Xin Mo Introducción {KyuHae}

By KyuNaFish - 11:15 a.m.





Tal vez Jae Won nunca fue el más inteligente de su clase, el más atractivo o el más carismático. No se detenía a ayudar a cada anciano que veía con dificultades en la calle ni hacía grandes donaciones a las víctimas de tragedias, o siquiera le ayudaba mucho a sus padres con los quehaceres del hogar. 

Hay tantas cosas que Jae Won falló en hacer, pero sus pecados definitivamente no eran tantos.

Entonces, ¿por qué? 

¿Por qué un día, de la nada, sin razón aparente y sin una explicación coherente, todo lo que amaba en el mundo desapareció? 

Su vida era modesta. Papá trabajaba en una oficina de correos y mamá cosía ropa en casa. Había una cocina que albergaba también el comedor, otras dos habitaciones y un baño, no tenían auto, Jae Won viajaba en bicicleta y sus padres usaban el autobús para moverse. Tenían vecinos en su mayoría amables y en general vivían bien.

A Jae Won sólo le faltaba un año para graduarse e iniciar la universidad…

¿Pero qué casa, qué familia, qué futuro?

Pasaba apenas del medio día de un martes cuando dirección llamó a Jae Won por el altavoz. Jae Won se sintió mal al instante, comenzó a sudar frío y se le aceleró el corazón. Aquellos que lograron verlo en los pasillos se burlaron de él por ser tan paranoico; Jae Won no les prestó atención. Cuando llegó a dirección el rector le dijo un montón de palabras vanas, sin sentido, palabras que Jae Won olvidó nada más se dijeron, pero luego mencionó el fuego, un accidente…

Algo se quemó.

Jae Won no podía entender cómo sucedió, ni siquiera cuando los policías le explicaron todo con supuesto lujo de detalles. 

Mamá siempre fue cuidadosa…

Papá no tenía razón para estar en casa a esas horas...

Hace dos semanas que tenemos nuevo vecino, nunca vino a presentarse formalmente y es un hombre solitario con el ceño siempre fruncido…

A papá le acaban de dar un ascenso, muchos colegas estuvieron molestos con eso. Una bola de envidiosos…

Mamá es preciosa y amable con todos, pero a la vecina rubia del frente, esa que se pone montones de maquillaje en la cara, no le agrada. Tiene la estúpida idea de que a madre le gusta su horrible marido.

Está Woo Hyuk, este compañero tonto al que no le agrado ni un poco…

Pero no, el fuego empezó en la cocina por un sartén con aceite que se incendió sin que sus padres se dieran cuenta, para cuando fueron conscientes del olor a humo que los rodeaba, el tanque de gas explotó y todo desapareció en un suspiro: las cosas, las vidas.

Aunque eso Jae Won nunca lo aceptó como la verdadera razón.

No fue cosa de un día, ni siquiera de un mes. El descontento de Jae Won con los policías, la rabia que sintió contra todos sus sospechosos, el dolor de no poder decir adiós, la desesperación de, todos los días, querer irse con ellos. La impotencia por parar cada vez que trataba de dañarse a sí mismo. La profunda soledad y tristeza. Toda esta mezcla hirviendo en su interior por años…

Dicen que hace mucho tiempo un monje que le rezaba a Buda sin parar, fiel y devoto creyente década tras década, fue asediado un día por múltiples seres sin forma que comenzaron a perseguirlo hasta dentro de sus sueños. No había hora ni lugar en que pararan, eran estéticamente horrorosos y sus voces distorsionadas lograban enloquecer al más cuerdo; este monje estaba sufriendo, pero Buda nunca lo escuchó, lo dejó ahogarse en sus demonios, revolcarse en su dolor. 

Buda abandonó al monje, el monje entonces abandonó a Buda de igual forma. 

Jae Won se volvió loco: comenzó a ver cosas en las sombras, cosas indescriptibles que le regresaban la mirada y de vez en cuando le sonreían también. Luego empezó a escucharlas, sus voces rasposas y profundas, chirriantes, como metal rasgando metal. Hasta que la cosa tomó forma, humano mezclado con animal: ojos afilados, dientes puntiagudos, uñas como garras, sonrisa depredadora y bestial. Jae Won entonces extendió sus manos hacia la cosa y se aferró, porque se sentía tibio y un poco como mamá y papá regresando por él. 

En su fría montaña, en el pasado, el monje sin nombre igualmente se aferró a su dolor y lo aceptó.

Entonces Jae Won y el monje absorbieron la maldad que los rodeaba, porque desde el principio aquello les perteneció. Se hicieron uno con las sombras y pasaron a desaparecer a los ojos de los demás humanos.

Pero deambulando encontraron uno.

Dos.

Cinco.

Diez.

Una pequeña multitud.

«¿Qué te pasó?».
«Lo mismo que a ti».
«Cómo llegaste aquí?».
«Igual que tú».
«¿Tienes un nombre?».
«Ilusión Catastrófica».
«¿Ilusión Catastrófica?».
«Youmu».
«¡Ah! Youmu, también me llamo así».

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