa en sus movimientos mientras lame su propio labio inferior, mordisqueándolo luego; Chūya sentado en sus piernas y hecho un desastre parece irreal, fantasmagórico. Es increíble el deseo que su cuerpo siente por simplemente tumbar a Chūya sobre el pasto y poseerlo hasta que no pueda más; sin embargo, también lo es el terror que se revuelve en sus entrañas: oscuro y turbio, pesado.

Que sea tan hermoso también lo vuelve fugaz.

—A veces creo que no volveré a verte. —La respiración de Chūya aún es agitada, pero se da cuenta de que Dazai ha dejado de jugar y ahora sólo parece perdido en sus pensamientos.
—Siempre vuelvo.
—No… —Dazai lo toma de la cintura y se aprieta contra él, Chūya aprovecha para acomodar su cabeza sobre el hombro del castaño.
—Dazai, ve adentro, hace frío y tengo que irme. —Dazai niega y lo estrecha con más fuerza entre sus brazos—, Dazai…
—Déjalo. —Chūya se tensa ante las palabras.

Debido a la reacción y el silencio que le sigue, Dazai lo suelta y se apresura a entrar, sin decir nada más. Chūya no lo detiene, pero permanece otro rato en el lugar y lo observa caminar hasta que se pierde en las habitaciones del hospital.

Cuando se da la vuelta para marcharse, se topa de frente con la persona que menos ganas tiene de ver…

—Buenas noches. —Murmura de mala gana y trata de irse, aunque Sakunosuke moviéndose con él, le impide lograr su cometido—. Con permiso.
—Espera. —Chūya se muerde la lengua antes de soltar alguna palabra, y aprieta los puños para no ponerse violento.
—¿Qué quieres? —Su tono es mordaz y no se molesta en ocultarlo. Oda parpadea varias veces.
—Bien, bien, quería ser amigable, pero veo que eso no es lo tuyo. —Chūya se cruza de brazos y sisea algo que Oda no logra entender—. Sólo quería decirte que voy a llevarme a Dazai.

Todo el cuerpo de Chūya se tensa y entorna los ojos, zafiros filosos que retan a Sakunosuke. Un «¿qué?» se atora en su garganta y se niega a salir. Sakunosuke permanece firme frente a él, sus ojos naturalmente amables son duros y se vale de su estatura para verse más imponente.

—No parece que vayas a parar, y Dazai está en una situación precaria. Sinceramente, no sé en qué estaba pensando Ango cuando te condujo con tal facilidad aquí. —Chūya quiere replicar, pero su cerebro no procesa en estos momentos una buena defensa.

Será porque es más culpable de lo que se siente.

—¿Has visto lo que escribe? —Chūya desvía la mirada, su seguridad se le escurre de las manos muy fácilmente.

Por supuesto que ha visto las hojas, fue lo primero que hizo nada más tuvo la oportunidad de estar en la habitación de Dazai con él ausente.

—Nadie, ni él mismo, te pide que lo perdones, ¡pero ten un poco de empatía! Todo el daño que te causó lo hizo sin querer. Sufría más de lo que las palabras o los cortes en su cuerpo pueden decir.
—¡No lo creo! —Chūya gruñe, venenoso—. Ridículas confesiones en hojas que ni siquiera me entrega, ¿y se supone ahora que el mártir siempre fue él?
—Nakahara. —Sakunosuke lo corta, con el tono de voz una nota más arriba de lo normal, eso sólo incita a que Chūya explote con más enfado.
—¡No, maldita sea, no me calles! —El desafío vuelve a sus azules ojos—. Estuviste allí, tú viste lo que me hacían sus amantes, la burla colectiva de la que fui víctima, ¡yo no era la mierda rota que soy ahora! ¡Tenía una buena vida hasta que él vino a darme un paraíso que luego convirtió en infierno y me enterró en él!
—Nadie te pidió que te quedaras. —Chūya ahoga un grito y se gira inmediatamente.

Dazai está allí, con los ojos castaños muertos y una media sonrisa ridícula estampada en su rostro. Se acerca a Chūya suavemente y coloca entre sus manos una navaja; la aprieta, enterrándola en la palma de su diestra. Chūya está congelado en su lugar, con los ojos bien abiertos y los guantes empapados en la sangre de Dazai.

—Vamos, Chūya. Entierra más profundo. Presiona más fuerte. Me gusta más cómo se siente si lo haces tú. —Dazai se acerca lo suficiente a la cara de Chūya para rozar sus labios con la lengua antes de que Oda intervenga y lo empuje lejos.

Todo pasa demasiado rápido, pero hay escenas que por alguna razón parecen congelarse en el tiempo.

Al segundo siguiente Oda está arrastrando a Dazai dentro de la clínica, gritando algo. Entre el jaleo Dazai lo mira con la misma mirada muerta y sonrisa petulante de antaño y el acto entero se siente como un recuerdo amargo. Chūya vuelve a ver en Dazai a aquel adolescente que tanto lo lastimó y, al mismo tiempo, mientras deja que la navaja resbale entre sus dedos y el rojo de la sangre se pierda en el negro de sus guantes, sonríe sin querer porque, joder…

Qué bien se sintió.

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