Hurt XI {Soukoku}

By KyuNaFish - 11:07 a.m.





Ha tomado más sesiones de las que se previeron al principio, además de que se tuvo que entrevistar varias veces a sus más cercanos. Fue difícil dado que el paciente no tiene muchos amigos, pero sus conocidos ayudaron bastante. 

Empezaré desde el principio.

Dazai Osamu fue conducido al hospital Kanagawa Saiseikai el día domingo 21 de noviembre de 2016, luego de que la policía lo encontrara flotando en el río; afortunadamente su condición no era precaria en ese momento y se le dio de alta sin complicaciones. Él juró haberse caído.

Dos meses más tarde, el 02 de enero de 2017, Dazai Osamu entró al área de emergencias del hospital Kikuna Memorial en la madrugada, víctima de una congestión alcohólica. Permaneció internado dos días. Dijo haber estado celebrando algo.

La tarde del 15 de enero de 2017, Dazai fue canalizado nuevamente al área de emergencias del Kikuna Memorial, tenía serios cortes a lo largo de sus brazos y piernas. Esta vez no había nada que decir al respecto, el intento de suicidio era claro.

Para el 21 de enero de 2017, cuando ya había sido dado de alta, logré convencerlo de que mantuviera pláticas conmigo. Al principio fue cooperativo, hablaba mucho… demasiado, sin embargo, nada de lo que decía lograba darme una pista de lo que pasaba. Él estaba totalmente cerrado aunque pareciera todo lo contrario.

Luego de tres meses de citas ininterrumpidas, comenzó a faltar. Sus excusas pasaron de ser inteligentes a mediocres muy pronto y sin darme cuenta, un día simplemente dejó de querer engañarme.

La mañana del 18 de junio de 2017 apareció en mi consultorio y comenzó a hablar conmigo; estaba borracho y trató de besarme; lo dejé. No lo hizo. A medio camino se echó para atrás y comenzó a llorar ruidosamente, susurrando un nombre. Por fin, una pista: Chūya.

La investigación me llevó un tiempo y muchas llamadas telefónicas; excavaciones en el pasado de mi paciente que representaban una total violación a su privacidad. Me excusé a mí misma; era necesario si no lo quería ver morir. 

Tontamente me encariñé con él, le quería.

Con mis sentimientos ya implicados, tuve que canalizar el caso a otro colega: el psiquiatra Mori Ōgai. Pero no me separé del todo, ahora yo era amiga de Dazai y, por ende, tenía que localizar a las otras personas que podían llamarse a sí mismos amigos de él también. 
Encontrar a Ango Sakaguchi fue fácil debido a su trabajo, a través de él contacté con el fantasmal Oda Sakunosuke y luego de hablar con este taciturno pelirrojo, todo fluyó.

Conocí el pasado de Dazai, pero no por eso fue más fácil diagnosticar su enfermedad. 

Si al principio creí que Dazai estaba sumido en una fuerte depresión por la perdida de este sujeto: Nakahara Chūya, hablar con Oda y Ango me convenció de que no era así. Dazai ya era inestable sentimentalmente desde hacía unos años, y desde su infancia practicaba el autolesionarse.

Pero otra vez había dudas, a pesar de su pasado turbio nunca trató de morir realmente.

Las sesiones de Dazai con Mori empezaron un 03 de marzo de 2017, a regañadientes. Dazai venía a mi consultorio para decirme que volviera a ser yo su confidente, pero no podía, al menos no como doctora. Si quería hablarme lo tenía que hacer como lo que era ahora, su amiga. No quiso.

Cada que Dazai y Mori sesionaban, yo también tenía una charla con este último. Hablábamos de él, compartíamos pensamientos y posibles soluciones; me atreví a decirle al doctor Mori que Dazai era bipolar. Apretó los labios y me dijo que ya lo había considerado, pero no estaba muy seguro de que fuera así

El 13 de abril de 2017 Dazai irrumpió en mi consultorio otra vez, estaba feliz. No me quiso decir la razón, pero su aspecto brillante y la chispa en sus siempre apagados ojos me convenció de que decía la verdad. 

Dos semanas después dejó las sesiones con Mori, Mori me avisó de esto muy consternado y frustrado porque por fin tenía un nombre para el padecimiento de Dazai, pero si él simplemente desaparecía no había forma de obligarlo a volver y comprobar que sus sospechas eran ciertas.
Busqué a Dazai, infructuosamente. Ango estaba fuera del país y el fantasma de Oda había vuelto a irse también. Me rendí, estaba exhausta y molesta por la cobarde huida de Dazai. Pero me concentré en la última vez que lo vi, lo bien que parecía estar y la cegadora felicidad que irradiaba de su sonrisa… Me tranquilizó.

Juré y confié en que estaría bien. 

