Cuatro
de la mañana, Chūya se levanta de muy mala gana ante el insistente sonido de su
timbre. ¿Quién viene a molestarlo a semejantes horas? No se digna a
corroborarlo y de una abre la puerta: inesperadamente es Akiko y su primer
movimiento es una bofetada. La cara de Chūya literalmente gira y cuando
reacciona, siente su mejilla arder y el sabor de la sangre dentro de su boca.
—Lárgate.
—Yosano ladra la orden y antes de irse, le arroja a la cara un sobre pesado.
Sus
tacones suenan como un estruendo en el vacío y silencioso pasillo. Chūya se
aprieta la mandíbula y recoge el sobre. No se atreve a cuestionar porqué fue
eso, sabe muy bien que tal acción se debe a lo que pasó hace sólo unas horas en
la clínica.
Al
vaciar el sobre encima de su cama lo primero en caer es un pasaje de avión y Chūya
no puede evitar dejar salir una sonrisita, vaya movimiento más previsible, pero
el sobre es grande y pesado por lo que obviamente no es lo único que hay allí;
agitando más fuerte, un paquete grueso de hojas cae. Son alrededor de veinte
hojas y todas están enumeradas, además de engrapadas para evitar que se
revuelvan: parece un tipo de expediente médico.
El
expediente de Dazai.
Chūya
lo deja caer sobre la cama violentamente, como si al tocar aquellas hojas lo
quemaran o enfermaran de alguna manera.
Pasa
los siguientes minutos debatiéndose entre sí leerlo o no… ¿qué cambiaría? Chūya
ya sabe que Dazai está enfermo, desde hace años los sabe. Cuando su noviazgo
empezó a descomponerse en la… cosa que terminó siendo, Chūya se dio cuenta;
porque al principio Dazai fue sincero con sus sentimientos, la forma en que lo
procuraba y le demostraba su amor era real… tangible. Pero igualmente, la
aversión que vino después, la manera en que huía de él y hasta el hecho de que
parecía odiarlo de un día para otro…, Dazai resultaba extremista en sus
sentimientos y dolía tanto, pero también le hacía entender que no era normal…
Pero
Dazai nunca había sido normal y constantemente Chūya se preguntaba a sí mismo
sino sólo estaba siendo condescendiente con él porque lo amaba y le quería
conseguir una excusa. Paulatinamente se olvidó de eso también, y se concentró
únicamente en que Dazai era un cabrón que no merecía ni su lástima, sin embargo
aquí estaba él otra vez: en Yokohama, jugando a que podía querer al castaño de
la sonrisa lunática otra vez.
Qué
patético.
Chūya
no juega ningún juego, él quiere a Dazai. A pesar de todo, sigue estúpidamente
enamorado.
Aunque
su amor es actualmente venenoso y tóxico…
Ante
la revelación, Chūya tirita y se muerde el labio, ¿no está haciendo exactamente
lo mismo que Dazai le hacía en el pasado entonces? ¿Qué los diferencia ahora?
Bueno, eso tiene respuesta, Dazai está enfermo de algo y Chūya simplemente es
un hijo de puta vengativo y malo. Chūya resopla y coge el juego de papeles de
su cama, lo mira fijamente y luego ve su reloj: cinco de la mañana.
Acaba
de tomar una decisión.
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