Día 2: Promesa

By KyuNaFish - 9:58 p.m.






No se supone que ese tipo de cosas se recuerden porque vamos, ¿quién de verdad piensa que puede saber exactamente qué es lo que dijo cuando era un niño de sólo 6 años? Pocos son los afortunados que llegan a retener episodios de su infancia, retazos de imágenes que a veces parecen incongruentes cuando se piensa en ellos, sin embargo, aquí está Ozaki Kōyō, saboreando en su mente la promesa que hizo hace exactamente veinte años.

¿Cómo es eso posible?

Ni ella misma lo sabe, pero si cierra los ojos con fuerza y se concentra, puede oler el perfume maderoso de aquel hombre. Puede verlo sonreírle y acariciarle la cabeza con un cariño que no es posible describir con palabras. ¿Era su padre? Espera que no, porque no quiere manchar ese recuerdo sabiendo que fue él quien la abandonó a su suerte en las puertas de la Mafia. Como sea, este hombre sin identidad clara es fácil de recordar, y Ozaki se felicita a sí misma pensando en que si él pudiera verla, en lo que se ha convertido, estaría orgulloso.

¿Por qué?

Eso sí es fácil de responder.

Era el primer día de Kōyō con la Mafia y ella tenía mucho miedo porque no sabía exactamente qué hacía allí. Hombres de negro y caras intimidantes merodeaban alrededor de ella, algunos otros sujetos que parecían menos rudos sólo le dirigían una mirada con el ceño fruncido y seguían su camino sin detenerse a más. El ambiente fue aterrador en aquella habitación, eso hasta que él llegó, con su ropa llamativa y de diseñador, con su cara bonita y su sonrisa cálida. «Una muñeca hermosa», le había dicho mientras le extendía la mano y la conducía por otros pasillos, sacándola de ese horrible cuarto; «verás, este lugar no es para ti, pero sí para tu don». Hizo una pausa y la empujó ligeramente hacía otra puerta entreabierta, «lo siento, no soy tan importante para salvarte, pero esperaré por ti, de verdad. Ahora, entra allí y mantén la cabeza en alto, ¿de acuerdo?».

Él también le había pedido «mantener la cabeza en alto» cuando lo vio por última vez, además de que la animó a ser amable con cualquiera que llegara allí y lo mereciera. «¿Me lo prometes?», eso y la sonrisa más radiante que Ozaki había visto en su vida, fueron las últimas cosas que pudo obtener de él.

Regresando al presente, estaba bien consigo misma. Kyōka era una gran muestra de que cumplió con su promesa. La niña ahora estaba en un buen lugar… Sin embargo, era el pequeño hombre que dormitaba en su sofá quien sin duda, se convertía en la máxima expresión de lo que las palabras del hombre en sus memorias hicieron con ella.

Chūya, su adorado y precioso Chūya.

Kōyō fue a sentarse junto a él, despertándolo apenas, Chūya reaccionó lentamente y la miró con los ojos cerrados: «hermana mayor», susurró antes de acomodar la cabeza en su regazo. Kōyō sonrió tímidamente, amaba cuando el pelirrojo la llamaba así.

Su hermano menor.

Quizás fue codiciosa con él. Tal vez también debió conseguir, de alguna manera, la que fuera, que alguien con un corazón tan puro como el de Chūya saliera de la Mafia así como lo hizo Kyōka… Pero bueno, no sucedió y ahora era demasiado tarde.

De todas formas, Kōyō apretó más fuerte la cabeza de Chūya contra su regazo y se inclinó sobre él hasta casi abrazarlo.

Era cálido y tranquilo.

Su invaluable Chūya.

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