Era media noche y Chūya caminaba tranquilamente a casa, había pasado
los últimos dos días en completo aislamiento dentro de los cuarteles de la
Mafia debido a un aburrido y tedioso papeleo, no era una cosa delicada o
urgente, pero a Mori le molestaba demasiado la vagancia y más si provenía de
uno de sus ejecutivos. Chūya por sí sólo tampoco era dado a no hacer las cosas
en tiempo y forma, así que el tema del encierro fue más que nada por motivo
personal.
Y porque no quería tener nada en común con cierto desperdicio de
vendajes.
No estaba molesto o estresado, sólo se sentía cansado. Su espalda
clamaba piedad y exigía pronto una mullida cama en la que poder tumbarse, los
ojos se le cerraban cada tantos pasos y los bostezos que se le escapaban eran
persistentes porque no podía parar.
Llevaba alrededor de veinte minutos andando a paso ligero cuando por
el rabillo del ojo captó un movimiento a su izquierda; inmediatamente adoptó
una postura de batalla y se detuvo un momento.
No pasó nada.
Continuó en alerta, pero decidió que debía seguir con su caminata. Su
espalda de verdad, verdad, solicitaba a gritos una cama. Sin embargo, el
movimiento a su alrededor volvió en cuanto dio un paso y de la nada un cuerpo
pesado se abalanzó contra él y lo tiró al suelo. No pudo esquivarlo, ni siquiera
lo vio venir del todo, pero pronto reconoció la inconfundible y andrajosa
gabardina café que portaba el hombre sobre él.
—¡Bastardo! —Gritó y empujó a Dazai lejos, luego se sobó la cabeza y
recogió su sombrero—. ¿Qué crees que haces?
—Molestarte, por supuesto. —Dazai se reincorporó de un salto y Chūya
gruñó por lo fastidioso que podía ser.
—Sí, bueno, ¿por qué no mejor vas y te mueres?
—Acabo de intentarlo, ¡pero sólo te dejaste tirar! —Dazai chasqueó la
lengua—. Te has vuelto tan fácil…
Si Dazai iba a decir algo más o no, quedó en el aire porque Chūya lo
estranguló.
Pero algo raro pasó.
El cuerpo de Dazai se sentía muy ligero y la burla permanente de sus
ojos titubeó un segundo antes de desaparecer por completo y dar paso a unos
orbes grises que miraban a Chūya con terror.
—¿Qué carajos?
Chūya soltó inmediatamente aquel cuerpo que ahora era el de una mujer.
Ella tosió un par de veces y se sobó donde antes la mano de Chūya le había
aplastado.
—Vaya que esto no lo vi venir… —La chica se levantó y volvió a toser.
Era apenas un poco más baja que Chūya y tenía el cabello —largo y azul
rey— atado en una cola de caballo muy alta, un flequillo espeso y veteado de negro le tapaba el ojo izquierdo. Usaba pantalones cortos blancos y botines grises,
un suéter monocromático y una mochila roja terminaban su simple atuendo. Lucía
como una adolescente.
—¡Lo siento mucho! —Ella se inclinó en una venia total que casi la
dejó tirada en el suelo otra vez. Chūya tenía una especie de tic en el ojo y
sólo la estaba mirando, sin moverse ni decir nada—. Mi nombre es Yukie, —la
chica cabeceó y una paleta apareció en su mano de la nada—, lamento tanto lo
que pasó. Soy una usuaria de habilidad y cuando de repente te vi, todo triste y
cansado, ¡no pude controlarme!
Chūya, que hasta el momento había permanecido con el cuerpo en
tensión, comenzó a relajarse. La extraña y llamativa mujer frente a él parecía decir
la verdad, y tanto su postura como expresiones reflejaban que sinceramente
estaba avergonzada por lo que había pasado.
—Uh… —Titubeó—. Supongo que también lo siento por el golpe. —Chūya no
era bueno hablando con mujeres si no estaba algo alcoholizado, y menos si estas
lucían más como niñas bonitas—. De todas formas, ¿qué hace una niña como tú a
estas horas de la noche, sola? —Yukie se rió detrás de su mano.
—¡No soy tan menor! —Chūya la miró con el ceño fruncido cuando ella se
metió descuidadamente la paleta a la boca y empezó a balbucear—; soy nueva en la
ciudad, ¡estoy vacacionando! Estaba visitando este museo de nombre raro cuando
de repente me perdí… Hace horas… Pedí indicaciones… Pero me volví a perder… Tomé
un taxi… Pero no logré recordar la dirección de mi hotel… —Chūya se burló de
eso, resultó inevitable.
—¿Cómo podría alguien ayudarte si no sabes ni siquiera a dónde vas?
—Yukie hizo un mohín.
—Ya, bueno, pues pretendía seguir allí, —señaló un montón de cajas—, y
morir sola. —Esta vez Chūya se carcajeó.
