Día 10: R18

By KyuNaFish - 6:43 p.m.





Chūya ahogó un gemido, mitad placer, mitad dolor. Sus ojos nadaban en lágrimas que obstinadamente se negaba a dejar caer y su rostro, rojo y brillante por el sudor, se deformaba de una forma erótica. Dazai lo veía desde su posición arriba, relamiéndose los labios y con los ojos medio cerrados.

Se sentía bien tener a alguien como Chūya debajo; vulnerable y sometido. El niño que desafiaba con cada parte de su ser, el renegado e indomable. El inocente, puro, delicado y hermoso Chūya.

Dazai se inclinó más hacia adelante, levantando la pierna derecha de Chūya también para poder enterrarse más profundo. Chūya, con la voz rasposa y apenas entendible, jadeó y le enterró las uñas en los brazos. Dazai siseó en respuesta y golpeó con más fuerza, más rápido; Chūya se apretó a su alrededor y gritó.

El sonido resultó glorioso y alucinante.

Había empezado como mera distracción, algo para deshacerse un poco del aburrimiento. Obviamente Dazai fue el de la idea y Chūya lo sabía; desde el momento en que entendió los coqueteos del castaño, las palabras lascivas respecto a su apariencia a veces demasiado femenina, los roces innecesarios entre sus cuerpos. ¡Oh!, Chūya por supuesto que sabía, que el bastardo de Dazai sólo estaba jugando con él.

Pero estaba bien porque Chūya también quería jugar.

Era imposible saber lo que Dazai pensaba o siquiera pretendía, pero para Chūya era fácil, al menos, entender lo que el cuerpo de su compañero deseaba, y eso, era él.
A pesar de que llevaban meses encamándose y de que su relación en general no cambiaba fuera de eso, Chūya lo sentía: la desesperación de Dazai era cada vez más intensa, su cuerpo despertaba con más facilidad y el deseo pronto se estaba convirtiendo en anhelo.

Y si Dazai se pensaba poderoso creyendo que sometía a Chūya, Chūya se sabía ganador porque ahora, Dazai le pertenecía, de alguna forma, al menos.

—Osamu. —Dazai entreabrió los ojos y lo miró—; estoy llegando. —El castaño pareció descolocado por un segundo, pero luego de un momento se limitó a asentir y volvió a cerrar los ojos—. Osamu…
—¡¿Qué?! —Esta vez gruñó.
—Mírame.

Chūya esperó hasta que Dazai lo obedeció de mala gana y centró sus ojos en su rostro, abrió la boca entonces y dejó que sus suspiros y tímidos gemidos emergieran con total libertad. Tomó una de las manos de Dazai que descansaban cerca de su cabeza y la acercó a su boca:

—Demonio sin dueño... —Canturreó y enseguida sacó la lengua para empezar a lamer la palma frente a él. Sintió cómo el cuerpo de Dazai se tensaba y sus embestidas se volvían más frenéticas y precisas, luego empujó esa misma mano hacia abajo, para que los húmedos dedos de Dazai se enredaran alrededor de su erección y tiró de sus cabellos para aplastarlo contra su boca.

Dazai realmente tenía un fuerte desprecio por los besos y Chūya no sabía por qué; así como tampoco sabía la razón de que esta vez no lo estuviera rechazando.
En realidad sus bocas se acoplaron bien muy rápido y pasaron de un simple roce de labios a una torpe y desenfrenada pelea con sus lenguas. Chūya le gemía en la boca y Dazai se tragaba cada sonido con recelo.

Que Chūya se corriera no detuvo a Dazai.

Y que sólo unos minutos después Dazai también lo hiciera tampoco significó un alto.

Se mantuvieron mucho más tiempo que el acostumbrado enredados en las sábanas, y lo más sorprendente fue que Chūya estuvo arriba casi todo el tiempo. Se besaron y abrazaron largo rato, mirándose intensamente a los ojos por momentos que duraron pequeñas eternidades.
Chūya fue el primero en sucumbir a la inconsciencia y al día siguiente, cuando despertó, por supuesto que Dazai ya no estaba allí.

Pero lo encontró más tarde en los cuarteles y fue una sorpresa agradable cuando Dazai lo acorraló contra una pared y lo volvió a besar, incluso con más pasión que la noche anterior.

—Me gustas, enano.


Ah, sí. Chūya sonrió aunque fue un insulto porque definitivamente había ganado este juego.


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