Chūya no recuerda haber tenido un padre o
una madre, tampoco hermanos, tíos o primos. Un abuelo… Nada. No obstante, desde
que aceptó su destino siendo parte de la Mafia, comenzó a asignar roles a sus
compañeros sin querer.
Hirotsu era como un abuelo ejemplar,
parecía serio y duro en primera instancia, pero con el trato te dabas cuenta
enseguida de que ese hombre era amor y protección puros para quienes estaban
bajo su cuidado.
Con Mori era complicado porque, siendo el
jefe, lo correcto tal vez era asignarlo como el padre de todos en la Mafia, sin
embargo, el doctor resultaba demasiado inflexible y frío en ocasiones, a tal
punto de parecer no tener interés. Pero había veces también en que Mori actuaba
como un perro rabioso con tal de proteger los intereses de la organización, así
como a sus subordinados… Ah, al final, probablemente Ōgai sí ocupaba el puesto
de padre.
¡Kōyō definitivamente era esa preciosa
hermana mayor que todos desean y con la que la vida lo había premiado a él! No
había mucho que decir sobre ella porque expresarse terminaba siendo complicado,
Kōyō era Kōyō y nada más. La mujer que lo cuidó desde el primer momento en que
puso un pie en la Mafia y le enseñó que no estaba solo. La sonrisa cálida y el
abrazo amoroso más desinteresados que en la vida alguien le podría ofrecer. Kōyō
al final siempre era más que una simple hermana, madre o amiga, Kōyō resultaba
ser un mundo.
Y con esta rara familia, Chūya estaba
bien.
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