La miró un rato más en lo que la risa se le iba y pensaba en una
posible solución. Yukie lucía inofensiva y algo torpe y tonta, pero Dazai
también se veía así y era un demonio, la mejor prueba de que las apariencias
pueden engañar.
—Puedo ayudarte. —Yukie pestañeó.
—¿En serio? —Ya no se veía tan agradable como hace rato—, ¿a cambio de
qué?, ¿algo raro? ¡Eres muy guapo pero me temo no soy tu tipo! Y con tipo me
refiero a eso, tu tipo… El tipo al que ahorcaste cuando estabas dentro de mi
habilidad.
Chūya se sacudió y abrió y cerró la boca un par de veces antes de que
sus mejillas se tiñeran por completo de rojo. Permaneció callado y se agachó,
tratando de que su sombrero cubriera por lo menos un poco su rostro.
—¡Lo lamento si he tocado un punto sensible! —Yukie canturreó—, pero
ibas a ayudarme, ¡por favor! No te cohíbas y retomemos esa conversación, sé que
no querías nada extraño a cambio, sólo quise ser fastidiosa porque antes te
reíste de mí. —Ella fue hasta él y enredó las manos en su brazo—, ¡vamos,
vamos, vamos!, ¡por favor! ¡Por favor! —Ahora estaba lloriqueando.
Chūya chasqueó la lengua y la alejó. A pesar de todo, Yukie era simpática
y Chūya un caballero, no iba a dejarla tirada en un callejón oscuro.
—Te llevaré a un lugar seguro para que pases la noche, pero por la
mañana tendrás que encontrar tu propio camino. —Yukie asintió frenéticamente a
la idea y su atado cabello se movió como una cola de perro en su espalda.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!
Chūya murmuró algo inentendible y enseguida comenzó a caminar con las
manos escondidas en los bolsillos de su pantalón; Yukie decidió seguirlo, no
sin antes hacer uso de su habilidad otra vez. Así que de un momento a otro,
nuevamente era Dazai quien detenía a Chūya para alcanzarle una botella de vino.
—¡No estás haciendo esto de nuevo! —Chūya gritó. Rojo de ira o
vergüenza, Yukie no estaba segura.
—Já, —de todas formas ella se regodeó en que dentro de su nuevo
cuerpo, era mucho más alta y por lo tanto podía rodear con sus brazos al
pequeño pelirrojo—; ¡deja de quejarte de esa forma, mi habilidad no miente!
—Mujer o no, Chūya la pateó para deshacerse del incómodo y atrevido toque.
—¡¿Qué mierda se supone que hace tu habilidad para que suceda algo
como esto?!
Yukie volvió a su forma mientras caía. Se quejó y maldijo entre
dientes antes de notar que Chūya la miraba; bueno, al parecer la imagen de niña
buena y delicada nunca iba a ser fácil de mantener. Se sacudió el trasero y se
sobó, luego se puso de pie y cruzó los brazos.
—Mi habilidad hace a la gente feliz.
—¿Qué?
—¡Ilusiones! —Ahora era ella la que gritaba—; puedo entrar en tu mente
y ver lo que te hace feliz, tus deseos, lo que quieres en el momento. ¡Todo!
—Sacudió la mano con desdén y una cama enorme y de sábanas finas apareció entre
ellos—; esa no es real, por supuesto. —Aclaró cuando vio en los ojos de Chūya destellar
ilusión—. Las cosas demasiado grandes se desvanecen si las tocas, las personas
son solo yo con capas de mentira encima que se van si me lastiman… ¡Pero las
cosas pequeñas son reales! —Abrió y cerró la mano para materializar una paleta
otra vez—, ¡ese maldito vino me costó mucho! —Pataleó y señaló la botella rota
y el líquido que resultó derramado cuando Chūya la empujó.
Chūya no estaba diciendo nada y Yukie se sintió frustrada en ese punto
porque no sabía qué más hacer. De verdad quería ser amable con el pelirrojo
raro y su habilidad le había gritado, literalmente, que convertirse en este
castaño que olía a basura era lo que su salvador necesitaba…
—Ugh… De verdad lo siento si te ofendí demasiado, no se supone que mi
habilidad se equivoque. —Chūya pareció reaccionar a su disculpa y negó.
—No se equivoca… —Susurró, más para sí mismo. Yukie lo miró con el
ceño fruncido pero, al ver que el pelirrojo volvía a caminar, decidió que lo
mejor era seguirlo y no volver a hacer nada raro con su habilidad.
—Entonces, ¿cómo te llamas? —Chūya ignoró la pregunta y en su lugar dijo
algo que quizás no pensó demasiado.
—¿Puedes volver a ser él? —Yukie tuvo un momento de duda pero al final sonrió y asintió.
Tal vez comenzaba a entender esto.
Siendo la momia con olor a basura, tomó la mano de Chūya y continuaron
caminando en silencio.
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