Kōyō nunca ha sido una mujer débil, pero esta vez se desmayó. Mori la sostiene
y se apresura a llevarla a la enfermería para que descanse; él por su parte,
regresa a la oficina y reproduce los últimos minutos de la grabación una, y
otra, y otra vez.
Para cuando Dazai logra llegar al punto de la explosión, se encuentra
con que Hirotsu ya está allí. El hombre se mantiene erguido y su semblante luce
tranquilo, habla con algunos de sus subordinados y da un par de órdenes
rápidamente para que los cadáveres que cubren el piso sean retirados con el
mayor cuidado y respeto. Dazai se acerca a él, una fina capa de sudor cubriendo
su rostro:
—Dazai… —Hirotsu inclina un poco la cabeza, saludando. Su voz de
repente se vuelve un poco más suave, como si estuviera por hablar con un niño—:
¿por qué este escenario luce tan familiar y al mismo tiempo, extraño?
Ya de cerca, Dazai se percata de que la mano con que Hirotsu sostiene
su cigarrillo está temblando un poco. Mirando con detenimiento los cuerpos abandonados
es que nota las varias heridas de bala que estos tienen al azar y por doquier, junto
con la sangre roja estancada en un espeso charco antiestético y apestoso debajo,
son dos cosas que le traen recuerdos muy antiguos a Dazai también.
—¿Qué pasó?
—Estábamos esperando un cargamento, pero ahora sólo hay cadáveres y nada
más.
—¿Qué enemigos consiguió su jefe esta vez? —Dazai trata de burlarse—, robarle
a la Mafia tan descaradamente…
Hirotsu quisiera bromear también, pero su carácter siempre ha sido más
serio, además, la situación no le hace ninguna gracia —ya sea real o falsa—.
Dándole una última calada a su cigarro, lo deja caer y enseguida extrae un
trozo de hoja del bolsillo junto a su pecho:
—Aquí. —Dazai mira sin ganas el papel en aquellos dedos enguantados.
«Si él es humano, asesinará».
Otra vez, la cabeza de un ratón dibujado en la esquina llama demasiado
la atención.
—¿Por qué me lo muestra? —Hirotsu saca un nuevo cigarrillo y se lo
lleva a la boca sin encenderlo.
—No lo sé. —Con un encogimiento de hombros vuelve a guardar el mensaje
y permanece en silencio.
No hay nada más que decir.
Ambos observan —cada uno sumergido en sus propios pensamientos—, cómo
el número de cuerpos en el suelo disminuye hasta que no queda ninguno. La
sangre se limpia lo mejor posible y en menos de una hora el embarcadero luce
como si una masacre no se hubiera llevado a cabo allí.
Justo cuando Hirotsu está por marcharse, Dazai le pregunta por las
cámaras:
—Dejaron una, el jefe tiene la grabación. —Dazai parece desinteresado,
su postura es floja.
—¿Cómo puedo verla? —Su cuestión refleja, sin embargo, que el asunto
le interesa mucho.
Hirotsu no lo molesta diciéndole que esto es asunto exclusivo de
miembros de la Mafia Portuaria, y que él desafortunadamente ya no lo es. Se
ahorra también que Dazai consiga la información por medio de Akutagawa, exponiendo
al fiel perro a un castigo por parte de Mori.
—Ven conmigo. —Al final, él es quien le da la oportunidad fácilmente.
Dazai asiente a la invitación y se apresura a entrar en el auto que
espera.
El camino es silencioso, la ventana de lado de Hirotsu está abierta a
la mitad para que el humo de su cigarro escape; Dazai apoya la cabeza en el
acolchado respaldo del asiento, dejando que su expresión se relaje un poco y
sus hombros tensos se ablanden. Como un hombre más bien frío y racional, dejar
que sentimientos ridículos nublen su mente no es algo que le agrade, sin
embargo, últimamente los ataques perpetrados están tan llenos de él… Tienen el
estilo del olvidado. Están usando las tácticas del que murió hace años… ¿Por
qué? ¿Cómo? Fyodor es muy inteligente, pero usar el recuerdo de alguien como
Nakahara no sirve en la intimidación realmente, así que, al final, ¿qué
objetivo tiene todo eso? ¿Simplemente jugar? ¿Pero qué dentro de esto es
divertido?
Gin es quien custodia la entrada por la que Dazai llega, al verlo
salir del auto y caminar con Hirotsu detrás de él mientras intercambian un par
de palabras, le llega un sentimiento de familiaridad muy antiguo y agradable que
sin querer hace picar su nariz y ojos. No se olvida de agachar la cabeza un
poco y saludar cuando pasan a su lado; Hirotsu se percata de la acción y sonríe
sin decir nada.
Dazai se adentra con absoluta confianza en la base, liderando el
camino; no obstante, sin poder controlarlo los recuerdos y sentimientos
antiguos lo asaltan al final también. Muchas veces caminó aquí: al principio siguiendo
la espalda de Mori, los últimos días con Chūya gruñendo detrás de él… Con una
fuerte sacudida de cabeza, Dazai aleja los recuerdos y se centra en el hoy. Sus
pasos se hacen más rápidos y sus pisadas más fuertes, Hirotsu tiene que
apresurar su andar para no quedarse atrás.
Los guardias que custodian la habitación más al fondo no están, en su
lugar es Akutagawa quien se mantiene haciendo guardia: semblante serio y manos
ocultas en su abrigo.
—Dazai. Hirotsu. —Su saludo es respetuoso por igual, pero la
vehemencia que exponen sus ojos al ver al castaño hace muy evidente su
emoción—. El jefe los ha estado esperando. —Con una ligera inclinación de
cabeza abre la puerta y se hace a un lado.
Mori está sentado en su sillón, mantiene la mirada baja y se soba las sienes.
Frente a él está una portátil abierta que gira y presenta a Dazai. Dazai se
acerca y rápidamente reproduce el video que a estas alturas Mori ya se sabe de
memoria.
Los barcos llegando.
Los mafiosos haciendo la descarga.
Los hombres de blanco atacando…
La lluvia de balas que nunca llega a su primer objetivo y se queda un
momento suspendida en el aire evoca memorias antiguas… Hay un sobresalto en el
pecho de Dazai que le ablanda las piernas cuando el más bajo de los extraños
muestra sus desnudas manos y expulsa de ellas esas bolas azulosas que
desaparecen todo lo que tocan. Dazai da un paso adelante y se apoya en el
escritorio porque de lo contrario, sabe que se va a caer. Su alma y corazón
vibran en un reconocimiento tácito porque admite, nada de lo que está pasando
es lo que creyó…
¿Dónde es esto una imitación?
—Es una sorpresa que no puedo controlar. Regresa. —Mori le dice de
repente. Su voz es seria, sin una pizca de burla.
Dazai se siente incómodo y no sabe si es porque acaba de considerar
seriamente la propuesta de Mori, o porque en el video sus ojos no han visto a
nadie más que a Chūya.
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