El 20 de julio de 2017, a las 12:45 horas, el tono de llamada de mi teléfono me despertó: era el doctor Mori y había un problema… Dazai estaba internado en el hospital Totsuka por una alarmante ingesta de pastillas y alcohol. Casi muerto.

Casi.

Muerto.

¿Cómo en tan poco tiempo se pasa de una asombrosa felicidad a eso? 

No recuerdo cómo es que llegué a Totsuka tan rápido, tampoco recuerdo qué hice exactamente para llegar a Dazai. En mi mente sólo permanece el recuerdo de la recepción ruidosa, una pelirroja que me miraba con el ceño fruncido; de mis manos temblorosas y mis ojos picando por las lágrimas que no quise dejar salir mientras me aferraba al cristal que me permitía ver al ser que más me habría gustado ayudar y con el que horriblemente fallé.

Dazai despertó cuatro días después: pálido, ensombrecido y sin querer hablar sobre lo que había pasado. No lo presioné, dejé que se apoyara en mí todo el tiempo que quisiera y paulatinamente me aceptó. Constantemente lo llevaba a pasear y me pasaba por su casa para animarlo a comer. Actué bien en mi papel de amiga, pero seguía negándose a darme información; usé el chantaje entonces, no preguntaría más si volvía a sesionar con Mori. 

Aceptó.

Con más tiempo libre y la seguridad de que Dazai no haría nada raro estando bajo el cuidado de Mori, volví a inmiscuirme en su privacidad. ¿Quién lo había llevado al hospital esa noche y porqué había desaparecido sin obtener noticias de él? ¿Era un amigo? 
Más llamadas, más dinero debajo de la mesa y amenazas o coacción de por medio, sentí que todo era válido si lo podía usar para salvar la vida de mi ahora, querido amigo. Y llegué a ella, la pelirroja del ceño fruncido: Ozaki Kōyō, la prima de Nakahara Chūya. Y así como cuando al principio encontré en Oda toda la información que necesitaba, ahora era Ozaki quien trataba de llenar los huecos de mi historia. 

Nakahara Chūya había vuelto hace unos meses para regresar con Dazai, y había estado bien. Pero no pasó mucho antes de que las cosas explotaran entre ellos de nuevo; ni siquiera Ozaki estaba segura de lo que había pasado, por qué habían peleado. Dazai no iba a decírmelo, Ozaki sabía que Nakahara tampoco, pero juntamos los retazos de nuestras historias y sacamos conclusiones… Ozaki se derrumbó en un llanto silencioso en aquel café y yo hice acoplo de todo mi autocontrol para no gritarle por dejar que su primo se fuera, porque no era culpa de ella y yo lo sabía.

Tampoco era culpa de Nakahara. 

Sabedora de su pasado con Dazai, no podía juzgar del todo sus ganas de venganza porque como psicóloga, también lo entendía. Todo su dolor y la ira, todo su resentimiento. 

Estaba bien.

Lo importante ahora era que Dazai había sobrevivido una vez más y esta vez podría ayudarlo verdaderamente. Nakahara no volvería, ya tenía su venganza, podía seguir bien con su vida en Rusia con su prometido. Yo haría que Dazai se olvidara de esto y le conseguiría nuevos pasatiempos… ¡Podría volver a la literatura! Él era un escritor después de todo. El TLP* de Dazai no sería un obstáculo nunca más, no mientras yo pudiera ayudarlo.

Progresábamos lentamente, pero con paso firme, me entusiasmaba en sobremanera. Dazai hablaba más, comía más y disfrutaba más de todo en general, pero pronto me di cuenta de que todo era mentira. Las hojas que rellenaba en la soledad de su habitación reflejaban lo tanto que se ahogaba en la angustia de ser consiente, ahora, de lo mucho que su enfermedad había dañado a Nakahara Chūya. No pedía perdón, se sentía indigno de ello. En su lugar se castigaba cortando donde mis ojos no alcanzaban a ver; incisiones tan pequeñas e «inofensivas». 

Podíamos soportarlo, él y yo. Esta farsa. Volví a engañarme, convenciéndome de que mientras los cortes no se agravaran, mientras su único propósito fuera aliviar un poco el dolor y no matarse, estaríamos bien. 

A la larga lo creí de verdad, él también. Que podíamos vivir eternamente con este ritual.

Pero no conté con que Nakahara volvería, y no una, si no dos veces más. Derrumbando siempre lo que tanto me tardaba en arreglar.

Le odié.

Lo odio.

Si Dazai Osamu es indigno de ser perdonado, ¿qué eres tú, Nakahara Chūya? 

Indigno de ser humano.







***

Este capitulo está narrado en primera persona y espero de corazón no haberlo arruinado, no sabía cómo explicar lo que pasaba con Dazai de otra forma. Como extra, por favor visite la entrada que explica mejor el TLP para entenderlo un poco. 

  • Share:

You Might Also Like

0 comentarios